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Luis G. Prado / autor de ‘Crepúsculo en Budapest’ y ‘Vida en un clima iliberal’

“La retórica de Orbán suena cada vez más a la de Putin antes de la invasión de Ucrania”

Steven Forti 24/03/2023

<p>Luis G. Prado. </p>

Luis G. Prado. 

Fotografía cedida por el entrevistado

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¿Cómo es vivir en una democracia iliberal? ¿Qué piensa la gente común de que su país haya sido definido como una autocracia electoral? Esta son algunas de las preguntas que tenía en la cabeza cuando estaba preparando la entrevista con Luis G. Prado (Jerez de la Frontera, 1975), autor de dos estupendos libros sobre la Hungría de Viktor Orbán, Crepúsculo en Budapest. Hungría en los tiempos de Orbán (Báltica, 2021) y Vida en un clima iliberal. Despachos húngaros, 2020-2022 (Alamut Bibliópolis, 2022). Son los únicos libros publicados en castellano sobre la deriva autoritaria de Hungría que, no lo olvidemos, es un país miembro de la Unión Europea. Su virtud es que nos muestra el día a día en un país que, desde la vuelta al poder de Fidesz en 2010, ha tomado un rumbo que lo acerca cada vez más a la experiencia de la Rusia de Putin. Traductor y editor, Prado conoce muy bien el país magiar: lo visita con frecuencia desde hace un par de décadas y en 2016 decidió instalarse a vivir con su familia en Budapest. Hablamos con él mientras se encuentra unos días de paso por Madrid.  

El Parlamento Europeo definió el pasado mes de septiembre a Hungría como un “régimen híbrido de autocracia electoral”. ¿Le parece acertado?  

Sí. De hecho, se recogen los estudios de Freedom House y del V-Dem Institute que ya en 2020 habían calificado así Hungría para explicar la paradoja de cómo se puede considerar autoritario a un sistema que convoca elecciones. Esta definición encaja como un guante para Hungría. Si podía quedar alguna duda en 2014, en la actualidad ya no queda ninguna. 

¿Qué queda en la Hungría de 2023 de un sistema democrático liberal pluralista?

Prácticamente nada. Todo lo que parecen instituciones democráticas –el Parlamento, el Tribunal Constitucional, el Supremo, autoridades de control del consumo, etc.– son pura fachada. Hace unos años todavía se podía decir que algunas instituciones no habían sido capturadas: ya no. Ha sido un proceso de consolidación paulatina de un sistema autocrático. Los espacios que quedan ahora son solo los que Fidesz ha decidido no ocupar todavía. Te pongo un ejemplo: en la educación, sigue habiendo protestas más o menos permitidas sencillamente porque Fidesz no ha encontrado aún la manera de monetizar su control. Ha hecho muchos cambios –desde un curriculum nacionalista a la entrega de muchas escuelas a la Iglesia–, pero no ha llegado al punto de otras instituciones porque no sabe aún bien cómo sacar beneficio económico de ello. 

En el caso de las universidades, en cambio, sí que ha entendido cómo sacar beneficio económico…

Totalmente. Mientras que la educación obligatoria, así como la sanidad, está encuadrada en el Ministerio del Interior para que la huelga de esos profesionales esté tan controlada como si fuese la de los policías, las universidades dependen de otro ministerio, el de Innovación y Tecnología. Desde 2021 se han privatizado casi todas las universidades públicas. Esto se hizo para ponerlas bajo el control de fundaciones privadas de nueva planta a las cuales se transfieren cantidades inmensas de dinero, y se puso al frente de las juntas directivas de estas fundaciones a políticos de Fidesz, incluyendo ministros en ejercicio. Lo que ha provocado problemas con la UE.

De hecho, de momento las universidades húngaras están fuera de los principales programas europeos, como Erasmus+ o Horizon Europe.

Ya no son universidades: son sociedades de tenencia de bienes para capitostes del régimen. Lo que me resultó extraño es que lo hicieron indisimuladamente. Se privatiza la universidad de Agricultura y se pone al mando de la fundación privada de forma vitalicia al ministro de Agricultura en el cargo. También en el pasado, Fidesz actuaba de forma descarada ante la UE para luego poder desdecirse y mostrarle que estaba “cumpliendo”. Pero eso era hace años. En la última legislatura ha habido una radicalización, así que esto de las universidades ha sido la evolución lógica de un régimen que se lo tiene cada vez más creído. 

