La colmena de cristal
¡Qué bello es vivir!
Si Henry F. Potter, el hombre más rico de Bedford Falls, concurriera hoy a las elecciones de Estados Unidos, ¿alguien duda de que las ganaría?
Ignacio Echevarría 19/01/2024
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24.12.23
Cumpliendo un viejo y muy concurrido ritual navideño, la noche del 22 yo también volví a ver ¡Qué bello es vivir! (1946), de Frank Capra. A través de las risas y la emoción, cada vez que la veo –así ocurre siempre con los clásicos– reparo en aspectos de la película a los que no había prestado suficiente atención. En esta ocasión ha sido la notable presencia de la Segunda Guerra Mundial, que hacía apenas unos pocos meses que había concluido cuando se inició el rodaje. La película no deja de constituir una réplica luminosa a los horrores recién pasados.
Vi la película en Filmin, plataforma que, conforme a un uso corriente, la etiqueta con varias categorías, la mayoría previsibles: “Relaciones familiares”, “Navidad”, “Grandes romances”, “Obras maestras”, “Clásicos remasterizados”… Pero algunas llamaron mi atención: “Suicidio”, “Mundo laboral”, “Lucha de clases”… ¡Caramba! Esta última me movió a reparar, con más atención que otras veces, en el importante papel que en la película desempeña la abierta crítica al tipo de capitalismo depredador que encarna el pérfido Henry F. Potter, empeñado una y otra vez en hacer fracasar a la humilde compañía de empréstitos de carácter cooperativista que George Bailey sostiene contra viento y marea. Mucho más que el de la guerra y sus consecuencias, es en este orden de la realidad –el orden social que tiende a configurar el capitalismo rampante– en el que ¡Qué bello es vivir! –fiel también en esto a su modelo, el Cuento de Navidad de Dickens– plantea con deliberada candidez la lucha de la bondad contra el mal.
La previsible cursilería panegírica por la retirada de Vargas Llosa suspende el juicio crítico también en lo relativo a las derivas ideológicas del escritor
Por cierto que, como me hizo observar Rodrigo Fresán en cierta ocasión, ¡Qué bello es vivir! es de los muy raros “cuentos morales” en el que el malvado sale indemne, por muy glorificado que sea el héroe bondadoso. Lo que introduce una profunda ración de realismo en este relato fantástico, siempre ejemplar.
26.12.23
Como algunos rockeros y folclóricas, como los toreros y los deportistas, también Mario Vargas Llosa anuncia a bombo y platillo su retirada de los escenarios. Ya no volverá a escribir más novelas. Ni a publicar más tribunas en la prensa. Apenas se da plazo para escribir un último ensayo sobre un ídolo de su juventud: Jean-Paul Sartre. Entretanto, la despedida del escritor parece responder a esa vanidosa y común fantasía consistente en fingirse muerto para saber qué dirán de uno los demás. El anuncio ha dado pie a toda una cascada de “obituarios” en vida, ese género de la adulación y la pleitesía cada vez más concurrido. Escritores como Fernando Aramburu, Juan Gabriel Vásquez, Luis García Montero y Daniel Gascón, entre otros muchos, se han precipitado, cómo no, a rendir honores al maestro, como quien deposita una corona de flores en un túmulo funerario (corona que casi todos aprovechan antes para enmarcar su propio retrato, destinado a la orla en que figurarán los mejores de la clase). La previsible cursilería panegírica suspende el juicio crítico también en lo relativo a las más que objetables derivas ideológicas del escritor. La palma se la lleva, en este punto, Aramburu, que en su columna escribe: “Arriesgadamente agregó a la vocación de escritor la de político, coyunda siempre dañina para la primera. ¿Lo animaría el gusto de coleccionar detractores que lo siguiesen, como los niños de Hamelín, al son de la flauta de sus opiniones? Conmigo no fue posible, aún menos cuando ensalzó a personajes públicos con los que yo preferiría no compartir la merienda, aunque admiro que nunca lo arredrase decir lo que pensaba sobre asuntos de interés colectivo. Con la misma indulgencia me acomodaría a la fe política de otros con tal de que escribieran libros de calidad parecida”. La verdad es que no termino de entender lo que quiere decir Aramburu. Supongo que entre esos “personajes públicos” a que alude tan vagamente se cuentan Margaret Tatcher, Esperanza Aguirre (la “Juana de Arco liberal”), Isabel Díaz Ayuso, Javier Milei y tantas otras glorias que Vargas Llosa, pensando siempre en el “interés colectivo”, no ha tenido empacho en aplaudir y celebrar. Pero, ¿en qué demonios consistirá esa indulgencia que Aramburu está dispuesto a conceder a quienes escriban buenos libros?
