1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

CTXT necesita 3.000 suscriptores más para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

AMELIA GAMONEDA / POETA E INVESTIGADORA

“El misterio mayor es cómo un sustrato neurobiológico puede desembocar en pensamiento”

Esther Peñas 9/07/2024

<p>Amelia Gamoneda. / <strong>Editoria Abada</strong></p>

Amelia Gamoneda. / Editoria Abada

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

¿Es la inspiración el resultado de un vagabundeo secreto de la mente que se nos muestra como fruto de azar? ¿Qué diferencias existen entre el eureka científico y la idea de iluminación artística? ¿Existen las casualidades? ¿Tienen las Musas explicación científica? De estas y otras cuestiones igualmente fascinantes nos habla la poeta e investigadora Amelia Gamoneda, coordinadora del libro Idea súbita. Ensayos sobre epifanía creativa (Abada). La catedrática de Literatura Francesa en la Universidad de Salamanca e hija del poeta Antonio Gamoneda, explora en este volumen las etapas intermedias entre el planteamiento de un problema y la llegada abrupta de su solución.

El hecho de abordar “la idea súbita” desde postulados incluso científicos, ¿no le resta fascinación o encanto?

Idea súbita es el nombre bajo el que presentamos esos fenómenos conocidos como eureka, epifanía, serendipia o incluso iluminación. Todos ellos tienen en sí capacidad de fascinación, sobre todo para quien lo experimenta en su propia mente. Ello sucede porque la idea súbita suele llegar –tanto en arte como en ciencia– sin aparente esfuerzo, sin que el sujeto tenga sensación de trabajo de reflexión que desemboque en resultados. Lo que sucede es que no hay trabajo consciente, aunque sí inconsciente. Pero al ser inconsciente, no es un trabajo de orden racional, y la idea súbita se presenta como surgida de la nada si consideramos que una idea ha de ser siempre resultado de un trabajo consciente racional. Sin embargo, lo específico de la idea súbita es precisamente ocultar a la conciencia el trayecto de su advenimiento. Desde este punto de vista, señalar que hay un trabajo inconsciente previo puede considerarse un desencantamiento, si se quiere, pero no es mayor que el que trata de desentrañar neurológicamente cualquier otra producción mental. De todos modos, estamos muy lejos todavía de sufrir ese tipo de desencantamientos. Porque el misterio mayor es cómo un sustrato neurobiológico puede desembocar en pensamiento –de cualquier clase que este sea, tanto el más genial como el más banal–. El paso de lo sensible a lo inteligible es la pregunta que, desde siempre, fascina tanto a científicos como a artistas. Las incipientes respuestas que ofrece hoy la neurobiología no desencantan, sino que reencantan. Pero quizá moviendo el encantamiento de lugar: ya no se trata de creer en espíritus iluminadores o en prodigios de revelación, sino en experimentar el asombro frente a la complejidad desconocida de nuestra propia mente. 

¿Qué predisposición de ánimo se requiere para recibir la epifanía?

Parece ser que una atención flotante al entorno la favorece. Hablamos de epifanía cuando nos referimos al ámbito del arte, de la filosofía o la religión. En estos territorios no hay forzosamente planteamiento previo de un problema que tengamos que resolver, como sí ocurre en el eureka, que es el término que corresponde a la idea súbita en ciencia. Es decir, lo habitual es que, antes del eureka, el sujeto haya reflexionado largamente sobre algún problema y le haya buscado inútilmente solución. Abandonada esta reflexión, sobrevendría el eureka. Por su parte, la epifanía no tiene forzosamente ese perfil de problema no resuelto. Sin embargo, en ambos, la idea súbita aparece precedida de una bajada de atención dirigida conscientemente hacia objetivos precisos. Como si la mente se encontrara en un momento de relax y vagabundeo: es el momento de solaz en la bañera para Arquímedes o de ver una manzana cayendo del árbol para Newton. Entonces sobreviene otro momento en el que el cerebro se cierra a la percepción de ese entorno y sucede la toma de conciencia de una idea. Hay que pensar que, en la fase de vagabundeo de la mente, de modo inconsciente estarían sucediendo operaciones mentales analógicas no censuradas por la razón y quizá hasta disparatadas. Puede ser que alguna tenga fortuna y sea captada como viable en términos de solución racional, estética o de otro tipo por nuestro cerebro, quien entonces reacciona volviendo hacia ella la atención consciente, para lo cual despliega una actividad dominante del hemisferio derecho, mientras que la información se difunde globalmente en el córtex, haciéndose así consciente. Pero, antes de todo ello, se diría que el ánimo es relativamente relajado y distraído. Solo después se revela que había una idea en estado larvario. 

¿Todo existe previamente y la cuestión es encontrarlo?