El régimen orbanista está invirtiendo mucho dinero y esfuerzo en crear instituciones intelectuales iliberales

Si volviéramos a 1998, cuándo llegó por primera vez al gobierno, Orbán, que fue becado a finales de los ochenta por Georges Soros, era considerado un liberal o como mucho un conservador a lo Aznar. ¿Cómo explica su involución autocrática?

La explicación convencional es que Orbán es un político pragmático que ha cambiado de piel según lo que le convenía. Ahora bien, es cierto que en 1989 Fidesz entra en el Parlamento como un partido liberal, pero ya en 1994 da un giro porque sus resultados electorales empeoran e internamente el partido hace una purga: Orbán se convierte en el único líder y adopta posiciones de un nacionalismo más agresivo. Así es como se convierte en el primer ministro más joven de Europa, en 1998. En 2002 pierde por poco las elecciones y hace una oposición muy dura, incluso impulsando manifestaciones callejeras violentas, deslegitimando al gobierno. Cuando vuelve al poder en 2010, en plena crisis económica, tiene una mayoría parlamentaria suficiente para reformar la Constitución de forma unilateral. Luego se consolida en el poder. Hay muchos elementos que son ciertos en la narrativa convencional, pero hay cada vez más voces que dicen que más que oportunista y cínico, Orbán es fanático. En síntesis, hay más elementos ideológicos en el régimen orbanista de lo que pensábamos. Están invirtiendo mucho dinero y mucho esfuerzo en crear instituciones intelectuales iliberales para producir lo que ellos llaman una visión conservadora de la política, que en realidad es una cosmovisión de extrema derecha. Es algo parecido a la Rusia de Putin: la consolidación política va acompañada de una ideologización y de una radicalización. De hecho, la retórica de Orbán es cada vez más elaborada: suena un poco como Putin antes de la invasión de Ucrania.

En abril de 2022 hubo elecciones y parecía que la oposición, por primera vez unificada, desde la izquierda hasta la extrema derecha de Jobbik, pudiese ganar. No fue así. Orbán, al contrario, mejoró sus resultados. ¿Cómo se explica que en 2019 en las elecciones municipales esta estrategia funcionara –arrebataron todas las grandes y medianas ciudades a Fidesz– y en las generales no?

En Budapest la mayoría de la población dice sentirse más europea que húngara. De hecho, la oposición ganó en Budapest en las municipales de 2019, pero también en las generales de 2022. De los 18 distritos electorales de la capital, Fidesz ha ganado solo en uno. La alianza, sin embargo, ha fracasado donde se necesitaban también los votantes de derechas, especialmente en las pequeñas ciudades y en el mundo rural. A nivel nacional, estos no votaron por el candidato de la oposición, Péter Márki-Zay, un político con un perfil conservador por cierto, porque había también partidos de izquierdas en la coalición. Fidesz lo sabía porque el año anterior en República Checa pasó algo similar. Ahí la oposición se juntó en dos listas, una de derechas y una de izquierdas. Reunieron a todos sus votantes, tuvieron mayoría parlamentaria y pudieron elegir un nuevo primer ministro. Así que en 2021 Orbán cambió la ley electoral, forzando a la oposición a presentarse en los términos menos apropiados para unir a todos sus votantes. Fidesz forzó a la oposición a presentarse en los términos menos apropiados para reunir los votos de todos sus votantes. 

¿Fue esta la única razón?

Ha habido otros tres elementos importantes. Por un lado, Fidesz ha tirado la casa por la ventana con subvenciones electoralistas descomunales. De hecho, las finanzas húngaras están en bancarrota. Por el otro, el Gobierno ha conseguido controlar prácticamente todos los medios de comunicación. En 2018 y 2019 había más medios independientes: la oposición tenía más posibilidades para transmitir su mensaje. Ahora la oposición no consigue llegar ni siquiera a sus propios electores. Por último, Fidesz ha manejado muy bien la situación creada por la guerra en Ucrania: convirtieron su incómoda alianza con Putin en una ventaja electoral porque acusaron a la oposición de que metería Hungría en la guerra. Era un gran bulo, pero les funcionó: una encuesta posterior a las elecciones demostró que el 25% de los votantes de la oposición pensaba que Márki-Zay involucraría al país en la guerra de Ucrania. Si has creado un sistema informativo tan cerrado que mentiras grotescas repetidas mil veces convencen incluso a tus oponentes, se acabó. El sistema ya se ha consolidado, no es posible desalojarlo electoralmente porque se ha metido ya en la cabeza de la gente, como pasó de hecho en Rusia.

