MALOSERÁ
Un fantasma recorre Europa
El principal problema de los agricultores reside en el oligopolio de distribución y comercialización, al que tienen que vender sus productos en las condiciones que les dicten
Antón Losada 9/02/2024
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Un fantasma recorre Europa. Y hace temblar a gobiernos, cancillerías, comisarios y comisarias europeas. El poderoso rugir de los motores de los tractores que bloquean carreteras y circunvalaciones o atascan avenidas en las ciudades les quita el sueño. El majestuoso rodar de sus imponentes ruedas puede que les recuerde al implacable girar de las ruedas del destino. Si no hubiera elecciones europeas el 9 de junio, a lo mejor era cuestión de esperar armados de paciencia y pillarse alguna pócima natural que les ayudase a conciliar el sueño.
Pero la vida es dura. Hay elecciones, la cosa ya no pintaba bien para la entente conservadora y socialdemócrata que ha gobernado la Unión Europea durante las últimas décadas y el auge de la extrema derecha no parece toparse con su techo, a pesar de tropezones inesperados como el 23J. Hay que hacer algo, lo que sea, habrán pensado en esos mismos gobiernos, cancillerías y departamentos europeos agitados por las movilizaciones agrarias.
Los gobiernos estatales han salido en estampida a culpar de todo a la Unión Europea. Se trata de los mismos gobernantes que luego lamentan que el antieuropeísmo rampe libre por el continente. No es sólo que le compren el marco a la extrema derecha, cómodamente instalada en la nostalgia de una Europa de naciones ricas, prósperas y autosuficientes que nunca existió y que el proyecto europeo supuestamente destruyó. Es que, además, le dan la razón. Las mejores décadas de crecimiento sostenido, estabilidad política y Estado del bienestar que hemos disfrutado se deben en buena medida a ese proyecto que ministros y ministras utilizan como escudo para eludir sus responsabilidades. Haríamos bien en no olvidarlo.
La Comisión Europea, que ya se sabe cómo acaba este cuento, se ha apresurado a retirar de su agenda normativa y política todo aquello que suene parecido a asunto que moleste a los tractoristas. Ahora resulta que la transición energética puede esperar y el libre comercio con medio mundo no resultaba tan urgente. Tampoco tenía tanta prisa la lucha contra el cambio climático y la agricultura sostenible libre de químicos y fertilizantes de dudosa eficacia y aún más incierta salubridad. De la reducción de la pesada e ineficiente burocracia europea, que agota y multiplica los costes del sector agrario y de todos los sectores económicos y sociales imaginables, ni una palabra; que con las cosas de comer y el poder no se juega.
Pero llegan tarde. Nadie ha corrido más que la extrema derecha, incongruente a la hora de diagnosticar los problemas y frívola cuando propone las soluciones, pero extraordinariamente hábil para detectar el malestar y darle a la gente un remedio fácil y efectivo para sus miedos e incertidumbres: señalar un culpable y a por él. Comisión y gobiernos van corriendo detrás en esto; igual que llevan una década corriendo como pollos sin cabeza tras la extrema derecha en las políticas de migración, hasta acabar asumiendo un diagnóstico tan inútil como falaz y unas soluciones tan costosas como ineficaces que recuerdan mucho al discurso ultra.
Hay muchas reivindicaciones en las que tienen razón los agricultores. Tienen razón cuando reclaman que no se les puede imponer los costes de transición a un nuevo modelo de producción mientras se riega, por ejemplo, al sector del automóvil con todo tipo de incentivos. Tienen razón cuando reclaman que se apliquen las mismas exigencias de calidad y control a los productos agrícolas importados para evitar la competencia desleal. Tienen razón cuando reclaman que se aligere la burocracia de unas administraciones que implantan no pocas veces la administración digital para quitarse trabajo de encima y trasladárselo a los ciudadanos. Tienen razón cuando denuncian que sirve de poco aprobar una Ley de Cadena Alimentaria sin generalizar las inspecciones e imponer sanciones que por su entidad desincentivan su cumplimiento. Tienen razón cuando reclaman a los gobiernos, central y autonómico, más agilidad en las ayudas para paliar los efectos de la sequía o los costes energéticos. Tienen razón cuando denuncian que las administraciones se muestran muy valientes y ecologistas con ellos, pero no se les ve tan categóricos y severos frente a las energéticas o el automóvil.
Pero su mayor problema no es la agenda 2030, o los agricultores o productores de otros países, europeos o no, ni siquiera los ejecutivos estatales o la Comisión o el Parlamento Europeo. Su principal problema reside más en el oligopolio de distribución y comercialización, al que tienen que vender sus productos en las condiciones que les dicten. La caída de rentabilidad de sus explotaciones se debe más a las consecuencias de ese oligopolio que a las naranjas de Marruecos, la carne de Brasil o las regulaciones de pesticidas. A lo mejor debieran plantearse empezar a aparcar sus tractores también ante las puertas de las grandes superficies.
Un fantasma recorre Europa. Y hace temblar a gobiernos, cancillerías, comisarios y comisarias europeas. El poderoso rugir de los motores de los tractores que bloquean carreteras y circunvalaciones o atascan avenidas en las ciudades les quita el sueño. El majestuoso rodar de sus imponentes ruedas puede...
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Antón Losada
Profesor Titular de Ciencia política y de la administración en la USC. Doctor europeo en Derecho por la USC. Máster en Gestión pública por la UAB. Escritor y analista político. Padre de Mariña.
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