¿Alguien sabe explicarme por qué demonios Ayuso habla de esa manera? ¿Gusta esto a sus seguidores? ¿Les pondrá eso a los machotes del PP?
27.12.23
Puede que nada ilustre mejor el fracaso del comunismo, al menos en España, que la convicción tan rotunda, superior aún a su mala fe, con que tantos políticos y opinadores de la derecha, con Ayuso al frente, tachan a Pedro Sánchez de “comunista”. Ni el odio ni la ignorancia, con ser abismales, justifican por sí solos tanto despiste.
(Por cierto, en el vídeo que linkeo: ¿alguien sabe explicarme por qué demonios Ayuso habla de esa manera? ¿Quién le habrá recomendado emplear el tonillo de una aplicada alumna de primaria que recita de memoria la lección? ¿Gusta esto a sus seguidores? ¿Les pondrá eso a los machotes del PP?)
01.01.24
“Que no caigan en la bajada ni en la subida del camino, / que no encuentren obstáculos ni detrás ni delante de ellos / ni cosa que los golpee. / Concédeles, Señor, buenos caminos, / hermosos caminos planos” (del Popol-Vuh, conocido como “libro sagrado de los mayas”).
02.01.24
Ja, ja, ja. ¡¡Es estupendo!! Apenas hemos empezado a digerir la lista de los 50 mejores libros de 2023 cuando desde Babelia nos proponen ya la de “los 25 libros más esperados de enero”. ¡25! ¡Y solamente de enero! ¡Viva Godot!
03.01.24
Voy al cine a ver Anatomía de una caída. Una película “de juicios” en la que, de forma sesgada, se aborda la cuestión de la responsabilidad “jurídica” –por así calificarla– de la omnipresente autoficción. La película daría para un buen debate sobre el asunto.
04.02.24
No tardará en concluir la muestra Llámalo de otra manera (Something Else Press, Inc., 1963-1974), hasta el 22 de enero en el Museo Reina Sofía. La visité el pasado mes de noviembre y, dada la escasa atención que ha recibido, le he dedicado la columna que mando hoy mismo a El Cultural. Apenas me da en ella para procurar unas pocas pistas sobre la naturaleza del proyecto editorial emprendido en los sesenta por Dick Higgins. Y dado que no he podido citar, ni siquiera fragmentariamente, el texto en que Higgins difundió en 1965 su pionero concepto de intermedia, me desquito volcando aquí algunos pasajes, que estimo que, con sólo unos pocos retoques, mantienen perfecta vigencia:
“El arte es una de las maneras que la gente utiliza para comunicarse. Me resulta difícil imaginar una persona seria que sea capaz de atacar un medio de comunicación per se. Nuestros verdaderos enemigos son los que nos envían a morir en guerras sin sentido o nos obligan a vivir vidas que se reducen al trabajo soporífero, no la gente que utiliza medios de comunicación alternativos a los que nos parecen más apropiados en el contexto actual. Cuando alguien ataca estos medios, eso implica que se ha puesto en juego una maniobra de distracción que solo beneficia a los intereses de nuestros verdaderos enemigos. Pero lo cierto es que, debido a las campañas de alfabetización a gran escala, a la televisión y a los transistores de radio, nuestra sensibilidad ha cambiado. La propia complejidad de este efecto ha favorecido el gusto por la simplicidad, por un arte basado en las imágenes elementales que los artistas han utilizado siempre para expresarse […] Ya no nos conformamos con los discursos grandilocuentes que nos urgen a tomar las armas para enfrentarnos a un mar de problemas: queremos ver soluciones. El arte que puede lograrlo de una manera más directa es el que favorece la inmediatez, con las mínimas distracciones […] Si asumimos, a diferencia de lo que afirman McLuhan y otros autores que vienen arrojando algo de luz sobre el problema, que en nuestro mundo actúan fuerzas amenazantes, ¿no sería lo más apropiado aliarnos para combatirlas y convertir lo que verdaderamente nos importa, lo que amamos u odiamos, en el nuevo objeto de representación de nuestra obra? ¿Cabe que el problema fundamental de los próximos años no sea tanto el descubrimiento de nuevos medios como el descubrimiento de maneras de usar lo que nos importa de forma apropiada y explícita? El viejo adagio que reza que ‘no es lo mismo hablar que actuar’ nunca tuvo tanto significado como ahora […] Debemos encontrar el modo de decir lo que hay que decir a la luz de nuestros nuevos medios de comunicación. Para ello vamos a necesitar nuevas tribunas, organizaciones, criterios, fuentes de información. Queda mucho por hacer, quizá más que nunca. Pero ha llegado el momento de dar los primeros pasos”.
