1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.335 Conseguido 91% Faltan 16.440€

DESTELLOS DE VERANO (II)

Un barco llamado ‘Winnipeg’; un capitán llamado Neruda

El poeta consiguió amparar en América a dos mil refugiados españoles tras la guerra civil. “Este poema”, escribió, “no podrá borrarlo nadie”

Miguel Ángel Ortega Lucas 10/08/2024

<p>Pablo Neruda con algunos niños y niñas del pasaje. <strong>/ Hamaika Bide</strong></p>

Pablo Neruda con algunos niños y niñas del pasaje. / Hamaika Bide

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Para empezar, para sobre la rosa
pura y partida, para sobre el origen
de cielo y aire y tierra, la voluntad de un canto
con explosiones, el deseo
de un canto inmenso, de un metal que recoja
guerra y desnuda sangre.
España, cristal de copa, no diadema,
sí machacada piedra, combatida ternura
de trigo, cuero y animal ardiendo.

Pablo Neruda

Muy pocos latinoamericanos, muy pocos seres nacidos fuera de España, han sido más profundamente heridos por la furia y la belleza españolas que Pablo Neruda, o Neftalí Ricardo Reyes Basoalto. Nacido en Parral, Chile, en 1904, Premio Nobel de Literatura en 1971, y uno de los más grandes magos de la lengua castellana. Nació mirando al cielo infinito del universo desde un lugar pequeño y pobre, desde la soledad de una pequeña familia triste con un padre a quien la palabra ‘poesía’ sonaba a enfermedad de desviados del camino. Pero el pequeño Neftalí entendería muy pronto que esa palabra era un sortilegio capaz de abrir todos los caminos posibles. “Viajero inmóvil” le llamó algún crítico mucho después, para resumir de qué manera este coloso del idioma era capaz de sondear el planeta, su geografía, su memoria, sus heridas y su sensualidad interminable, sin levantar la vista del folio y de la tinta verde con que lo preñaba; tal que escribiendo con la misma sangre de la tierra sobre el muslo claro y lujurioso del papel. 

Pero lo cierto es que Neruda fue viajero incansable, insaciable incluso; en absoluto inmóvil. Tras abandonar los estudios universitarios consiguió, en 1927, un puesto consular de miseria en Rangún, Birmania, tras lo cual recaló también en Ceilán y Java. Fueron años de profunda soledad juvenil (“Sucede que me canso de ser hombre…”), que dieron lugar a uno de los libros fundacionales, e inmortales, de esa aventura literaria y vital llamada surrealismo: Residencia en la tierra. Un ciclo que incluye varios libros, y que tuvo un abrupto viraje en el verano de 1936: cuando la sublevación militar del 18 de julio detonó la Guerra Civil española, iniciada cuando él vivía en Madrid, donde ejercía como cónsul chileno desde 1934.

Acababa de cumplir 32 años y su vida entera, es decir, su misión poética, su compromiso humano y su pasión inagotable iban a converger en un mismo vórtice catalizador. La guerra de España le sacó de aquel solipsismo angustiado, fértil mientras duró la travesía interna, y ya inútil: tocaba ahora ponerse en primera línea de sí mismo ahí afuera. Pero podemos aventurar que tal cosa nunca se hubiera dado con tal determinación si no llega a ser el momento y el país que fue: la manera en que caló España en las simas más profundas de ese hombre, y la forma en que sintió como propio su desgarro. De ahí que titulara su nueva entrega poética España en el corazón –ubicado en su Tercera residencia–: 

Patria surcada, juro que en tus cenizas
nacerás como flor de agua perpetua,
juro que de tu boca de sed saldrán al aire
los pétalos del pan, la derramada
espiga inaugurada.

“Patria surcada”. Muy pocas veces usaría Neruda esa palabra referida a un país, por ser ciudadano del cosmos. España fue para él una excepción. Empezando por el embajador español que conoció antes de llegar a ella, en el Buenos Aires de 1933: Federico G. Lorca. Más bien se reconocieron como hermanos espirituales de manera instantánea. Ya en Madrid al año siguiente, Lorca y Alberti le introdujeron a sus amigos, que se contaban por decenas, y que se reunían casi a diario. “A los pocos días era uno más entre los poetas españoles”, recordaba Neruda en su libro de memorias, Confieso que he vivido. Se alojó en el quinto piso de un edificio –que aún existe– en el barrio de Argüelles, esquina Hilarión Eslava con Princesa, llamada “la casa de las flores” por su fachada salpicada de jardineras con geranios. Una casa a la que invitaba a todo el mundo, igual que a su poesía. Allí pernoctaba y escribía Miguel Hernández, a quien ayudó a encontrar trabajo, y quien le contaba “cuentos terrestres de animales y pájaros”. Allí llegaban en camada los compadres del arte, “en grupos bulliciosos a comer, beber y cantar”…: “tantos que ya no están o que ya no son, pero cuya fraternidad me falta vivamente como parte de mi cuerpo o sustancia de mi alma”.

