futuro incierto
¿Qué Europa necesitamos los árabes?
Europa debería distanciarse de EEUU porque está transformando una cultura basada en la libertad, la democracia y el diálogo, en una cultura de seguridad
Jaafar Al Aluni 15/01/2024
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El siglo pasado tuvo más sombras que luz, a pesar de sus logros científicos, sociales, culturales y tecnológicos. Visto desde un punto de vista puramente humanitario, podría describirse como un siglo atroz que no sólo oscurece los desastres de los precedentes, sino que amenaza con proyectarlos, también, al presente y al futuro.
A la luz de las guerras que tienen lugar en el mundo, ya sea en Europa –la guerra de Ucrania– o en Oriente Medio –la agresión israelí a Gaza–, existe un riesgo de que la memoria europea se mueva en la dirección de consolidar los errores del pasado en lugar de hacer un presente más humano y culturalmente justo. Esa memoria sobre la que asentar el futuro de Europa debe consistir no sólo en preservar la luz de los acontecimientos sino en no olvidar los tiempos de oscuridad.
Si contemplamos la situación cultural del mundo, podemos ver cómo la tecnología está tomando el control de todo, especialmente en Occidente, y cómo se independiza y se vuelve autosuficiente hasta el punto de hacernos cuestionar el progreso y crear en nosotros la sensación de que la razón ya no es capaz de controlar sus logros.
Esta visión que surge de la vertiginosa transformación tecnológica controlada por Estados Unidos, que Europa imita ciegamente, establece hoy, en el conocimiento y en la experiencia, las bases para desarraigar al ser humano y arrojarlo al abismo de la incertidumbre y del absurdo. El individuo se convierte en un títere utilizado por la tecnología del cambio y sacudido por los caprichos de quienes la controlan, hasta el punto de hacernos creer que el mismo cambio no es más que una especie de distorsión.
La transformación tecnológica controlada por EEUU, que Europa imita ciegamente, establece las bases para desarraigar al ser humano
Y aquí concretamente se encuentra el ser humano, asomado a la sima del terror. El ritmo del avance tecnológico lo coloca, como afirman los especialistas en la materia, ante un problema que no puede superar. Cada década, aproximadamente, este ritmo lo lleva a una nueva situación sociocultural esencialmente diferente a la anterior, lo cual merma su capacidad de respuesta y adaptación. Finalmente, este desequilibrio explotará y llenará la vida de escombros, creando así un abismo entre el individuo y su entorno, dejándolo perdido e indefenso: en el exterior se expande el desierto de la tecnología, mientras en su interior crece la sensación de aplastamiento e impotencia.
En este contexto, Europa, decíamos, imita a Estados Unidos en esta visión que afecta a su relación con el Otro –en el caso que nos ocupa, Oriente y el mundo árabe e islámico en particular–. En esta relación, Europa, con el pretexto de introducir al Otro en el mundo del “progreso” ofrece su cultura, especialmente la tecnología y los valores de la democracia. Y así se presenta ante el mundo árabe, a través de conferencias, películas y similares, con una labor que es más propaganda que verdadero diálogo. Es como si Europa quisiera que la escucharan sin escuchar a nadie, como si buscara simpatizantes y partidarios, no interlocutores y discrepantes. Por eso trata al Otro como alguien necesitado e inferior, actitud que contradice el principio del diálogo e invita a pensar que la cultura europea no es más que una herramienta supeditada a su política exterior. La cultura, no la política, es el lugar donde el Yo y el Otro se unen en el encuentro de los diferentes, el encuentro de la libertad y del diálogo.
Quizás debería recordarse aquí que la historia de la relación de Europa con el mundo árabe e islámico no es afortunada, ya que los árabes no pueden olvidar que el saber europeo y sus valores racionales llegaron a sus tierras a sangre y fuego.
Por lo tanto, y a la luz de todo lo que está sucediendo hoy en día, Europa debería distanciarse de la influencia que la política estadounidense ejerce sobre ella, porque está transformando una cultura que se basa en los fundamentos de la libertad, la democracia y el diálogo en una cultura de seguridad, que percibe, a Oriente, al musulmán en particular, como un ente terrorista, violento o atrasado. Participar de esa mirada conlleva trabajar para aislarlo y excluirlo, o para declarar, como hace la política estadounidense, su derecho a castigarlo y civilizarlo. En este sentido Europa no difiere en profundidad –¡qué paradoja!– de la visión salafista que prevalece en la lectura del islam, y que se resume en la perfección religiosa.
Europa no debería abandonar el principio del diálogo y de la apertura a los demás. Cuando abandona este principio, comienza a traicionarse a sí misma. El Otro es esencial para el yo europeo. De hecho, a Europa no le basta comprender la producción del Otro, sino que debe entenderse a sí misma a través de ese Otro y de su legado.
Europa corre el riesgo de enfrentarse a nuevas guerras o genocidios a través de una tecnología provista de medios más crueles
Lo que realmente necesita el mundo, y lo que necesitamos los árabes en particular, es el resurgir de una Europa distanciada de la visión estadounidense y de las ideologías intelectuales fascistas que apoyan la guerra; esto también significa reformular su apuesta por una cultura tecnológica que hunde al ser humano y lo convierte en mercancía. Se trata, en definitiva, de un renacimiento basado en un proyecto cultural de ámbito universal que se abra a todas las culturas y se nutra de sus particularidades; todo ello con el objetivo de construir un futuro en el que los seres humanos sean iguales, libres y dueños de sus destinos.
De no ser así, Europa corre el riesgo de enfrentarse a nuevas guerras o genocidios a través de una tecnología provista de medios más crueles y terribles que cualquiera que la humanidad haya conocido a través de su historia.
En la creatividad ética y estética, el ser humano encuentra su significado más sublime, halla igualmente la base más elevada para el cambio, la trascendencia y el progreso. El futuro humano más excelso, o es fruto de una alta creatividad ética y estética, de esa interconexión complementaria y fraternal entre el Yo y el Otro, o nunca existirá.
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Jaafar Al Aluni es poeta y traductor de origen sirio. Autor de Diván de poetisas árabes contemporáneas. Traductor de Adoniada y Entre lo fijo y lo mudable. Creación y tradición en la cultura árabe.
El siglo pasado tuvo más sombras que luz, a pesar de sus logros científicos, sociales, culturales y tecnológicos. Visto desde un punto de vista puramente humanitario, podría describirse como un siglo atroz que no sólo oscurece los desastres de los precedentes, sino que amenaza con proyectarlos, también, al...
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