Vanguardias
Lucía Sánchez Saornil: el anhelo de un mundo nuevo
Semblanza de otra escritora olvidada de la generación de la República
Tania López García 4/06/2024
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Escribir se parece a menudo a interrogar. Esta interrogación tiene mucho de lucha por desenmascararse a uno mismo y ahondar en la batalla que libramos internamente, por llegar a un acuerdo con todos los que conviven en nosotros mismos. Por saber quiénes somos.
Cuando leo a Lucía Sánchez Saornil me da la sensación de estar siendo un testigo de esa interrogación en su escritura. Con su poesía y su prosa cuestiona el tiempo que le tocó vivir y a su vez lo carga de una frecuencia luminosa. Podríamos decir que lo agranda y lo llena de posibilidades.
Adentrarse en la figura de Lucía Sánchez Saornil no es fácil. Para imaginárnosla tenemos que visualizar a varias mujeres, a todas las que ella fue: poeta, oradora, pintora, activista, telefonista, revolucionaria.
Con una vida casi imposible de resumir, Saornil se encuentra siempre entre varias situaciones que la cercan y la obligan a replantearse el sentido del mundo y cuál es su lugar en él.
Para comprenderla, es necesario iniciarnos en su recorrido vital, cronológicamente.
Pongamos que estamos en los albores del siglo XX, Lucía Sánchez Saornil nace en el seno de una familia obrera, en la que pronto tuvo que ejercer de cuidadora ante la muerte de su madre cuando ella contaba con apenas 12 años. Sin embargo esas responsabilidades no le quitarán la fuerza para querer estudiar y plantarse ante la negativa paterna, siendo capaz de huir de las cadenas impuestas a las mujeres en su situación. “Yo”, como diría más tarde, “he ganado la batalla de mi casa”.
La fuerza de su carácter para oponerse al destino que se reservaba a las mujeres se refleja en su primer artículo, que escribe con apenas 16 años. Dedicado a su compañera Rosa de la Poza Saenz, se interroga sobre la injusticia de no poder formar parte de grupos excursionistas, que les son vedados a las mujeres en aquel momento.
Sánchez Saornil quiere poder vivir al aire libre, sin las restricciones que ofrece la ciudad, quiere ser simplemente ella misma.
Otra de las anécdotas que nos dan una idea del carácter de Sánchez Saornil nos la cuenta ella misma en el Breviario de la tía Isabel, pequeño relato en el que menciona que su padre le llega a decir “me irrita que seas tan curiosa” después de verla curiosear entre la biblioteca heredada de su tía Isabel, que ella denomina ‘Mamá Bel’. Es esa curiosidad, quizá, que comparte con su hermana, la que le lleva a escribir poesía de carácter modernista que comienza a publicar en 1914 en la revista Avante, firmando como Lucía.
En 1916 entra a trabajar en Telefónica, donde el ambiente de la capital y probablemente la intención de conservar el anonimato ante la empresa le empuja a utilizar el pseudónimo Luciano San-Saor para publicar sus poesías.
Sánchez Saornil encuentra en la poesía un espacio de libertad que no existe fuera del lenguaje
Si queremos hacernos una idea de lo que suponía formar parte del ecosistema poético en esa época siendo una mujer independiente, podemos leer a Cansinos Assens hablando en la revista Cervantes de las mujeres modernas, en una desagradable diatriba en la que llega a calificar a las mujeres independientes, “a esos viragos”, como una amenaza para el hombre y el niño.
En este ambiente tan hostil, Sánchez Saornil encuentra en la poesía un espacio de libertad que no existe fuera del lenguaje. Juega con las ambigüedades y la duplicidad de su persona en una herramienta que comparte con algunas de sus contemporáneas, como Carmen de Burgos.
El lenguaje es representación y posibilidad, donde la poeta puede ser poeta y puede encarnar el poema, puede mezclarse con la amada y con los anhelos de una sexualidad que apenas puede ser vislumbrada públicamente.
“Tus manos iban a una caza / de estrellas partidas / pero ellas te burlaban / escurriéndose entre tus dedos abiertos”.
En la poesía de Lucía Sánchez Saornil, la sensualidad modernista, eco de Machado o de Juan Ramón Jiménez, se entrelaza con las corrientes vanguardistas. En una época marcada por el futurismo y su versión española, el ultraísmo, donde las máquinas y la tecnología cobraban protagonismo, Saornil se unió a este fervor por lo nuevo.
Consciente del potencial que despliega este movimiento para crear un cambio social profundo, Saornil busca, a través de la potencia de sus versos, abrir las puertas a un mundo nuevo, libre de las ruinas del anterior, en el que la justicia social sea posible, así como la libertad para todos.
Como única mujer en las filas ultraístas, la fuerza de su voz explora las posibilidades de estas tecnologías, como ocurre en su poema Libro, publicado en 1921:
“El tren perfora el tiempo / agujero de luz / con las aristas de sus hojas claras”.
Y pese a esta apertura del nuevo mundo que plantean los ultraístas siempre planea sobre ella la duda, él vértigo de la tecnología, el fluir entre dos mundos: el antiguo y el nuevo, el burgués de sus compañeros y el suyo propio, el obrero, pero también el papel que la mujer tiene en la sociedad y su doble rol: el de poeta, el de Luciano San-Saornil y el de Lucía Sánchez Saornil.
Una interrogación que evoca en La Gaceta Literaria el 1 de Agosto de 1930:
“Pero…yo no sé si soy el vaso o el contenido…”.
Situada entre dos mundos, Lucía Sánchez Saornil se vio obligada a tomar una postura ante la incertidumbre que imperaba en la España de la época. La inestabilidad política y social la impulsó a buscar una visión más clara y profunda de la realidad y del futuro que se avecinaba.
En este contexto, Saornil se comprometió aún más con el movimiento anarquista y sindicalista. En 1933 escribió un artículo en la revista de la CNT donde criticaba el uso de términos como “lo nuevo” y “lo viejo”, “lo burgués” y “lo antiburgués”, considerándolos conceptos propios de la clase burguesa. En su artículo, Saornil afirmaba que estos términos carecían de significado real para los trabajadores. Ella sostenía que los intelectuales que los utilizaban, si bien entendían el poder de las palabras, no comprendían la dura realidad de la vida cotidiana de los obreros, que se organizaba en torno “a la jornada”.
Al entrar en contacto con el ideario anarquista se separa del feminismo burgués
Estas palabras señalan el profundo cambio que se estaba operando en la vida de Sánchez Saornil, que al entrar en contacto con el ideario anarquista se separa del feminismo burgués, heredero del mundo masculino y capitalista para crear junto a Amparo Poch y Mercedes Comaposada la revista Mujeres Libres en mayo de 1936, un hito en la historia del anarquismo y el feminismo español, que promulga la creación de un nuevo humanismo internacional, basado en la solidaridad y la justicia.
“La jornada, esto es lo eficaz”, dice Sánchez Saornil, casi adivinando la profunda decepción que arrastraría en sus últimos años:
“Las palabras más o menos fuertes…son solo literatura”.
Y sin embargo esta decepción no la separó de las letras y siguió escribiendo en su revista, así como otras de corte revolucionario; además del Romancero de Mujeres Libres, que constituye su única obra completa, y es un homenaje a la vida de los desheredados, aquellos que luchan por la justicia social. Para Lucía Sánchez Saornil la escritura ya no es un simple disfrute, es un deber. Y así lo proclama: “Hay que seguir adelante con serenidad, con entusiasmo; hay que seguir hilvanando palabras, palabras que digan a todos cuál es su deber, un deber inexcusable, que está por encima de nuestro propio destino, porque es el destino de la Humanidad”.
Tanto la poesía como la prosa de Sánchez Saornil siempre toman partido, siempre se preguntan y siempre proclaman las posibilidades mismas del cambio. Jamás se conforman, pese a sus dudas y a sus interrogaciones, con los roles impuestos por la sociedad; si hay algo que vertebra y permea todo su carácter y su obra es el anhelo de la justicia y la libertad.
Saornil conoce a la que será su pareja, América Barroso García, en Valencia, mientras trabaja como jefa de redacción del semanario Umbral y desde entonces se vuelven inseparables.
Lo serán también en el breve exilio que pasarán en Francia, seguidas muy de cerca por la gendarmería francesa mientras intentan ayudar a los republicanos españoles que se encuentran exiliados. Allí Sánchez Saornil cuestionará el comportamiento de algunos compañeros de izquierda.
A su regreso a España en 1941 pasarán los últimos años de su vida juntas, con una total discreción pero sin vivir en la clandestinidad: Sánchez Saornil sigue trabajando, esta vez como pintora de abanicos y reproducciones de cuadros.
La poesía vuelve de forma recurrente a su vida, y sigue publicando, como ocurre en 1956, gracias a la intervención de un amigo suyo.
Hasta el final, seguirá escribiendo e interrogándose:
“¿Y ha de acabarse todo en este ‘ahora’?”
A su muerte, en 1970, América Barroso pide que coloquen sobre su lápida una última interrogación que Lucía Sánchez Saornil había escrito en sus poesías: “Pero… ¿es verdad que la esperanza ha muerto?”
Sin embargo, quizá lo que más represente su carácter y su anhelo de un mundo nuevo se encuentre en otra de sus últimas poesías:
“Has jugado y perdiste: eso es la vida. / El ganar o perder no importa nada; / lo que importa es poner en la jugada / una fe jubilosa y encendida. / Todo lo amaste y todo sin medida”.
Escribir se parece a menudo a interrogar. Esta interrogación tiene mucho de lucha por desenmascararse a uno mismo y ahondar en la batalla que libramos internamente, por llegar a un acuerdo con todos los que conviven en nosotros mismos. Por saber quiénes somos.
Cuando leo a Lucía Sánchez Saornil me da la...
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Tania López García
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