Si breve
Cinco días
Sánchez se ha metido en un jardín, en un reformismo sin reformas, en algo que, posiblemente, consista y culmine en propaganda. Un procesismo, vamos. El plato favorito de la prevaricación
Guillem Martínez 30/04/2024
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
1- Disculpen el retraso en analizar el caso de la cosa, pero en el día de ayer estuve a por otras, en el entierro de mi maestro, el profesor –Francisco– Rico, sin duda el mayor y mejor filólogo que ha habido en las últimas generaciones. En breve, en El Ministerio de CTXT, los grandes Rafael Ramos, Ignacio Echevarría, y el poco-yo Martínez, construiremos una semblanza razonable de este gran humanista. La filología, por cierto, no es más que el intento de reconstruir el sentido y significado de los textos, lo que confiere a la filología un futuro infinito incluso ahora, cuando no existe y los conceptos ‘sentido’ y ‘significado’ ni están ni se les espera en la vida pública y común. Quizá por ello puede ser pertinente empezar este artículo restableciendo el significado del texto leído por Pedro Sánchez en el día de ayer, a las 11:00 de la mañana, para intentar dar una respuesta a una aparente obviedad, que nunca es obvia en la política, en el amor o frente a la cajera del súper: ¿qué ha dicho alguien cuando, en efecto, ese alguien ha dicho algo? ¿Que si tengo bolsa o que si la quiero? Vamos allá.
2- Sánchez se reafirmó en que la carta de hace cinco días “no obedecía a ningún cálculo político”. Algo, por otra parte, imposible no solo en la política, sino en la vida de los humanos, esa especie que fabrica significados políticos a través de cualquier acción cotidiana, conducta sin la cual nunca hubiera nacido nuestra amiga, la minifalda. El texto de Sánchez de ayer es –como su primo, el de hace cinco días– un texto político/una minifalda. Y, más concretamente, el intento de concluir, canalizar y dotar de significado acotado a la carta de hace cinco días. Algo que hizo aportando unos trazos y no otros. No se los pierdan.
3- Sánchez universalizó la carta de hace cinco días, que pasó de ser algo personal, como un soneto, a algo que alude a inquietudes colectivas que nos afectan a todos. La carta pasa a ser un llamamiento al “respeto” y a la “dignidad”, y a decir “basta” frente a un fenómeno que afecta “a las reglas del juego”. Y aquí, con naturalidad y sencillez, se explica de qué se trata. No se trata –ojo, cuidado– de lo que se apuntaba hace cinco días. No es el uso político de la prevaricación en la Justicia. Se trata, tachán-tachán, de los “bulos”. Algo, en fin, varias tallas menos que la prevaricación, esa cooperante necesaria para que un “bulo” llegue a la primera instancia.
4- Sánchez practica aquí un discreto, e importante, ramal en su discurso, cuando califica como “daño irreparable” el hecho de “relegar el papel de la mujer al ámbito doméstico”. Lo que es a) algo absolutamente cierto, si bien también es b) más cosas. Inquietantes. Lo inquietante: no es buena idea, ni es aconsejable, ni siquiera es edificante, que el o la cónyuge del presi de gobierno realice una actividad profesional que requiera y culmine en la firma de contratos. Y no solo porque eso es darle alas a una extrema derecha recibida con palmas en los tribunales, no solo porque eso es poner en peligro y exposición constante a un gobierno de coalición, sino porque eso no puede suceder, bajo ningún concepto, en tanto es algo alejado de la moral civil, cívica y republicana, y próximo a otros negociados. Este hubiera sido un buen momento para anunciar, no la retirada del mercado por parte de la esposa de Sánchez, pero sí su ubicación fuera del mercado de los contratos y los negocietes. Sentar el precedente. Fijar, por fin, la tradición de lo que puede hacer y no puede hacer la pareja de los/las futuros presis. Incluso los/as autonómicos. No ha sucedido. En términos generales, y como ya veremos, en el texto de ayer de Sánchez suceden pocas cosas. Lo que es una traición al género novela por entregas, que es el género por el que apostó Sánchez hace cinco días, cuando aseguró que diría algo en cinco días.
5- Sánchez explica que “la campaña de descrédito”, sobre él y sobre su esposa, que llevan “diez años sufriendo”, “no parará”. Si bien eso no es importante –!!!–. Lo “importante”, incluso “lo trascendente”, es otra cosa: el agradecimiento “de corazón” a “las muestras de solidaridad y de empatía” recibidos “de todos los ámbitos sociales”. Lo importante ante el fenómeno del uso político del fake, y del posterior uso judicial de ese fake –al cual ya ni se alude–, es, por lo visto, la sentimentalidad creada y vivida. Ay, uy. Esto no es, vamos, un problema político, sino un problema sentimental, o un problema político sentimentalizado. Esto es la sentimentalización de los problemas, no su politización. Las aportaciones y dinámicas de las nuevas extremas derechas planetarias es tan grande que, zas, enseña la patita. Algo que sucederá más veces –punto 6 y 7–.
Sánchez no tenía nada que decir y, en efecto, lo ha dicho. Es importante por qué no tiene nada qué decir
6- Sánchez utiliza –si bien solo una vez; durante el aznarato y el titadinato se utilizaba esa partícula à gogó– los palabros “sufrimiento” y “víctima”. Su uso es una novedad relativa en las izquierdas. Cuando las derechas mataban, torturaban, encarcelaban, internaban, las izquierdas no utilizaron nunca jamás esos palabros, invalidantes, paralizantes, propensos a la pasividad y a la sentimentalización, sino otros que posibilitaban la respuesta cívica, como asesinado, preso, torturado, concentrado, o el más utilizado: represaliado. Es un error recurrir a “sufrimiento” y “víctima” cuando las derechas hoy –¿solo?– insultan, acosan, mienten, multan, querellan, admiten a trámite y, en ocasiones, condenan. Pero, snif, está pasando. La sentimentalización política, el sufrimiento, esa aportación de las nuevas extremas derechas, se está convirtiendo en época, y ello en política universal, que va calando ideologías, observo.
7- Sánchez, cuando ya empieza a recoger el asunto para aproximarse a la apoteosis del discurso –la etimología del palabro griego “apoteosis”, recuerden, es transformación-en-dios–, agradece la movilización social –movilización del PSOE, que llegó a dominar el precio de los autocares durante el pasado sábado; movilización, discreta, del domingo, en una mani de Más Madrid en MAD; movilización, más discreta aún, de UGT y CCOO, también el domingo, también en MAD, en un acto indoor, con unas 1.000 personas reunidas por un manifiesto, sentimental como una serie turca, redactado por el director del Instituto Cervantes, que cobra una pasta, pero sufre; movilización, más masiva, en redes sociales; importante: ninguna movilización analógica fuera de MAD, ese ecosistema antiecológico–. Importante, indeed: Sánchez afirma que esas movilizaciones “han influido decisivamente en mi reflexión”. Que, vamos, fueron una suerte de diálogo, escuchado, con el líder, siempre a la escucha de la masa, etc. Y aquí –muy importante– Sánchez deja de ser un ciudadano más ante el gran problema de los “bulos” –“he informado al jefe del Estado de mi decisión”–, para pasar a ser un hombre de Estado. Precisamente desde ese punto en las alturas comunica su decisión, ya comunicada al rey: seguir siendo presi, como todo el mundo. Y cierra y establece, definitivamente, el sentido y el objeto de la carta de hace cinco días. No se lo pierdan. Le dedico un punto al que, llámenme excéntrico, le he llamado 8, que condensa todo su discurso y propuesta.
8- Sánchez, de alguna manera que no comunica, realizará algún tipo de cambio importante –esto no es, en fin, “un punto y seguido, es un punto y aparte”–. Será un antes y un después, sin concretar. Una respuesta definitiva, no ante la prevaricación judicial, sino, recuerden, ante los “bulos”. Explica, no obstante, cómo se realizará ese cambio, esa ruptura: “Solo hay una manera de revertir esta situación: que la mayoría social, como ha hecho estos cinco días, se movilice en una apuesta decidida por la dignidad y el sentido común” –dignidad y sentido común, esos conceptos tan abiertos como el de nación, o como el de tu club de fútbol favorito–. Y agrega: “Pongamos fin a este fango de la única manera posible, mediante el rechazo colectivo (…) más allá de las siglas y de las ideologías que yo me comprometo a liderar con firmeza”. Chim-pón.
9- Bueno. Sinopsis. Hace cinco días Sánchez convocó un pleno y ayer, en ese pleno, Sánchez declaró la indepe durante ocho segundos. Procesismo. Propaganda. Nada. Es decir, nada más, ni nada menos. Sánchez no tenía nada que decir y, en efecto, lo ha dicho. Es importante por qué no tiene nada qué decir. Por primera vez, de forma oficial, Sánchez –y PSOE; esto es, sus cuadros, toda una tradición más vieja que esos cuadros– ha constatado la existencia de la prevaricación. Se la ha encontrado de morros. Zas. No puede decir que no existe. Pero, por tradición, no puede decir tampoco que existe. No puede decir que la democracia española tiene alguna patología. No puede porque el PSOE es el único –el único– partido del arco parlamentario que defiende la existencia y la ejemplaridad del R’78. Ni siquiera el PP y Vox están en esa tesitura. PP y Vox están ya en otro estado mental, implícitamente rupturista, con otra idea de monarquía y de democracia, me temo.
El PSOE debería estar KO ya, de no ser por Sánchez y porque Podemos nació con la cintura chunga
10- Si Sánchez proclamara la crisis, si hablara abiertamente de prevaricación –estos cinco días se ha vivido el terror, en la derecha, de que Sánchez hablara abiertamente– abandonaría la tradición del PSOE. Se trata de una tradición de orden, fundacional en el PSOE –es decir, de 1974–, pero que es útil para leer su historia anterior. Se trata de una tradición que marginó a quien fue, tal vez, su mejor dirigente en el momento más difícil. Negrín, sin duda un dirigente sexi, culto, divertido. Alejado de Largo Caballero, ese ser oscuro, y de Prieto, ese ser poco claro, Negrín fue diáfano y creativo. Miembro de esa generación que entró al PSOE por el llamamiento de Ortega, en 1937 presidió un gobierno de coalición –al que supo dominar absolutamente, por cierto–, que integró varios grupos contradictorios, así como una lectura de la época clara y efectiva, con cierto olfato internacional, y que fue expulsado, posteriormente y por todo ello, a las tinieblas exteriores por el PSOE de postguerra, otra vez un partido que odia los experimentos. Nadie en el PSOE quiere ser Negrín, en fin, y ubicar al PSOE en lo que el PSOE consideraría una aventura.
11- No lo podemos ver con claridad, pero el PSOE es el partido con menos cintura del mercado. Tras su aparente flexibilidad, tiene menos cintura, incluso, que Sánchez, un hombre que ayer no hizo un Negrín –tal vez, ni se le ocurrió–, que no se distanció del PSOE para aproximarse a su época. Un partido, o un dinosaurio, con la cintura chunga, no presagia un gran futuro a largo plazo, como explican los fósiles de dinosaurios. El PSOE, de hecho, debería estar KO ya, de no ser por a) Sánchez, y porque b) Podemos nació con la cintura chunga.
12- Sánchez hizo tres cosas. La cosa a) fue aprovechar la tradición del líder español. En términos generales, un líder, por aquí abajo, puede hacer muchas cosas imposibles por ahí arriba. Por aquí abajo, un líder es incuestionable, a pesar de que cada cena concluya, durante, años, hablando de su corrupción –Pujol–. Un líder puede traicionar, de manera desproporcionada, sus promesas electorales –González–. Un líder puede aparecer beodo, explicando que nadie le puede decir cuánto vino puede beber, hips –Aznar–. Un líder puede irse de vacas con un narco –Feijóo–. Puede negar la asistencia sanitaria a 8.000 abuelitos –Ayuso–. Puede hacer una declaración de indepe fake –Puigdemont–. Sánchez, simplemente, dijo que diría algo y no dijo nada. Lo que, visto lo visto, es un abuso más discreto. Es casi lo habitual.
Sánchez se ha comido con patatas a su izquierda. Pero pelarse a la izquierda del PSOE es un preciosismo innecesario
13- La cosa b) que ha hecho Sánchez ha sido proclamar un movimiento, à la Macron. Más grande que las siglas, etc. Lo que no es mucho, pues no costó mucho conseguirlo. El sábado, el PSOE, esa estructura, entró a formar parte de esa estructura presidencialista, a golpe de autobús. El domingo, Más Madrid –una región importante de Sumar– salió a la calle, tal vez para paliar, para canalizar, para poner reparos y resistencia a lo que Sánchez estaba haciendo tan tranquilamente. Al cabo, Sánchez les estaba chuleando un invento que era suyo hace varias casillas: una suerte de desbordamiento ciudadano, en torno de un líder perseguido, víctima del sufrimiento, etc. Sorprende la ausencia de reacción a ese invento por parte de Podemos, el partido que aún mantiene viva la esperanza de que eso que está haciendo Sánchez suceda en otro sitio y con otros líderes, y que tan solo emitió ya-te-dijes y cierta crispación. Podemos parece haber optado por heredar la cosa paralizante, crispada, pura, del anguitismo, esa forma endémica de ver las izquierdas tan frecuente en algunos puntos de la Península, y tan rechazada y fatigosa en otros.
14- La cosa c) es que ese macronismo propuesto es, todo apunta a ello, insuficiente. Sánchez se ha comido con patatas a su izquierda. Pero pelarse a la izquierda del PSOE es un preciosismo innecesario, ya sucedido en otras ocasiones, como en 1982. Un macronismo comme il faut requiere más. Y más esfuerzo. Requiere comerse a parte de la derecha. Algo que resultará difícil. Como me dijo un día Emmanuel Rodríguez hablando de todo esto, “España –a pesar de las prerrogativas que tienen sus líderes políticos/punto 12–, al contrario que Francia, no es una monarquía”. No suelen producirse esos pequeños napoleones unificadores.
15- Con la cosa a), b), c), Sánchez se ha metido en un jardín, en un reformismo sin reformas, en algo que, posiblemente, consista y culmine en propaganda. Un procesismo, vamos. El plato favorito, hoy por hoy, de la prevaricación.
1- Disculpen el retraso en analizar el caso de la cosa, pero en el día de ayer estuve a por otras, en el entierro de mi maestro, el profesor –Francisco– Rico, sin duda el mayor y mejor filólogo que ha habido en las últimas generaciones. En breve, en El Ministerio de CTXT, los grandes...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí