Cartas desde Meryton
Utah
En Francia, la gran mayoría de los partidos demócratas están dispuestos a pactar para evitar que Le Pen gane la segunda ronda de las elecciones legislativas. Una lección que el Partido Popular español prefiere ignorar
Silvia Cosio 5/07/2024
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Voy a soltar esto ya y si queréis podéis quitarme el DNI y acabamos de una vez con este oscuro secreto que llevo tiempo callándome: me encanta Francia. De hecho en Guerra y Paz y en Curro Jiménez siempre voy con Napoleón. Y aunque es verdad que me gusta más la idea de Francia que su materialización –Francia es de lejos más pacata, conservadora, machista y racista que España– algunos de los mejores momentos de mi vida los he pasado en ese país (Disneyland París al margen).
Cuando mi adolescente era aún pequeña la llevé un verano a conocer el Juego de la Pelota, edificio mucho más modesto que el complejo palaciego de Luis XIV pero mucho más relevante y hermoso que el Salón de los Espejos. Pero fue el viaje de un verano de frío y lluvia, no muy distinto al que estamos viviendo en Asturies en estos momentos, el que me marcó mucho más de lo que pude imaginar cuando lo estaba planificando: el año en el que al fin pudimos visitar las playas del Desembarco de Normandía y hacer una pequeña ruta para seguir los pasos de la Easy Company por toda la región, aprovechando además las celebraciones del septuagésimo aniversario del Día D y de la Batalla de Normandía. Y entonces, mientras mi hija y yo contemplábamos la playa de Utah, azotadas por un viento helado en pleno agosto y rodeadas de los búnkeres de cemento alemanes, vimos pasar a un grupo de veteranos británicos cargados de medallas que se dirigían a la playa de Gold para rendir homenaje a sus compañeros. No voy a negar que cuando vi a aquellos ancianos ponerse a llorar yo también me eché a llorar con ellos. Pero más allá de moñerías personales lo que más me impactó fue el hecho de encontrarme cara a cara con la Historia, así con mayúsculas, pues caí en la cuenta de que aquellos hombres habían vivido y sufrido algo que hasta ese momento, y a pesar de tener una mente racional y de saberme de memoria miles de anécdotas, batallas y hechos de la Segunda Guerra Mundial, yo solo podía imaginarme en términos de ficción, como una narración o una película. Pero ahí estaban frente a mí en carne y hueso aquellos veteranos que una vez, siendo apenas unos niños, habían desembarcado aterrorizados en una playa de Normandía para liberar Europa.
Ah, lo sé, ya os oigo, Silvia ya te estás dejando llevar por la propaganda y la épica, los países aliados miraron hacia otro lado en España y permitieron el auge del fascismo y de Hitler… Ya, cierto, pero no es menos cierto también que miles de jóvenes perdieron sus vidas en aquellas playas un 6 de junio de 1944. Y es que, más allá de purezas políticas y antiamericanismo, la verdad irrefutable es que la lucha antifascista le costó la vida a millones de personas. Hombres y mujeres de todas las edades y condiciones sociales, pero también miles de adolescentes y de niños y niñas, cuyo recuerdo no se ha borrado y permanece grabado en las miles de placas y monumentos levantados en su honor por toda Europa, –algo que contrasta con la memoria en España, donde la mayoría de las víctimas del fascismo siguen aún abandonadas y anónimas en las cunetas en las que fueron arrojadas–. Porque la lucha contra el fascismo es también una lucha por la memoria. Por eso tampoco deberíamos olvidar que quienes dieron su vida para detener al fascismo eran en su mayoría personas normales y corrientes que en muchos casos nunca llegaron a imaginar que se iban a mezclar en política hasta que la mala política les pasó por encima. Y entre esas personas también se encontraban miles de norteamericanos que murieron muy jóvenes en unas playas diminutas del norte de Francia o en alguna aldea perdida cuyo nombre ni siquiera sabían pronunciar bien.
Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial el mundo se juró a sí mismo que algo así no volvería a pasar. Una promesa bienintencionada que cayó en saco roto muy pronto, pero a pesar de las promesas incumplidas al menos sí que parecía que podíamos aferrarnos a una evidencia casi irrefutable: que se había vencido al fascismo y que este no iba a volver. Estamos viendo y padeciendo que esto tampoco es así. Mucho se ha especulado estos últimos años sobre el auge de los neofascismos: que si el capitalismo está agotado, que si el cambio climático, que si la desigualdad que si el miedo ante lo imprevisible. No han faltado tampoco los dedos acusadores contra feministas, el colectivo LGTBI+, los ecologistas o las personas migrantes porque según ellos no hemos sabido ser didácticos y asustamos blablabla. Bueno, tonterías aparte, no voy a negar que hay un porrón de gente enfadada y perdida, los vemos, los leemos y los escuchamos en redes y en los medios de comunicación, gente que no se corta un pelo en acusar de todos los problemas a los otros, a esos otros que no se le parecen o no entiende o le asustan, ya sean mujeres, personas migrantes, musulmanes o fans de Pokemon. Y de esos malos sentimientos, y de la escasa capacidad para hacer autocrítica y empatizar con cualquiera que no piense y tema lo que ellos temen, se alimentan los fascismos, Pero si hay algo que engorda al fascismo es la falta de memoria y, sobre todo, la falta de escrúpulos y de principios éticos básicos.
El resultado de la primera vuelta de las elecciones en mi querida Francia nos ha vuelto a recordar que nos encontramos, de nuevo, al filo de algo mucho más peligroso de lo que nos gusta reconocernos a nosotros mismos. Sin embargo los franceses también nos están mostrando el camino a seguir a todas las personas demócratas y con alma: que la nueva lucha antifascista se sustenta en la unión inquebrantable de aquellos que se oponen al fascismo, más allá de siglas e ideologías, para bloquearles el acceso a las instituciones e impedir que gobiernen y legislen para hacer del mundo un lugar cada vez más pequeño, incómodo, inhabitable, triste, uniforme, peligroso y violento. Mientras Feijoo y los suyos pactan y cogobiernan con los primos tontos de Marie Le Pen, en Francia la gran mayoría de los partidos demócratas están dispuestos a pactar para evitar que esta gane la segunda ronda de las elecciones legislativas, aunque con ello salgan perjudicados sus propios candidatos. Una lección que el Partido Popular español prefiere ignorar para su –y nuestra– vergüenza, demostrando, una vez más, que en realidad ellos son los herederos de quienes ganaron la guerra civil en el 39 y no de quienes dejaron su vida en la pequeña y bella playa de Utah.
Voy a soltar esto ya y si queréis podéis quitarme el DNI y acabamos de una vez con este oscuro secreto que llevo tiempo callándome: me encanta Francia. De hecho en Guerra y Paz y en Curro Jiménez siempre voy con Napoleón. Y aunque es verdad que me gusta más la idea de Francia que su...
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Silvia Cosio
Fundadora de Suburbia Ediciones. Creadora del podcast Punto Ciego. Todas las verdades de esta vida se encuentran en Parque Jurásico.
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