película
Llegar, verse, rodar y marchar: un cine efímero
Sobre Asteroid City y el cine de Wes Anderson
Deborah García 9/09/2023
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Cuando se estrenó The French Dispatch me preguntaba en el texto que escribí si era la gran obra de Wes Anderson, es significativo que con Asteroid City me haya pasado exactamente lo mismo. Tengo que dar por hecho que en los últimos años, exceptuando Hotel Budapest, que me pareció una auténtica caricatura del cine de Anderson, sus películas han alcanzado un culmen estético y formal que se mantiene muy alto. Ambientada en el año 1955, en un pueblo desértico y ficticio que está obsesionado con el espacio, en algún lugar entre Parched Gulch y Arid Plains, Asteroid City nos muestra a un grupo de amantes de la astronomía de todo Estados Unidos. Todos ellos van en masa a la convención Junior Stargazers-Space Cadet del pueblo para conmemorar el día del asteroide. Asteroid City es como todas las películas de Anderson, una obra coral repleta de estrellas. Es posible, como decía hace un momento, que esta sea su película más lograda, al menos hasta la fecha. La película vuelve a estar inmersa en un dispositivo literario, igual que Royal Tenembaums, The French Dispatch o El Gran Hotel Budapest, que a modo de matrioska aborda al mismo tiempo y desde el marco literario, el relato y la narración.
No es la primera vez que escribo sobre una película de Wes Anderson, pero es la primera vez en la que siento que su cine es un duelo infinito. Encuentro en Anderson una necesidad obsesiva por representar en la pantalla complejas relaciones paterno-filiales, incluso podría decir que todo el sistema familiar que se representa en las películas de Anderson está siempre en crisis, pero en la presencia del duelo no había reparado hasta ver Asteroid City. Parece que Anderson tiende a representar una y otra vez a padres viudos, el personaje de Ben Stiller en los Royal, o el de Seymour Cassel en Rushmore, o como aquí el personaje de Schwartzman. La pérdida y también la pérdida de cierta inocencia siguen siendo elementos alrededor de los que orbitan los relatos del director. Anderson me parece un nostálgico del cine moderno, una persona que nació en la época equivocada. Un demodé. Alguien en luto permanente por un mundo y un cine que considera perdidos, un cine-madre que, quizá Woodrow, esté en las estrellas.
Es la primera vez en la que siento que su cine es un duelo infinito
Lo curioso, o al menos lo fascinante, es que lejos de ser un cine conservador o un cine ñoño, el cine de Anderson es en cada película más limpio, más nítido. Despojado de artificio, y al mismo tiempo siendo totalmente artificioso, se acerca a la perfección. No solo es perfecto en su evolución estética y formal, también la fusión de la música, con el guion, las imágenes y el montaje son incontestables. El relato de Asteroid City incluye (de ahí ese juego de matrioskas) algunos cabos sueltos, deconstrucciones narrativas, ciertas elipsis… pero lo que más me ha cautivado (y lo que considero más bello) es su sencillez: a veces todo se resume a mirar cómo algunas personas atraviesan el paisaje. Tu paisaje. Y me emociona profundamente porque pienso en la propia vida, en mis propios duelos y pérdidas y en este dispositivo mágico que a veces con tan solo un movimiento de cámara horizontal, o un travelling infinito, me sigue sobrecogiendo.
La película recrea una ciudad desértica de Estados Unidos hacia 1955. / Universal Films
He llegado a pensar que esta podría ser la primera película no-narrativa de su director. A las películas de Wes Anderson nunca les ha faltado emoción, pero es que en Asteroid City la podemos sentir en los rostros de los actores y de las actrices, en todos y cada uno de ellos, fuera y dentro de la ficción, fuera y dentro de la pantalla. En contraposición a esa característica del cine de Anderson tan original como era el deadpan, el subrayado continúo dentro de la película sobre el artificio que es la propia película, hace que sea realmente conmovedor descubrir a un actor o a un personaje como si fuese una estrella fugaz. Este uso del fuera y dentro de la ficción es también un ensayo sobre el trabajo de Anderson como artesano del cine, como hacedor de ilusión, como escritor.
Hay una expresividad absoluta en cada imagen
Cuando Anderson estrenó Moonrise Kingdom en Cannes mencionó como una de sus grandes influencias el cine de François Truffaut, y tampoco sorprende que haya declarado que a lo largo de su carrera una gran inspiración para sus personajes ha sido Antoine Doinel, sobre todo en Rushmore. Sin embargo, Asteroid City rezuma Godard, una modernidad a su manera. Hay una expresividad absoluta en cada imagen, un impulso y una estructura rítmica que parece venir del mundo del jazz y una poética en los diálogos, donde es tan importante el significado de lo que dicen, y cómo lo dicen. El montaje es pura música, lo sentimos cerca de Godard. Un trabajo colectivo de creación de ilusiones. En ese sentido también recuerda a Jacques Demy y sus Les Demoiselles de Rochefort, una de las películas más melancólicas de la historia del cine (si no habéis visto la trilogía de Demy, vedla), que enfatiza la idea del cine como un dispositivo efímero que te permite conocer gente de manera efímera. Una película sobre tropezarse con gente, con compañeros, con amantes, con amigas. Una película sobre enredarse unos instantes y dejar ir. Asteroid City narra algo muy parecido, se cambia el puerto por el desierto, y el grupo de frikis amantes del espacio por unos feriantes que llegan al pueblo y bailan, desempeñan sus papeles, cargan el coche y se van. Pura vida, ficción, vida, vida dentro de la vida, ficción. Asteroid City es la película más autobiográfica de Anderson, puede que oscura también, es un testimonio visual de cómo se hacen las películas, de cómo surgen y se sienten, de cómo se convoca a una serie de actores y actrices para que trabajen juntos y de la magia que es conseguir junto a ellos la maravilla. Y después, dejarlos ir.
Cuando se estrenó The French Dispatch me preguntaba en el texto que escribí si era la gran obra de Wes Anderson, es significativo que con Asteroid City me haya pasado exactamente lo mismo. Tengo que dar por hecho que en los últimos años, exceptuando Hotel Budapest, que...
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