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La resaca de las otras
Mujeres racializadas, trans, migrantes o trabajadoras sexuales se sienten ignoradas por el movimiento que dice representarlas y defenderlas
Ana Bibang 2/04/2023
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Cada vez lo tengo más claro, hay que esperar a que pase el 8 de marzo para reflexionar sobre feminismo.
Y lo entiendo así porque en los últimos tiempos tengo la sensación de que el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer y cumbre para el movimiento feminista, es como un festival: corto pero intenso, con un exceso de eventos/declaraciones/publicaciones que a ratos pueden llegar a abrumar, agotar y hasta provocar resaca. Así como suena.
Salvo para aquellos abstemios de nacimiento o practicantes de la vida monacal que nunca han vivido una resaca, es de sobra conocido que el tratamiento de esta se lleva a cabo, geográficamente hablando, en el sofá de la casa de una, con todo tipo de alimento que no requiera mayor preparación que abrir y cerrar la puerta del microondas y a lo que, por supuesto, hay que unir una reducción al mínimo de cualquier actividad cerebral.
Y ya habiendo dejado atrás el 8 de marzo de este año, mientras escribo esta columna, recuerdo uno de esos días de resaca en los que me vine arriba y decidí ver una película que tenía pendiente: Los Otros, de Alejandro Amenábar.
Sin ánimo de hacer spoiler, porque han pasado más de 20 años del estreno, creo que se puede contar a grandes rasgos que “los otros” son aquellos que no podemos ver, por encontrarse en dimensiones distintas a la nuestra, aunque ambas vayan indiscutiblemente unidas hasta el punto de que una no existe sin la otra y viceversa; tanto es así, que incluso hay quien cree que interactúan mucho más de lo que pensamos.
En nuestra cultura, “los otros” se obvian o se esquivan y como todo lo que no se ve y no se dice, no existe. Aunque la realidad sea otra.
Por eso, en estos días de resaca del 8M, cada vez acuño con más fuerza el concepto de “las otras”, en alusión a las que, para mí, son las olvidadas del feminismo actual.
Vaya por delante que, pese a que en todos los movimientos ideológicos hay diferencias, escisiones y grietas, cuando esto ocurre en el feminismo se escudriña y juzga con una severidad tremenda, así que no está en el ánimo de una servidora alimentar ese juicio sumarísimo. Pero es de justicia hablar de “las otras”, por cuanto son aquellas que entiendo como no incluidas en ese “todas las mujeres” en nombre de las cuales el feminismo alza la voz. Si el feminismo no hace justicia social, apaga y vámonos.
Y por ahora, quien escribe estas líneas como feminista, no tiene intención ni de apagar, ni de irse.
En algún momento se decidió unilateralmente lo que debe ser feminismo y quienes están llamadas a ser sujetos (as) activos (as) y objeto de cuidados y protección.
En esa unilateralidad feminista hay vidas y cuerpos de mujeres que no se incluyen de forma real y efectiva como sujetos activos ni como bien protegido, porque hasta donde alcanza mi humilde saber y entender, las feminidades racializadas, las transgénero, las trabajadoras sexuales y las migrantes son mujeres; por tanto, sujetos (as) de derechos y obligaciones, así como receptoras de protección en materia de derechos humanos, como toda hija de vecina debe serlo.
Sin embargo, ya es pública y notoria la oposición del feminismo hegemónico a la recién aprobada ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans, así como a cualquier conato de legislación regulatoria del trabajo sexual.
Igual condición tiene el silencio ante los cuerpos de las mujeres migrantes que han perdido la vida en el mar y en fronteras como Ceuta y Melilla, ante las agresiones sexuales a las temporeras marroquíes en Huelva o ante la campaña originaria #YoTeCreo, creada como apoyo a una mujer guatemalteca refugiada en España, víctima de violación, a la que ningún tribunal creyó y por la que nadie se manifestó.
No es menos cierta la ausencia de medidas antirracistas efectivas en las políticas feministas actuales, como cierta es la instrumentalización de las voces y presencias racializadas expertas para cubrir esas ausencias y salvar los muebles.
Así las cosas, la resaca del 8M tampoco tiene el mismo efecto en todas las mujeres.
Unas, se quedan con el buen sabor de boca de un día de celebración, de ratificación de los valores que defienden y de haber compartido todas esas sensaciones de forma colectiva.
También están quienes siguen participando de forma activa en el 8 de marzo, pero contemplan con tristeza las diferencias cada vez más insalvables y ya empiezan a tener nostalgia de los días iniciales en los que el feminismo tomó, de a una, las calles de esta España nuestra.
Y para otras, las otras, significa cansancio y decepción. Porque una vez más, se sienten ignoradas por el movimiento que dice representarlas y defenderlas y porque luchar contra los que tienes enfrente al mismo tiempo que contra quienes dicen caminar a tu lado es agotador.
Servidora siente que estas resacas ya no compensan y ya va tocando celebrar de otra manera.
Cada vez lo tengo más claro, hay que esperar a que pase el 8 de marzo para reflexionar sobre feminismo.
Y lo entiendo así porque en los últimos tiempos tengo la sensación de...
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Ana Bibang
Es madrileña, afrodescendiente y afrofeminista. Asesora en materia de Inmigración, Extranjería y Movilidad Internacional y miembro de la organización Espacio Afro. Escribe sobre lo que pasa en el mundo desde su visión hipermétrope.
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