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El próximo 23 de julio aquí el que les escribe debería estar en Ferragudo, una pequeña localidad al sur del Algarve portugués mojándose el culo y mirando alquileres por si tocaba exiliarse tras las elecciones de diciembre. Como todo el mundo sabe, excepto, tal vez, la infanta Cristina a la que quizá no le conste, el presidente Sánchez ha decidido adelantar esas elecciones al próximo 23J. Así que nos toca coger aire, votar un gobierno para España y, consecuencia de todo ello, retrasar las vacaciones plumillas.
Las sensaciones, para quienes sabemos que existe el cambio climático y desconfiamos bastante de las apariciones de vírgenes ante pastorcillos, no nos vamos a engañar, no son buenas. No lo son porque, a pesar de que este país tiene en su mano la posibilidad de no ser fundido a blanco y negro y existe una mayoría suficiente para lograrlo, está por ver si esa mayoría querrá ejercer su derecho a seguir viviendo en color. La izquierda no ilusiona, y la derecha, que no necesita de ilusión sino de odio, odia con todas sus fuerzas lo que ha sucedido en España durante estos últimos años: que ellos no han gobernado. En esta carta podría dedicarme a analizar el porqué de la desilusión de la izquierda, calcular el daño que ha podido generar el ninguneo al partido morado por parte de Sumar o el veto a Irene Montero. Podría hablar de las malas caras en Podemos, que entran a la suma como entraba yo al coche de mis padres cuando a los 17 años me tenía que ir de vacaciones con ellos y no con mis amigos. Sería una pérdida de tiempo, pero tiempo es, precisamente, lo que ya no queda. Quizá, a estas alturas del drama –estamos a dos escenas de que el malo gane la película– lo más interesante sea analizar dónde estamos, por qué estamos donde estamos y qué tenemos pensado hacer una vez que sabemos que estamos aquí. Ya que esto no es un artículo de análisis, sino una carta amigable para quienes hacéis posible nuestro trabajo con vuestra suscripción a CTXT, voy a hacer lo que se hace entre amigos: divagar. Contar sensaciones dejando claro que un análisis basado en sensaciones tiene el mismo rigor que Ortega Smith comentando la obra de Emma Goldman.
Pero, como dijo aquel concursante de Cifras y Letras, “habemos venido a jugar”. Se le daban bien las cifras, claro. Me da la sensación de que, de un tiempo –largo– a esta parte, la ideología de izquierda, que tiene su razón de ser en llevarnos a un lugar mejor, no se dirige a ningún lugar porque ya está allí. En estos años la izquierda ha subido sueldos y pensiones, ha mejorado becas, ayudas a la mujer y a la paternidad y ha defendido a los riders y las personas trans. Ha sacado leyes como la de la eutanasia o ha activado impuestos a la banca. Como decíamos, no hemos venido a hacer análisis, así que ahí lo dejo y vuelvo a divagar. El principal atributo político de la izquierda es el de tener la capacidad de señalar un lugar mejor al que ir como sociedad y decirnos cómo llegar a él. Pero a la izquierda le surge actualmente un problema que va más allá de sentir que de algún modo ya ha llegado, aunque no haya tenido tiempo de deshacer las maletas: ¿a dónde ir cuando tu tarea es defender un presente que se ve amenazado por un futuro que podría devolvernos al pasado? Cuando eso sucede, no vas, sino que huyes.
Huyendo lleva la izquierda española desde que en 2004 ZP dijo aquello de merecemos una España mejor e hizo algunas cosas para que así fuera. Las maniobras del PP, que no inauguró su etapa trumpista con Ayuso, sino con aquel Aznar que mentía como un bellaco con cadáveres aún calientes, dejaron a las claras que ese futuro mejor era posible y más que necesario. Eso sí, el precio a pagar por aquella España que, como la de hoy, se convirtió en algo mejor que la que había, fue tener que soportar el acoso absoluto y constante de la derecha empresarial, política y mediática. Eso que comenzó en 2004 ha tocado techo hoy, a falta de los esperables asaltos a instituciones y negación de resultados electorales marca de la casa trumpista. Un acoso que, irremediablemente, convierte la ida hacia ese lugar mejor en una huida porque por detrás vienen los malos palo en mano. Es complicado ilusionar durante una huida. En las películas con guiones medio decentes nadie grita qué bonito va a ser cuando lleguemos, sino coooooorre cuando el malo te pisa los talones. La ilusión, gasolina necesaria para la izquierda, sólo emana en tiempos de cierta tranquilidad o de drama ya consumado. Es difícil construir ilusión con el fango hasta el cuello. De ahí las máquinas que elevan el fango hasta el cuello.
En esta interminable persecución contra la decencia que arrancó en el mismo momento en el que Aznar no pudo soportar la patada en el culo de 2004, la derecha, sin embargo, sí ha encontrado un enorme campo repleto de pozos de los que emana el combustible que necesita: el odio a que otros gobiernen. Ese odio que les lleva a señalar como intolerable que España adopte cualquier forma diferente al tradicional cortijo. Un inciso. Hoy el lema de Sumar para estas elecciones remite al de ZP en 2004: aquello de merecer una España mejor. Esto nos habla de que, aunque hemos avanzado en muchos aspectos en estos 20 años, quizá sigamos huyendo en círculos de la España que podría ser peor. Huir es agotador. Por eso, nadie pueda asegurar, a día de hoy, que el 24 de julio no amanezcamos con un lunes fundido a blanco y negro. Estamos cansados y, quizá, fruto del cansancio por esta guerra eterna que sólo acabará cuando las llaves del país vuelvan al bolsillo correcto, empezamos a visualizar a Abascal jurando su cargo y gritando vivaspaña sobre el rótulo de vicepresidente del Gobierno. Imaginarlo es el primer paso para que suceda.
Huir es inevitable, pero ir a algún lado, bajo estas circunstancias, es complicado. Mientras Sumar reivindica aquella España mejor de ZP y el PSOE anuncia que en el bar de debajo de casa se está la mar de a gusto –no es fácil por lo general ir a ningún lado de la mano del PSOE–, Vox, es decir, el motor del PP, sí tiene un lugar al que llevarnos. Ese lugar es 1960. Un sitio casposo y atrasado en el que el torero ocupa el lugar que debería ocupar el científico o la mujer olvidada en la Historia. Al contrario que ese lugar al que debería llevarnos la izquierda, un lugar por construir, 1960 es fácil de imaginar porque ya existió. Toca seguir huyendo. No hay más remedio. Quizá huyendo se alcance ese lugar que la izquierda no alcanza a mostrar. Quizá, si el nacionalcatetismo que ya celebra la victoria y quita banderas arcoíris de ayuntamientos no lo lograse el 23J tras cuatro años de acoso y derribo, el cansancio cambiaría de bando y la izquierda habría logrado llegar a un puerto seguro una vez se solucionase el trámite de los asaltos a los parlamentos y la negación de resultados. O no. Que nadie se queje por la falta de concreción, ya avisé que esto es sólo divagar entre amigos.
Quizá, digan lo que digan las encuestas, toque rezarle a la mayoría silenciosa de la que en su momento habló Rajoy sin verse venir que los suyos conformarían la Orquesta Ruido. Quizá, llegado el momento, muchas personas decentes agotadas por esta persecución eterna, esas personas que hacen poco ruido, decidan votar color. O quizá no suceda y sea justo durante el primer vivaspaña de Abascal como vicepresidente cuando la izquierda alumbre por fin un lugar mejor al que llevarnos dejando a un lado los vetos, las malas caras y el cómodo bar de debajo de casa. Pase lo que pase, algo hay seguro. Quienes viven del odio lo hacen porque ese odio tiene que ver con que saben que sus victorias nunca serán definitivas. Aunque pongan lonas gigantes eliminando todo lo que odian, el color nunca desaparece. Al contrario que el fascismo, el color es parte de la naturaleza. Recuérdenlo si los peores momentos finalmente acaban llegando. Pasa lo que pase, si ustedes así lo quieren, CTXT seguirá aquí recordándolo. Gracias por acompañarnos en esta huida.
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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