última oportunidad
La delgada línea roja del frente republicano
La segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia pone a prueba un resucitado, pero frágil, cordón sanitario a la extrema derecha
Enric Bonet Meaux (Francia) , 7/07/2024
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“Las personas de izquierdas votan con mayor facilidad a alguien de derechas para impedir la llegada al poder de la ultraderechista Reagrupación Nacional (RN). Cuando les toca hacerlo a los de centro, les cuesta más”. Manon, de 33 años, reconoce sus dudas sobre uno de los mayores interrogantes de la segunda vuelta en las elecciones en Francia: ¿qué harán los simpatizantes del presidente Emmanuel Macron? Esta vez no les toca únicamente a los electores de izquierdas ponerse una pinza a la nariz y votar a un partido con el que discrepan ideológicamente, sino sobre todo a los macronistas y a la derecha republicana.
Era viernes por la tarde y esta joven trabajadora en el sector bancario tomaba una copa de vino con su amigo Hamid enfrente de la imponente catedral gótica de Meaux. Situada a unos 50 kilómetros al este de París. Esta localidad, de unos 55.000 habitantes, ejemplifica la llamada ‘Francia periférica’, según el discutido término del geógrafo Christophe Guilluy. Circunscripciones como esta deciden el futuro del país este domingo.
La ultraderecha de Marine Le Pen llama a las puertas del poder. Cuenta con opciones de lograr la mayoría absoluta y hacerse con las riendas de un Gobierno de cohabitación. Convocadas de manera anticipada y temeraria por Macron, estas elecciones se han convertido en un plebiscito ganador para la extrema derecha. Este escrutinio sobre la identidad del país –una Francia que o se encierra en el resentimiento o bien conserva su ADN republicano y mestizo– no se decide con la suma de todos los votos, sino en unas 159 circunscripciones (de un total de 577). Allí se prevé un desenlace muy ajustado.
RN cuenta con opciones de lograr la mayoría absoluta y hacerse con las riendas de un Gobierno de cohabitación
Los últimos sondeos apuntan a que RN terminará lejos de la mayoría absoluta, pero deben cogerse con pinzas. Según un estudio reciente de Cluster 17, la alianza de la derecha radical podría obtener entre 210 y 170 escaños. Le seguiría la coalición unitaria de las izquierdas del Frente Popular (195-165). En tercera posición quedaría la coalición Juntos de Emmanuel Macron (160-130), que perdería alrededor de un centenar de los escaños de los que disponía en la Cámara Baja, y en la que era la primera fuerza. No obstante, estas estimaciones pueden equivocarse, ya que muchas circunscripciones bailarán por centenares, o incluso miles, de votos de diferencia. Ya sucedió en 2022 cuando el lepenismo desmintió los sondeos.
El frente republicano ha funcionado bien con las retiradas de las candidaturas. Pero, ¿los electores seguirán esa consigna?
“¿Los votantes seguirán la consigna?”
“La cuestión esencial en esta segunda vuelta consiste en saber si los votantes macronistas se abstendrán o bien votarán para frenar la extrema derecha. Si miramos lo que pasó en las legislativas de 2022, la mayoría de los votantes macronistas se abstuvieron”, advierte el politólogo Thomas Frinault, profesor en la Universidad de Rennes 2, recordando como en las anteriores elecciones la coalición de izquierdas NUPES perdió numerosas segundas vueltas con la ultraderecha por ello. Esta vez se enfrentan en 159 circunscripciones. Es el duelo más recurrente, aunque también hay 136 con una confrontación entre el lepenismo y el macronismo.
Tras la victoria de RN y sus aliados en la primera vuelta con el 33% de las papeletas, la izquierda y, en menor medida, el macronismo reaccionaron con celeridad. El Frente Popular –compuesto por la Francia Insumisa, el Partido Socialista, los verdes y los comunistas– retiró a 128 candidatos y la coalición macronista, Juntos, a 76. “El frente republicano ha funcionado bien con las retiradas de las candidaturas. Al final solo hay un centenar de triangulares. Pero, ¿los electores seguirán esa consigna?”, se pregunta Pablo Pillaud-Vivien, jefe de redacción de la revista Régards.
Es la duda que predominará. Uno de esos territorios en los que la noche podría ser larga es Meaux. Representa un feudo municipal de la derecha republicana. Jean-François Copé, presidente de la derecha republicana entre 2012 y 2014, gobierna allí desde 1995. A pesar de esta tradición gaullista, esta ciudad y sus alrededores se han convertido en el escenario de un interesante duelo.
