EN PRIMERA PERSONA
“Cuerpos esparcidos por todas partes”: informando sobre la masacre en el sur de Israel
Un paseo por el horror causado por Hamás
Oren Ziv (+972 Magazine) 14/10/2023
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Sábado, 6:30 a.m. Suenan sirenas en el sur y el centro de Israel, pero sólo me despierto en Tel Aviv cuando me llama un amigo, otro fotoperiodista. Mientras duermo, me doy cuenta de que algo ha empezado en la valla de Gaza; como fotógrafo, estoy acostumbrado a prepararme rápido, e intento entender lo que está pasando mientras corro hacia el coche.
En los últimos años, he cubierto todas las guerras que Israel ha librado en la Franja de Gaza, pero mientras conducíamos hacia el sur nos damos cuenta de que esta vez está ocurriendo algo diferente. En la Carretera 6 vemos humo saliendo de varios pueblos, pero decidimos continuar hasta Sderot. Empiezan a llegar noticias de milicianos que atacan varias comunidades israelíes cercanas a la valla.
Sin comprender el alcance de lo que está ocurriendo en Sderot, conducimos hacia la ciudad, pero nos paran en un puesto de control. Un policía nos apunta con una pistola amartillada. Damos media vuelta y nos dirigimos hacia Ashkelon, donde he cubierto no pocos ataques con cohetes. Esta vez la situación es mucho peor. El humo en la distancia deja claro que hay varias zonas afectadas, algunas sin suficientes equipos de rescate, o con ninguno en absoluto; tienen que priorizar dónde ir primero. En las zonas menos afectadas, los residentes están apagando el fuego ellos mismos con mangueras.
Las sirenas se suceden. Nos refugiamos junto a una casa en Ashkelon, antes de que la familia nos abra la puerta. Les han despertado las alarmas, y los niños reciben mensajes de WhatsApp con vídeos –de procedencia poco clara– que muestran a “terroristas merodeando por la ciudad”. Algunos de los fotoperiodistas intentamos calmarlos, explicándoles que todo está ocurriendo en Sderot y más al sur, pero en realidad no tenemos ni idea.
Un soldado israelí corre cerca de la comisaría de policía de Sderot, capturada por militantes de Hamás, el 7 de octubre de 2023. / Oren Ziv
Mientras tanto, empiezan a llegar noticias de milicianos que abren fuego contra el festival de música de Re’im.
Me reúno con varios fotógrafos y decidimos ir a Sderot, donde palestinos armados han tomado una comisaría de policía. Entre la toma de fotografías y la protección en medio de las sirenas, empezamos a darnos cuenta de que nos enfrentamos a algo nunca visto.
En un país donde cada presunto ataque con cuchillo es respondido por docenas de policías, de repente están todos en otra parte
Vemos coches abandonados a la entrada de Sderot. Dentro de la ciudad, hay cadáveres esparcidos por la acera y la carretera. No hay policías ni soldados en las calles; en un país donde cada presunto ataque con cuchillo en Jerusalén es respondido por docenas de policías en cuestión de minutos, de repente están todos en otra parte.
Oímos disparos y una explosión en el interior de la comisaría. Unos cuantos agentes permanecen fuera, junto a un vehículo todoterreno con matrícula verde palestina y una ametralladora montada en la parte trasera.
Un grupo de fotógrafos –en este momento somos vehículos llenos– decidimos continuar en dirección a Netivot por la Ruta 35, la carretera que tomaron los que consiguieron escapar del delirio del desierto. Entre el cruce de Shaar HaNéguev y la pequeña comunidad de Yakhini, vemos muchos coches abandonados; de algunos los pasajeros escaparon, otros fueron asesinados. Vemos más cadáveres en la carretera, junto a pertenencias que dejan claro que habían estado acampados.
De repente, oímos disparos. Al principio, pensamos que procedían de la comisaría de Sderot, pero se hacen más fuertes y suenan cerca, y nos damos cuenta de que están delante de nosotros. Todos nos tiramos al suelo. Tras unos largos minutos, con las balas silbando sobre nuestras cabezas y rompiendo las ventanillas de los coches que tenemos al lado, llegan las fuerzas militares y se colocan detrás de la mediana que separa dos carriles. Nosotros también nos arrastramos hasta allí para ponernos a cubierto tras el hormigón.
Un grupo de periodistas se protege de los disparos de Hamás cuando llegan las fuerzas israelíes, entre Sderot y Netivot, el 7 de octubre de 2023. / Oren Ziv
En Sderot no hay cobertura de móvil: no la hubo durante casi todo el día, bien por un corte de electricidad o porque las autoridades la cortaron a propósito para impedir que los palestinos infiltrados se comunicaran y distribuyeran imágenes. Sólo más tarde, por la noche, veo las imágenes de la fiesta y de otros lugares, y comprendo plenamente lo que ocurrió.