“Aquel Madrid!” –exclamaba, al modo anglosajón, décadas después–, recorriendo con la pintora Maruja Mallo “los barrios donde venden esparto y esteras, buscando las calles de los toneleros, de los cordeleros, de todas las materias secas de España, que trenzan y agarrotan su corazón”… Cuando los primeros bombardeos fascistas atenazaron a la ciudad, esas calles estallaron también en su interior, como arterias rotas trenzándole para siempre a este pueblo; a su esperanza baldía y su desventura. Antes de eso habían matado a su cómplice Federico, y ya nada sería igual para él ni para España –ni, andando el tiempo, para el mundo–: “La incidencia de aquel crimen fue para mí la más dolorosa de una larga lucha. Siempre fue España un campo de gladiadores; una tierra con mucha sangre. (…) La Inquisición encarcela a Fray Luis de León; Quevedo padece calabozo; Colón camina con grilletes en los pies. Y el gran espectáculo fue el osario en El Escorial, como ahora lo es el Monumento a los Caídos, con una cruz sobre un millón de muertos y sobre incontables y oscuras prisiones”. 

El libro español de Neruda vio la luz, andando la guerra, gracias a una imprenta instalada por Manuel Altolaguirre en un monasterio del frente del Este próximo a Gerona, manufacturado por milicianos; que se llevaron la edición en su huida a Francia ante el avance de las tropas nacionales. Aquella columna de hombres fue bombardeada y los libros perecieron igualmente en la carretera, salvándose unos pocos (existe un ejemplar en la biblioteca del Congreso de Washington). 

Él fue relevado de su cargo consular por el gobierno de Chile en 1937, debido a su apoyo al bando republicano y la previsible victoria franquista. Recaló en París, como tantos otros entonces, junto a su compañera Delia del Carril, Rafael Alberti y María Teresa León. Pero no iba a olvidarse de España. Al poco de llegar planeó una compilación, reclutando a poetas internacionales de renombre, titulada Los poetas del mundo defienden al pueblo español, junto a la aristócrata (desheredada) inglesa Nancy Cunard, que tenía una imprenta en su casa de campo. El mismo Neruda se puso manos a la obra con los tipos de la máquina –lo cual no era precisamente su talento–. Lideró también, junto a otros colegas, los encuentros de resonancia mundial que aglutinó el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, en el verano de 1937. Ya se incubaba también la II Guerra Mundial. Pero ésta, según el chileno, “a pesar de su magnitud, de su crueldad inconmensurable, de su heroísmo derramado, no alcanzó nunca a embargar como la española el corazón colectivo de la poesía”. Algo que vino a corroborar el inmortal César Vallejo con su poemario, u oración incaica, España, aparta de mí este cáliz.

En 1939, Neruda, sin trabajo en París, regresó a Chile, donde pudo hacerse con su legendaria casita de Isla Negra gracias al trato con un editor para publicar el nuevo libro que planeaba entonces, el majestuoso Canto general. Pero España volvió a llamarle, en aquellos meses de verano en el hemisferio norte, desde el otro lado del otro océano, el que no daba a la cornisa de su país. Por carta del exembajador republicano español en Santiago, Rodrigo Soriano, se supo que medio millón de personas habían salido desde España al exilio francés, y que el gobierno de Daladier les hacinaba en cárceles y campos de concentración –en Francia, pero también en África–. Soriano preguntaba al recién estrenado gobierno chileno, del progresista Frente Popular, si estaban dispuestos a ayudar. Y éste encomendó entonces a Neruda “la más noble misión que he ejercido en mi vida: sacar españoles de sus prisiones y enviarlos a mi patria”. El nuevo presidente, Pedro Aguirre Cerda, le dijo: “Sí, tráigame millares de españoles. Tenemos trabajo para todos. Tráigame vascos, castellanos, extremeños…”. Era cierto. Como Neruda explicaría en otro escrito posterior –recogido en el misceláneo Para nacer he nacido–, Chile necesitaba “capacidades calificadas”: “pescadores, ingenieros de minas, tractoristas, mecánicos de precisión”… 

Así, Pablo Neruda, treinta y cinco años entonces, se embarcó de vuelta a Europa para cumplir la orden, con un título diseñado para él ad hoc: cónsul encargado de la inmigración española. Y así es como fue llegando a la embajada chilena en París, y a pesar de la hostilidad de sus diplomáticos –que, muy diplomáticamente, dejaron a posta sin funcionamiento el ascensor–, una riada de españoles: “combatientes heridos, juristas y escritores, obreros de todas las especialidades… Me desgarraba el corazón verlos subir penosamente hasta mi cuarto piso”. Mientras tanto, París se acercaba cada vez más a ser blanco de bombardeos fascistas semejantes a los sufridos en Madrid. 

