Esta pieza forma parte del libro CTXT, una utopía en marcha, en el que sesenta y siete firmas hablan sobre los primeros diez años de funcionamiento de la revista y su contexto político. Se puede comprar aquí.

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Primavera de 2018, el bar estaba forrado de madera a tal nivel que lo seguro era buscar un asiento lejos de un enchufe. Estaba borracho, o por lo menos eso pensé cuando recibí la llamada. Había salido del local a coger el teléfono. La pantalla decía que era «Miguel Mora CTXT». Minutos después entraba de nuevo a aquel local del sur de Madrid; un chico de pelo largo, botas de vaquero muy sonoras y mucha prisa chocó contra mí. Mi cabeza pensó en Juan Reyes (referencia de Pasión de gavilanes, lo siento). Todo era muy raro. No sé qué cara tendría, pero mi amigo Rubén me preguntó, preocupado, si había pasado algo. «Me acaban de ofrecer unirme a la redacción de CTXT», contesté. No entendía nada.

Conocí CTXT por un profesor que tuve en la universidad, Ignacio Sánchez-Cuenca, quizá lo conozcan. A diferencia de otros medios en los que escribía, este tenía una filosofía más reposada, de comprensión de la época —el contexto—, y un cuidado por la estética que lo alejaba de parecer un servidor de publicidad. En un mundo dividido entre el infoentretenimiento y el sensacionalismo más barato, el del click, existía algo nuevo, diferente. Y se agradece. No creo que fuesen mis primeras lecturas, pero recuerdo algunas piezas sobre el sistema de evasión fiscal que organizó Jorge Mendes para CR7, las sociedades offshore de ACS, la limpieza de imagen de Amancio Ortega y el avance de las formaciones de ultraderecha en Europa. Villanos de época, todos ellos conocidos, en muchas ocasiones motivo de discusión, y casi nunca tratados de forma crítica en los medios.

Hacía ya un tiempo que estaba en el equipo de redes echando unas horas, pero mi situación en ese momento estaba muy lejos de la suerte. Empecé a trabajar a los diecisiete y desde entonces no había pasado más de quince días sin estudiar y/o trabajar a jornada completa. En aquel momento llevaba tres meses parado, tras haber entregado un tochazo de trabajo de fin de máster sobre la mediatización del carisma de Pepe Mujica (zzzz). El fantasma del capital y el de los idiomas me visitaban de la mano frecuentemente desde Irlanda. Una historia mil veces repetida entre millennials.

La Gran Recesión lo arrasó todo y las revueltas del 15M despertaron los deseos de cambio. Muchos medios se encontraban en una reconstrucción más económica que informativa, y el periodismo como servicio público era lo último en lo que se pensaba. Pero aquel salón tenía un sol resplandeciente. Y en ese espacio se construyó una casa en la que se unieron indignados, olvidados, expulsados y algunos novatos con esperanza para crear un nuevo medio.

Los sueños bajo los que nació CTXT han despertado algunos monstruos

Sin embargo, los sueños bajo los que nació CTXT han despertado algunos monstruos. Hoy se puede leer, con total normalidad, a quienes no entienden que los nazis de American History X son los malos de la historia y que pisar cabezas no está bien en ningún caso. Igual que se justifican bombardeos sobre poblaciones civiles, el abandono de personas en el mar o la sexualización y/o la criminalización de menores. El modelo de convivencia al que llamamos democracia y el concepto de humanidad corren peligro. Les contaré un secreto del grupo de WhatsApp de la redacción: solemos discutir los niveles de belleza de muchos famosos, pero los derechos humanos nunca. Nunca. Algo que por desgracia muchos no tienen tan claro.

Las manos que hacemos CTXT a diario no somos muchas. Unos cuantos pares de manos venidas cada una de un rincón y con una historia detrás, que seguramente ya conocerán. Manos unidas a unas cabezas que si trataseis con ellas en el día a día os sorprenderían. Hablo de personas siempre dispuestas a ayudar, que se siguen indignando con las tropelías del emérito —por mencionar a otro villano recurrente—, que empatizan con los males de la gente, que, sorprendentemente, encuentran un punto común para relajarse mediante el humor —generalmente con vídeos de animales, preferiblemente de burros— y que por suerte van a seguir luchando contra el imperio del odio.

En estos años he visto cosas que nunca habríamos creído. Al PSOE denunciar las violaciones de la Iglesia. Una subida del SMI de casi el 50%. La protección legal de distintas minorías. Reformas por las cuales los animales han dejado de ser cosas. He visto a una monja conducir un Prius. E, incluso, a mi madre usar anglicismos. Todos estos momentos de progreso son boicoteados a diario por la derecha extrema y por la otra. En CTXT lo contamos y lo analizamos.

Con todo esto lo único que he querido contarles es que la inteligencia sin honestidad no suele llegar a buen puerto. Hay gente mala y suelen ganar casi siempre. CTXT es una pequeña barcaza que navega en una piscina de olas pintada de mar revuelto por el ruido y la mentira. No consuman. En los próximos diez años puede que esta profesión se haya ahogado, o no. Lo que sí sé es que, mientras haya contexto, se seguirá remando. Lo normal sería no estar aquí, pero como dijo Daddy Yankee: «Lo que pasó, pasó». Y aquí estamos. ¡Felices diez años!

Seguimos.

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Álex Blasco es redactor, productor y compañero a tiempo completo y siempre disponible desde 2018.