La cosa suena a utopismo sesentero, sí, pero es que, más de medio siglo después, seguimos en las mismas. Higgins fue pionero en el aprovechamiento de las computadoras con fines artísticos y no dejó de explorar maneras de dar curso a las pulsiones que desde entonces no han dejado de actuar en una cultura cada día más mutante, para la que cabe reclamar, hoy como ayer, un espíritu de intervención como el que postula.
06.01.24
Hoy, en Babelia, foto de grupo de nueve poetas españolas. Titular: “Poetas para un nuevo 27: la generación de mujeres que domina la poesía en español”. María Gómez Lara, Raquel Lanseros, Julieta Valero, Lara Moreno, Ada Salas, Elena Medel, Ana Merino, Ángela Segovia y Berta García Faet se dejan fotografiar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid posando a la manera artificiosamente casual que puso de moda Annie Lebowitz en sus vomitivas fotos grupales. ¿Por qué? ¿Para qué? Si uno lee la letra del sonrojante reportaje de Ruiz Mantilla, resulta que no se trata, en realidad, de una generación, sino de dos (las edades entre las fotografiadas oscilan entre los 36 y los 58 años). Lo mismo da. El reportaje celebra como marca común de las nueve poetas… ¡el eclecticismo! Lo ratifica Raquel Lanseros: “No tenemos, en mi opinión, una definición clara y única. Pertenecemos a tiempos en los que impera el eclecticismo en la poesía y el resto de las artes, tanto para abordar temáticas como estéticas”. Estaría bien indagar qué expresa ese eclecticismo. Y ya de paso, qué expresa esa común aquiescencia a dejarse fotografiar de ese modo, a dejarse presentar de ese modo. ¿Qué demonios es eso del “nuevo 27”? ¿Y lo de “dominar” la poesía en español? ¡“En español”! ¡Y una sola latinoamericana frente a ocho españolas! ¿A nadie le da la cosa un pelín de vergüenza?
¿Qué demonios es eso del “nuevo 27”? ¿Y lo de “dominar” la poesía en español? ¡“En español”! ¡Y una sola latinoamericana frente a ocho españolas!
07.01.24
Por recomendación de Ana, leo con cierto retraso un extenso reportaje de José Durán Rodríguez en El Salto titulado “‘¡Vendidos!’, la acusación que traumatizó a los músicos de la generación X en los años noventa”. El autor se sirve de lo ocurrido con la escena alternativa del rock de los noventa para ilustrar el modo en que, a raíz sobre todo del éxito inesperado de Nirvana, las grandes discográficas fueron colonizando progresivamente grupos y sellos que se habían mantenido en una especie de semiclandestinidad contracultural, y fueron socavando su resistencia a entrar en el “sistema”. Poco a poco, el temido anatema que suponía ser acusado de haberse “vendido” fue perdiendo capacidad de intimidación. “Venderse” fue dejando de estar mal visto. Y enseguida se pasó a hacer cola y postularse para ser mejor vendido. Como dice el músico Abel Hernández (excantante del grupo de rock experimental Migala), en declaraciones recogidas por José Durán: “Parece claro que hemos pasado de una época, pre crisis de 2008, en que existió cierta superioridad cultural de lo que yo más bien llamaría formas y conductas alternativas a lo mainstream, o directamente antimercado, a las actuales promainstream, donde predomina la búsqueda ansiosa de ser incluidos en el sistema”. A lo que apostilla José Durán: “Es un giro, opina, que simplemente indica el deslizamiento progresivo que se ha dado en el mundo en general en las últimas dos décadas al compás de lo que Mark Fisher denominó realismo capitalista: la creencia instalada de que no hay alternativa al sistema económico, social y mental capitalista”.
