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El Atlético de Madrid está clasificado para los octavos de final de la Champions League de 2025. Lo está, porque acaba de ganar en Salzburgo por cuatro goles a uno y porque eso le da los dieciocho puntos que lo sitúan como el quinto equipo con mejor registro de Europa. Pocos podían soñar con algo así cuando el Benfica le dio un meneo al equipo hace pocos meses. Un meneo de esos que abren heridas y hunden proyectos. Pero el Atleti de Simeone es otra cosa. Deberíamos saberlo ya a estas alturas. Es un equipo de autor, distinto, que ha demostrado muchas veces ya que suele crecerse en situaciones donde otros se doblan. Deberíamos empezar a tener claro que eso de “nunca dejes de creer”, en el caso del Atleti, no es un eslogan. Es la verdad. Es una forma de entender este juego. O de entender la vida, que para el caso es lo mismo.
El Atlético de Madrid salió a jugarse la clasificación directa para octavos exactamente como debería hacerlo cualquier equipo que dependa de sí mismo: entendiendo que todo pasa por lo que hagas tú y no por lo que hagan los demás. Olvidándose de especular. Obviando las cábalas, las probabilidades y las combinaciones. Atajando las dudas por la vía rápida, que es la mejor forma de que ni siquiera aparezcan.
El equipo salió muy bien al campo. Con velocidad, con criterio y con ganas de mandar. Y podría haberse puesto por delante a los dos minutos, pero a Lino, como siempre, le dio por buscar el pase imposible cuando encaraba en solitario la portería contraria. Una pena lo de este chico. No es el día de cebar las críticas, pero reconozco que me desespera. Su aporte en el ataque es tan pobre, que no se corresponde con lo que se supone que son sus cualidades. Es exactamente el caso contrario de Giuliano Simeone, que con todas las limitaciones técnicas que los más críticos quieran ver, no deja de aportar cosas al equipo. Es más, culpa suya fue que el Atleti encarrilara el partido a las primeras de cambio. Cuando no habíamos llegado todavía a los cinco minutos, fue él quien aprovechó el primer balón que recibió dentro del área para disparar a puerta y abrir el marcador.
El Atleti era un vendaval. Presión alta, circulación rápida y juego vertical. Vamos, lo que debería ser el santo y seña de este equipo. Llorente se fue por la derecha poco después del gol de Giuliano y logró colgar un balón al área al que Lino llegó tarde. La jugada siguiente fue muy parecida, pero acabó de otra manera. Giuliano aprovechó un excelente pase de De Paul para pelear la pelota, hacerle un sombrero al portero y meter el balón al centro de la portería. Afortunadamente era Griezmann el que en esta ocasión andaba por ahí y éste es de los que suele llegar. Y llegó, claro, para marcar el segundo.
Podríamos decir que, a pesar de no haber alcanzado todavía el cuarto de hora, el partido estaba finiquitado. El equipo austríaco trato de tener más el balón y competir desde ahí, pero delante tenía un equipo que sabía muy bien quién era, dónde estaba y a qué tenía que jugar. De hecho, prácticamente no pasó nada hasta que los rojiblancos quisieron que pasase, que fue terminando ya el primer tiempo. Primero con un par de buenas jugadas por la derecha, que Griezmann no acertó a rematar. Después, en otra jugada que comenzó con una presión asfixiante de Giuliano Simeone, llevando el balón hasta la izquierda para que Lino habilitase a Griezmann en el área y que el francés cruzara el balón para hacer el tercer tanto.
Las sensaciones no podían ser mejores al descanso. Es muy difícil hacerle tres goles a este Atlético de Madrid en cuarenta y cinco minutos, pero mucho más a esta versión que estábamos viendo. Y así fue. La segunda parte podría entrar perfectamente en eso que los aficionados al baloncesto denominan los minutos de la basura. No recuerdo vivir tan tranquilo un partido de Champions en el que el Atleti se jugara algo. Todos los presentes, austríacos o no, sabían que el partido acabaría con la victoria del conjunto madrileño en cuanto el balón echó a rodar. De hecho, los de Simeone volvieron a tener dos ocasiones nada más salir. Y sí, el cuadro local intentó meter una marcha más y hasta elevó el nivel de intensidad, pero todo resultó inútil. De nuevo, no volvió a pasar nada hasta que el Atleti quiso que pasara, que fue llegando el minuto sesenta y dos. Otra jugada bien trenzada por la derecha que acabó en los pies de Llorente y que el madrileño aprovechó para disparar a puerta desde dentro del área. El disparo fue gol, pero es verdad que Schlager, el portero austríaco, hizo todo lo posible para no impedir que el balón entrara en la portería.
Y poco más. Lemar, que salió en los últimos minutos, a punto estuvo de marcar el quinto en un remate desde el borde del área, tras un buen pase desde la derecha de Gallagher. También Riquelme tuvo alguna ocasión para haber movido el marcador, pero el que finalmente lo hizo fue Daghim, delantero del Salzburgo, que aprovechó un buen pase de su portero para, de un solo toque, pasar la pelota por encima de Oblak y marcar el gol de la honra.
Pero como el Atleti tiene que sufrir hasta en los momentos dulces, resulta que el nuevo formato de Champions le augura un cruce de octavos que no se antoja particularmente sencillo: Bayern, Celtic, Real Madrid o Manchester City será el agraciado. ¿Quién dijo miedo?
El Atlético de Madrid está clasificado para los octavos de final de la Champions League de 2025. Lo está, porque acaba de ganar en Salzburgo por cuatro goles a uno y porque eso le da los dieciocho puntos que lo sitúan como el quinto equipo con mejor registro de Europa. Pocos podían soñar con algo así...
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