película
Las chicas están bien
Dos vías para el cine feminista
Deborah García 18/11/2023
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No hay nada que me guste más de ejercer la crítica que tener que desdecirme. No tenía dudas de que la película de Itsaso Arana iba a gustarme, lo dije también cuando escribí un tuit un poco fanfarrona, enfadada, porque últimamente algunas películas me parecen prefabricadas y de laboratorio; lo que no sabía era que Las chicas están bien era tan libre. Pienso en las diferencias tan abismales que separan a dos películas como Las chicas están bien y Barbie. Ambas cintas de 2023, realizadas por mujeres que me permiten tomarle el pulso a cierto estado de la cuestión y reflexionar sobre el cine que estamos viendo.
¿Qué quiero decir con mis reproches o pegas a Barbie? Quiero decir que cuando pienso en Barbie, siento que es una película hiperconsciente, que antes de ser terminada, qué digo, ¡antes de ser empezada!, incluso antes de ser rodada, sketch, tras sketch, sabía (la película) que dentro de sí tenían que estar todas las respuestas a las posibles críticas. Creo que por eso sentí Barbie como una película imposible de cambiar en nada, imposible de transformar, como era imposible que generará un debate que no estuviera relacionado con su propia naturaleza, como producto y como fenómeno social. No quiero despreciar el valor que tiene Barbie en ese sentido, pero no me interesa. Es ingenuo por mi parte no reconocer que cuando estamos escribiendo sobre películas, estamos asomadas al tiempo y que aunque queramos escribir para el futuro, creo que la mayoría lo hacemos pensando siempre en el pasado. Es muy difícil sobreponerse a la nostalgia. Benditas las que lo consiguen. Nos consagramos al futuro pero nuestros ojos están llenos de lo que vimos, vivimos, amamos. Decía alguien (fuera el name-dropping) que el tiempo es la sustancia de la que estamos hechas. Yo, que estoy hecha de imágenes que viven detrás de mis ojos, no puedo ser tan engreída y creer que puedo crear imágenes nuevas, no vistas antes y menos escribiendo. ¿Puede hacerlo alguien? Creo que lo más cerca que he estado este año de ver imágenes nuevas fue cuando visioné Anhell69, de Theo Montoya. Todo lo demás me ha parecido un poco lo de siempre.
Pensaba con cierto desprecio que la película de Arana iba a ser deudora de cierto privilegio, incluso de cierto privilegio madrileño de hacer cine. Ese cine que olvida las genealogías, los caminos transitados por otras mujeres, el que se compadrea con lo que hay que hacer ahora porque toca; el que está más pendiente del tiempo presente y se aleja de su propio impulso voraz.
En Las chicas están bien he encontrado algo que me gusta desde siempre, el cine sencillo y la honestidad
En Las chicas están bien he encontrado algo que me gusta desde siempre, el cine sencillo y la honestidad. Eso que tanto proclamaba Mekas, hacer cine con amigos y un poco porque nos da la gana. Me quedé suspendida en esas reflexiones de las chicas en torno a algo que me apasiona: ¿qué es una imagen? ¿Qué es una imagen cuando ya no queda nada? Mucha gente, quizá porque han leído regular a Rohmer, se han quedado con la sensación un poco falseada de que las casas de pueblo, los colores cálidos, los ríos y las mesas de madera alrededor de las que surgen conversaciones profundas y se levantan copas de vino son el marco de Rohmer y la genealogía a la que apela Itsaso Arana, una imagen-marco que debilita y enturbia el cine hecho por mujeres y protagonizado por mujeres. Esto está lejos de la película que, gracias a la providencia, es más libre que yo cuando aún no la había visto.
Creo que Las chicas están bien está muy lejos de querer inspirarse en Rohmer. Hay, en cambio, algo muy de Varda, una búsqueda de paisajes en los rostros de las actrices, una puesta en escena muy emparentada a la de Agnes, una mezcla entre lo documental y la ficción. No sé qué puede haber más feminista que hacer una película coral, sin jerarquías, que otorga a cada actriz su espacio para desarrollarse, y más cuando la máscara, la actriz, empuja y apuntala a la persona, cuando todo límite ha quedado enredado en la emoción. Cuando ya nos cuesta diferenciar el guion de la narración y la vida. ¿Qué es qué? A mí Rohmer siempre me ha parecido un director duro, inteligente, pero también envejecido. De hecho, no he dejado de meterle caña por las violencias a las que somete a sus personajes femeninos. Y ojo, que los personajes mujeres de Rohmer son tremendamente poderosos, el problema es que creo que él no supo muy bien lo que íbamos a leer, porque las películas son cartas al futuro y ahora las entendemos mejor, a la coleccionista, a Delphine en El rayo verde, a Claire y su rodilla, los cuentos de verano y otoño. Decía Itsaso Arana, a través de Bárbara Lennie, que las películas son cartas al futuro. ¿Qué son entonces los textos que surgen de estas películas? ¿Pueden transformarnos? ¿Te cambia este texto?
Con Las chicas están bien me he sentido como esa amiga que está sentada en la mesa y escucha lo que otras mujeres tienen que decir, aunque esas cosas no siempre sean las cosas que yo siento y pienso, pero que me permite formar parte de algo, seguir aprendiendo y comprenderme mejor y comprenderos mejor. En Las chicas están bien hay unas mujeres cediendo espacio a otras mujeres, mujeres integrando, fertilizando todo lo que tocan, lo que dicen, lo que sienten, lo que viene. Fertilizar, algo que siempre había sido tarea de los hombres, es ahora nuestro cometido más urgente. Los embarazos más bellos son los que llevan a término las palabras más sinceras. Di siempre lo que quieras decir. AMA TU PELI, guarda tu comodín. Itsaso Arana ama su peli. ¿Qué damos las demás? Puro sentimiento.
No hay nada que me guste más de ejercer la crítica que tener que desdecirme. No tenía dudas de que la película de Itsaso Arana iba a gustarme, lo dije también cuando escribí un tuit un poco fanfarrona, enfadada, porque últimamente algunas películas me parecen prefabricadas y de laboratorio; lo que no sabía era...
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Deborah García
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