EL INFORME DE LA MINORÍA
Lo que diga la mayoría
Pagaremos cara la broma de creer que cuatro años de gobierno facha servirán para movilizar a la sociedad contra el sistema
Xandru Fernández 1/07/2023
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“Esto es lo que habéis votado”. Según Rocío Saiz, eso fue lo que le dijo el policía que interrumpió su actuación exigiéndole que se tapara los pechos. Me llamó la atención esa frase por la aparente disparidad entre el proceder del agente y esa segunda persona del plural que se suele usar para recriminar una actitud de la que uno no es partícipe: “Yo hago esto, pero ojo, que me parece fatal, es vuestra decisión y ahora os jodéis”. Será un prejuicio, sin duda, pero no me imagino al policía en cuestión planificando una fanfarronada semejante con la secreta intención de abrir los ojos al público sobre los peligros de meter a la ultraderecha en los gobiernos municipales. Más bien me inclino a pensar que, si lo que creía estar haciendo era interpretar correctamente la voluntad popular, estaba más que encantado con esa presunta decisión de la mayoría.
El problema, claro, tanto para la cantante como para el agente, es que no está demostrado ni mucho menos que en las pasadas elecciones municipales se haya votado nada referente a enseñar las tetas: es un problema o lo ha sido para Rocío Saiz, que nunca debería haber pasado por ese trago, y es o será un problema para el agente, o así lo espero, porque si sale impune de esto es que no hay justicia en España... Rayos y truenos, olviden lo que acabo de escribir.
Nuestro problema como sociedad es diferente. No es lo que se haya votado o se dejara de votar, sino lo que el facha de a pie piensa que hace cuando vota.
¿Por qué votar a los que solo plantean recortar derechos y suprimir libertades? La respuesta a esa pregunta es compleja y siempre desbordará matices y sutilezas, ya sea que apostemos por echarle la culpa a la manida pulsión de muerte del último Freud (y aceptemos por tanto que hay gente que disfruta haciendo el mal), ya sea que recurramos a los mecanismos de construcción de un enemigo en quien volcar la ansiedad ante el futuro, sin descartar del todo que también haya gente muy estúpida que es capaz de creerse cualquier cosa y obedecer al primer vendedor de crecepelo que llama a su puerta o a su muro de Facebook. Con todo, el porqué no sustituye al qué, ni la explicación causal nos exime de preguntarnos qué es lo que el votante de extrema derecha espera de su voto. Qué sentido le atribuye al simple acto de votar. Cómo espera que sea el día después.
Hay mucho de ritual en el voto ultra, y es una ritualidad sacrificial, de tierra quemada, de echar sal sobre la voluntad del adversario
Naturalmente, habrá radicales de derechas que aspiren al milagro de la extinción. De la extinción del enemigo, por supuesto. Como el resultado de tantos actos de violencia política ha sido, en efecto, la eliminación sistemática de ese enemigo, nos sentimos autorizados a pensar que esa era su finalidad desde el principio. Y no nos equivocaremos del todo. Pero sí en parte: muchas salvajadas perpetradas por la extrema derecha organizada, a lo largo de la historia y hasta el momento presente, no han sido otra cosa que estallidos de violencia desmedida dirigidos no tanto contra el enemigo como contra el vencido, que no es lo mismo. En otras palabras, se ha ejercido un poder por el mero hecho de tenerlo, no para alcanzar un objetivo, aunque el resultado de una cosa y de la otra se parezcan tanto que hasta se confundan.
Ese mecanismo de afirmación victoriosa, unido a la identificación de la propia causa con la causa del sentido común, o de la Naturaleza, o de la patria, es lo que da a las ideologías de la extrema derecha el lustre inconfundible del resentimiento. El borrado de la diferencia es aquí el resultado, sí, pero también la intención: no la eliminación del adversario sino su sometimiento, no la aniquilación del enemigo sino su transformación en esclavo. Es una forma delirante de entender la democracia, pero tampoco es que se haya hecho hasta el momento, en España, un esfuerzo deliberado por educar a la ciudadanía para asumir la democracia como un régimen de respeto a las diferencias. No puede sorprendernos que tanta gente crea que, tras unas elecciones, el ganador tiene todo el derecho del mundo a disponer del espacio público como si lo hubiera heredado.
Eso es lo que debería asustarnos, no tanto la perversión implícita en que uno prefiera el mal al bien o la seguridad a la incertidumbre, aunque solo esto ya nos erice la piel. El riesgo que asumimos colectivamente al no poner freno a esa pulsión desmedida a anular al diferente es demasiado alto como para despacharlo con un encogimiento de hombros, como si pudiéramos confiar en que será un estado transitorio del que saldremos fortalecidos. No saldremos así, y es probable que muchos no salgamos de ninguna manera. Hay mucho de ritual en ese voto ultra, y es una ritualidad sacrificial, de tierra quemada, de echar sal sobre la voluntad del adversario para que no vuelva a crecer. Pagaremos cara la broma de creer que cuatro años de gobierno facha servirán para movilizar a la sociedad contra el sistema.
“Esto es lo que habéis votado”. Según Rocío Saiz, eso fue lo que le dijo el policía que interrumpió su actuación exigiéndole que se tapara los pechos. Me llamó la atención esa frase por la aparente disparidad entre el proceder del agente y esa segunda persona del plural que se suele usar para recriminar una...
Autor >
Xandru Fernández
Es profesor y escritor.
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