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Hay películas que parece que me hablan directamente, y, sin duda, hay películas que llegan exactamente cuando tienen que llegar, igual que la escritura. Vi Cinco lobitos de Alauda Ruiz de Azúa hace ya más de cuatro meses y escribí sobre ella justo en el momento en el que intervinieron a mi madre para colocarle una sonda gástrica a través de la cual se va alimentar ya para siempre y hasta el final. Durante aquellos días y estos las idas y venidas al hospital han sido innumerables, igual que las entradas en mi diario y mis lágrimas. Lágrimas caminando por el piso de mis padres mientras intentaba hacerme dueña de la situación, lágrimas que derramaba cuando veía el puré que le tenía congelado a mi madre, y lágrimas lloradas sobre sus objetos. Cosas de mi madre que ya no toca nunca, casi, pero que son y están impregnadas de ella. El olor a ausencia de mi madre por casa estos últimos meses no solo ha vuelto loco a Mimo, mi gato, también a mí. Años, meses de cuidados y más cuidados. De mi padre a mi madre, de mí hacía ellos, y de mucha gente hacia mí.
Cinco lobitos es una película de madres. De madres que son madres de sus hijas. De madres que son madres de sus parejas. De madres que son madres de sus madres. De madres que son madres de sus propios padres. Amaia es una madre primeriza que se siente abandonada por su pareja y quiere volver a trabajar cuanto antes. No puede con tanta incertidumbre y tantos cambios y toma la decisión de irse unos meses a la casa de sus padres. Viendo a Ramón Barea recoger a su hija en Madrid pensé en mi padre. Pensé, también, en esa mirada cómplice de ella con él antes de montarse en el coche. Amaia sabe, igual que lo sabía yo, que si tienes suerte el hogar comienza en el coche, como los cuidados, y es que ese viaje de regreso, esos silencios compartidos, reconfortan tanto.
Es una película de madres. De madres que son madres de sus hijas. De madres que son madres de sus parejas. De madres que son madres de sus madres
Gracias al retrato de Ruiz de Azúa entendemos el sufrimiento de nuestras madres y abuelas, al convivir con hombres que en muchos aspectos son como niños. En Cinco lobitos hasta lo que se cocina es político, pero es que la cocina es también amor y cuidados. La madre de Amaia, Begoña, cocina una merluza a la vasca nada más llegar a Madrid cuando Jone acaba de nacer. Cuando los jóvenes están solos en su casa piden comida a domicilio. Entre líneas se nos habla de la velocidad de la vida, de tener que elegir entre tareas, de no ser capaces de llegar a todo, de tener que dejar de lado tantas cosas, y sobre todo, de la frustración, de las rupturas y de las crisis. Para pagar la escuela infantil de Jone hay que trabajar, pero Javi se tiene que ir lejos de casa porque su trabajo es itinerante. Debemos elegir, o eso nos hacen creer, y acabamos viviendo en la mierda. No haciendo lo que queremos y lejos de todo lo que amamos. Cinco lobitos también enmascara y digo enmascara, porque es algo que no se aborda abiertamente, el privilegio que supone poder volver a casa de tus padres, mientras en Madrid un piso de alquiler, (suponemos), te espera, mientras tu trabajo también te espera. Es quizá la parte económica la que menos peso narrativo tiene, pero la que realmente hubiera sido también necesario abordar por la urgencia misma que ello marca en la película en casi todos los momentos. De esto no me di cuenta hasta que tuve una conversación con Analía Plaza. Tras hablar con ella, volví a ver la película y percibí que aunque es redonda a la hora de abordar la realidad emocional, la parte económica se da por supuesta, pero desde el privilegio. Como si todas las madres primerizas pudieran pausar sus trabajos, seguir pagando los alquileres de su piso en el centro de Madrid e irse a casa de sus padres un tiempo indeterminado sin que eso tenga consecuencias.
Sin embargo, sí me convenció, y mucho, como los cuidados van siendo los protagonistas; esos que aparecían al principio al margen, como figurando, acaban siendo el epicentro de todo, porque son el epicentro de todo. Nos cuentan la historia de las vidas entrelazadas sin caer en sentimentalismos, con franqueza y sencillez, gracias a una dirección intimista. En Cinco lobitos se expone cómo se mantienen las familias y gracias a quién. La cámara de Alauda Ruiz de Azúa navega entre las relaciones familiares. Creo que es magistral el arco de los personajes, la forma en la que evolucionan. Hay pocas películas que hayan manejado tan bien el subtexto para sinceramente abordarlo todo, precisamente sin la pretensión de hacerlo. ¿Cuánto amor habita en una mirada? Me lo preguntaba cada vez que la cámara enfoca a Laia Costa: el cansancio de su rostro, la cara recién lavada, las ojeras de la mujer joven que se ha convertido casi sin darse cuenta en la que cuida y organiza la casa. Toda la dirección tiene ese tono naturalista que pretende que sus personajes se desplacen con libertad y puedan respirar. El oficio de Susi Sánchez siempre me deja sin palabras. Es una actriz que invariablemente me conmueve. La cámara se mueve muy poco y cuando lo hace es suave, tiene una cadencia que invita a recogerse, como si nos estuvieran acunando, como si realmente nos estuvieran cantando Cinco lobitos.
La película de Ruiz de Azúa narra una historia que podría ser tangencial a todas nuestras historias actuales, o a todo lo que nos quita el sueño y el aliento, y también por qué no, un homenaje a todo eso que nos da calorcito cuando más lo necesitamos. Creo que Cinco lobitos sin quererlo, o no, es la más política de todas las películas españolas que vi en el 2022. No hay ningún tema de los que aborda, por sentimental que sea, que no esté impregnado de política. Los cuidados en el centro. Los trabajos precarios. La soledad de las grandes urbes. La necesidad de una sanidad pública que funcione desde que nacemos hasta que morimos, y en el lapso que va en medio, mientras nos morimos. La necesidad de escuela pública y de escuelas infantiles. La conciliación laboral y familiar. La vida precaria de las personas autónomas. La compra en los mercados y el kilómetro cero. La necesidad de un feminismo que ayude a comprender la vida de las que antes que nosotras fueron: sin juzgar y acompañando.
Hay películas que parece que me hablan directamente, y, sin duda, hay películas que llegan exactamente cuando tienen que llegar, igual que la escritura. Vi Cinco lobitos de Alauda Ruiz de Azúa hace ya más de cuatro meses y escribí sobre ella justo en el momento en el que intervinieron a mi madre para...
Autora >
Deborah García
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