En primera persona
Vendí once óvulos
En las clínicas de reproducción asistida una donante se siente más un objeto, un medio, que una paciente
María Llinares Galustian 13/04/2023
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Hace unos años vendí once óvulos. Diría que no lo hice por el dinero. Meses antes, por problemas de salud, me sometí a una operación en la que existía la posibilidad de que me extirparan un ovario. Pensé en la maternidad, en que era muy joven para que mis opciones de quedarme embarazada se redujeran así. Me dio miedo.
Era 2018, me había cambiado de carrera, por lo que me negaron la beca de ese curso, tanto el pago de la matrícula como los 1.500€ de ayuda económica que solía recibir, que eran, junto al curro de los veranos, mi fuente de ingresos. Diría que no lo hice por el dinero. La operación fue bien, no tocaron ninguno de mis ovarios. Y pensé en cómo me había preocupado tanto por la remota posibilidad de perder la capacidad de ser madre de forma “natural”, cuando nunca lo había deseado demasiado. Supongo que es eso que sientes cuando te arrebatan la posibilidad de algo, antes siquiera de que te haya dado tiempo a decidir si lo deseas. Diría que no lo hice por el dinero. Pero, teniendo en cuenta que había perdido los 1.500€ de la beca, la avería del ordenador y el precio de las clases de conducir, el muro que debía escalar para seguir estudiando se hacía más y más alto… Pero no, diría que no lo hice por el dinero.
España es un país referente en técnicas de reproducción asistida, un negocio que mueve más de 700 millones de euros anuales
España es un país referente en técnicas de reproducción asistida, un negocio que mueve más de 700 millones de euros anuales. La socióloga Sara Lafuente Funes señala en su obra Mercados Reproductivos (Katakrak) que muchas personas del norte y el centro de Europa viajan a nuestro país para someterse a estos tratamientos. Se ven atraídos por el alto número de clínicas y donantes –especialmente escasos en otros países europeos–, el bajo coste de los tratamientos y la laxa legislación que existe sobre estos. Cuando localicé una clínica a veinte minutos en bus de mi casa no sabía que vivía en un destino predilecto del turismo reproductivo.
Me explicaron los requisitos para donar. Son simples: tener entre dieciocho y treintaicinco años, un buen estado psicofísico –sea lo que sea eso–, no tener alteraciones genéticas, ni más de seis hijos. Evaluar mi estado físico requirió varios días de analíticas, ecografías, una prueba genética y la revisión de mi historial médico. Mi estado psicológico lo valoró, en un total de cinco minutos, una psicóloga a la que no le interesó qué me había llevado a estar allí. La única pregunta que me hizo es si creía o no que las criaturas que nacieran de esos óvulos serían mis hijos. Supongo que les importaba más que no diera problemas que mi estado psicológico real.
Me hablaron del proceso y los riesgos. Por supuesto, me dijeron que eran mínimos, poco más de los que conlleva una anestesia general y tomar la píldora anticonceptiva durante un par de ciclos. Salvo eso de la torsión ovárica, que parecía más serio cuando lo comentaban. Y tanto que lo es. A grandes rasgos el proceso consiste en “alimentar” con hormonas artificiales los folículos que tus ovarios generan de forma natural. Se supone que generamos entre seis y doce folículos en cada ciclo, que son una especie de óvulos en potencia. Nuestro cuerpo alimenta uno o dos de ellos y hace que se conviertan en óvulos, que pueden ser fecundados. Tanto los óvulos como los folículos y la placenta son eliminados durante la menstruación si no ha habido embarazo. Me lo explican y parece simple. Parece que las cosas que he leído en internet no son ciertas, estoy tranquila. El problema está en que nuestros ovarios están preparados para tener de uno a tres óvulos cada ciclo y están haciendo que generes todos los posible. La torsión ovárica puede darse por este exceso de óvulos en los ovarios y es grave. Me indican que mientras me suministren las inyecciones de hormonas no puedo correr, coger peso, hacer movimientos bruscos… Me sacaron once óvulos en la intervención. Supongo que el objetivo es rentabilizar al máximo la intervención, el quirófano, los medicamentos, las hormonas que me suministran, los materiales… ¿la donante? Hoy me planteo si yo era considerada una paciente.
Según la Ley sobre técnicas de reproducción humana asistida, “la donación de células y tejidos humanos deberá respetar el carácter altruista de aquella no pudiendo, en ningún caso, alentar la donación mediante la oferta de compensaciones o beneficios económicos”. Me pagaron 1.000€, en calidad de molestias. Unos meses después me llamaron para que recogiera otros 100€ más, un plus porque una amiga mía había donado también. Diría que no lo hice por el dinero. Pero es difícil mantener el carácter altruista en estas condiciones ¿no?
En la clínica no se ven cosas bonitas. Por lo general coincidía con chicas de mi edad en la sala de espera. El ambiente solía ser de vergüenza, mirada al suelo y cero contacto. Pero cuando estuve yendo a recibir las inyecciones de hormonas viví una escena de baño de discoteca con dos chicas que veía todos los días. Un momento de esos en los que dos mujeres desconocidas se hacen amigas por cinco minutos, se dejan un tampón, clínex, se aconsejan que dejen a ese imbécil, se secan las lágrimas, se abrazan, se entienden. Las dos pagaban cada año la matrícula de la universidad con la donación de óvulos. Es habitual ver publicidad de estas clínicas en los campus, especialmente en enero, cuando se resuelven las becas. ¿Dirían también ellas que no lo hacían por el dinero?
Vendí once óvulos y tuvo consecuencias: un increíble brote de acné hormonal que tardó un año en desaparecer, hinchazón, molestias durante semanas e irregularidad en la menstruación durante varios ciclos. Puedo decir que tuve suerte. Conozco casos de quistes, menopausia precoz, hiperestimulación y torsión ovárica. ¿No se toman en consideración estos “efectos secundarios” a la hora de llevar a cabo las intervenciones? No existe ningún seguimiento por parte de la clínica después de extraerte los óvulos. Por el contrario, sí se ponen en contacto contigo cada ciertos meses para saber si te gustaría repetir el proceso. Además, debes insistir mucho para que incluyan la donación de óvulos en tu historial médico, porque de no hacerlo es difícil que relacionen estas enfermedades con el proceso y la enorme cantidad de hormonas que te han inyectado.
Pagamos un precio alto para que otra mujer pueda ser madre. Y tampoco es justo apuntar el tiro solo hacia ellas. El contexto socioeconómico en el que vivimos, con un altísimo índice de desempleo y una gran inestabilidad laboral en menores de treinta años, además de la falta de acceso a la vivienda, imposibilita plantear una maternidad joven. No es casualidad que las mujeres en España tengan su primer hijo a los 32 años. El cuerpo tiene un límite y muchas se encuentran que, cuando pueden plantearse la posibilidad de ser madres, están en el tiempo de descuento. Lafuente lo denomina “crisis del modelo tradicional de reproducción”. El debate está sobre la mesa. Pero la desigualdad de la que se alimenta la mal llamada donación de óvulos y el alquiler de vientres no puede ser la solución a esta crisis.
Hace unos años vendí once óvulos. Diría que no lo hice por el dinero. Meses antes, por problemas de salud, me sometí a una operación en la que existía la posibilidad de que me extirparan un ovario. Pensé en la maternidad, en que era muy joven para que mis opciones de quedarme embarazada se redujeran así. Me dio...
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María Llinares Galustian
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