análisis
Las primarias de Damocles
Si el proceso está bien construido, la movilización que produce puede servir de lanzadera para las elecciones a las que precede. Pero cuidado si se utiliza como un arma táctica, dirigida sólo a obtener cuotas de poder
Francisco Jurado Gilabert 3/05/2023
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Las primarias se popularizaron en España a partir de 2014, a través de partidos nuevos como Podemos o Ciudadanos, y de las candidaturas municipalistas que concurrieron a las elecciones de 2015. Hasta ese momento, los partidos clásicos habían tirado de otros métodos de elaboración de listas, como la elección por delegados o, directamente, las designaciones a dedo.
Las primarias se presentan como un mecanismo democrático que permite, a las bases de un partido, participar en la conformación de sus órganos y sus candidaturas. Además, se les atribuyen otras propiedades, como la posibilidad de seleccionar a los mejores perfiles o, simplemente, a personas independientes de los aparatos que, de otra forma, no tendrían opción de alcanzar esos puestos. Sin embargo, no existe un único modelo de primarias y, en función de cómo se configuren algunos parámetros, los objetivos anteriormente descritos pueden someterse a otros intereses no tan relacionados con la democracia o la meritocracia.
El primer parámetro al que hay que atender es al censo, que puede ser desde abierto del todo (cualquier persona puede inscribirse y participar) hasta limitado (a las personas afiliadas, al pago de una cuota…). La segunda variable tiene que ver con el formato de las candidaturas, que pueden presentarse en listas o individualmente. Además, si se opta por la presentación de listas, éstas pueden estar desbloqueadas (lo que permite elegir candidatos de listas diferentes) o bloqueadas (sólo se puede elegir una de ellas). Otro factor que influye, sobre todo en el formato de listas, más aún si están bloqueadas, es la presencia de liderazgos fuertes, cuya influencia favorecerá la elección del resto de personas candidatas asociadas a su lista. Por último, un parámetro determinante es la fórmula que se utiliza para el escrutinio de los votos, a la hora de asignar los puestos en liza, que puede ser de corte proporcional o, por el contrario, favorecer a las opciones mayoritarias.
Como se puede comprobar, cuando se habla de “primarias abiertas”, en abstracto, no se está concretando ningún modelo. Apenas se está deslizando uno de los muchos parámetros que configuran este tipo de procedimientos. Pero es que, además, existen otros factores coyunturales que hay que tener en cuenta para analizar un proceso de primarias concreto. Por ejemplo, no es lo mismo la celebración de unas primarias dentro de un partido que dentro de un espacio político conformado por varias organizaciones. En este segundo caso, las organizaciones minoritarias, con bases más pequeñas, tendrán mucha dificultad para salir representadas, a menos que se implementen criterios correctores que favorezcan una lista plural.
Por otra parte, el contexto político también importa. En 2014-2015, por ejemplo, vivíamos en un boom de movilización, que favorecía una amplia participación de la sociedad en los procesos internos de los partidos, sin duda, debido a la activación social que produjo el 15M. Por contra, hoy día nos encontramos en un momento de “reflujo”, con unos niveles de participación política mucho más bajos, donde la desafección hacia los partidos políticos ocasiona que sólo la militancia más activa se movilice para participar.
Hoy nos encontramos con unos niveles de participación política mucho más bajos, donde la desafección hacia los partidos ocasiona que sólo la militancia más activa se movilice
Finalmente, no hay que pasar por alto otro detalle. La militancia de un partido es, a fin de cuentas, una pequeña parte de su electorado potencial, caracterizada por ser más activa, por estar más politizada e ideologizada o por sentirse más apegada a los símbolos y lenguajes propios del marco ideológico donde se encuadra el partido. El electorado medio, sin embargo, se suele situar en una posición más centrada, si lo representamos en el eje clásico izquierda-derecha. En otras palabras, la militancia es un cuerpo más homogéneo e identitario, mientras que el electorado es más flexible y ecléctico.
A estos factores habría que añadir uno más, de corte conductual y de base neuropsicológica. Según los parámetros explicados, de aquellos que se escojan para la configuración de unas primarias dependerá el grado de competitividad en el que se desarrolle el proceso. Y esto es importante, no sólo para el resultado aritmético de la elección, sino para la construcción y el devenir del propio partido/espacio. Me explico.
La militancia es un cuerpo más homogéneo e identitario, mientras que el electorado es más flexible y ecléctico
No es lo mismo un partido de reciente creación, sin corrientes internas enfrentadas, donde se hacen unas primarias con candidaturas individuales y censo abierto, que un espacio político con partidos que compiten entre sí, con tensiones y enfrentamientos arrastrados, con liderazgos fuertes, donde se realizan unas primarias en formato de listas. En el primer supuesto, se aventura un grado de competitividad reducido, donde la elección pivotará, presumiblemente, sobre las cualidades y características de las personas candidatas. En este caso, retomar una senda cooperativa, camino a las elecciones, no se antoja complicado. El segundo supuesto es más peliagudo. No hace falta ser un genio de la política para aventurar que el grado de competición será extremo, lo que puede llegar a tensar mucho las relaciones entre las diferentes organizaciones que compiten, incluyendo sus militancias. Es muy plausible que la línea discursiva, para imponerse en las primarias, no se limite a una exposición propositiva y que contenga, además, una buena dosis de crítica hacia los adversarios. Además, la retórica preprimarias tenderá a adecuarse a las características de la militancia más activa que, como ya hemos advertido, es más identitaria, homogénea y compacta que el electorado. Esto, hacia afuera, puede suponer una exposición pública de mensajes y perfiles tan escorados que corran el riesgo de perder la sintonía con ese electorado medio potencial.
Durante procesos competitivos, ya sean primarias, elecciones, oposiciones o eventos deportivos, los cerebros de las personas que compiten experimentan un aumento significativo de los niveles de cortisol (la hormona del estrés) y de testosterona (una hormona muy asociada a la competición). Según el resultado de la competición, la parte vencedora recibirá una descarga de dopamina, como sistema de recompensa neuronal. Por el contrario, la parte perdedora aumentará, aún más, sus niveles de cortisol, experimentando sentimientos de tristeza, frustración y rabia.
Una gestión inadecuada de las emociones derivadas de esos procesos competitivos puede contribuir a empeorar el clima de cohabitación y cooperación dentro del espacio
Estos procesos neuroquímicos no son inocuos para las organizaciones políticas. Se supone que, tras un proceso de primarias, una vez conformadas las listas electorales, todos los actores partícipes tienen que volver a remar conjuntamente, para encarar una cita electoral o, simplemente, para mantener la actividad ordinaria de la organización. Una gestión inadecuada de las emociones derivadas de esos procesos competitivos puede contribuir a empeorar el clima de cohabitación y cooperación dentro del espacio. Si, además, esas relaciones internas ya venían deterioradas por la competición previa o por confrontaciones pasadas, será tremendamente complicado suturar esas brechas afectivas y emocionales.
Tampoco hay que olvidar que todo ese proceso, aunque sea interno, se proyectará hacia afuera, hacia el electorado. La imagen de enfrentamiento y división, así como la ilusión (o falta de esta) que se perciba en los actores implicados, generarán un efecto en la opinión pública y se amplificará a través de los medios de comunicación.
Por todo lo expuesto, la decisión de celebrar primarias y, sobre todo, qué tipo de primarias se van a celebrar, se debe meditar con tiempo, paciencia y mucho diálogo. Con unas primarias en el horizonte, las dirigencias de las organizaciones implicadas deben calibrar hasta qué punto de confrontación se puede llevar esa competición, siendo conscientes y responsables a la hora de valorar las grietas internas que estos procesos pueden abrir.
Las primarias pueden ser una gran herramienta de legitimación de una candidatura. Es más, si el proceso de primarias está bien construido, la movilización que produce puede servir de lanzadera para las elecciones a las que precede. Pero, cuidado si las primarias se utilizan como un arma táctica, dirigida sólo a obtener cuotas de poder. Cuidado si se realizan como un fetiche, sin adecuar sus parámetros al escenario en el que se implementan. Entonces, las primarias pueden resultar más una amenaza que una potencialidad, destrozando y condenando la interna del espacio político que se pretende impulsar.
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Francisco Jurado Gilabert es jurista y doctor en Ciencia Política. Es el responsable de organización de Más País Andalucía.
Las primarias se popularizaron en España a partir de 2014, a través de partidos nuevos como Podemos o Ciudadanos, y de las candidaturas municipalistas que concurrieron a las elecciones de 2015. Hasta ese momento, los partidos clásicos habían tirado de otros métodos de elaboración de listas, como la elección por...
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Francisco Jurado Gilabert
Fue asesor del grupo parlamentario de Podemos en Andalucía. Es Jurista e investigador en el Instituto de Gobierno y Políticas Públicas (IGOP) de la Universidad Autónoma de Barcelona. Especializado en campos como la tecnopolítica, el proceso legislativo y la representación. Activista en Democracia Real Ya, #OpEuribor y Democracia 4.0. Autor del libro Nueva Gramática Política (Icaria, 2014).
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