Mucha gente me ha preguntado en los últimos días cómo soy capaz de soportar todos los horrores que documentamos. No hay una respuesta clara a esa pregunta, aparte del hecho de que ayuda trabajar junto a amigos. Para mí, es precisamente estar sobre el terreno, sin necesitar la mediación de la televisión o las redes sociales, lo que me ayuda a procesar los acontecimientos de una forma ligeramente menos traumática, porque yo mismo vi esas cosas. Por horribles que sean.
Una señal de que la guerra está empezando de verdad
Al día siguiente, vuelvo al sur y descubro que la situación dista mucho de estar bajo control. Hay algunos soldados y policías en las calles, y los ecos de los disparos y las explosiones indican que las batallas continúan. Los tanques se abren paso, martilleando la carretera en su camino. Cuando los tanques circulan por las calles de esta manera siempre es una mala señal, un signo de que la guerra está empezando de verdad. Significa que no ha habido tiempo suficiente para cargarlos en un transportador.
La batalla por la comisaría de Sderot terminó al amanecer, y las excavadoras militares ya están empezando a destruir el edificio. Los cadáveres de los militantes palestinos están apilados fuera, sus armas yacen junto a ellos.
Comisaría de policía de Sderot, en ruinas después de que las fuerzas israelíes retomaran el edificio tras su captura por militantes de Hamas, el 9 de octubre de 2023. / Oren Ziv
Aunque la mayoría de los cadáveres de israelíes habían sido retirados del lugar, los cuerpos de los palestinos –con chalecos tácticos y munición atada a ellos, y a veces sus armas junto a ellos– permanecieron en el suelo durante días. Se encontró mucho material dentro de y junto a los coches de los militantes: walkie talkies, baterías, comida y bebida, y otras pruebas de un asalto bien planeado.
Los días empiezan a confundirse. Es difícil recordar cuándo empezó la guerra, pero todas las personas con las que me reúno –soldados alistados, reservistas y ciudadanos– dan vueltas a la misma cuestión: cómo ocurrió, empezando por el fallo de los servicios de inteligencia, siguiendo por la incursión desde Gaza y, por último, el retraso en la respuesta de las fuerzas israelíes. Es difícil escribir sobre el alcance del fracaso, pero algunos aspectos se hacen evidentes con cada visita sobre el terreno. El Gobierno y el ejército dicen que responderán a estas preguntas “después de los combates”, pero es difícil no planteárselas en este momento.
A lo largo de la semana recorro los lugares donde han impactado los cohetes, las zonas de reagrupamiento militar y las comunidades reabiertas tras volver a control israelí. En la Ciudad Vieja de Ashkelon, donde muchos edificios carecen de una habitación segura o de un refugio público cercano, un cohete cayó en el primer piso de un bloque de apartamentos y destrozó las distintas viviendas en un único amasijo de escombros.
En el sur, un funcionario de seguridad explica que el asalto israelí a Gaza será más largo de lo habitual. Señala que la valla de Gaza está efectivamente fuera de servicio, puesto que hay docenas de brechas, y que desde principios de semana, docenas de células de palestinos armados deambulan por la zona. Preguntado por el fallo ocurrido, me dice que no tiene respuesta. Parece que nadie la tiene.
Durante un tiempo, parece que la Unidad del Portavoz de las FDI [ejército de Israel] tampoco funciona, lo que significa que no se organizan visitas oficiales para los fotógrafos y periodistas que se esfuerzan por llegar a los lugares de los asesinatos. El martes 10 por la mañana, un grupo de personas llegamos por nuestra cuenta a la zona del festival de música de Re'im, donde el sábado 7 fueron asesinados 260 jóvenes y secuestrados muchos más.
Coches quemados y efectos personales abandonados tras una masacre en un festival de música, Re'im, 11 de octubre de 2023. / Oren Ziv
Ya de camino habíamos pasado junto a cientos de coches abandonados en el arcén de la carretera principal, algunos de ellos quemados. Muchos habían sido pintados con aerosol con una “X” y una fecha, señal de que las fuerzas de seguridad los habían examinado. En el recinto del festival, todavía hay un puesto de seguridad en la entrada, el camping sigue en pie, al igual que el bar, y en el centro hay un escenario y micrófonos. También sigue habiendo colchonetas esparcidas, así como tiendas de campaña, hamacas y efectos personales. Todo sigue en pie, como esperando a que comience la fiesta.
Los cuerpos de los asesinados ya han sido retirados, pero algunos de los milicianos muertos siguen tendidos en el suelo. Los soldados pasan y buscan restos de munición.
A medida que avanza el día, nos llevan a una visita oficial a Kfar Aza, donde se produjeron numerosas bajas; aún se desconoce el número final de muertos. El general de división de las FDI Itai Veruv explica a la entrada del kibutz cómo se desarrollará la visita: “No quiero hablar demasiado después de luchar durante 48 horas. Lo que verán es una masacre; no he visto nada igual en 40 años de servicio”.
Desde fuera se puede ver cómo se ha interrumpido una mañana normal. Incluso en medio de toda la destrucción, es difícil comprender la magnitud del horror
Las escenas en el kibutz son, en efecto, extremadamente difíciles. Gran parte ha quedado destruido, sobre todo las viviendas de los jóvenes. Las fuerzas de seguridad y rescate están retirando cadáveres y armas, y siguen registrando la zona. Muchos fueron asesinados en sus camas o cuando acababan de despertarse. El agujero de la valla por el que entraron los palestinos no ha sido reparado, y un rastro de vehículos, armas, cadáveres y efectos personales quemados muestra el camino que siguieron los atacantes dentro del pueblo. Al fondo, tras la valla que rodea el pueblo, se eleva el humo de los continuos ataques de Israel contra Gaza. Cuando no suenan las sirenas de los cohetes, se oyen los cazas y la artillería.
Al día siguiente, con las noticias sobre Kfar Aza circulando por todo el mundo, nos unimos a otra gira de prensa, esta vez en el kibutz Be'eri. También allí los daños son considerables: más de 100 muertos, casas completamente destruidas por el fuego de los cohetes y vehículos todoterreno, armas y cadáveres esparcidos por todas partes.
Las ruinas de una casa en el Kibbutz Be'eri después de un ataque de militantes de Hamas, 12 de octubre de 2023. / Oren Ziv
Algunas de las casas siguen abiertas, y desde fuera se puede ver cómo se ha interrumpido bruscamente una mañana normal: comida en la mesa, un ventilador aún funcionando, ropa colgada en un tendedero, fotografías en el frigorífico. Aquí, como en Kfar Aza, incluso en medio de toda la destrucción, es difícil comprender la magnitud del horror.
Llevo toda la semana recibiendo mensajes de amigos y familiares atrapados en sus casas y sin posibilidad de llegar al sur, que buscan cualquier información sobre lo que les ha ocurrido a sus seres queridos. En los primeros días, ninguna autoridad habló con ellos.
Un amigo de Gaza cuenta que un miembro de su familia, un adolescente, consiguió atravesar la valla tras el comienzo del asalto, como muchos jóvenes que no formaban parte del ataque organizado; desde entonces, está desaparecido. Un funcionario de seguridad dijo que muchos de los palestinos muertos no son combatientes, sino jóvenes que entraron a través de la valla fronteriza rota. Un informe de Kfar Aza muestra a varios de ellos haciendo cola con bicicletas y material de acampada que habían robado, para regresar a la franja.
Pagar el precio por delitos que no cometieron
La primera noticia que fotografié fue en 2003, cuando tenía 17 años: un palestino hizo explotar un autobús lleno de pasajeros en Haifa, asesinando a 23 personas, muchas de ellas muy jóvenes. Me enteré del atentado por unos amigos del colegio, corrí a casa, cogí mi cámara de cine y me dirigí al lugar de los hechos.
Antes de salir, conseguí llamar a mi madre para ponerla al corriente, y me dijo que no fuera. Pero cuando se dio cuenta de que iba a ir, me pidió que tuviera cuidado. Era una escena difícil: un autobús quemado, cuerpos cubiertos de metralla. Cuando volví a casa por la noche, descubrí que conocía a dos de las víctimas, que iban al instituto de al lado.
Tropas israelíes con municiones en una zona de concentración en las afueras de Gaza, 11 de octubre de 2023. / Oren Ziv
Eran los días de la Segunda Intifada, en la que murieron 1.500 israelíes y 4.000 palestinos a lo largo de cinco años. El mantra del ex primer ministro Ehud Barak de que “no hay interlocutor” para la paz entre los palestinos, junto con la horrible violencia vivida en aquellos años, llevó a muchos a la conclusión de que no hay solución a este conflicto salvo más y más violencia, lo que produjo un brusco giro a la derecha en la política israelí. La izquierda sionista desapareció casi por completo y, durante mucho, tiempo, excepto la izquierda radical, nadie salió a la calle para protestar o exigir un horizonte alternativo.
Veinte años después, en cuestión de días han muerto más israelíes y palestinos que en cualquiera de esos cinco años. La posición de la opinión pública se ha desplazado aún más dramáticamente hacia la derecha, si cabe. Como mi colega Orly Noy escribió a principios de esta semana, incluso muchos en la izquierda exigen venganza y llaman a “borrar” Gaza.
-------------------
Este artículo se publicó en inglés en +972 Magazine.
El artículo se ha traducido con Deepl y ha sido editado por la redacción de CTXT.
Sábado, 6:30 a.m. Suenan sirenas en el sur y el centro de Israel, pero sólo me despierto en Tel Aviv cuando me llama un amigo, otro fotoperiodista. Mientras duermo, me doy cuenta de que algo ha empezado en la valla de Gaza; como fotógrafo, estoy acostumbrado a prepararme rápido, e intento entender lo que está...
Autor >
Oren Ziv (+972 Magazine)
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí