reimaginar lo posible
Pero, ¿qué es la máquina de fango?
Es la cara B de nuestra democracia, un resorte interno de control que se activa cuando se abren cuestionamientos sobre sus límites, heredados del proceso transicional
Amador Fernández-Savater / Ernesto García López 4/05/2024
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Independientemente de la sinceridad del gesto de Pedro Sánchez, lo que está claro es que el discurso del PSOE ha cambiado. Hasta hace cinco minutos, vivíamos en una “democracia plena” que no admitía grandes replanteamientos críticos. Por el contrario, ahora estamos instalados en medio del “fango” y es urgente una “regeneración pendiente” de la democracia, cuya crisis por lo demás es “global”.
¿Es este nuevo discurso de Pedro Sánchez una invitación genuina a la reflexión o se trata del enésimo espectáculo ya guionizado y cerrado a los espectadores? En cualquier caso, se puede aprovechar este desplazamiento discursivo del PSOE para tratar de ampliar el debate, forzando los límites de lo pensable y lo decible.
La pregunta clave entonces es: ¿qué es la máquina de fango? De la descripción que nos hagamos de ella se deducen distintas orientaciones políticas, prácticas.
La cara B de la democracia
Según el discurso del PSOE (¿o hay que hablar ya en singular de Pedro Sánchez?), la máquina de fango es una estrategia de desestabilización de la democracia a través de mentiras intencionadas promovida por la extrema derecha (que ha contagiado con su radicalidad al Partido Popular).
Una “bulosfera” animada desde la “fachosfera” donde se conectan periodistas, jueces y policías corruptos. Contra ella se trataría de recuperar, ordenamientos legales y persuasión mediante, el respeto a las reglas del juego democrático y los valores consensuales de la política: el diálogo, la capacidad de acuerdo, la oposición justa.
Nosotros vamos aquí a proponer una interpretación distinta: la máquina de fango es la cara B de nuestra democracia y se activa cuando se abren cuestionamientos sobre sus límites, heredados del proceso transicional.
La máquina de fango no pone en crisis la democracia, es un resorte interno de control que opera contra todos los que abren preguntas no autorizadas
Es decir, la máquina de fango no pone en crisis la democracia, sino todo lo contrario: es un resorte interno de control que opera contra todos los que abren preguntas no autorizadas, los que desplazan el marco de lo posible, los que cuestionan “los grandes consensos” de nuestra democracia. Un resorte siempre latente, que se activa cuando se necesita.
El PSOE, empujado por las reconfiguraciones del mapa político tras una década de grandes agitaciones (15M, Podemos, 1 de octubre), se ha movido de la foto consensual y la máquina de fango se ha puesto en marcha contra él. Los “cuervos” atacan ahora a los “bambis”, en los términos de Lluis Llach, por amistarse con quien no se debe y hacer lo que no se puede.
No estamos entonces simplemente ante una lucha desmedida por el poder. Ni frente a la ambición desmedida de líderes sin escrúpulos. No se trata de una intolerancia sobrevenida con respecto al adversario político. Ni del efecto de la crispación o la polarización excesiva. Es la reacción inmunitaria de nuestro sistema político cuando se cuestiona lo que no debe ser cuestionado.
¿Qué se juega en esta diferencia interpretativa? Muchísimo.
Hay que alegrarse de la crisis de nuestra democracia. Significa poner en cuestión la subordinación del demos a los poderes fácticos mediáticos
No es lo mismo pensar que la máquina de fango pone en crisis nuestra democracia o que trata justamente de cerrarla. En el primero de los casos, hay que conseguir la vuelta al respeto de las reglas de juego consensuales. En el segundo, se advierte que esas reglas de juego son muy estrechas y tienen un oscuro mecanismo de control interno. En un caso se trata de defender la democracia existente. En el otro de reinventarla, transformarla, ampliarla.
Hay que alegrarse de la crisis de nuestra democracia. Significa que se abren preguntas capaces de profundizarla y radicalizarla, de poner en cuestión la subordinación del demos a los poderes fácticos mediáticos, económicos o judiciales que siempre están ahí, de ensanchar lo que quedó atado demasiado en corto en el pacto del miedo transicional.
El cuerpo del mensaje reaccionario
Siempre hubo máquina de fango. Hubo una primera versión activa entre los años setenta y noventa. Esta primera versión funcionaba a través de la violencia y el terror: represión directa, montajes policiales, grupos parapoliciales, golpismo clásico.
¿Cuál es la diferencia entre esta primera versión de la máquina de fango y la actual? La diferencia es crucial, hay que pensarla a fondo.
La nueva versión de la máquina de fango se apoya en una derechización popular activa. Popular, en el sentido de que sus protagonistas son muchas veces las propias víctimas del sistema y no sólo las élites. Activa, en el sentido de que se movilizan en las redes, toman la calle, hacen circular la información. Es un fenómeno que vemos en todo el globo: con Milei, Bolsonaro, Trump.
La primera máquina de fango actuaba en nombre de mayorías silenciosas pasivas. La segunda conecta con el malestar activo de las vidas dañadas. El nuevo “golpismo”, si quiere hablarse en estos términos, es interactivo.
La izquierda en general piensa lo siguiente: el mal viene de fuera y desde arriba. Los medios manipuladores producen personas manipuladas. La desinformación es una especie de “ducha” que cae sobre sus víctimas. Hay que frenar por tanto la ducha mediante nuevas leyes de medios (PSOE) o la contrainformación militante (Podemos).
El límite de este discurso progresista es su idea “ilustrada” de la política como un asunto de conciencia y falta de conciencia. Por el contrario, la cuestión fundamental en juego no es de conciencia, sino de cuerpo: ¿en qué tipo de cuerpo prende el mensaje reaccionario?
Se miente, se intoxica, se manipula, pero ¿por qué funciona? El mensaje de la derecha es eficaz, no solo porque caiga sobre los incautos masivamente desde arriba, sino porque resuena horizontalmente con los miedos y las esperanzas de las formas de vida actuales. La derechización actual no es fruto simplemente de una lluvia de desinformación, sino que brota también “desde dentro” de las vidas dañadas por la precariedad tanto mental como material.
Hay que disputar el malestar, en lugar de negarlo. Aceptar que la vida hoy es insostenible para millones de personas
El neoliberalismo es una máquina de precarizar la existencia, desde el trabajo a los vínculos, y esa precariedad resuena hoy con la promesa securitaria de la derecha y su señalamiento de chivos expiatorios a sacrificar para recuperar el orden: trans, ecologistas, menores no acompañados, izquierdistas, migrantes o feministas...
El mensaje de la derecha sintoniza pues con un cuerpo víctima y victimizado, con una agresividad que nace de la impotencia, con una furia revanchista en búsqueda de culpables. No crea todo eso, sino que conecta con ello.
Si la derechización no es producto de la máquina de fango, sino que la máquina de fango resuena con una precarización de la existencia, entonces no basta con legislar sobre los medios o contraponer a los bulos la “verdad” de los datos y la contrainformación. No hay manipulación, los cuerpos simplemente creen lo que quieren creer.
¿Cómo desactivar la máquina de fango?
Lo primero para cambiar algo, es pensar bien lo que pasa.
Si se plantean las cosas en términos de “democracia o fascismo”, como hace hoy la izquierda, quedamos encajonados en la mera defensa de lo existente, de esta democracia limitada y precarizadora, como si el mal fuese algo marciano y exterior. La derecha se hace cargo entonces de toda la rabia contra lo establecido.
Hay que pensar a fondo lo siguiente: el problema principal no es la derecha, sino el neoliberalismo. El neoliberalismo que produce masivamente precariedad mental y material. La derechización es una declinación posible de ese malestar, pero podría haber otras.
Hay que disputar el malestar, en lugar de negarlo. Dejarse de tanta propaganda sobre el éxito económico y aceptar que la vida hoy es insostenible para millones de personas, que la democracia no funciona y que la vida duele a muchos más de lo necesario. Sintonizar con el malestar pasa por escuchar y asumir su carga de negatividad contra lo existente, contra la gestión de lo existente.
En lugar de “democracia o fascismo”, podemos pensar en radicalizar la democracia contra el neoliberalismo. Serán necesarias (por arriba) medidas efectivas para revertir la precarización rampante, (por abajo) una recreación de los vínculos sociales y (por el medio) ahondar en los procesos de democracia participativa: ILP (Iniciativa legislativa popular), cogestión, referéndums vinculantes, nuevas formas de intervención directa de la ciudadanía en la política pública.
El rencor no escucha argumentos. No se disuelve por arte de magia ante la “verdad de los hechos”
Pensar la comunicación no sólo como mensajes críticos o “cañeros”, sino como experiencia de lo común, presencia compartida, diálogo. No sólo como otros canales, sino como nuevos espacios públicos y comunes, de encuentro y conversación, donde recrear la solidaridad y los vínculos frente a la atomización neoliberal. La solidaridad es sin duda el medio de comunicación más potente.
Nadie puede solo. Ni el PSOE, ni Sumar o Podemos, ni la calle o los movimientos sociales. Cada uno necesita del otro, porque el otro llega donde uno no alcanza. Un “frente unido contra el neoliberalismo” sólo es posible por fuera de la alternativa entre centralización o competencia. La unidad no es un bloque homogéneo y verticalizado, sino un espacio de diferencias donde cada una pueda aportar lo suyo, en un tejido de cooperación.
El deseo de venganza no atiende a razones. El rencor no escucha argumentos. No se disuelve por arte de magia ante la “verdad de los hechos”. Los hechos pertenecen al mundo que no se quiere, el mundo de la vida precaria. Es preciso transformar el deseo de venganza en deseo de cambio. Pasar de un cuerpo víctima a un cuerpo sujeto, de la impotencia a la potencia, de la atomización a la solidaridad, de un mundo de hechos a otro.
No sólo a través de la Ley y la “verdad”, sino de una redisposición del cuerpo, una recreación de los vínculos, una reimaginación de lo posible.
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Amador Fernández-Savater acaba de publicar Capitalismo libidinal; antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar.
Ernesto García López es antropólogo y escritor. Ha publicado recientemente Hospital del aire (Candaya, 2022). Ha colaborado con diferentes medios de comunicación y revistas literarias. Destacan sus investigaciones sobre la construcción social del activismo en Madrid durante el ciclo 15M. Se pueden seguir sus actividades en Ernestogarcialopez.blogspot.
Independientemente de la sinceridad del gesto de Pedro Sánchez, lo que está claro es que el discurso del PSOE ha cambiado. Hasta hace cinco minutos, vivíamos en una “democracia plena” que no admitía grandes...
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Amador Fernández-Savater
Es investigador independiente, activista, editor, 'filósofo pirata'. Ha publicado recientemente 'Habitar y gobernar; inspiraciones para una nueva concepción política' (Ned ediciones, 2020) y 'La fuerza de los débiles; ensayo sobre la eficacia política' (Akal, 2021). Su último libro es ‘Capitalismo libidinal; antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar’ Sus diferentes actividades y publicaciones pueden seguirse en www.filosofiapirata.net.
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/ Ernesto García López
Es antropólogo y escritor. Ha publicado recientemente Hospital del aire (Candaya, 2022). Ha colaborado con diferentes medios de comunicación y revistas literarias. Destacan sus investigaciones sobre la construcción social del activismo en Madrid durante el ciclo 15M. Se pueden seguir sus actividades en http://ernestogarcialopez.blogspot.com/
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