El artículo/reportaje de José Durán está lleno de interés y no he podido evitar leerlo proyectando cuanto dice en el ámbito de la literatura y del negocio editorial. Es algo que no puede hacerse de manera mecánica, pues, como advierte Xandru Fernández en declaraciones recogidas también por José Durán: “La industria editorial es mucho más conservadora que la discográfica porque sabe que controla todas las etapas en la difusión de la obra literaria. Y, sobre todo, controla las instancias legitimadoras, que es lo que se suele llamar crítica literaria pero que cada vez más es un apéndice de la promoción editorial. La música, hasta no hace mucho, generaba espacios críticos independientes que llegaban a condicionar el funcionamiento de la industria discográfica. En cierto modo sigue siendo así, aunque las condiciones ya no sean las mismas de hace veinte años. Pero con la crítica literaria ni sucede ahora ni sucedía hace veinte años”.
No estoy del todo seguro de que sea así, o no al menos de modo tan concluyente. También en literatura, si bien con un calendario distinto, y salvadas todas las distancias entre dos industrias –la editorial y la discográfica– de tan diferente tradición, solera e irradiación cultural, se produjo un fenómeno comparable al que dibuja Durán. Particularmente en España, durante la llamada Cultura de la Transición.
Cabe reconocer, ya a finales de lo setenta, la pérdida de cierto “pudor” que diferenciaba las “estrategias” de los escritores que se consideraban “serios” frente a los más “comerciales”
Lo ocurrido en el ámbito de la música underground es extrapolable a lo que se entiende por contracultura en todos los ámbitos, incluido el literario. Y en el marco de este último, mucho más allá del recinto muy restringido de la contracultura, cabe reconocer sin duda un mismo proceso de “doblegamiento” al “realismo capitalista” que comportó, ya a finales de lo setenta, la pérdida de cierto “pudor” que hasta entonces diferenciaba las “estrategias” personales, y no sólo literarias, de los escritores que entonces se consideraban “serios” frente a los más “comerciales”.
Empleo unos términos deliberadamente gruesos, no es lugar éste para hilar fino. Por lo demás, quizá donde mejor quepa observar este proceso al que me refiero sea en el terreno en su día tan resbaladizo de los premios literarios. En 1977 gana el premio Planeta Jorge Semprún. En 1978, Juan Marsé. En 1979, Manuel Vázquez Montalbán, y el año siguiente queda finalista nadie menos que… ¡Juan Benet! Y de entonces en adelante.
07.01.24
Hablando de premios literarios, ayer se concedió el “prestigioso” premio Nadal. Lo ganó César Pérez Gellida con una novela que las agencias de noticias resumen en estos términos: “Un thriller sobre una enigmática y seductora viuda que en la Extremadura de principios del siglo XX marcó el destino de quienes se cruzaron con ella, tiñendo el camino que pisaba de pasión, sangre y barro. Tras incendiarse su hacienda, la protagonista de esta historia desaparece y se desata una investigación para saber qué ha sucedido y qué ha sido de ella”. Todavía más incitante es el resumen de la novela con la que Jaume Clotet obtuvo, en la misma noche de gala, el Premi Josep Pla: “Un thriller de base histórica que narra una misión trepidante en la que se juega la guerra entre el bien y el mal y que puede hacer tambalear los mismos cimientos de la Iglesia. La novela parte de la ciudad de Acre, en Tierra Santa, en 1291, donde un grupo de caballeros templarios huyen del agonizante reino de Jerusalén y se llevan consigo el secreto más bien guardado de la cristiandad, un misterio que lleva al lector a la actualidad de la mano de sus dos protagonistas, un monje de Montserrat y una mossa d’esquadra”.
08.01.24
Andreu Jaume me manda este enlace del discurso que Daniel Barenboim pronunció en Israel cuando le dieron el Premio Wolf, en el año 2004. Imposible un comentario más rotundo, expresivo y sucinto a lo que está ocurriendo en Palestina. Admirable Baremboim.
