PRESENTE Y PASADO
Wilfred, Míchel y calles con nombre de pueblo: sobre el Rayo Vallecano
En su libro ‘No es fiera para domar. Una historia centenaria del Rayo y Vallecas’, Ignacio Pato escribe la fábula de un barrio obrero y un equipo que lo representa
Marcos Pereda 8/05/2024
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Hubo un tiempo en que Vallecas era pueblo, y no barrio. Cuando enfangaba botas de aprendices, obreretes y algún chisgarabís al despiste, cuando tenía alma de noray sin nordeste, ayuntamiento y más aire de humildad campesina que chulería cañí en impostada villaycorte. Luego Madrí creció, y fagocitó Vallecas, y la miró con recelo, y pasó a ser barrio, y calles, y sitio donde no fijar interés. Reducto encarnao de franja y honra. Ayuda entre nosotros cuando nadie que no sea nosotros ayuda. Y un equipo, un equipo que une y representa. Pocas veces hubo tal simbiosis entre club y masa como la hay entre el Rayo y su Vallecas. Por todo eso, por toda esa fábula (plural y vivificante, dura y de apretar dientes) nos lleva Ignacio Pato en No es fiera para domar. Una historia centenaria del Rayo y Vallecas, volumen recién aparecido en Altamarea, y que mezcla historia (obrera, política, de chismorreo) y balompié (grande, pequeño y mediano).
El libro es delicia futbolística y social, porque cómo iba a ser sobre Vallecas y su Rayito (perdón, su puto Rayo, sigo indicaciones). Te hablan, allí, de aquel otro Rayo, el equipo de baloncesto que llegó a ventilar canastas (y pescozones) con el Madrid. Madrid sin “Real” delante, que fue en tiempos republicanos. Pasaron pronto, y en el estadio de Vallecas, ese que se hizo construir un fenecido Racing chulapo, jugó partidos amistosos (ejem) el Atlético Aviación contra sendos combinadetes nazis y fascistas. Vamos, que camicie nere, esvásticas y botas pisoteando pueblos. Igual les suena.
Y te hablan, claro, sobre racismo. Racismo que se ejerce, racismo que se ve y se escucha. Racismo sobre los mismos vallecanos, que siempre fueron “catetos” e inmigrantes del sur. Barrio que es más que barrio, barrio con calles cual cachito del Jerte o Locubín. Quiso la dictadura que tuviesen nombre de accidente (de accidente geográfico, sí), las calles de Vallecas, y así se llenaron de Peñas Labras o Garabitas. Hoy, con más tino, recuerdan el origen de sus pobladores. Los de El Pozo, por ejemplo, que tienen rúas Guarromán, Vilches, Martos, Bélmez, Ruidera. Emigración interior, problema leve, puede pensarse. Solo que eso es presentismo. Lo cuenta Ignacio, también, en No es fiera para domar. Que Barcelona tuvo, entre 1952 y 1957, su Pabellón de las Misiones en el actual Parque de Montjuïc. ¿Pocas palabras? El sitio donde miles de personas eran detenidas tras ser interceptadas en carretera o estación provenientes del sur. Allí las retenían, en condiciones infrahumanas, y luego eran deportados. Ese mismo 1957 se prohibió, por ley, establecerse en Madrid a nadie que no tuviera casa censada en la ciudad. Estremece ver cómo cambian los orígenes del sujeto, pero la actitud hacia el “otro” es siempre...
Pero hablábamos de fútbol.
Porque eso del racismo fue moviendo polos. Hoy está muy de moda (y es justo que lo esté) con todo lo que lleva encima Vinicius, jugador del Real Madrid. Cada domingo, en cada campo, las cosas. Las cosas. No pienso escribirlas, bastante me voy a manchar los dedos más adelante. Dicen, de Vinicius, que es un provocador, que es un imbécil, que merece todo lo que le ocurra. Curiosamente nunca le dicen, a Vinicius, “provocador” o “imbécil”. No, eso no. “Negro”, “simio” o similar, lo que quieran ustedes. Quienes justifican insulto con actitud ajena anhelan, en realidad, un negro sumiso, un ser humano que sea como ellos quieren. Es un “yo no soy racista, pero” de manual. Es un, si quieren la comparativa garrulesca, “llevaba minifalda”. Suena horrible (y lo es), pero ocurre.
Y ocurría. Con (aún más) impunidad. Impunidad absoluta. Me recuerda Ignacio Pato “lo” de Wilfred. Pongo antecedentes: partido en el Santiago Bernabéu, Real Madrid contra Rayo Vallecano, temporada 92/93. Wilfred es Wilfred Agbonavbare, defiende portería de franja. Es nigeriano, tiene la cara redonda, la sonrisa abierta, carisma para llenar camiones y un corazón que no entra en frases. Ah, y es bueno, muy bueno. Siempre que hablamos de Wilfred destacamos su calidad humana, pero es que, además, era un portero de espesor. Tanto como para volver loco al Madrid aquel día. Tanto como para que el Rayo ultrajase la Villa y Corte trincando victoria. Y, claro, los insultos. Contra el de negro, y contra el negro.
Tienen el video por ahí, y es algo que abochorna, vale... pero también asusta. Porque hay chavalucos (chavalucos de diez, doce, quince años) gritando a pleno pulmón “ku, klux, klan”. Hay uno que se va viniendo arriba, y dice “vamos a ir el domingo a machacar al negro a Vallecas”. Reflexiona y concluye, “yo por lo menos”. Cierto éfebo (pelito rubio, ojos azules, sonrisa de pícaro, cayetano estándar) se regodea en su protagonismo mirando de reojo a la cámara mientras dice “ese negro cabrón”. Todo un fondo corea “negro, cabrón, recoge el algodón”. Pecadillos de juventud, al fútbol se viene llorado de casa, lo que ocurre en el campo se queda en el campo. Pónganme todos los tópicos que quieran, que les iré pillando más tirria. Ah, también aparece, en el susodicho video, un padre. Creo que es un padre, porque tiene niños alrededor, niños que lo miran embobados, como miran los hijos a sus progenitores, niños que terminan aplaudiendo, gritando, coreando las palabras del adulto. “La culpa ha sido del maldito negro de los cojones y del hijoputa de Andújar Olíver, y ya está”. Gritos, alborozo. Qué bueno es mi padre.
Etcétera.
No fue el único. Wilfred, digo. No fue el único. Recuerda Ignacio cómo Mutiu, Ohen y Oladimeji denunciaron en El País aquel racismo implantado, sustrato inherente. “Si salimos por la calle nos piden droga (...) si quieren droga te llaman hermano; si no, te dicen mierda”. Años antes también sufrió Laurie Cunningham, tanta clase, tanto estilo.
En el Rayo apoyaban sin ambages a Wilfred. Working class hasta los últimos días, ejemplo para todos. “Aúpa Willy. Peña Bukaneros. Gol al racismo”, podías leer en una pancarta. O la fascinación de Míchel (actual entrenador del Girona, leyenda del Rayo, sensación europea) con aquel Wilfred que iba a comprar cada tarde a la frutería de su familia, casitas bajas de Monte Oiz, “lo que todo el mundo llamaba chabolas, pero nosotros llamábamos hogar”. Wilfred, ídolo; Wilfred, uno de los nuestros. Pero no para todos. Años más tarde el Rayo, equipo obrero, conciencia de ser, invita a medio millar de migrantes a un partido, contra el Vecindario de Gran Canaria. Recoge Pato cómo Luis Turégano, jefe de seguridad en una de las zonas del estadio, se mostraba contentísimo con el asunto. “Temíamos por lo que pudieran llevar, navajas y cosas por el estilo. Pero la verdad es que la gente ha respondido estupendamente y no hemos tenido ningún problema”.
¿Hemos avanzado? Pues seguramente, porque antes se veían aberraciones así como “anécdotas”. Repulsivas, decían unos; simpática, respondía el de más allá, codo en barra, olor a callos, suelo llenito con serrín. El propio Wilfred quitaba hierro al asunto. “Hice un gran partido, ellos insultan, yo estoy al juego”. O aquel reportaje, aquel reportaje bochornoso, de despido, que presentó Marca dos días después del partido-infamia. Wilfred vestido de chulapo, Wilfred parando un balón. “Soy la bestia morena del Madrid”, entrecomillado. Alguien ideó aquello, alguien decidió que era buena idea plasmarlo, pasó cien controles, cien filtros, varios codazos, muchos tragos de coñá con olor a Varón Dandy. Estas cosas ocurrían (el mismo diario tituló un inefable “Moro, plata y bronce” para la noticia de que Hicham El Guerrouj había ganado un título por delante de Fermín Cacho y Reyes Estévez), y siguen ocurriendo. A día de hoy, al menos, nos escandaliza. O fingimos que nos escandaliza. O algunos fingen que los escandaliza.
Lo saben bien en Vallecas. No olviden que allí se suspendió el primer (y único) partido por insultos hacia un jugador. Pero, claro, es que a Zozulya le dijeron “nazi” siendo “nazi” (o teniendo malísima suerte con las fotografías y los referentes históricos, escojan ustedes). Y que te digan “nazi” siendo “nazi” es gravísimo, mucho más a que te griten “puto mono” por ser negro. Al menos eso opina Javier Tebas, presidente de la Liga, antiguo integrante de Fuerza Nueva y votante reconocido de Vox. Años atrás Samuel Eto’o intentó hacer lo propio, marcharse del campo cuando le decían mil insultos por el color de su piel. Nadie apoya su gesto: ni trencilla, ni rivales, ni los que llevan camiseta igual. El público enardece. Claro, a Eto’o nadie le dijo “nazi”. Ojo, a mí “nazi” me parece un insulto gordísimo, ya me jodería que me llamasen “nazi”, quede claro. Pero si no ven doble rasero yo ya no sé.
Ah, hoy en Vallecas manda un tal Raúl Martín Presa. El que invitó a dos dirigentes de Vox (oh, sí, otra vez ellos) al palco. Contra Zozulya y adláteres, por aquello de la casualidad (o causalidad). Martín Presa, también, se ha cepillado inmisericordemente a la sección femenina del club, y estuvo detrás del “graciosísimo” Rayo Oklahoma City (vuelvan a leer, sí, no estoy bromeando), que sería un recuerdo tróspido si no hubiese dejado unos cientos de miles (dólares o euros) por el camino. Nah, detalles. Los que nos cuenta Ignacio Pato. Se lo recomiendo. Para que vean cómo el fútbol es, a veces, más que balones y prao.
Y otras, sí, vergüenza y bochorno.
Hubo un tiempo en que Vallecas era pueblo, y no barrio. Cuando enfangaba botas de aprendices, obreretes y algún chisgarabís al despiste, cuando tenía alma de noray sin nordeste, ayuntamiento y más aire de humildad campesina que chulería cañí en impostada villaycorte. Luego Madrí...
Autor >
Marcos Pereda
Marcos Pereda (Torrelavega, 1981), profesor y escritor, ha publicado obras sobre Derecho, Historia, Filosofía y Deporte. Le gustan los relatos donde nada es lo que parece, los maillots de los años 70 y la literatura francesa. Si tienes que buscarlo seguro que lo encuentras entre las páginas de un libro. Es autor de Arriva Italia. Gloria y Miseria de la Nación que soñó ciclismo y de "Periquismo: crónica de una pasión" (Punto de Vista).
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