El informe de la minoría
La noche de las lonas largas
Señalando en la lona al enemigo, el posmofascismo oculta la democracia, la aleja de los transeúntes, de los que caminan mirando hacia arriba en lugar de preguntarse por el estado de las obras
Xandru Fernández 17/07/2023
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Todo se juega en las lonas. Nada en los debates, donde los candidatos muestran su peor cara: organismos fuera de su hábitat, obligados a representar un papel en un medio que solo conocen como espectadores o en calidad de títeres de unos asesores demasiado pagados de sí mismos o demasiado pagados y punto. Tampoco en los mítines, representaciones de otro tiempo, solo significativas para la hinchada que, como en el fútbol, se persona en calidad de masa: unidad de consumo, sujeto colectivo de consigna y vuvuzela.
Es en las lonas donde se juega todo. La lona ha sido la protagonista de la temporada 2023 y es una lona con vocación de bandera, el estandarte del ejército que asoma por el horizonte anunciando no tanto la victoria como la venganza. Es natural que las lonas den miedo porque no se dejan manipular desde el lenguaje futbolístico con que los medios abordan y abortan los demás mensajes de la campaña. No es que el medio sea el mensaje, sino que el canal es el código, y en este caso el canal es intrusivo allí donde debe serlo, reduciendo a migajas los matices, los detalles y los datos. Feijóo mintiendo en televisión es una consecuencia de la lona, un sucedáneo de lona que, por lo que sea, parece una persona. Pero es una lona porque funciona como tal: por lo que muestra pero también por lo que oculta.
Feijóo mintiendo en televisión es una consecuencia de la lona, un sucedáneo de lona que, por lo que sea, parece una persona
¿Qué es una lona? Es un instrumento concebido principalmente para tapar algo, un edificio en construcción, unas obras de reforma, un derrumbe. Que luego en la lona se inscriba un anuncio o se pinte un paisaje es secundario. La función de la lona es ocultar y eso hacen las lonas posmofascistas allí donde han brotado, incluyendo en el lote las de ciertas organizaciones de prestigio que se han sumado a la campaña de acoso y derribo del lenguaje doblemente articulado. La lona ni siquiera tiene la capacidad de unir al semejante, no exhibe colores, siglas, no es un reclamo identitario. Es, por el contrario, un aviso de exclusión, una señal de rechazo.
Lo que ocultan las lonas es, en efecto, la política. Lo que muestran, su simulacro: política reducida a sentimientos de agravio, repulsa, incomodidad. Odio. Ocultan la política impidiendo que se exprese, pero también disfrazan el mecanismo que las hace posibles: el dinero. Lo que aflora en la lona es un conjunto de intereses demasiado materiales para enseñarlos, demasiado poderosos para ocultarse sin más, normal que recurran al disfraz. Pero no ocultan la verdad, no nos confundamos: no estamos aquí para levantar las lonas y mostrar lo que hay debajo, sino para romperlas y dejar que haya política. Para acabar con el brutalismo político y reclamar de una vez el edificio que hay debajo.
Ese edificio en construcción podría ser la democracia. Vale, no es sencillo usarla como consigna, de tanto que la han ocupado las elites como segunda residencia. Además, somos hijos de nuestro tiempo y nos seduce lo perverso, lo desordenado y lo anómalo, mientras que “democracia” connota todo lo contrario: candor, rectitud, normalidad. Claro que Raymond Williams ya explicaba que el uso moderno de la palabra empezó siendo un uso despectivo, polémico, hasta bien entrado el siglo XX: demócratas eran los radicales, los que agitaban al pueblo frente a las elites. Revolucionarios peligrosos. Terroristas. Quizá con eso nos alcance para satisfacer nuestra sed de ser malotes. A mí me da lo mismo porque no vivo de poner cara de orco en Instagram.
Señalando en la lona al enemigo, el posmofascismo oculta la democracia, la aleja de los transeúntes, de los que caminan al pie de la lona mirando hacia arriba en lugar de preguntarse por el estado de las obras. Espero que les haya gustado esta última frase porque la verdad es que ya me estoy cansando un poco de la metáfora, que todo tiene un límite. Si a ustedes también les cansa, hagan lo que esté en su mano para no tener que vivir los próximos años rodeados de lonas, aplastados por el peso de las lonas o besando la lona en sentido pugilístico. Seguro que se les ocurre una manera. No se rindan.
Todo se juega en las lonas. Nada en los debates, donde los candidatos muestran su peor cara: organismos fuera de su hábitat, obligados a representar un papel en un medio que solo conocen como espectadores o en calidad de títeres de unos asesores demasiado pagados de sí mismos o demasiado pagados y punto. Tampoco...
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Xandru Fernández
Es profesor y escritor.
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