09.01.24
Me entero hoy mismo de que, al haberse agotado el plazo para presentar un recurso de casación, se ha hecho firme la sentencia del pasado 10 de noviembre que desestimaba por segunda vez, con toda rotundidad, la demanda interpuesta contra mí por Carolina López, la viuda de Roberto Bolaño, y sus dos hijos. Los demandantes quedan condenados, así, a pagar las costas del proceso. La demanda fue cursada en diciembre de 2018, y en ella me reclamaban una reparación de 150.000 euros por daños al honor y la intimidad. La vista se celebró en diciembre de 2019, y la sentencia que desestimaba la demanda fue publicada en enero de 2020. Carolina López y los suyos la recurrieron, y hasta hoy no me he visto libre de los enredos, las intimidaciones y las fatigas que, para mi asombro, conlleva tener que acreditar en los tribunales la propia inocencia –y la simple evidencia de la razón– frente a una acusación a todas luces infundada, movida por Dios sabe qué ruindades. La cosa ha durado cinco años, para los que la sentencia no establece otra reparación que la de los gastos materiales. Eso, y la satisfacción de que no se hayan abierto paso la ingratitud, la inquina y la codicia. Pero quién demonios me indemniza por el tiempo y los desvelos empleados y por el daño sobrevenido de parte de los seres más allegados de quien fue un buen y muy querido amigo. Algún día, más temprano que tarde, me tomaré la molestia de contar, para ilustración y pasmo de propios y extraños, el contenido de la demanda, sus precedentes y su contexto. Por si sirve de aviso de caminantes y alerta de insidiosos.
11.01.24
Hoy se cumplen cinco años desde la muerte de Claudio López de Lamadrid. Aquel día lo estaba yo esperando en Casa Palet, una casa de comidas de la calle Laforja de Barcelona, donde comíamos juntos de vez en cuando. Claudio, siempre tan puntual, no llegaba, y yo, que en estos casos comienzo, en mi impaciencia, a especular con toda clase de malentendidos, pensé en muchas cosas que explicaran ese retraso, pero ni se me pasó por la cabeza su motivo real. Hasta que Miguel Aguilar me llamó para decirme que Claudio se había desmayado en la editorial y lo habían llevado al hospital. Dado que llevaba bastante tiempo encontrándose mal, la noticia no me alarmó demasiado. Pero tan pronto llegué al hospital, una de sus hermanas me dijo enseguida que estaba clínicamente muerto. ¿Quién podía imaginárselo? ¿Cómo aceptar algo así?
Es difícil evaluar las consecuencias de la quiebra que supuso para el sistema editorial en lengua española la pérdida de Claudio López de Lamadrid y Julián Rodríguez Marcos
El legado editorial de Claudio viene siendo administrado con tacto, talento y un coherente sentido de la continuidad por Miguel Aguilar. Pero es difícil evaluar las consecuencias de la quiebra que supuso para el sistema editorial en lengua española la pérdida, el mismo año 2019, de dos editores como el mismo Claudio y, apenas seis meses después, Julián Rodríguez Marcos. Como escribí a propósito de la muerte de este último, “la desaparición de estos dos editores relativamente jóvenes, los dos muy caracterizados, situados al frente de dos proyectos, aunque muy diferentes, de largas miras, en buena medida movidos por el empeño en normalizar el tráfico literario en lengua española entre una y otra orilla del Atlántico, constituye una auténtica catástrofe en varios sentidos […] Julián y Claudio compartían no pocos gustos e inquietudes, entre éstas las relativas a la búsqueda de nuevos cauces en que reorientar el mercado del libro; a ambos los unía una sensibilidad y unos métodos de trabajo afines que constituían no tanto una línea como un estilo de actuación surgido de la convicción de que se venía haciendo imprescindible, desde mucho atrás, ampliar el radio de acción del mundo editorial que tiene a España por metrópoli”.
16.01.24
La democracia es de derechas. Puede que algún día me tome el trabajo de explicar esta frase, que no es ninguna boutade: es una convicción. Me refiero, naturalmente, a la democracia comercial: la única modalidad de democracia que en la actualidad conocemos. Vuelvo a pensar esto al leer hoy, en la primera plana de todos los diarios, que Trump ha arrasado en los “caucus” de Iowa, y al escuchar luego (siempre esos morritos, alternando con la sonrisa de Netol) pasajes de su último discurso.
Postscriptum: ¡Sonrisa de Netol! ¡Quién demonios sabrá a estas alturas lo que significa eso! Hay expresiones que traicioneramente nos delatan y envejecen.
24.12.23
Cumpliendo un viejo y muy concurrido ritual navideño, la noche del 22 yo también volví a ver ¡Qué bello es vivir! (1946), de Frank Capra. A través de las risas y la emoción, cada vez que la veo –así ocurre siempre con los clásicos– reparo en aspectos de la película a los...
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Ignacio Echevarría
Es editor, crítico literario y articulista.
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