1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 1359 Conseguido 67716€ Objetivo 140000€

TRINCHERAS MEDIÁTICAS

Barroso: política y medio (valga la redundancia)

El influyente asesor en la sombra, fallecido en enero, fue un actor clave en el gran pulso por la hegemonía progresista disputado durante décadas a caballo entre la Moncloa, el PSOE y el Grupo Prisa

Revista Mongolia 5/03/2024

<p>Juan Luis Cebrián y Felipe González. / <strong>Luis Grañena</strong></p>

Juan Luis Cebrián y Felipe González. / Luis Grañena

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Una de las figuras más influyentes de la política española, aunque en buena parte desconocido para el gran público porque se movió siempre en la sombra, falleció sorpresivamente el 13 de enero a los 70 años: en Miguel Barroso (Zaragoza, 1953 - Madrid, 2024) convergieron varias de las líneas maestras que han marcado la España política y mediática desde la recuperación de la democracia: el fracaso de la extrema izquierda en la Transición, que él vivió en Barcelona desde Bandera Roja y El Viejo Topo; el auge arrollador de la socialdemocracia con la llegada de Felipe González a la Moncloa, al que se sumó ya de entrada como jefe de gabinete del ministro de Educación y gran referente intelectual del PSOE, José María Maravall, y la posterior tensión entre polos generacionales y políticos crecientemente en tensión en pugna por la hegemonía progresista, un choque que trascendió de mucho al PSOE e impactó de lleno a la Moncloa, a las relaciones en el conjunto de la izquierda y al ecosistema mediático de este país.

En casi todas las fallas clave, las verdaderamente capaces de desencadenar un terremoto político o mediático, estuvo Barroso, que fue un actor determinante para intentar liberar el campo progresista de los corsés impuestos por la Santa Alianza custodiada durante décadas por Felipe González y Juan Luis Cebrián, con múltiples réplicas en el PSOE, en la Moncloa y en las relaciones de ambas instancias con el Grupo Prisa, el gran referente mediático de los progresistas en España desde la Transición.

Barroso fue un actor determinante para intentar liberar el campo progresista de los corsés impuestos por la Santa Alianza

A través de su figura, Mongolia repasa sucintamente cuatro décadas en los grandes pulsos de construcción de hegemonía progresista en la política y los medios (valga la redundancia).

El reinado feliz del PSOE y El País

El País se convirtió, casi desde el mismo día de su fundación, en 1976, en el periódico de referencia de la nueva España que se perfilaba con la Transición. Arrancó con un accionariado que en sí mismo simbolizaba este proceso –con representantes de casi todo el espectro político, desde AP hasta CDC y el PCE–, pero el éxito colosal desencadenó rápidamente una batalla interna que el consejero delegado, Jesús de Polanco, y el director, Juan Luis Cebrián, llevaron, desde la independencia que aportaba la solvencia económica, hacia una creciente comunión con el polo que acabó encarnando los nuevos tiempos: el PSOE de Felipe González.

Jesús de Polanco y Felipe Gonzalez en un almuerzo-coloquio de la Fundación Euroamérica en 2007.

En 1981, tras una rocambolesca aventura periodística para desenmascarar a los golpistas del 23F, Barroso aterrizó en El País junto a su cuate Javier Valenzuela y desde ahí vivió la marea que el año siguiente iba a llevar a Felipe González a la Moncloa a lomos de la espectacular mayoría absoluta. Formado el Gobierno, Barroso se sumó al equipo de Maravall y arrancó con ello una larga trayectoria como asesor de cabecera al máximo nivel, pero sin quitar nunca el ojo de El País y del campo de juego mediático, consciente como siempre fue del papel vital de los medios de comunicación sobre la opinión pública y como actor político clave en la construcción de hegemonía.

En los sucesivos mandatos de González, el Gobierno y el Grupo Prisa, que fue amplificando su influencia tras adquirir la Cadena Ser y las sinergias con sus editoriales, consolidaron una relación simbiótica construida inicialmente en plano de igualdad por la potencia de ambos, no exenta de las tiranteces inherentes al poder y al ejercicio del periodismo, pero con una agenda compartida de modernización progresista del país. Las relaciones privilegiadas entre González y Cebrián alumbraron un exitoso combo, que llegó incluso al terreno editorial cuando firmaron a cuatro manos –El futuro no es lo que era (Aguilar, 2001)–, autoconvencidos de que su genialidad compartida merecía la admiración no solo de los españoles sino del mundo entero.

