HAY que leer a ROSETTI porque abre la PUERTA a un MUNDO nuevo de ACCIONES EXTRAÑAS guiadas o MOTORIZADAS por la HONESTIDAD de los personajes, que son las JUGADORAS de un equipo de FÚTBOL de BAJÍSIMA división de Buenos Aires, ARGENTINA, y que dentro de su pecho tienen un TELOS, un OBJETIVO, un PROPÓSITO, un SENTIDO: van hacia adelante como máquinas de arar, guiadas bien por su deseo sexual, bien por su deseo de sobrevivir, bien por su ambición por ganar la liga de futbol, bien por su desesperación, bien por su confusión.

Se la pasa a Boedo y después vuelve a recibirla la Catana, que es una superjugadora. Se me acerca. Directo como es su estilo masculino. Hace unos años, cuando yo jugaba en Ferro, ella me tiró onda, pero yo no me animé a salir con ella. […]

Cuando salimos, Mara nos felicita y nos abraza. Nos pregunta cómo nos sentimos y todas estamos hechas mierda pero felices. Mara me felicita por mi palomita y me dice que la Catana está desorientada. Que tengo que utilizar toda nuestra historia sentimental para aflojarla más. Tipo que la mire a los ojos, que le dé señales de interés. Yo le digo que puede que sea contraproducente porque yo me puedo enamorar y eso no sería bueno. […]

La protagonista de la novela, Dalia, es una mala futbolista. Su valentía conmueve porque convive con su cobardía. Con su inseguridad. Pero es una inseguridad no paralizante, ese es su motor. Confía en su pulsión. Observa que aunque ella sea una superpringada sus compañeras de equipo y amantes aman su hacer. Eso le hace crecerse. Toma decisiones en cualquier dirección. Detiene los goles, se enamora de la Catana, se acuesta con ella, deja su trabajo en la tienda de discos, se muda al poblado de ella, se echa otras amantes… No hay nada de extraordinario en lo que les sucede a las personajes. Es una literatura arraigada en sucesos sencillos, arraigada en el naturalismo. Pero la manera en que ellas accionan y reaccionan frente a aquello que les sucede sí es extraña, sí está anegada de magia; ¿por qué las personajes hablan como hablan? ¿por qué todas sus acciones están recubiertas de un halo de inconsciencia, de temeridad, de ebriedad, de locura? ¿y no es divino que la lectora, bajo el influjo de ellas, lejos de extrañarse, se comprometa con este nuevo naturalismo, un Naturalismo de la Olla? Esta combinación de realismo y acciones extrañas y fantasiosas no se compone de monstruos y héroes, sino de futbolistas valientes bilesbianas que viven como si la vida entera fuese suya. Esa es la verdadera y placentera ficción de las obras completas de la espectacular escritora Dalia Rosetti: un mundo literario donde las bibolleras son el nuevo universal literario neutro. Las hay de todos los colores y de todos los sabores, machas, femmes, trans, pobres, superestrellas, superligonas, pringadas, confundidas. Rosetti ha arrebatado y expropiado para las lesbianas el mundo que les pertenece: la calle, el fútbol, el sexo, la maldad, el egoísmo, la violencia, la ternura, la inocencia.

La escritora francesa Monique Wittig leería con mucho placer las novelas de Rosetti. Lo que hizo Wittig en sus literatura fue desvelar un secreto: que el universal antropológico es siempre el universal antropológico de alguien. Lo que se ha llamado hasta ahora “universal” era la identidad del hombre blanco cis y heterosexual. Las literaturas escritas desde otras subjetividades reciben, por ello, la marca del género diferenciado, de la raza diferenciada, de la sexualidad diferenciada… Pero Wittig no quería esta marca, porque nos separaba del placer inmenso del que goza la identidad universal: la multiplicidad. Poder serlo todo. Ella quiso que la literatura lesbiana no tuviese la etiqueta de lesbiana, sino que la literatura de lesbianas fuese un universal, un universal antropológico que desplazase al universal masculino.

Pues bien, desde la primera página de Dame pelota la lectora siente que está entrando en una nueva convención. Un nuevo pacto, un compromiso, un acuerdo velado. La convención del mundo de Rosetti consiste en aceptar que no hay un reverso verdadero detrás del mundo que ella narra. No hay un reverso que confiese finalmente que las protagonistas de este libro son lo otro, lo específico, lo marginal. No hay subtexto irónico, no hay la sospecha de que el mundo real y normal espera fuera de la historia de este equipo de fútbol. Como en la Recherche de Proust, nadie sabe ni debe saber más que la narradora, quien a su vez no lo sabe todo. Una narradora que es, a su modo, inocente. No ingenua, no candorosa, sino inocente. Nada juzga ni determina lo que es sano, lo que es natural, lo que es razonable. Leer a Dalia Rosetti es entrar en el mundo, espabilar, aceptar el pacto entre honestidad y locura.