Madrí, zona de obras
Los cuatro generales
Hay zonas de Madrid donde el generalato copa el callejero. Atravesando Lista / Ortega y Gasset encontramos cuatro calles paralelas adjudicadas a Torrijos, Díaz-Porlier, Pardiñas y Mola
Ricardo Aguilera 23/12/2024
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La copla viene de cuando la Guerra Incivil, que a ver cuándo se acaba de una vez. Era una adaptación casera de “Los cuatro muleros”. Los milicianos que defendían Madrid la cantaban mofándose de los cuatro canallas que desataron la matanza: Mola, Sanjurjo, Queipo de Llano y Franco-Franco-Franco. Todos ellos acabaron presentes en el mapa de la capital. Los generales, ya se sabe, dan mucho prestigio a las vías públicas. El callejero de Madrid tiene un fuerte tufo castrense. En él figuran, a día de hoy, treinta y ocho generales, cinco capitanes, seis tenientes, siete comandantes, dos coroneles, cuatro cabos y un solo sargento. Antes había muchos más. Eso sí, ganan por goleada los santirulicos: 399 calles. Retrato de un país mitad monje mitad soldado.
Hay zonas de Madrid donde el generalato copa el callejero. Atravesando Lista / Ortega y Gasset –y atravesando el tiempo– encontramos cuatro calles consecutivas y paralelas adjudicadas a sendos generales: Torrijos, Díaz-Porlier, Pardiñas y Mola. Hablemos de ellos. Mi favorito es Torrijos, quizás porque pasé la infancia trotando por su calle. Lo cierto es que ya no se llamaba así, sino Conde de Peñalver, pero todo el mundo la conocía por Torrijos. Es de entender el cambio de nombre, que fue perpetrado por los de siempre: Peñalver fue un político conservador, tres veces alcalde de Madrid durante la Restauración borbónica. José María de Torrijos y Uriarte, sin embargo, solo fue un héroe de la Guerra de Independencia. Luchó para que Fernando VII volviese al trono. Error. No tuvo en cuenta que aquel tipo tan feo era un Borbón con todas sus consecuencias. En cuanto el general se puso pesado con lo de la Constitución de 1812, acabó inmortalizado por los fusileros del rey felón en las playas de Málaga. También está inmortalizado en un impresionante cuadro de Antonio Gisbert que obra en el Prado. Véanlo.
Peñalver fue un político conservador, alcalde de Madrid durante la Restauración. Torrijos, sin embargo, solo fue un héroe de la Guerra de Independencia
Torrijos / Conde de Peñalver arranca en el cruce con Goya. Allí pelearon cara a cara durante décadas el Corte Inglés y Galerías Preciados. Ganó la pérfida Albión y se quedó con el buque insignia de Preciados. Siguiendo calle adelante, hoy encontramos otro comercio del sector, Primark, emporio de las bragas baratas. Está okupando el edificio que fuera el Cine Salamanca, obra maestra del racionalismo firmada por Francisco Alonso Martos en 1935. En los 80 acogió conciertos notables: Battiato, Lluis Llach, Maria del Mar Bonet y mucho jazz. Mención aparte merece el que lanzó a Sabina al estrellato y a Javier Krahe al pozo de la lista negra. La culpa la tuvo un cuervo ingenuo que se dio de bruces con los intereses de un gato capón. Doblando por Hermosilla, enseguida se llegaba al mítico Avión Club, garito de noche profunda donde se aliviaba la tristeza gris de Madrid al son del piano de César y el crujir de las pipas. Ya no queda ni el edificio. Si remontamos Hermosilla en sentido contrario, avistamos lo que fuera el Mercado de Torrijos, lugar de abasto de las familias del barrio. Hoy están condenadas al supermercado. Con la aquiescencia del consistorio de Chucky, va a ser reconvertido en gimnasio de lujo y centro de degustaciones para pijos con tarjeta oro. Con su pan se lo coman. Perdón, con sus crackers.
Dos manzanas más adelante, en la acera de los pares, surge la impresionante mole de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas. Brutalismo es poco: un mazacote de cemento visto diseñado en 1970 por tres arquitectos uruguayos discípulos de Le Corbusier. Además, debían ser muy aficionados al cine bélico: les salió un búnker. Cruzando Lista por la acera de los impares encontramos el Colegio Calasancio. Allí los curas zurraban de lo lindo. Quizás fuera porque el edificio, que ocupa una manzana entera, lo pedía. No en vano fue cárcel hasta 1944. Se llamaba Prisión Provincial de Hombres Nº 1. O sea, que había más. Muchas más. Por allí pasaron Julián Besteiro y Marcos Ana, que acabó conociéndolas casi todas, el pobre. En honor a su pasado carcelario, el Calasancio es sede de la cofradía madrileña del Divino Cautivo. En Semana Santa sacan una imagen de Benlliure de paseo. Antes no iba nadie a verla. Hoy está de moda. Que paren, por favor: me quiero bajar.
En el Colegio Calasancio los curas zurraban de lo lindo. Quizás fuera porque el edificio lo pedía. Fue cárcel hasta 1944
Sin dar tregua, nada más pasar la calle Padilla, otra cárcel: la Prisión Provincial de Torrijos. El edificio no está nada mal: neomudéjar de fino trazo. Allí compuso Miguel Hernández las Nanas de la cebolla. Hay placa que lo recuerda. De tanto en tanto, frente a ella, hay quien pone un ramo de flores rojas, amarillas y violetas atado a un árbol. Dura poco. También penó allí Miguel Gila, que recuerda a su tocayo como un espectro que deambulaba por el patio. Hoy es una residencia de ancianos. Poco ha cambiado la cosa. Cruzando Juan Bravo, un supermercado borra de la memoria la estampa del Cine Peñalver, que pasó de la sesión continua al estreno, para luego acoger el cine de “arte y ensayo” y acabar como sala x. Pura historia del cine, hoy reconvertida en historia de frutas y verduras.
Torrijos no solo muere en la malagueña playa de San Andrés, también muere en la confluencia con Diego de León. Allí se levanta la mole del Hospital de la Princesa. La señorita en cuestión era Isabel de Borbón y Borbón, alias “La Chata”, muy aficionada a los toros y hermana de “dónde vas Alfonso XII”. Se construyó en 1857 y ha recibido diversos nombres y varias reformas. La última en 1984, cuando fue reinaugurado por la esposa del Demérito y el desgraciado Ernest Lluch. En 2012, Ignacio González, presidente accidental de la CAM, intentó privatizar el hospital. Se armó tal revuelo que tuvo que recular. En contrapartida, recortó drásticamente el presupuesto del sanatorio. Luego, cosas de la vida, se tuvo que mudar a la prisión de Soto del Real. Un capricho. Con lo cerca que tenía la Prisión Provincial de Torrijos…
Antes nombrábamos a otros tres generales con sus respectivas calles. No los olvidemos. Díaz-Porlier ocupa la paralela a Torrijos en dirección oeste. Como su colega, luchó en la Guerra de Independencia. Como su colega, defendió la Constitución de 1812. Como su colega, fue ajusticiado. Lo ahorcaron en A Coruña mientras el pueblo español gritaba “vivan las cadenas”. Así nos va. También como su colega, perdió el nombre de su calle. Con la llegada de la jauría, tan ajenos a la cosa constitucional, quitaron sus placas y dedicaron la calle a los Hermanos Miralles, aristócratas, monárquicos, sediciosos, franquistas y muertos en el frente. Héroes. De su patria. Cuando llegó Tierno, le devolvió los honores al general.
La siguiente paralela pertenece al General Pardiñas. Éste no ha tenido vaivenes de nominalidad. Lógico: carlista, isabelino, conservador… un hombre de fiar. Se queda con la calle a perpetuidad. Por fin, llegamos al último general en paralelo: Mola. Antes y después de la larga noche, la calle se llamó Príncipe de Vergara, o sea, que estaba dedicada a Baldomero Espartero. Otro general. Y otro carlista isabelino; por cierto, muy aficionado a los caballos bien dotados. Pero volvamos a Mola, que usurpó la vía pública durante décadas. Algunos historiadores lo destacan como mente pensante del golpe de Estado. Un oxímoron. Lo cierto es que fue el urdidor de la base intelectual del genocidio: distinguió entre españoles y antiespañoles. Una vez definido el problema patrio, llegó a la solución: fusilarlos a todos. Un rasgo de genio. Tras su afortunado accidente aéreo, le cayó como regalo del cielo una calle en pleno barrio de Salamanca. Allí tuvieron su domicilio personajes de alcurnia como Serrano Súñer, Antonio Machín o Luis “sé fuerte” Bárcenas. También se la puede recordar como la calle en la que defenestraron a Enrique Ruano, pero es de mal gusto tener memoria. Abre heridas. Sobre todo a los que les abrieron la cabeza. Sigamos. Como se trata de una calle larga, alberga todo tipo de sitios notables: el colegio del Pilar, factoría de ministros de todos los regímenes; Nuestra Señora del Loreto, colegio de monjas ursulinas para domesticar a las futuras esposas de los niñatos del Pilar; el Hospital Universitario Nuestra Señora del Rosario, paritorio de lujo para el resultado de la cópula entre pilaristas y ursulinas… Todo queda a tiro. Menudo era Mola.
La copla viene de cuando la Guerra Incivil, que a ver cuándo se acaba de una vez. Era una adaptación casera de “Los cuatro muleros”. Los milicianos que defendían Madrid la cantaban mofándose de los cuatro canallas que desataron la matanza: Mola, Sanjurjo, Queipo de Llano y Franco-Franco-Franco. Todos ellos...
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Ricardo Aguilera
Iba para biólogo pero las cosas se torcieron y devine en periodista. Por favor, no se lo digan a mi madre.
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