Cuando Neruda acumulaba ya un notable trabajo burocrático para llevar a Chile a cuantos españoles pudiera, ocurrió lo absurdo: el mismo presidente Aguirre le enviaba ahora un telegrama en que decía no tener idea de la tarea que aquél se llevaba entre manos, conminándole a “desmentirlo”. Pero ya un barco, adquirido por el gobierno español en el exilio, y de nombre Winnipeg, esperaba en el muelle de Trompeloup, muy próximo a Burdeos. “Me gustó desde un comienzo la palabra Winnipeg, escribió Neruda en Para nacer he nacido. “Las palabras tienen alas o no las tienen. La palabra Winnipeg es alada”.

Barajando su renuncia pública ante la decepción atroz que aquello podía suponer, Neruda se reunió con Juan Negrín –presidente espectral de una República española ya extinta–, con quien contempló una única salida: embarcarse él mismo en el buque, junto a los españoles, y llegar sin autorización hasta Valparaíso; lo que se llama política de hechos consumados. Pero no fue necesario. Negrín le animó a llamar a Chile. Tras una larga y tortuosa conversación telefónica, océano Atlántico mediante, “entre ruidos ensordecedores y bruscas interrupciones”, el poeta consiguió presionar al ministro chileno de Exteriores, lo cual hizo su efecto en el gabinete gubernamental. El presidente Aguirre –que al parecer envió aquel telegrama por presiones contrarias de sus adversarios políticos– acabó dando luz verde, y Neruda llevó a los refugiados españoles al Winnipeg: un paquebote mixto recién remodelado para ampliar sus plazas, desde las 100 originarias, hasta más de 2.000. 

Zarparon en la mañana del 4 de agosto de 1939, para una travesía de un mes. Unos se quedaron en Chile al desembarcar; otros fueron acogidos en Argentina y Uruguay, donde Neruda también había hecho gestiones de vuelta hacia Europa. Hace ahora ochenta y cinco veranos septentrionales: 

“Se juntaron maridos y mujeres, padres e hijos, que habían sido separados por largo tiempo y que venían de uno y otro confín de Europa o de África. A cada tren que llegaba se precipitaba la multitud de los que esperaban. Entre carreras, lágrimas y gritos, reconocían a los seres amados que sacaban la cabeza en racimos humanos por las ventanillas. Todos fueron entrando al barco… Mi poesía, en su lucha, había logrado encontrarles patria. Y me sentí orgulloso”. 

Sentiría mucho más, Neftalí Reyes Neruda, en aquel momento crucial de su vida, y de las vidas de aquellos 2.078 españoles que consiguieron eludir las fauces negras de la II Guerra Mundial, iniciada ese mismo mes de septiembre y cuando Hitler había deglutido ya media Europa. “Orgulloso” resulta, tratándose de él, un adjetivo demasiado neutro, quizá pudoroso, para definir lo que sentiría entonces, al ver que su patria americana abría los brazos al fin a los refugiados españoles; así como España, la España ya perdida para siempre, le había abierto los brazos a él. 

Es posible que la visión prodigiosa del poeta Neruda hiciera emerger también, en aquel muelle, a todos los amigos muertos y perdidos en la guerra de España, a todos los aromas y noches de fiesta y días solares de sus espectros; viudo de toda una época, de todo un país, de toda una generación irrepetible. Y es probable que bullera en su pecho un sentimiento cósmico de gratitud, de reunión fraterna, como nunca antes había sentido. Sólo así puede entenderse esta línea escrita muchas décadas más tarde: “Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema [el del Winnipeg] no podrá borrarlo nadie”. 

…Había pensado en todos los mundos, pero no en el hombre. Había explorado con crueldad y agonía el corazón del hombre; sin pensar en los hombres había visto ciudades, pero ciudades vacías… A las primeras balas que atravesaron las guitarras de España, mi poesía se detiene como un fantasma en medio de las calles de la angustia humana y comienza a subir por ella una corriente de raíces y de sangre. Desde entonces mi camino se junta con el camino de todos. 

 ----

Fe de errores: en una primera versión de este artículo se afirmaba que Léon Blum era presidente en 1939, pero fue sustituido por Édouard Daladier en el verano de 1938.

Para empezar, para sobre la rosa
pura y partida, para sobre el origen
de cielo y aire y tierra, la voluntad de un canto
con explosiones, el deseo
de un canto inmenso, de un metal que recoja
guerra y desnuda sangre.
España, cristal de copa, no...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Miguel Ángel Ortega Lucas

Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

2 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. pipe49

    Sr Ortega, ha contado usted un episodio conmovedor de nuestra triste historia con el tono poético y emocional adecuado, de manera magistralmente precisa. Crónica con mayúsculas. Gracias

    Hace 3 meses 7 días

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí