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Cuando escribo esto –la única parte de todo el contenido de la revista que no es susceptible de actualización– no sé qué ha ocurrido en el agitado ámbito del fondo a la izquierda. No sólo ustedes saben, cuando lean esto, algo que yo no sé cuando lo estoy escribiendo, es que, además, como los jurados en Estados Unidos, para tener una mirada limpia y pura sobre el particular me he abstenido de mirar periódicos y ni me he acercado a Twitter. He visto a las mejores plumas de mi generación y de otras lanzarse despreocupadamente a batallar en el barro, alegres como lechones, y no es un espectáculo agradable ni a la vista ni al olfato. Así que, forzando mi condición de gallego amante del matiz y devoto de nuestro proverbio ancestral, “dios es bueno, pero el diablo no es malo”, sólo les quiero hablar de certezas. O las que yo considero como tales, dentro de mi inevitable subjetividad. La principal, o eso me parece, es que todas las batallas que hemos visto, vemos y veremos son guerras por el quién, no por el qué.
La revelación me ha venido por el conocimiento de que el debate electoral que plantea el PP (soy consciente del oxímoron que supone aunar debate/electoral/PP) no va a girar alrededor del “qué” (hacer) sino del “quién” (va a hacer ya se verá qué). Ofrecer un programa de gobierno alternativo es un engorro, sobre todo, cuando las actuaciones del vigente están bien valoradas. Asegurar que vas a bajar el salario mínimo o que vas a decirle a Europa que queremos pagar la energía a lo que salga, como unos machotes, sin excepciones ni melindres, seguro que tiene su público, y no sólo entre la gente pudiente, porque hay de todo, pero la más elemental prudencia invita a no pregonar tales intenciones. Así que, de los mismos autores del “comunismo o libertad” que logró desbaratar la conjura espartaquista que amenazaba Madrid, llega “Sánchez o España”. Con la misma solidez argumental, el PP podría haber propuesto los clásicos “Mar o montaña”, “Papá o mamá”, “Susto o muerte” o “Velocidad o tocino”, o el no menos clásico y aparentemente más drástico “O yo o el caos”.
En lógica, ese tipo de disyuntivas, donde las opciones se presentan como únicas sin serlo, se conocen como falacia del falso correlativo, o falso dilema. Puedes querer las dos cosas, o ninguna de ellas, o las docenas de alternativas que hay a esas dos. Pero estamos ante un candidato que optaba a la reelección como presidente de la Xunta con eslóganes tipo “Galicia, Galicia, Galicia”, que no decía nada (consecuentemente, cuando llegaba al Gobierno tampoco hacía casi nada), pero que dejaba a la oposición sin mucha más alternativa que prometer: “Lo mismo y dos huevos duros más”. El Mefistófeles de Goethe, enseñando lógica a un estudiante, le decía que los hombres creen generalmente, cuando oyen palabras, que por fuerza deben contener alguna idea. En la actualidad, para dar esa impresión, suele bastar con que el que las diga tenga delante un atril o un micrófono. O como le contestaba Humpty Dumpty a Alicia, cuando ésta le planteaba si se puede hacer que las palabras signifiquen cosas diferentes: “La cuestión es saber quién es el que manda… y punto”.
Otra revelación –en realidad una premonición que acabó cumpliéndose– fue que el 28M no iba a quedar nada de lo que fue el gobierno del cambio que llegó a la alcaldía de A Coruña en 2015. Se presentaban dos candidaturas, encabezadas por dos buenos amigos míos. Con uno había compartido escenario y con otro, comité de redacción. Las dos candidaturas las cerraban, en señal de apoyo, otros dos buenos amigos y contrastadas buenas personas. Estos eran los quién, pero nos les podría decir el qué, en qué propuestas podría haberme basado para decidir mi voto. Afortunadamente, no estoy censado en la ciudad. Ninguna de las dos llegó, por poco, al 5% necesario para tener representación.
Les confieso que llevé bastante mal mi autorreclusión mediática sobre eso que ustedes y yo sabemos. Pero antes ignaro que intoxicado. Lo que tenga que ser, será, y no va a cambiar porque algunos seamos más o menos ocurrentes plasmando opiniones que nadie nos ha pedido en esas puertas de váteres públicos que hoy son –con perdón– las redes sociales. En las jornadas de ayuno, alguna noticia relativa a la cosa electoral se me coló, pero de otro ámbito: poco más de una semana después del 28M, PSdeG y BNG renovaron el pacto que tienen desde hace muchos años para apoyarse mutuamente en los ayuntamientos en los que podrían así gobernar. El acuerdo es tan simple como que la alcaldía será para la fuerza más votada y la otra apoyará. Los socialistas, que tienen 58 mayorías absolutas, llegarán al centenar de gobiernos. Los nacionalistas, que tienen 18, sumarán 40. Casi la mitad –y los más poblados– de los 312 ayuntamientos de Galicia. El PSdeG y el BNG son fuerzas considerablemente más dispares que las que buscan la unidad, o no, la habrán encontrado, o no –ustedes sabrán– en el resto del Estado. Pero aquí, ya saben, dios es bueno, pero el diablo no es malo.
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Autor >
Xosé Manuel Pereiro
Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias
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