No, las ideas se generan, no preexisten ni en la realidad ni en nuestro cerebro. Solo podemos decir que las encontramos en el sentido en el que los trovadores utilizaban en verbo “trovar”, que ha dado el francés “trouver”: en un sentido creativo. En todo caso, el sujeto no encuentra algo preexistente, lo que sucede es un “encuentro” entre el sujeto y ese algo, el sujeto es parte activa. No se trata de que el sujeto acuda a ningún hipotético reservorio de ideas, sino de que él mismo produzca un tipo de acercamientos y combinatorias no censurados previamente por la razón (de esto sabían mucho los surrealistas cuando creaban imágenes). Y algo importante: la atención flotante al entorno puede recoger modos de percepción y de sensibilidad respecto al mismo que forman parte de esos acercamientos de tipo analógico que desembocan en la idea súbita. Esta idea no preexiste ni es un resultado, es una emergencia: algo nuevo.

Poincaré aseguraba (la frase se repite en un par de ocasiones en el ensayo) que “las combinaciones útiles son precisamente las más bellas”. ¿La belleza no se sustenta precisamente en su opuesto, en lo inútil, en lo que carece de valor de cambio?

Utilidad y belleza son dos fuentes de creación de valor en este mundo. Son muy diferentes, claro está, pero ambas han conseguido generar rendimiento en términos sociales y económicos. La utilidad proporciona satisfacción a las necesidades. La belleza genera satisfacciones no necesarias. La ciencia sirve a la primera, el arte a la segunda. Ambos se duelen de no saber proporcionar las satisfacciones que sí proporciona el otro. Frente a esa decepción, el arte prefiere displicentemente declararse inútil. Y la ciencia reclama vanidosamente para sus útiles producciones una idea de belleza simplificada y cognitivamente depauperada en ornato. Esta grosera psicología de ambos ámbitos de conocimiento del mundo me parece estar en la base de algunas actitudes mucho más sofisticadas, como es el caso de la admisión de la metáfora o del propio eureka por parte de la ciencia en los prolegómenos del pensamiento científico. La filosofía de la ciencia admite con presteza que pueda haber una fase de descubrimiento vinculada con un pensamiento no científico, pero que ha de ser superada con la misma celeridad. Este tipo de posiciones ha alimentado el gran debate sobre modelo y metáfora. Y el eureka también ha sido rentable a la hora de discutir la posibilidad de diversos tipos de mente científica y creadora (matemáticos que piensan con fórmulas o que lo hacen con imágenes; creadores tipo Beethoven o Mozart). 

El hallazgo, ¿siempre se comprende a posteriori?

Esta cuestión es importante. En el caso del eureka –que se produce como solución a un problema científico– el productor de la idea puede tener la intuición de su acierto, pero necesitará después comprobarlo aplicando toda su racionalidad y su conocimiento de la disciplina en cuestión; y, seguramente, también deberá corregir la formulación de la idea y demostrarla para convertirla en una verdad científica. Esta fase de verificación es imprescindible para certificar a posteriori un eureka, pues en otro caso podría tratarse de una idea fallida. Sin embargo, en el caso del arte y su epifanía no se produce esa fase posterior, porque el arte no se funda sobre verdades verificables. Su pregunta se refiere a la comprensión que podría darse tras la idea súbita y, en el caso de la epifanía del arte, la comprensión en términos cognitivos exigiría que el arte fuera en sí mismo inteligible. Pero la inteligibilidad –ya lo decía Jorge Wagensberg– no es característica del arte.

Más que comprender el hallazgo, lo que el arte ha buscado a lo largo de la historia es legitimarlo por otras vías

Más que comprender el hallazgo, lo que el arte ha buscado a lo largo de la historia es legitimarlo por otras vías. Por ello, la epifanía se ha atribuido a la influencia de alguna entidad superior y poco inteligible (espíritus, musas, deidades) cuya garantía se producía en el mismo surgimiento súbito de la idea y no después. Otra gran legitimación ha sido y es la estética. Pero los tiempos modernos –y en particular las vanguardias– rompieron con esas legitimaciones, incluso con la del sufragio del gusto general. Desde entonces, el arte no busca e incluso no admite legitimación –hoy en día es poesía lo que actualmente declara el poeta y así nombra en la portada de su libro–. De donde se sigue que la epifanía artística se aleja cada vez más del eureka y se acerca cada vez más a la serendipia, esa otra idea súbita. 

¿Qué diferencia a la idea súbita que ha sido largamente perseguida de la que brota sin causa primera, como el fulgor de un verso?

La expresión “idea súbita largamente perseguida” es casi un oxímoron, pues el problema pendiente de resolución puede haber sido largamente planteado y pensado, pero la idea súbita no ha podido ser elaborada larga y conscientemente, solo el trabajo de incubación inconsciente puede ser largo. Por otra parte, el verso es, a mi entender, un caso específico de epifanía; es, por así decir, el surgimiento de una fórmula lingüística que viene a nombrar una experiencia del sujeto que no tenía nombre. En ese sentido, es un hallazgo: tiene la novedad de la palabra que existe por vez primera (y quizá última: un hápax), y naturalmente por ello no pertenece al lenguaje común, no es comunicativa en el sentido en que lo es un término del diccionario. Y por no ser comunicativa no es tampoco inteligible. Es un lenguaje que se ensaya, sin aval y sin demostraciones posteriores. Excepto quizá la de la lectura poética, esto es: el hecho de que un lector pueda reconocer el verso como fórmula lingüística conforme a la expresión de su propia experiencia. 