El estilo de propaganda ruso, que es el que utiliza Fidesz, consiste en convencerte de que dudes de que haya un punto de vista que sea cierto

¿Internet y las redes sociales no tienen capacidad para romper este control informativo del gobierno?

El acceso a Internet no supone acceso a información fiable si no la buscas. La gente necesita ser proactiva para informarse, si no lo que te llega es la propaganda del Gobierno, que es lo que configura la realidad mediática cotidiana en Hungría. Fidesz es consciente de ser menos popular entre la gente más joven y achacó su relativo fracaso en las municipales de 2019 precisamente a la falta de control de las redes sociales. De cara a las elecciones de 2022, resolvió el problema invirtiendo cantidades descomunales de dinero en propaganda digital. Desde la primavera de 2021 yo no podía abrir Facebook ni Youtube sin que me saltase publicidad del gobierno, de Fidesz o de sus fundaciones y think tank que desacreditaban y criminalizaban a la oposición. Una cosa grotesca y machacona con mensajes hipersimples de una agresividad amarillista. Sin embargo, funcionó. El estilo de propaganda ruso, que es el que utiliza Fidesz, no consiste en convencerte de su punto de vista, sino de que dudes de que haya un punto de vista que sea cierto. Además, para curarse en salud, el Gobierno ha comprado recientemente todos los mayores proveedores de internet de Hungría. 

¿Y qué piensa la gente en las calles? ¿Les parece todo normal?  

Budapest es una excepción: es difícil encontrar, sobre todo entre los jóvenes, alguien que hable bien de Orbán. Lo que sí sucede es que Fidesz ha ocupado el poder tanto tiempo y ha hecho una conquista tan agresiva del espacio público que ha cambiado la forma en que los húngaros hablan de política. Su lenguaje se ha convertido en el lenguaje de todos los partidos. Lo que se está produciendo en Hungría es un cambio de cultura política que, sin querer ser alarmista, lo compararía a la Rusia de Putin o la Alemania nazi. La sociedad se ve embarcada en un proyecto político radical por un poder suficientemente consolidado que lo normaliza. Y la sociedad se deja llevar en su mayoría por esa radicalización. 

Fidesz está reconstruyendo la realidad mediática y mental de toda la sociedad húngara

¿Se trata de un consentimiento pasivo, más que de una movilización activa a favor del proyecto de Orbán?

Sí y no. Fidesz es un caso muy peculiar de un partido europeo cuyo nivel de apoyo no baja del 30% de la población desde hace un cuarto de siglo. Tiene una base muy consolidada. Hasta hace poco pensaba que las políticas de Fidesz no habían conseguido ampliar esa base, pero me equivocaba: está consiguiendo no solo desmovilizar a los otros, sino ampliar su apoyo porque está reconstruyendo la realidad mediática y mental de toda la sociedad húngara. Te pongo un ejemplo: una pareja húngara-checa que había pasado su vida en el Reino Unido se ha comprado una casita a orillas del lago Balaton. Hablando con ellos y visto el perfil, les pregunté cómo es que habían vuelto a Hungría a pesar de Orbán. La señora me contestó que se habían vuelto justamente porque en Europa occidental no se puede decir lo que se piensa. En resumidas cuentas, esta pareja ha entrado en el mundo mental de Orbán en contra de su experiencia personal. Aunque hayan vivido en una sociedad pluralista, han comprado el argumento ideológico de Orbán de que hay una tiranía liberal en Occidente.

¿Qué piensan los húngaros de Georges Soros?

El húngaro medio no sabía ni que existía hasta que, hacia 2015, asesorado por expertos estadounidenses, Orbán decidió irse aún más a la extrema derecha, tomando de Jobbik su retórica xenófoba, e hizo una dura campaña antiinmigración. Estos asesores les sugirieron que se utilizase a Soros como cara visible de todo esto para que la campaña fuese más exitosa. Convirtieron a Soros en el enemigo público número uno. Se trató de una maniobra descaradamente propagandística. Hay una cosmovisión repetida incesantemente por parte del Gobierno de que Soros controla las instituciones europeas y que todo lo malo que le pase a Hungría en sus relaciones con Bruselas es culpa de Soros. Y eso al final cala. 

En 2021, Orbán encargó a sus medios la publicación de artículos para sondear el terreno sobre la posible salida de la UE

Tras años de tiras y aflojas, parece que ahora la UE ha querido por fin actuar. En septiembre hubo una resolución del Parlamento Europeo que definió como autocracia electoral a Hungría, luego se suspendieron los fondos estructurales y las ayudas europeas Next Generation. ¿Cuál es el minuto y resultado?

Fidesz siempre ha jugado la baza de convertir a la UE en un enemigo público para ganar capital político internamente. La confrontación con Bruselas es un beneficio y una ocasión cotidiana de propaganda para Orbán. Sin embargo, el Gobierno húngaro necesita los fondos europeos para que el sistema cleptocrático que han montado se mantenga en pie. Sin el dinero de Bruselas, además, este país estaría en recesión. Ahora bien, Orbán no tiene intención de sacar el país de la UE: para hacerlo, además, le bastaría con una votación en el Parlamento que controla con una mayoría absolutísima. En agosto de 2021, encargó a sus medios la publicación de artículos para sondear el terreno sobre la posible salida de la UE, pero los sondeos de opinión mostraron que la gran mayoría de los húngaros querían seguir siendo miembros de la Unión. Así que, al mes siguiente, Orbán y todos los ministros salieron en tromba en los medios haciendo profesiones de fe europeísta. Dicho lo cual, la situación actual es de bloqueo: ni Orbán puede dejar de enfrentarse con la UE por temas de propaganda interna ni la UE puede dejar suelto a Orbán porque se ha convertido en un socio no fiable. La UE ha mantenido bloqueados tanto los fondos de cohesión como los fondos Next Generation a la espera de que se cumplan las 27 condiciones que la Comisión Europea y el Consejo Europeo le han pedido al Gobierno húngaro. Lo del Consejo es un elemento importante porque hasta ahora era muy reticente. Veremos ahora qué pasa. 

Orbán ha quitado de en medio a los generales que tenían formación en la alianza atlántica

¿La guerra ha cambiado algo en Hungría?

La guerra fue utilizada electoralmente en beneficio de Fidesz, pero el mantenimiento de las relaciones con Moscú se ve con mucha suspicacia por parte de la UE y la OTAN. Esta, de hecho, considera que el sistema de inteligencia húngaro está tan penetrado por los rusos que es muy probable que ya no comparta toda la información con Budapest. Además, Orbán hizo recientemente una purga en el estamento militar y ha quitado de en medio a los generales que tenían formación en la alianza atlántica. Cumplió, sí, con el compromiso de subir el gasto militar al 2%, pero nombró como ministro de Defensa a un hombre muy vinculado con la industria armamentística rusa. No tengo claro, sin embargo, si Orbán quiere alinear más Hungría con Moscú. De todas formas, esto ha comportado el aumento de las fricciones con Varsovia hasta el punto de que el grupo de Visegrado en la práctica está roto. En las últimas elecciones, de hecho, el Gobierno polaco no ha enviado, como solía hacer en el pasado, autocares de polacos para apoyar a Fidesz. Orbán se ha convertido en un actor mucho más aislado que antes de la guerra. 

El Gobierno no controla solo la política, controla también los negocios, el debate público y lo que se enseña en las escuelas

¿Qué espera del futuro? 

El título de mi último libro, Vida en un clima iliberal, es lo que nos espera, es decir la convivencia con el régimen. Su consolidación se ha producido y su ideologización avanza, así que, si no hay elementos externos, un escenario posible es la creación de un sistema de partido único más o menos explícito o un sistema que mantendrá la fachada institucional democrática. No se trata de un gobierno conservador sin más: no controla solo la política, controla también los negocios, el debate público y lo que se enseña en las escuelas. Las soluciones para los húngaros son las mismas que durante el régimen comunista: irte si puedes, quedarte en el exilio interior o encontrar tus espacios dentro del régimen. Un conocido de ideas liberales ha empezado a trabajar como bibliotecario en la Casa Húngara de la Música, una nueva institución creada por Fidesz en el centro de Budapest. Le pregunté cómo es aquello y me dijo que todos los que trabajaban ahí no eran votantes de Fidesz y que es lo mejor que le puede pasar. Ese es el destino de los húngaros ahora. 

¿Cómo es vivir en una democracia iliberal? ¿Qué piensa la gente común de que su país haya sido definido como una autocracia electoral? Esta son algunas de las preguntas que tenía en la cabeza cuando estaba preparando la entrevista con Luis G. Prado (Jerez de la Frontera, 1975), autor de dos estupendos libros...

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Autor >

Steven Forti

Profesor de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona. Miembro del Consejo de Redacción de CTXT, es autor de 'Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla' (Siglo XXI de España, 2021).

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