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modernismo

El Gustav Klimt más contemporáneo

¿Y si lo mejor del pintor fuesen sus paisajes?

Deborah García 30/07/2023

<p><em>Parque del palacio de Schönbrunn</em> (1916) <strong>/ Gustav Klimt</strong></p>

Parque del palacio de Schönbrunn (1916) / Gustav Klimt

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Pintado a comienzos del siglo XX, Isla en el attersee es uno de los paisajes más interesantes dentro de los creados por Klimt. Se representan las aguas azules y cristalinas del lago situado en Austria, y marca un momento clave en la carrera del pintor. Si nos fijamos bien en el cuadro veremos que la perspectiva, y, sobre todo, el tema, dependen más del color y de la forma que coquetean (casi) con la abstracción. Klimt nos ofrece una composición que sumerge a quien mira en la pura contemplación de la naturaleza, y por proyección, del arte. Ambas cuestiones emergen como algo atemporal, pero con una fuerte carga de sensibilidad moderna.

Lago Attersee (1901) / Gustav Klimt

Es evidente que los paisajes son muy importantes en la obra de Klimt, aunque llegó a ellos tarde. En realidad, nadie llega tarde a nada, pero se dedicó a ellos en su carrera de manera algo tardía en comparación a otros y otras artistas. Fue sobre todo a partir de 1898 cuando Klimt comenzó a pasar tiempo en la región austríaca de Salzkammergut, y pudo entonces pintar al aire libre por primera vez. Comenzó a dibujar pequeñas vistas. Los años siguientes, los paisajes formarán ya la mitad de toda su producción y serán reconocidos como una parte fundamental en su obra. Lienzos que contribuyen de manera sin igual al arte moderno.  Entre 1900 y 1917, Klimt pasa los veranos en Attersee, permanece en Litzlberg y luego en Kammer y Weissenbach. La vida allí es sobre todo bucólica. En una carta fechada durante el verano de 1902, Klimt describió así su día a día:

“Me levanto temprano por la mañana. Por lo general, alrededor de las 6 am, a veces más temprano, a veces más tarde, si me levanto y hace buen tiempo, me voy al bosque cercano. Luego desayuno y después me baño en el lago, aunque tengo cuidado. Luego pinto un rato: si brilla el sol, un cuadro del lago, si está nublado, trabajo un paisaje desde la ventana de mi habitación… me doy un segundo baño en el lago; no siempre pero por lo general. Después de la merienda, vuelta a la pintura. Luego cae el anochecer, la cena, temprano a la cama, temprano para levantarse a la mañana siguiente”.

La belleza del lago y esta conexión con la naturaleza iniciaron una serie de pinturas que en muchos sentidos marcan la evolución de su estilo artístico maduro. De hecho, más que los retratos, que a menudo estaban limitados por los requisitos del encargo, o más que en sus obras alegóricas con su fuerte simbolismo, es en los paisajes donde Klimt encontró la libertad para concentrarse en el acto de pintar. Lo más interesante es que desde las composiciones más abiertamente simbolistas de finales del siglo XIX, hasta los paisajes tardíos a gran escala, es posible rastrear cambios importantes en el pensamiento del artista. Insel im Attersee es una de las dos vistas similares del lago que Klimt pintó entre 1900 y 1902, y la primera se encuentra ahora en la colección del Museo Leopold de Viena. 

La comparación de estos dos cuadros es muy esclarecedora en términos de evolución del estilo de Klimt. En el posterior Insel im Attersee, Klimt ha realizado ajustes cruciales en la composición; el horizonte se encuentra más alto, casi en la parte superior del plano de la imagen, de modo que la mitad superior de la isla queda cortada y el espectador se coloca muy cerca del agua. Como observan algunos de los estudiosos del pintor, por ejemplo, Stephan Koja:

“Klimt representa la superficie del agua como un segmento, de manera similar a las representaciones de Monet del Sena o el mar; la ausencia de todo primer plano priva al espectador de todos los medios de orientación y, por lo tanto, logra la tensión en la paz. El espectador se sitúa inmediatamente sobre la superficie del agua que Klimt ha creado mediante trazos regulares, cortos y enérgicos de colores radiantes… Nada perturba la regularidad de la superficie del agua, mientras que todo amplifica la impresión de un continuo”. 

Isla del lago Atter (1901) / Gustav Klimt

El cuadro que se encuentra en el Museo Leopold representa otro ejemplo en el que Klimt usa un ángulo compositivo inusual para transmitir una visión más extrema y menos familiar de la naturaleza. Parece como si todo fuera agua, como si el agua quisiera extenderse más allá de los límites del propio cuadro. La superficie del agua está interrumpida solo por la isla Litzlberg, que se proyecta en la imagen en el horizonte como una mancha oscura de color. La superficie animada del lago, vista a contraluz,  brilla en esas pequeñas manchas brillantes que se hacen cada vez más pequeñas hacia el horizonte y se disuelven gradualmente unas en otras. En primer plano parecen más descoloridos, como si llevaran una imprimación ligera y fina, en la distancia son ya trazos verdes y violetas azulados. Dos años después, Klimt volvió a pintar el mismo motivo, Island in Attersee. La isla de Litzlberg (su parte superior aquí también, cortada por el borde superior del lienzo) ahora está completamente rodeada por el lago, que aparece rodeado de una luz dorada. La composición, con el lago elevándose casi hasta la parte superior del lienzo, es más audaz, el lago en sí parece como si estuviera desplegándose y nosotras al mirar nos acercáramos al agua. Al mismo tiempo, la imagen del lago con sus zonas de luz y sombra parecen moverse desde el fondo hacia el primer plano en círculos uniformes y concéntricos, en suaves ondas que continúan hasta el infinito.

El punto de vista innovador de Klimt y el formato cuadrado hacen que la superficie del agua sea el foco completo de la composición y es uno de los primeros ejemplos del distintivo recorte de una escena de Klimt. Probablemente sugerida por sus experimentaciones paralelas con la fotografía, se trata de un recurso al que el artista volverá durante la década siguiente y que llegará a constituir un elemento esencial de sus célebres paisajes. Klimt utilizó por primera vez este formato cuadrado en su pintura alegórica Palas Atenea de 1898 y lo seguiría utilizando no sólo en los paisajes (en los que lo empleó para la gran mayoría de sus obras) sino también en sus retratos y otras composiciones.  A su vez, sería adoptado por admiradores del artista como Egon Schiele y también fue usado por artistas aparentemente tan divergentes a Klimt como Kazimir Malevich.

El especialista Gilles Néret escribió sobre estas composiciones de forma cuadrada:

 “No hay nada accidental en la elección frecuente de Klimt de un lienzo cuadrado, especialmente para sus pinturas de paisajes. Este formato, que había elegido por primera vez para Palas Atenea, permitía que el sujeto tuviera una apariencia de reposo, que se bañara en una atmósfera de paz, como decía Klimt, que se convirtiera en parte de la totalidad del universo que era tan importante para él. Malevich perseguía objetivos similares con su Cuadrado blanco sobre fondo blanco, para él era un símbolo cósmico de un nivel superior a la cruz cristiana”.

Para Klimt, como para Monet en su última fase activa, lo más destacable del cuadrado era que podía desarrollarse en cualquier dirección sin necesidad de una referencia central. Los nenúfares de Monet ocupan todo el cuadro y se extienden más allá, y de manera similar los motivos del paisaje de Klimt que  son secciones del universo. Sin embargo, a diferencia de los impresionistas franceses, a Klimt no le interesan la meteorología ni los cambios de luz; lo que le interesa era la representación parcial de un gran todo místico. Esto es evidente sobre todo en los cuadros de agua que pintó en Attersee. 

Emilie Flöge y Gustav Klimt, en el jardín de la Villa Oleander en el lago Attersee, 1910. / Fundación Klimt

Como miembro fundador de la Secesión de Viena, Klimt influyó al traer obras de artistas franceses a Viena para exhibirlas y la influencia del impresionismo y el puntillismo se puede sentir en las pinceladas claramente definidas de amarillo, verde y azul que llenan el primer plano de la presente trabajo. Sin embargo, aunque el método pudo haber sido el mismo, la intención y el efecto permanecieron distintos. Klimt no utiliza esta técnica para captar la luz. A Klimt no le interesaba la luz. La verdadera pasión de Klimt era hacer la comprensión del cuadro más real, centrándose en lo que constituía la esencia de las cosas detrás de su mera apariencia. El desarrollo de su tratamiento de la superficie del cuadro revela que Klimt debió conocer bien las técnicas del impresionismo y el puntillismo, aunque nunca colocó colores puros uno al lado del otro. Él rebaja los tonos del color.

Quizás la similitud más obvia con el trabajo de Monet, aparte del formato de lienzo, es que Insel im Atterseees realmente una pintura de agua. Klimt estaba fascinado por el agua y podía pasarse horas simplemente mirando el lago, observando los patrones cambiantes de luz y color. Aunque los aspectos de la pintura podrían llamarse impresionistas o puntillistas, Klimt no estaba tratando de representar los efectos de la luz natural tanto como para crear un poema tonal en el que toques de pintura de varios tonos, sintonizados en un tono similar, vibran juntos en trascendente armonía. No. La característica no sólo del impresionismo tardío sino también del Art Nouveau es la línea del horizonte alto de Klimt, que en este caso empuja toda la actividad compositiva, como decía más arriba, fuera del plano de la imagen. Más del noventa por ciento de la pintura es pura superficie, un campo de pinceladas moduladas que casi pierden el control de la realidad objetiva y se acerca a la abstracción total.

Klimt equilibra la experimentación técnica con una comprensión más profunda del tema. Convirtió su conocimiento de la pintura francesa en un lenguaje formal muy personal. Sin embargo, al mismo tiempo es interesante que Klimt se mantuvo fiel a la tradición austriaca en la selección de los temas. La presencia de motivos iguales o similares tanto entre sus contemporáneos como en el arte de la segunda mitad del siglo XIX es casi obligatoria. El interés por representar una naturaleza estática en la que el florecimiento y la prosperidad de la gloria del verano tiene lugar en una atemporalidad elegante va en paralelo a todo esto. Este interés por comunicar algo a través de la evocación de un paisaje tiene sus raíces en el tipo de pintura simbolista que luego evolucionará hacia el expresionismo. Se nota de manera evidente en el trabajo de artistas como Van Gogh y Munch (ambos admirados por Klimt), pero fue una tendencia que conectó a artistas de toda Europa. Los estanques o extensiones de agua en particular tenían una profunda resonancia simbólica; desde la antigüedad griega, el agua simbolizaba la vida, y esta fue una conexión que continuó a través de la tradición cristiana y recibió una inflexión más personal en el arte de los románticos y hasta el siglo XIX. 

Esto mismo se remonta hasta a obras tan contemporáneas como las de Richter o Rothko. En la obra de Klimt el agua conecta al espectador directamente con la naturaleza a través de la contemplación y de la inmersión del espectador dentro de la escena. Es en este sentido en el que Insel im Attersee  tiene más en común con las obras de artistas antes mencionados que con la de sus contemporáneos. Es en esta conexión con Rothko o Richter donde se ve y se ejemplifica la contribución innovadora y única de Klimt al arte moderno.

Pintado a comienzos del siglo XX, Isla en el attersee es uno de los paisajes más interesantes dentro de los creados por Klimt. Se representan las aguas azules y cristalinas del lago situado en Austria, y marca un momento clave en la carrera del pintor. Si nos fijamos bien en el cuadro veremos que la...

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Autora >

Deborah García

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