giro democrático
La noche en que resucitó la ‘gauche’
La izquierda logra una victoria moral y política en la segunda vuelta de las elecciones legislativas, pero no lo tendrá fácil para formar gobierno
Enric Bonet París , 8/07/2024
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La treintañera Flavia tuvo un nudo en el estómago durante las últimas cuatro semanas. Un miedo la obsesionaba desde el 9 de junio. “No quería cumplir 35 años el mismo verano en que el fascismo se hubiera impuesto en mi país”, explicaba esta parisina y empleada en el sector bancario, muy emocionada por los resultados preliminares de la segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia. Tras el anuncio del inesperado desenlace del escrutinio, ese miedo se vio sustituido, primero, por el alivio y, luego, por un sentimiento más emotivo: “Mis abuelos eran italianos que huyeron del régimen de Mussolini. Esta noche no paro de pensar en ellos y me dan ganas de llorar… de alegría”.
Testimonios como el suyo abundaban enfrente del restaurante La Rotonda de Stalingrado, en el nordeste de París. Cuando se terminó la cuenta atrás antes del anuncio de los ballotages a las ocho de la tarde, la aparición de los quesitos electorales fue celebrada con euforia. Aplausos, gritos, manos en la cara de incredulidad… Algún turista despistado debió de pensar que Francia había marcado un gol en la Eurocopa por las aclamaciones que se sintieron en varios puntos de la capital, como en la Plaza de la República, que se llenó con miles de personas. Pero este año los Bleus apenas marcan. Y esa euforia se debió a una alegría más profunda: la derrota de la ultraderecha y la primera victoria de la izquierda francesa desde 2012.
La alianza unitaria del Nuevo Frente Popular (NFP) desmintió los sondeos y venció en las elecciones parlamentarias anticipadas. Es una victoria por la mínima, pero con un valor moral y sentimental evidente. Compuesta desde la Francia Insumisa hasta el Partido Socialista (PS), pasando por los verdes y los comunistas, esta coalición representa ahora el primer bloque en una Asamblea Nacional muy fragmentada. A los 182 diputados conseguidos por el NFP se le podrían sumar otros 13 representantes progresistas que no se presentaron con esa etiqueta. Con cerca de 200 escaños se encuentra lejos de la mayoría absoluta (289). Pero más complicado lo tienen para formar mayorías los otros dos bloques: el centroderecha de Emmanuel Macron y la ultraderecha de Marine le Pen.
“A su manera, una vez más, la izquierda unida ha salvado la República”, destacó Jean-Luc Mélenchon, líder de la Francia Insumisa (afines a Podemos o a Sumar), desde el escenario montado por su partido en la Rotonda. Los centenares de simpatizantes de izquierdas acogieron con gritos de “Todo el mundo detesta a los fachas” una de las principales noticias de la noche del domingo: el pinchazo de la ultraderechista Reagrupación Nacional. Lejos de las expectativas creadas por los sondeos, el partido de Le Pen ha quedado como tercera fuerza en el Parlamento, con 143 escaños. Incluso lo superó la coalición Juntos de Macron, con 168.
La mayoría de los 450 candidatos ultras salieron derrotados. Contribuyó a ello la acertada decisión del FP y del macronismo de retirar a 200 candidatos
“Feliz de ver que la mayoría de la gente no es racista”
La política también consiste en el arte de gestionar las expectativas. Como le sucedió hace un año al PP en España, el lepenismo ha pagado la osadía de descorchar el champán antes de tiempo. Sus últimos diez días de campaña resultaron erráticos. Por un lado, las declaraciones de representantes de RN, como el diputado Roger Chudeau, regodeándose con la posibilidad de que los binacionales no puedan ocupar cargos políticos o puestos de responsabilidad en la administración. Por el otro, el centenar de candidatos con un largo historial de comportamientos racistas, antisemitas o conspirativos.
Pese a su apariencia de tenerlo todo controlado y dominar los códigos del momento –con el ejemplo paradigmático del telegénico Jordan Bardella, mano derecha de Le Pen–, RN sigue pecando por su amateurismo y su ADN ultranacionalista y xenófobo. El cordón sanitario de la ciudadanía a la extrema derecha resistió.
Tras la victoria del lepenismo y sus aliados en la primera vuelta con el 33% de los votos, la segunda se había convertido en un plebiscito sobre su llegada al poder. El resultado fue claro: la gran mayoría de los 450 candidatos ultras presentes en la segunda vuelta salieron derrotados. Contribuyó a ello la acertada decisión del Frente Popular y, en menor medida, del macronismo de retirar a unos 200 candidatos para evitar la dispersión del voto en triangulares.
“Estoy muy feliz de ver que la mayoría de mis compatriotas no son unos racistas”, afirmaba Laura, de 49 años, que trabaja en la educación nacional. Junto con dos amigas, asistió a la noche electoral de la Francia Insumisa. “Nunca habíamos vivido una victoria como esta”, presumía Amina Chouarfi, de 23 años, una estudiante de Geografía quien reconocía que en las últimas semanas había tenido “mucho miedo por lo que podría pasarles a las personas LGTBIQ o racializadas”.
Punta de lanza de una movilización ciudadana
El resultado del domingo no garantiza a la gauche hacerse con las riendas del gobierno, pero sí que sirve para pasar página de una larga década de frustraciones, originada en 2012 con el fallido mandato de François Hollande. A pesar de la falta de un líder claro –Mélenchon dio un paso al lado al inicio de la campaña para que viera la luz la alianza– y sus divisiones internas, el Frente Popular ha sido la punta de lanza de una amplia movilización ciudadana.
La participación (67%) resultó la más elevada en unas legislativas desde 1997. En la campaña, además, se implicaron sindicatos como la CGT, medios de izquierdas o las estrellas de la selección francesa de fútbol. Aurélien Tchouaméni, conocido por su compromiso antirracista, la bautizó como la “victoria del pueblo”. Uno de los factores capitales para la izquierda es aparecer como la bandera de estos sentimientos de alivio y esperanza. Pero tras una noche de fiesta, siempre llega el día después y el riesgo de la frustración.
La política francesa necesitaba esta dimensión colectiva
Aunque las distintas formaciones progresistas celebraron la noche electoral cada una por su cuenta, sus dirigentes se coordinaron para decidir los pasos a dar en los próximos días. “No se trata de una mayoría absoluta, pero pido a todos aquellos que sufrieron un voto de castigo (en las europeas y en las dos vueltas de las legislativas) que reconozcan su derrota y que en el próximo año no mezclen sus votos con los de la extrema derecha”, dijo el domingo el secretario general del PS, Olivier Faure, quien mantuvo un tono muy parecido al de Mélenchon.
A diferencia de la coalición NUPES, dominada por la Francia Insumisa, en la nueva Asamblea tendrán prácticamente el mismo peso el grupo parlamentario de los insumisos y el de los socialistas. Los equilibrios internos entre socialistas e insumisos no solo influirán en la elección del primer ministro, sino también la cohesión interna de la alianza progresista. El Frente Popular debe proponer “a lo largo de esta semana” a un candidato como primer ministro, defendió este lunes Faure.
El NFP se ha caracterizado hasta ahora por la ausencia de un liderazgo muy marcado. “Creo que esto ha representado una ventaja. Hemos visto a dirigentes ganar en relevancia, como la ecologista Marine Tondelier, o a otros matizar sus posiciones, como el insumiso Manuel Bompard. La política francesa necesitaba esta dimensión colectiva”, defiende la politóloga Agathe Cagé, autora del libro Classes figées.
El PS promete no implicarse en una “gran coalición”
Teniendo en cuenta el embrollo parlamentario actual –una Asamblea dividida en tres bloques que no desean pactar entre ellos–, la opción más lógica para Macron consistiría en nombrar a un primer ministro del Frente Popular. Se desconoce, sin embargo, qué hará el presidente, que cuenta cada vez con menos autoridad entre sus filas. De hecho, el macronismo está dividido sobre los pasos que hay que seguir.
Teniendo en cuenta el embrollo parlamentario actual, la opción más lógica para Macron consistiría en nombrar a un primer ministro del NFP
Por un lado, el ministro del Interior, Gérald Darmanin, apuesta por un giro aún más a la derecha y por buscar un pacto con Los Republicanos (LR, afines al PP), a pesar de que eso no entusiasma a la cuarta fuerza parlamentaria (60 diputados). Por el otro, el primer ministro, Gabriel Attal, quien tiene los días contados en Matignon, parece decantarse por estrechar los vínculos con los sectores moderados del PS. Ya hubo contactos la semana pasada entre dirigentes macronistas y representantes de izquierdas, como el ambicioso eurodiputado Raphaël Glucksmann, presidente de Plaza Pública, un micropartido con poco peso dentro del Frente Popular.
“No vamos a implicarnos en ninguna coalición entre fuerzas contrarias que suponga prorrogar las políticas macronistas”, defendió el domingo Faure, cuya gestión ha logrado resucitar al PS. Pese a esas declaraciones cerrando la puerta a una “gran coalición”, existen dudas entre los militantes de izquierdas sobre la fiabilidad de esas palabras. “Me temo que los socialistas y los verdes se mostrarán más volátiles”, reconocía Julie Lisiewski, de 23 años, una estudiante de una escuela de música, concentrada enfrente de la Rotonda de Stalingrado. Estas dudas quedaron eclipsadas por el alivio, la alegría y la música de la fiesta popular que fue finalmente la noche del 7 de julio. Hacía tiempo que no resonaban con tanta pertinencia los famosos versos del cantautor comunista Jean Ferrat.
Cet air de liberté au-delà des frontières
Aux peuples étrangers qui donnaient le vertige
Et dont vous usurpez aujourd'hui le prestige
Elle répond toujours du nom de Robespierre
Ma France
[Este aire de libertad más allá de las fronteras
A los pueblos extranjeros que te marearon
y cuyo prestigio estás usurpando hoy
ella todavía responde al nombre de Robespierre
Mi Francia]
La treintañera Flavia tuvo un nudo en el estómago durante las últimas cuatro semanas. Un miedo la obsesionaba desde el 9 de junio. “No quería cumplir 35 años el mismo verano en que el fascismo se hubiera impuesto en mi país”, explicaba esta parisina y empleada en el sector bancario, muy emocionada por los...
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