Por un lado, la diputada ultraderechista Béatrice Roullaud, que en 2016 pedía votar para impedir que un musulmán fuera concejal en París. Por el otro, la militante antirracista Amine Bentounsi, del Colectivo ‘Urgencia nuestra policía asesina’ e investida por el Frente Popular y la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar). Es conocida por la lucha que llevó a cabo para que condenaran al policía que mató a su hermano en 2012 con un tiro por la espalda.
“¿Los votantes de Régis Sarazin apoyarán al Frente Popular? Espero, pero tengo mis dudas”, reconoce Louis, de 28 años, un joven militante de izquierdas de París que se desplazó a Meaux para ayudar en la campaña. Menciona el nombre del candidato de la derecha republicana. Pese a contar con el respaldo de los afines a Macron, Sarazin quedó tercero en la primera vuelta (26,7%) y se retiró de cara a la segunda, pero sin dar una consigna de voto. “Nunca voy a escoger entre la Francia Insumisa y la Reagrupación Nacional”, declaró Copé, reproduciendo la misma distancia equidistancia aplicada por numerosos dirigentes de la derecha republicana, así como del sector más conservador del macronismo.
Banalización de los discursos racistas
“Estamos obligados a elegir entre los dos extremos. (…) Ninguna de estas dos opciones cumple con todos los valores republicanos”, afirma Jade Le Bon, de 18 años y que acabó recientemente los exámenes de Selectividad. Para esta joven, que afirma simpatizar con la derecha republicana, la decisión de escoger entre la ultraderecha y la izquierda depende de un juego de suma cero. Como si ambas fueran opciones de la misma naturaleza. “A los franceses se los valora mucho menos que a los extranjeros. A ellos les dan los papeles con mayor facilidad”, sostiene Corentin Le Guen, sentado con su amiga Jade en las escaleras de la catedral y que parece decantarse por el partido de Le Pen y Bardella.
No muy lejos de allí, en una terraza, Manon lamenta esta normalización de la extrema derecha: “En los bares mucha gente me dice que RN no es racista, sino un partido cualquiera, como el resto”. Recuerda una anécdota reciente que la marcó sobre un racismo banalizado: “En un grupo de Facebook de habitantes de los pueblos de los alrededores de Meaux uno de los mensajes publicados era ‘Mira lo que han hecho los árabes’, refiriéndose a un incidente del que se desconocía la autoría”. Mientras en esta ciudad la extrema derecha consiguió el 30% de los votos en la primera vuelta, en los pueblos de los alrededores se acercó al 50%.
Hay casos como el de Ludivine Daoudi que se hacía fotos con una gorra nazi. O Annie Bell, condenada por una toma de rehenes en 1995 con un fusil
Las agendas política y mediática –con una omnipresencia de los sucesos– remaron a favor del lepenismo en los últimos meses. Esta tendencia ha cambiado ligeramente en la recta final de la campaña. Han puesto la lupa en el ADN nacionalista y xenófobo de RN. Los internautas y medios de izquierdas recordaron que más de un centenar de sus candidatos hicieron en el pasado declaraciones racistas, antisemitas o conspirativas (La Carte de la Honte : 154 preuves que le RN est toujours...). Hay casos como el de Ludivine Daoudi que se hacía fotos con una gorra nazi. O Annie Bell, condenada por una toma de rehenes en 1995 con un fusil.
A pesar de que el lepenismo no ha cambiado ni en sus genes ideológicos ni en la incompetencia de muchos de sus miembros, los grandes medios han fiscalizado bastante más al Frente Popular que a RN. También dedicaron numerosas horas al hostigamiento Jean-Luc Mélenchon, el veterano líder de la Francia Insumisa acusado de manera infundada de antisemita. Esta demonización de la izquierda ha debilitado el cordón sanitario a la extrema derecha. Y eso que de este antifascismo banal, cada vez más frágil, depende evitar (o no) su llegada al poder.
“Las personas de izquierdas votan con mayor facilidad a alguien de derechas para impedir la llegada al poder de la ultraderechista Reagrupación Nacional (RN). Cuando les toca hacerlo a los de centro, les cuesta más”. Manon, de 33 años, reconoce sus dudas sobre uno de los mayores interrogantes de la segunda vuelta...
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