¿Hasta qué punto se puede racionalizar el azar?

El azar no es un ingrediente esencial de la idea súbita. Incluso en el caso de la serendipia, la sorpresa cuenta más que el azar, pues lo importante es el proceso que se desencadena en el sujeto y que está cercano a la abducción, no tanto la idea de las contingencias exteriores al sujeto. La intervención del azar en la idea súbita se asemeja a la idea del azar objetivo de los surrealistas: es el poeta el que encuentra el parentesco entre los sucesos del mundo; otra cosa es que el relato se pueda hacer de manera reversible y que sea posible prestar carácter azaroso o teleológico a lo que, en el fondo, ha sido seleccionado por la percepción de un sujeto. 

El hallazgo súbito tiende a subrayar la presencia del sujeto en el proceso de pensamiento

¿Qué carga emocional implica el hallazgo?

El hallazgo súbito tiende a subrayar la presencia del sujeto en el proceso de pensamiento, pues de pronto este siente su propia implicación en el surgimiento de la idea –implicación que un momento antes no sentía–. La siente porque la idea se presenta por sorpresa, y con ello el sujeto torna repentinamente a una conciencia. El sujeto se sorprende tanto del contenido como del propio hecho de su ocurrencia. Pero sucede también que en el eureka y la epifanía, algo de la experiencia personal y no consciente del sujeto pasa a la idea, le da forma o contenido, y el sujeto se siente entonces así reflejado de algún modo en su propia idea. La reconoce como suya después de verla surgir aparentemente de modo independiente y sin su contribución, se posesiona de ella. Así pues: sorpresa y reconocimiento (ambos en grado matizado, naturalmente). Lo subitáneo ejerce una fascinación sobre ese sujeto: lo que no existía para uno de repente existe en uno mismo. Hay también experiencia de magia, de un ilusionismo que retiene nuestra atención desde la infancia –recuérdese el fort-da freudiano–. Finalmente, puede haber una elaboración de la sorpresa y la fascinación en el sentido de atribuirlas a alguna instancia inspiradora, lo que refuerza el sentimiento de excepcionalidad del sujeto: elegido o genio. Y a partir de este grado entramos ya en zonas esotéricas.  

La inteligencia artificial, ¿también incurre en ideas súbitas o es una facultad humana?

Si el eureka se describe como idea súbita que pasa del inconsciente a la consciencia, no parece que esta noción pueda aplicarse a la inteligencia artificial. Conciencia e inconsciente son hasta ahora nociones que dependen de la existencia de un sustrato biológico por definición, y una máquina no es un ser vivo. Otra cosa es que ampliemos la noción de consciencia y pensemos que el nivel de complejidad y la capacidad (hipotética aún) de suscitar cierto nivel de emergencias dentro de un sistema pone a la máquina en condiciones de cumplir los requisitos de una conciencia. En ese sentido (no creo que la máquina esté muy interesada en ello), podría considerarse que el trabajo no explícito de la máquina tiene analogía con el trabajo inconsciente. El problema es que el trabajo inconsciente se ancla en la condición corpórea del sujeto. En fin, la idea súbita es un registro de la corporeización de nuestro pensamiento: una especificidad humana que supone una frontera muy básica pero inexpugnable para la inteligencia artificial. Lo más rudimentario es lo más difícil. 

Eureka y epifanía requieren de confianza en uno mismo

Las condiciones externas (nivel social, económico, etc.), ¿de qué modo condicionan la aparición del eureka?

Una idea –tanto trabajada conscientemente como súbita– surge de una necesidad o problema, del tiempo necesario para pensar en resolver dicha necesidad, de los conocimientos básicos para enfrentar el problema y del ingenio suficiente para hallar la solución. Todo el mundo tiene problemas, pero no todos tenemos las mismas posibilidades y facilidades para gestionar el resto de los ingredientes de la producción de una idea. Sucede que, a mejores condiciones de vida, mayores facilidades. La idea súbita no es una excepción. Pero además se diría que la atención flotante que la precede rima con cierta idea de ocio indolente. Y el ocio es caro. Sin embargo, creo sobre todo que el mejor curso de la idea súbita tiene que ver con la disposición del ánimo hacia uno mismo: ofrecerse psíquicamente el tiempo necesario, atajar en sí mismo el impulso productivo consciente, dar credibilidad a la propia intuición. Eureka y epifanía requieren de confianza en uno mismo. Genios, inventores y artistas no suelen carecer de ella. 

¿Es la inspiración el resultado de un vagabundeo secreto de la mente que se nos muestra como fruto de azar? ¿Qué diferencias existen entre el eureka científico y la idea de iluminación artística? ¿Existen las casualidades? ¿Tienen las Musas explicación científica? De estas y otras cuestiones igualmente...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autora >

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí