NIÑERING
‘Despechá’ en la era de las relaciones parasociales
La reciente ruptura entre Rosalía y Rauw Alejandro –me pregunto si es un truco publicitario o una rabieta mal gestionada– genera una ola de solidaridad entre las jóvenes, que han acogido a la cantante como a una amiga más
Adriana T. 26/07/2023
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Cleopatra y Julio César; Romeo y Julieta; Mr. Darcy y Elizabeth Bennet; Heathcliff y Catherine Earnshaw; Bella Swan y Edward Cullen; Liz Taylor y sus dos matrimonios consecutivos con Richard Burton, o la compleja relación a tres entre Carlos, Diana y Camila (¿quién de ellas era realmente la otra en aquellos esponsales?). Las historias trágicas de parejas desgraciadas cuyo amor no es suficiente para derribar los crueles obstáculos que se interponen entre ellos siempre han constituido un temazo en la literatura universal y un cotilleo de primer orden en la vida real con manifestaciones culturales diversas y sorprendentes cambios de paradigma (recuerden: en 2023 las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan). Quién sabe si en ocasiones un solo corazón despechado no habrá llegado a modificar el rumbo de civilizaciones enteras.
Se da aquí una curiosa paradoja: si para nuestras madres y abuelas casarse y alumbrar unos cuantos hijos era un destino universal contra el que no se molestaban en guerrear, limitándose a fiarlo todo a encontrar, con mucha suerte, un buen marido, las jóvenes de nuestra época, educadas en un feminismo beligerante que se propaga entre sus redes sociales como lo hacen los incendios forestales en la era del caos climático, se han vuelto infinitamente más exigentes con sus compañeros de vida, al tiempo que la soltería ha dejado de ser un tabú. Casi ninguna pone en duda ya aquello de “mejor sola que mal acompañada”.
A las muchachas ya no les basta con que algún gañán medio imberbe las invite a cenar en el polígono
A las muchachas ya no les basta con que algún gañán medio imberbe las invite a cenar en el polígono y les permita sentarse a su lado mientras ellos se desfogan echando un FIFA con los amigotes. Las mujeres quieren más. Confían en encontrar relaciones simétricas y parejas que las escuchen sin interrumpir, que hablen con ellas de moda, realitys y maquillaje sin hacer aspavientos, que se integren en su grupo de amigas, que las etiqueten en sus redes sociales, y que en el día a día hagan el drama justo para mantener viva la llama de la pasión sin llegar al conflicto interpersonal venenoso rayano en el maltrato en el que nos educaron las comedias románticas de las décadas pasadas.
Pero, con todo, las mujeres no hemos sido capaces de dejar de imaginar relaciones románticas perfectas. Proyectamos en el influencer o en la famosa de turno las generalidades y expectativas sobre el amor que hemos ido absorbiendo –la propaganda jamás descansa– y confiamos en que, ellos sí, lleven a buen puerto nuestras fantasías. Si antaño la monarquía servía para encarnar un ideal sublime en el que la plebe, frustrada por una existencia miserable y atroz, podía sentir fugazmente algo parecido a la realización personal, las parejas mediáticas han venido para hacernos soñar a los pobres mortales con el Amor en mayúsculas. La sobreexposición en las redes sociales, en una aparente espontaneidad cuidadosamente calculada, alimenta la ilusión de que estamos contemplando las vidas de las celebrities sin filtros: una relación real, con sus altos y bajos, con sus bromas privadas compartidas en público para hilaridad de toda la audiencia, sus declaraciones arrebatadoras de cariño, sus momentos más íntimos o incluso alguna lagrimilla de emoción compartida y rápidamente restañada con el dedo índice para mayor gozo del público.
La reciente ruptura de la relación –y el compromiso– entre los cantantes Rosalía y Rauw Alejandro –a estas horas yo todavía me pregunto si es un truco publicitario, o tal vez una rabieta mal gestionada que se solucionará a comienzos de la próxima semana– ha generado el inevitable alud de manifestaciones de sorpresa y tristeza en las redes, además de dejarnos imágenes para el recuerdo, como la de la flamante soltera rompiéndose en pedazos mientras cantaba en París su éxito Hentai, del álbum Motomami, ante 55.000 personas reunidas para asistir al concierto final de su gira mundial.
Las jóvenes que habían volcado en la relación entre Rosalía y Rauw todas sus ilusiones, convencidas de haber sido cómplices y testigos durante todo este tiempo de un amor indestructible, un ideal sano en el que proyectarse y al que aspirar, se han sentido terriblemente desengañadas y no han tardado en posicionarse sin dudar a favor de la catalana, que habría sido esta vez la parte perjudicada de la historia. O no, quién sabe. Una de ellas mostraba en redes el tatuaje con dos erres entrelazadas en honor a ambos artistas, preguntando con cierta ironía dónde podría ir a borrárselo. Las menciones más o menos jocosas al productor musical Bizarrap, coartífice de uno de los mayores hits de Shakira en los últimos tiempos, también van rumbo de convertirse en trending topic. Mientras tanto, las especulaciones en torno a la presunta tercera en discordia se ramifican y entremezclan dando giros cada vez más sorprendentes. Lo normal en nuestra era.
Es inevitable preguntarse si no sería más sencillo dejar de hacer suposiciones sin fundamento en torno a los noviazgos que mantienen personas a las que, aunque creamos que sí, en realidad no conocemos de nada. Pero las relaciones parasociales son un rasgo distintivo de nuestra época que no va a desaparecer tan fácilmente y, además, supongo que las mujeres jóvenes, que gracias al feminismo han sido capaces de deconstruir buena parte del relato romántico tan bien asentando en las últimas décadas, siguen necesitando, paradójicamente, ideales en los que verse reflejadas y a los que poder aspirar. Por lo pronto ya han acogido a Rosalía como a una amiga más necesitada de consuelo y comprensión. La acompañarán durante las próximas semanas, se mostrarán solidarias con su tragedia, reconocerán que también a ellas Rauw las engañó y celebrarán con orgullo genuino el momento en el que la artista se recupere de su pena o decida, al menos, utilizarla para facturar. No me parece mal. La narrativa de la mujer fuerte y empoderada, incluso cuando se lanza esencialmente con fines comerciales, sigue siendo mucho menos lesiva que las tragedias tradicionales de damisela desvalida. Estoy deseando ver cómo se las arregla la catalana para dejarnos boquiabiertos con su próximo éxito y convierte todas sus lágrimas en billetes. Larga vida a Rosalía.
Cleopatra y Julio César; Romeo y Julieta; Mr. Darcy y Elizabeth Bennet; Heathcliff y Catherine Earnshaw; Bella Swan y Edward Cullen; Liz Taylor y sus dos matrimonios consecutivos con Richard Burton, o la compleja relación a tres entre Carlos, Diana y Camila (¿quién de ellas era realmente la otra en...
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Adriana T.
Treintañera exmigrante. Vengo aquí a hablar de lo mío. Autora de ‘Niñering’ (Escritos Contextatarios, 2022).
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