ULTRADERECHA
La moral de guerra alemana erosiona la democracia
El avance imparable de Alternativa por Alemania, que ya supera en las encuestas a los socialdemócratas, es en buena parte resultado de la política belicista y de la fragmentación de la izquierda
Carmela Negrete Berlín , 28/06/2023

Votantes de AfD celebran la victoria de su candidato en el distrito de Sonneberg. / YouTube (WELT)
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La ultraderecha alemana ha festejado esta semana una victoria que augura un futuro incierto para el país. En el distrito de Sonneberg, situado en el estado oriental de Turingia, en la frontera sur con Baviera, se elegía el 25 de junio al primer administrador de distrito (“landrat”, en alemán) del partido Alternativa por Alemania (AfD). El puesto, que en dicho estado se designa para los próximos seis años, se encuentra en la escala política por encima de los alcaldes, ya que en el distrito se agrupan varios pueblos. La mayor autoridad política de la zona, en la que viven unas 56.000 personas, será por tanto un político de una formación xenófoba, que niega el cambio climático, que promueve el odio en la sociedad y que, en definitiva, se encuadra en el giro fascista al que estamos asistiendo en toda Europa.
El candidato cristianodemócrata de la CDU había sido apoyado por el resto de partidos con representación en un intento de frenar la elección de los ultras. Pero el cordón sanitario no funcionó. El Gobierno alemán, por medio del portavoz de cancillería, Steffen Hebestreit, expresaba su preocupación: “El resultado no llevará a este país a nada bueno en el futuro”. AfD se dedica a “enfrentar a unos con otros y a hacer responsables a los inmigrantes de cosas de las que no lo son”, afirmó el copresidente de Die Linke, Martin Schirdewan, “tenemos que colocar en el centro de nuestra comunicación política la historia de los alemanes del Este, tanto su frustración como su desventaja social y económica, que hoy todavía existe”.
La región que ha elegido al candidato del AfD no es precisamente una zona deprimida
Sin embargo, la región que ha elegido al candidato del AfD no es precisamente una zona deprimida; de hecho, el paro es más bajo que en la media nacional. Lo que sí juega un papel fundamental es el miedo a perder lo que se tiene, que es algo que sí experimentaron los alemanes del Este en el pasado. Durante la reunificación, se vendieron sus empresas estatales a precios irrisorios a compradores occidentales, provocando millones de parados. En Sonneberg, la industria del vidrio depende de una fuente energética que hasta ahora era el gas barato de Rusia. Como en esta región, en el resto de la antigua Alemania del Este, las encuestas sitúan al partido AfD como primera fuerza en las próximas elecciones al Bundestag.
En 2024 se votará en tres de dichos estados y por ahora todo apunta a una victoria de la AfD. También en Turingia, donde se presenta Björn Höcke, un político al que se puede llamar fascista, como decretó un tribunal alemán, por sus ideas racistas, y que podría ser elegido candidato a canciller por la formación. Höcke deja claro siempre que puede el valor que le merece la democracia. El pasado 17 de junio afirmó que “la democracia ya solo está en el envoltorio, pero lo que hay dentro ya es algo diferente, es un estado ideológico, una sociedad transformada, una especie de pseudodemocracia”.
Segunda fuerza en intención de voto
Las posibilidades a nivel nacional no son pocas para el AfD. La primera encuesta en la que el partido ultra supera al SPD se publicó el pasado 23 de junio en la televisión pública ARD. El partido más votado sería la CDU, con un 29% de los votos, seguido de la AfD, con el 19%, y el SPD quedaría en tercer puesto, con el 17%. Una reedición del gobierno tripartito actual no sería posible. Los conservadores de la CDU junto con la AfD tendrían una amplia mayoría, aunque en Alemania, por ahora, los neofascistas están vetados por todos los partidos, que no los consideran dignos de asumir responsabilidades de gobierno. Die Linke estaría al borde de quedarse fuera del Parlamento, como ya ocurrió en las últimas elecciones, con el 4% de los votos. Paralela al ascenso de la ultraderecha en las urnas, también la violencia y los ataques de la extrema derecha han aumentado, en especial contra refugiados, como explicó la semana pasada la ministra del Interior, Nancy Faeser, del SPD.
El elefante en la habitación de los medios de comunicación, de los institutos demoscópicos y de los analistas estos días es la guerra de Ucrania. Omnipresente en el día a día alemán, mucho más que en España, y ausente sin embargo en el análisis de la victoria y los pronósticos para la AfD. Sin embargo, en el discurso del partido ultra, la guerra de Ucrania está en el centro. Hablan de que las sanciones a Rusia perjudican a la economía alemana. Y agitan el miedo a que las empresas cierren por el aumento del coste de la energía, y por tanto, de la producción. Ambas cosas están marcadas por noticias que les dan la razón. Aunque es probable que, si la AfD llegase a cogobernar, mostrase que su retórica no es más que eso en relación al conflicto ucraniano, como han hecho los fascistas de Meloni en Italia.
En Alemania, por ahora, los neofascistas están vetados por todos los partidos
En Alemania, el cordón sanitario que excluye a la extrema derecha aún aguanta aunque el proceso de desnazificación tuviera luces y sombras. Tras la guerra, en la Alemania Federal hubo políticos que habían sido funcionarios del NSDAP nazi y que pasaron a otros partidos, incluido el socialdemócrata, y fueron diputados. Igual que destacados nazis ocuparon puestos de responsabilidad en las más altas instancias, incluida la Oficina para la Defensa de la Constitución, todo con la excusa de combatir al comunismo. Sin embargo, la extrema derecha ha tenido escasa representación parlamentaria desde que, en 1969, el Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD), que ahora ha cambiado su nombre por el de La Patria (Die Heimat), se quedase a unas décimas de entrar en el Bundestag.
La AfD, creada en 2013, absorbió en buena medida a funcionarios y votantes del NPD, y llegó a un mayor número de electores con su discurso antieuro durante la crisis de la eurozona. Por aquel entonces, pedían bajar los salarios aún más a los españoles, agitando a la población contra los vagos países del sur, sin mencionar por supuesto que a quien se estaba salvando con los rescates era, en buena parte, a las grandes fortunas y empresas alemanas. Otro empujón le dio al partido la crisis migratoria de 2015, cuando la canciller Angela Merkel decidió acoger a cientos de miles de refugiados en el país. Movida por sus convicciones cristianas, o bien por lo que el periodista David Goeßmann describió como un movimiento táctico para impedir cerrar el espacio Schengen, y con él, el mercado de mercancías interno de la Unión, del que Alemania siempre ha sido la gran beneficiada.
El impulso ahora viene de la caída del nivel de vida derivado de la guerra en Ucrania, de la crisis energética y el aumento de los precios de producción. Y, por supuesto, de la llegada de cientos de miles de refugiados al país que se ha producido en el último año. La AfD sabe canalizar el miedo de los alemanes a la guerra y a la inflación, así como su descontento con la nefasta política energética, que critican porque niegan el cambio climático, aunque desde el punto de vista ecológico también es muy contradictoria y nociva. La quiebra de las relaciones con Rusia, en especial en el este del país, es algo que muchos alemanes no celebran, sino todo lo contrario. A ello se une la decadencia de las infraestructuras del país, que renquea en cuestiones fundamentales de digitalización, educación, transporte y sanidad, resentidas tras décadas de desgaste neoliberal. Esa insatisfacción se traduce en el discurso populista de la AfD, que promete “hacer limpieza” y “mano dura” cuando lleguen a gobernar.
En este contexto de descrédito creciente de la coalición tripartita de gobierno de socialdemócratas, verdes y liberales, la oposición cristianodemócrata recoge una parte del electorado descontento que tampoco quiere votar a la extrema derecha. La Izquierda (Die Linke) ha perdido un perfil claro por las luchas internas en torno a la cuestión de la guerra de Ucrania y el apoyo occidental, con el consecuente riesgo de una guerra peor. La única figura que planteaba una posición clara a ese respecto, Sahra Wagenknecht, tiene sin embargo muchos fans, en buena medida fuera de partido. Sus posiciones conservadoras en relación a la migración o los derechos civiles, por otro lado, no casan con las ideas de una parte de su propia formación. Una encuesta del semanario Der Spiegel le daba un 25% de los votos a un posible partido dirigido por la política, que aún no ha dejado claro si lo quiere formar, pero que ha asegurado en varias ocasiones que la situación excepcional en la que nos encontramos, al borde de un conflicto nuclear, le hacen planteárselo seriamente.
La AfD sabe canalizar el miedo de los alemanes a la guerra y a la inflación
La llegada de la AfD a la política nacional –recordemos que en las penúltimas elecciones fue el tercer partido más votado– ha venido de la mano de la aparición de intelectuales de la llamada nueva derecha en torno al Instituto para la Política de Estado, así como del movimiento juvenil identitario y del movimiento contra la islamización de occidente, PEGIDA. Todos ellos han ido colocando en el debate ideas, conceptos y discursos que hasta hace unas décadas solo defendía en público una minoría insignificante. El propio ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, advirtió este fin de semana en una conversación con ciudadanos en Weimar que Alemania “ha dificultado la llegada de aquellos que necesitamos de forma urgente, como programadores o enfermeros”. Y a continuación aseguró que se ha acogido “a aquellos que han entrado de forma irregular para aprovecharse de nuestro Estado”. Esta afirmación, además de ser mentira –la ley de extranjería se ha endurecido varias veces en los últimos años–, está al nivel del discurso de la AfD y Lindner no es, ni mucho menos, el único político con responsabilidades a nivel nacional que ha tirado del odio en los últimos tiempos.
Sin embargo, la derechización de la sociedad alemana va más allá. La guerra ha abierto la puerta a un nuevo patriotismo alemán. Algo que, por otro lado, ya se venía dibujando con el título que se le dió al ministerio del Interior “y de Protección a la Patria” en 2018. La guerra y su necesaria moral patriótica crea la necesidad de un pensamiento determinado, un concepto de patria que en Alemania, por su pasado histórico imperial agresivo, hasta ahora se había mantenido en el ámbito privado.
“Un ‘nosotros’ se encuentra con una moral patriótica luchando contra el mal y por el bien”, escribe Norbert Wohlfahrt, profesor de Ciencias Sociales de la Uninversidad Evangélica de Lippe. “Hacerse a un lado no es posible aquí, no hay ninguna disidencia pacifista o derrotista posible”, reza la contraportada de su libro, El avance de la moral de guerra alemana, que acaba de publicar. “En el discurso público, desde el Zeitenwende, el compromiso con esta línea ha sido una condición de admisión. No se puede tolerar el rechazo, la distancia o la ‘fatiga de guerra”, escribe parafraseando a la ministra de Exteriores, Annalena Baerbock. Este discurso centrado en el patriotismo solo puede favorecer a la AfD, que lleva una década con esa cantinela. El proyecto de rearme alemán, que pretende llegar a ser la tercera potencia militar mundial, a la vista del avance de la extrema derecha, debería hacer plantearse al resto de países del entorno europeo si de verdad quieren que Alemania, como ella misma ha escrito en su Estrategia de Seguridad hace dos semanas, asuma un papel líder en las cuestiones de la guerra en Europa.
Al respecto, una cita del libro Dignidad y Resistencia, del filósofo Heleno Saña, publicado en alemán en 2007: “La interminable historia de estrecheces de miras teutónicas, su prepotencia, su racismo ciego y un largo etcétera de rasgos de carácter negativos continúa felizmente. Los nazis vuelven a marchar por las ciudades alemanas, con permiso expreso de los tribunales y escudados y resguardados de los manifestantes antifascistas por la policía. Si los alemanes no logran defenderse de este desarrollo fatal, este país tendrá que prepararse para días incómodos. El mundo, en general, ha tratado con amabilidad a la Alemania de la posguerra. Pero no se ha olvidado nada”.
La ultraderecha alemana ha festejado esta semana una victoria que augura un futuro incierto para el país. En el distrito de Sonneberg, situado en el estado oriental de Turingia, en la frontera sur con Baviera, se elegía el 25 de junio al primer administrador de distrito (“landrat”, en alemán) del partido...
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