Sin embargo, desde la década de 1990 ambos transitaban ya lejos del apogeo creativo de los ochenta. Aburrido del periodismo, y con una creciente obsesión por el dinero y el poder, Cebrián quiso convertirse en un gran ejecutivo –en Prisa, pero también en la banca, con Bankinter–, y hasta jugar directamente a la política, con coqueteos con el italiano Marco Pannela y su Partido Radical italiano, desde posiciones ultraliberales, que tras la caída del Muro de Berlín se le radicalizaron y le llevaron a intentar ajustar cuentas en su propio periódico con lo que devino su verdadera obsesión durante muchos años: el deseo de extirpar de la redacción cualquier resto que pudiera quedar de la cultura del mayo del 68, que veía por doquier.

Cebrián procedía del periodismo franquista –Arias Navarro, exponente del bunker, confió en él como jefe de Informativos de TVE– y llevaba mal que el éxito de su periódico lo debiera también en gran parte a la redacción formada muy mayoritariamente por rojos y rojas procedentes de toda la sopa de letras de la extrema izquierda en la Transición.

Obviamente, buena parte de esta radicalidad se fue atemperando en la mayoría de casos con la consolidación de la democracia, pero sí quedó muy impregnado en el periódico este poso cultural, con fuertes raíces en el mayo del 68. Ello molestaba sobremanera a Cebrián, renacido como aspirante a tiburón capitalista, que se atribuía casi en exclusiva el éxito de El País hasta el punto de que incluso Polanco le empezó a parecer un figurante timorato, como reflejó años después en sus memorias, Primera página (Debate, 2016).

Cebrián se concentraba en pequeñas batallas para estar en condiciones de imponerse cuando llegara la era post-Polanco

Uno de los motivos permanentes de tensión entre Cebrián y Polanco, que se prolongó hasta el fallecimiento de este último, en 2007, fue precisamente esta obsesión del primer director del periódico por extirpar los restos del mayo del 68 de la redacción, lo que a menudo derivó en cruentas batallas con el poderoso comité de empresa. Pese a su empecinamiento, Cebrián solía perder estas batallas, puesto que Polanco, que también procedía del franquismo, siempre optó por mantener el statu quo con un argumento pragmático: “Si así nos ha ido tan bien, ¿por qué cambiar?”.

Al no poder ganar la guerra, Cebrián se concentraba en pequeñas batallas para estar en condiciones de imponerse cuando llegara la era post-Polanco, como el nombramiento como jefe de Opinión de El País de una figura tan derechista como el hoy eurodiputado de Vox Hermann Tertsch o la promoción de un grupo liderado por el periodista Antonio Caño, que en el crepúsculo del Gobierno de Felipe González ya se organizó para llevar el periódico hacia la derecha con el fin de entenderse mejor con un futuro gobierno de José María Aznar, que a partir de 1993 se veía como ineludible.

Este grupo primigenio, que denunciaba la influencia del “comando Rubalcaba” dentro del periódico con argumentos supuestamente profesionales pero con un trasfondo político neoconservador muy evidente, se convirtió en el polo de referencia interno de los que iniciaban un tránsito hacia la derecha y alcanzaría el cenit en la década de 2010 con Antonio Caño aupado a la dirección del periódico cuando la muerte de Polanco dejó a Cebrián con el camino expedito para su programa máximo y sin contrapesos.

Todos estos movimientos fueron taponados siempre por Polanco mientras vivió, pero ayudan a entender las raíces en el siglo XX de las batallas mediáticas en el ecosistema progresista en el siglo XXI, que tendrían en Barroso a uno de los principales antagonistas de este polo derechista. Y es que este corrimiento de tierras se daba también en la Moncloa, con Felipe González en fase crepuscular, que en 1993 evitó el K.O. por los pelos y que en su discurso de la victoria imprevista dejó para la historia una de las frases que le proporcionó precisamente Barroso: “He entendido el mensaje”.

Pero en realidad, González no había entendido una de las claves de la frase que le regaló su asesor: la hora del viejo PSOE y de sus dogmas había pasado.

A diferencia del nuevo grupo neocon que anidaba en El País –y que se expresaría abiertamente como tal durante la “guerra contra el terrorismo” emprendida por George W. Bush a partir de 2001–, la receta de Barroso marchaba en sentido contrario: hacia una regeneración de la izquierda que la liberara de los dogmas heredados de la Transición y en alianza con sectores sociales emergentes a partir de agenda progresista que bebía precisamente de la cultura del mayo del 68 y que ponía los pelos de punta a Cebrián y su cáfila: feminismo, ecologismo, democracia participativa…

Las bases para el gran pulso de la batalla por la hegemonía político mediática en la izquierda en la década siguiente quedaban sólidamente asentadas.

Aznarato: las trincheras preservan el statu quo

José María Aznar llegó finalmente a la Moncloa en 1996 a lomos de la Convergència i Unió (CiU) de Jordi Pujol, pero los planes de Cebrián en Prisa, con Antonio Caño en la pole position para conectar con los nuevos tiempos conservadores, nunca pudieron ni siquiera ensayarse. El choque entre el conglomerado de comunicación y la Moncloa fue virulento desde el inicio y fue escalando rápidamente hasta un nivel de destrucción nuclear, con el Gobierno implicado hasta las cejas en la construcción de una plataforma mediática con el uso de Telefónica como caja para intentar arrastrar a Prisa hacia la quiebra y, en paralelo, con maniobras judiciales para encarcelar a su cúpula.

Con semejante contienda, la “revolución pendiente” de Cebrián necesariamente quedó en un cajón y Prisa se mantuvo en el espacio progresista, articulado alrededor del felipismo, aunque con un cambio muy significativo con respecto a las dinámicas anteriores: antes, las relaciones entre El País y el PSOE se movían en un plano bastante igualitario, como consecuencia del poder y del éxito de ambos. Pero ahora el PSOE entraba en barrena, despojado de poder y carcomido por guerras cainitas, mientras que Prisa, a pesar del asedio teledirigido por Aznar, se mantenía en la cúspide de influencia y de poderío económico, que culminaría con la salida a Bolsa, en el año 2000, en un contexto de borrachera del capitalismo de casino que minimizaba los riesgos del sobreendeudamiento, como iba a descubrir con crudeza más tarde todo el mundo, Prisa incluido, al estallar la burbuja financiera global a partir de 2008.

Prisa y el felipismo siguieron juntos en la trinchera, con sacrificio de Josep Borrell incluido, y los disidentes progresistas del felipismo-cebrianismo salieron del tablero a la espera de tiempos mejores. Como el propio Barroso, que encontró en el FNAC, fundado por extrotskistas franceses, una magnífica plataforma para proseguir sus batallas culturales desde la empresa privada y hasta dar rienda suelta a su notable talento como escritor con la publicación de su novela Amanecer con hormigas en la boca (Debate, 1999).

Barroso encontró en el FNAC, fundado por extrotskistas franceses, una magnífica plataforma para proseguir sus batallas culturales desde la empresa privada

Tras el hundimiento electoral en el año 2000, el PSOE se vio obligado a afrontar sus demonios en un congreso decisivo del que, contra todo pronóstico, fue aupado como secretario general José Luis Rodríguez Zapatero, en una alianza contranatura de todos contra el felipismo, que apoyaba la candidatura de José Bono. Zapatero logró aunar a renovadores, aperturistas, izquierdistas y hasta guerristas –que dejaron tirada a su propia candidata, Matilde Fernández, en un giro crucial de última hora del que todavía se arrepienten un cuarto de siglo después– para inaugurar una nueva etapa que se proponía soltar amarras con el felipismo y sus dogmas, así como reconectar con la evolución de la ciudadanía progresista y sus nuevas ambiciones, lo que necesariamente pasaba por retomar debates congelados por el pacto de la Transición.

Zapatero sí parecía haber “entendido el mensaje” cifrado de Barroso: era inevitable que se encontraran.

Zapatero: la ruptura impensable entre Prisa y el PSOE

La sorpresiva victoria de Zapatero en 2004, bajo la conmoción de los atentados del 11-M, reequilibraba de nuevo la situación histórica entre El País y el PSOE, que volvía a la Moncloa, pero con una novedad muy significativa: Prisa seguía bajo la órbita del felipismo, mientras que en la Moncloa soplaban los vientos nuevos que traía Zapatero, que cimentó su victoria interna en abrir una nueva etapa libre de los corsés del felipismo y que aspiraba pues a sacarse de encima cualquier pretensión de tutela del viejo PSOE.

Este choque se visualizó muy claramente ya en la primera reunión al máximo nivel entre el nuevo presidente del gobierno y la cúpula de Prisa, que le trató como si fuera un don nadie y le sugirió sin contemplaciones los nombres para llevar las políticas de Comunicación.

Pero Zapatero ya tenía decidido a quién nombrar y no estaba en la terna sugerida por Prisa: Miguel Barroso.

El afán de tutela, explicitada sin remilgos en esta primera y fatal reunión, así como las vinculaciones entre el grupo de comunicación y el viejo PSOE en un nuevo marco en que, debido a la debilidad del partido frente al poderío del grupo mediático, la Moncloa se arriesgaba a quedar en una posición subordinada, habían convencido a Zapatero y Barroso de la necesidad de abrir el campo de juego del ecosistema mediático para la entrada de nuevos actores progresistas. En su planteamiento, se trataba de un plan doblemente democrático: tanto para el interés general, puesto que la entrada de operadores televisivos privados con Felipe González había derivado paradójicamente en una hegemonía incontestable de la derecha con Tele5 y Antena3 en el panorama audiovisual, como para la propia izquierda, demasiado condicionada por un monocultivo de Prisa, tan poderosa que no dejaba crecer la hierba, y erigida en un auténtico contrapoder felipista.

Desde la Secretaría de Estado de Comunicación, Barroso fue clave para abrir el terreno de juego con la licencia televisiva que permitió a la televisión de Prisa –Cuatro– emitir en abierto y a la vez facilitar la irrupción de un nuevo actor progresista, La Sexta, llevando por vez primera la competencia también en el ecosistema mediático de la izquierda.

La reacción de Prisa fue equivalente al desencuentro de la década anterior con Aznar: se apretó el botón de guerra nuclear. Esta vez, contra Zapatero y, sobre todo, contra el “visitador” –así empezaron a calificarle–, al que responsabilizaron de la tragedia de perder el monopolio y al que destinaron toda la artillería mediática: Miguel Barroso.

Esa ruptura política y mediática ha marcado la izquierda desde entonces, con un pulso permanente entre dos polos: el del felipismo, que en los últimos años busca abiertamente la colaboración con el PP para blindar el relato de la Transición, y el de la renovación auspiciada por Barroso en el PSOE y en la Moncloa, primero con Zapatero, luego con el intento frustrado de Carme Chacon y finalmente con Pedro Sánchez, que aspira a colaborar con la izquierda alternativa y los nacionalistas para superar los márgenes fijados por la Transición hace más de cuatro décadas. Hasta 2018, Prisa jugó a tope con el primer polo, felipista. Desde 2021, y de la mano de Barroso, pasó a alinearse con el segundo.

LaSexta-Público: auge y caída del conglomerado alternativo

En contra del esquema diseñado por Barroso, el nacimiento de La Sexta no logró consolidar un conglomerado potente que compitiera con Prisa por el segmento de mercado progresista. Los problemas arreciaron desde el principio, por la incompatibilidad entre los dos polos del accionariado más interesados en la gestión de la nueva cadena, que apenas se conocían entre sí antes de la aventura y que tenían en las relaciones históricas con Barroso el único nexo en común: Globomedia, con base en Madrid, era el eje editorial del proyecto y aportó la presidencia de La Sexta, que recayó en José Miguel Contreras. Y para el “hierro” –cámaras, logística, equipamientos, etc.– se incorporó en el último momento Mediapro, con base en Barcelona y liderado por Jaume Roures, que había coincidido con Barroso en los círculos de izquierda alternativa en Barcelona durante la Transición.

El nacimiento de La Sexta no logró consolidar un conglomerado que compitiera con Prisa por el segmento de mercado progresista

Pero Mediapro no se conformó con el papel que se le atribuía, restringido al “hierro”, y casi desde el primer día empezó a maniobrar para hacerse con el control del grupo y entrar de lleno en la dirección editorial. Al no lograr avances en el control de la redacción, en manos de Antonio García Ferreras, entonces en plena sintonía con Contreras, Roures buscó reforzar su posición de contrapoder interno con una interlocución directa con la Moncloa a través del lanzamiento del diario Público a espaldas de sus socios.

Sumar un periódico de ámbito nacional al nuevo conglomerado formaba parte del plan quinquenal del proyecto alrededor de La Sexta, pero Roures y Tatxo Benet se adelantaron y lo montaron por su cuenta y al servicio de sus intereses particulares. Desde fuera, parecía que se estaba construyendo un gran grupo mediático. En realidad, el periódico evidenciaba la guerra, ya imposible de reconducir, dentro de este espacio justo a las puertas de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión de 1929, que a punto estuvo de llevárselo todo por delante.

La brutalidad de la crisis económica acabó con el experimento: el núcleo de Mediapro, con más fondo de armario financiero, acabó imponiéndose internamente, entre acusaciones de desvío de fondos para financiar Público con la caja de La Sexta que nunca llegaron a trascender. Pero los ganadores del pulso interno se aprestaron a cerrar la edición impresa del periódico y a controlar la edición digital a través de personas interpuestas para así contar con mejores cartas para implorar al nuevo Gobierno del Partido Popular de Mariano Rajoy y Soraya Saénz de Santamaría que facilitara la absorción de La Sexta por Antena3 en el nuevo espacio de Atresmedia como la única vía para salvar el pellejo ante el mar de deudas generado, incluso a costa de que sus participaciones en el nuevo conglomerado se quedaran en residuales.

El fin de la ilusión terminó con La Sexta dirigido por Ferreras pero dentro del universo controlado por Planeta –muy bien conectada con el PP– y con el Grupo Prisa movilizando todas sus tropas a favor de Alfredo Pérez Rubalcaba enarbolando la bandera del “viejo PSOE”, para impedir a toda costa –todo parecía permitido– que Carme Chacon, entonces esposa de Barroso, lograra hacerse con la secretaría general del PSOE.

Pintaban bastos, con artillería de “fuego amigo” a discreción y una nueva “década ominosa” en ciernes: Barroso se replegó en La Habana como delegado de la multinacional WPP (accionista de Mediapro). Un dulce retiro que resultó ser apenas una tregua.

Cebrián-Caño: “Revolución conservadora”en El País

Ahogado por el peso de la deuda descomunal de Prisa, y ya libre de la tutela de Polanco, Cebrián pudo por fin acometer, tras la llegada a la Moncloa de Mariano Rajoy, la “revolución conservadora” que había pergeñado infructuosamente en la década de 1990: entenderse también con el PP en nombre de una supuesta “política de Estado” responsable que pasaría porque el PSOE, felipista, colaborara con los conservadores para cerrar el paso a cualquier “aventura” que se propusiera ir más allá de límites que fijó la Transición, particularmente ante el proceso independentista en Cataluña.

Para esta fase, Cebrián desempolvó la candidatura de Caño a la dirección del periódico, que se arrastraba también de un cuarto de siglo antes, formó un comité editorial nucleado alrededor del felipismo y de sus propuestas “responsables” de gran coalición, que pasaban por situar al frente del PSOE a Susana Díaz y desembarazarse de Pedro Sánchez, y cerró filas con el Gobierno de Rajoy aprovechando que le ofreció un respirador asistido económico a través de las maniobras de Soraya Sáenz de Santamaría, quien pasó a tener carta blanca en Prisa para vetar a periodistas o incluso mandarles a lejanas corresponsalías.

No se trata de rumores: el giro fue evidente tanto para la redacción, que entró en una profunda depresión que ha dejado fuertes secuelas, como para los lectores, que ante el brusco giro a la derecha y la contemporización con la Moncloa desertaron en masa del proyecto, lo que agravó sus dificultades económicas y lo hizo todavía más dependiente del Gobierno del PP, con la cuenta de resultados permanentemente en rojo.

Esta sumisión de Prisa a Soraya Sáenz de Santamaría está muy bien explicada desde dentro, y con abundantes detalles, en el libro Memorias de luz y niebla (Galaxia Gutenberg, 2020), de Gregorio Marañón, uno de los puntales del Consejo de Administración de Prisa durante más de tres décadas y artífice del bonus multimillonario que se embolsó Cebrián por el ERE de 2012.

El estropicio fue tal que la sorpresiva caída de Mariano Rajoy y la llegada a la Moncloa de Pedro Sánchez, víctima de los cañonazos lanzados desde Prisa y su consejo felipista “responsable”, forzó una rectificación por parte del Consejo de Administración, entonces liderado por el Banco Santander, ante la quiebra económica en ciernes de la compañía: se encomendó la misión de salvación a dos periodistas con gran autoridad en la redacción y entre los lectores, Soledad Gallego Díaz y Joaquín Estefanía, que estaban ya semijubilados.

El núcleo alrededor de Caño fue despedido y con los años se ha ido apartando del proyecto a la cáfila de intelectuales que forjaron esa época, en su mayoría felipistas o en tránsito hacia la derecha, que han acabado atrincherados en el diario digital The Objective, con la excepción de Cebrián, que sigue impertérrito cobrando una tarifa especial por sus artículos y se mantiene como presidente de honor de El País. La reciente salida de Fernando Savater y Félix de Azúa se inscribe todavía en esa misma onda expansiva.

Oughourlian-Barroso: la extraña pareja

La gran paradoja es que la reconexión de Prisa con su base tradicional de lectores y el realineado con el segmento progresista del mercado se debe al financiero Joseph Oughourlian, que se cansó de perder dinero en un proyecto desnortado, cada vez más alejado de su comunidad lectora y gestionado como “una casa de apuestas fallidas” al servicio de proyectos políticos del establishment que solían estrellarse sin alcanzar nunca sus objetivos, como sus infructuosos y constantes intentos de aupar a Susana Díaz o de noquear a Pedro Sánchez.

En 2021, el presidente del fondo Amber Capital dio un golpe de mano y reunió los apoyos suficientes en el Consejo de Administración para hacerse con la presidencia de Prisa, dirigir él mismo la corporación y relegar a Cebrián a un lugar puramente honorífico a partir de motivaciones de estricta racionalidad económica, desprendida de cualquier ideología: si los lectores y la audiencia de El País y la Ser son mayoritariamente progresistas, la línea editorial del grupo debe moverse también dentro de estos parámetros, desde el rigor y con la máxima independencia que permita una situación financiera tan desesperada.

La reconexión de Prisa con su base tradicional de lectores se debe al financiero Joseph Oughourlian

Durante sus años en el consejo, al que se había incorporado en 2015, Oughourlian escuchó muchas historias de complots en los que siempre acababa apareciendo supuestamente la mano oculta de Barroso, convertido en una auténtica obsesión para Cebrián desde que Zapatero se negó a aceptar la tutela de Prisa y de González, en 2004.

Y así fue como, para estupefacción general, el financiero acabó llamando a Barroso, le incorporó al consejo y le entregó plenos poderes para que Prisa reconectara con su audiencia, lo que incluyó el nombramiento de Pepa Bueno en la dirección de El País y de Montse Domínguez en la de la Cadena Ser.

Oughourlian sí había entendido el mensaje, aunque solo fuera para dejar de perder dinero.

En poco más de dos años, El País suma 350.000 suscriptores, con lo que al fin recorre la misma senda que siguen desde hace años los diarios de referencia en los países occidentales, que basan su modelo de negocio en la construcción de una base de lectores de pago, un auténtico tabú para Cebrián, que nunca entendió el nuevo mundo digital, y no en una timba de apuestas políticas. Para ello el grupo necesitaba recuperar la sintonía con su audiencia, lo que ha facilitado que al menos todas las unidades del grupo dejen de perder dinero.

Pese a ello, la situación sigue siendo muy complicada, con el agobio de la estratosférica deuda acumulada en el pasado, por lo que el giro impulsado por Barroso dista mucho de estar consolidado y depende en buena medida de la entrada de más inversores que acaben compensando al financiero francés para que pueda reducir las minusvalías que acumula.

Tras la muerte de Barroso, el nombramiento de Jordi Gracia como nuevo presidente del Consejo Editorial de Prisa y de José Miguel Contreras como director de Contenidos ha sido interpretado por un cáustico analista con retranca como una prueba de que “Barroso sigue trabajando después de muerto”.

Eso sí: los millones de la multinacional francesa Vivendi y de su ultraderechista dueño, Vincent Bolloré, próximo de Oughourlian y socio de este en varias aventuras, aguardan su momento por si el nuevo polo empresarial que estaban construyendo Barroso y Contreras no alcanza a cumplir sus objetivos.

---------------------

Esta pieza pertenece a la sección Reality News, espacio de la Revista Mongolia dedicado a noticias reales.

Una de las figuras más influyentes de la política española, aunque en buena parte desconocido para el gran público porque se movió siempre en la sombra, falleció sorpresivamente el 13 de enero a los 70 años: en Miguel Barroso (Zaragoza, 1953 - Madrid, 2024) convergieron varias de las líneas maestras que han...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Revista Mongolia

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. manuel-ruiz

    Excelente retrato íntimo de una pieza clave en esta 'democracia de mercado neoliberal' que nos gobierna. Gracias por su publicación y mis felicitaciones a la Revista Mongolia, que desconocíay a la que tendré que prestar atención.

    Hace 7 meses 3 días

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí