Hay un dicho popular que sostiene que lo mejor para salir de un hoyo es dejar de excavar. Y es verdad. El enésimo proyecto de Simeone al frente del cuadro colchonero no había comenzado bien. Las señales eran poco halagüeñas y los buitres no habían parado de volar en círculos desde la llegada del otoño. Había muchas opciones para intentar cambiar el rumbo, pero alejados de toda sofisticación, desde el banquillo colchonero optaron por aferrarse a lo más básico. Es decir, decidieron dejar de excavar antes de pensar en soluciones más sofisticadas. Se centraron en intentar construir un equipo que permitiese pocos goles y ya veríamos qué pasaba después. Por el camino, el Atleti se ha puesto a cinco puntos del líder en la Liga y en una posición interesante en Champions. Para colmo, acaba de hacer su mejor partido desde que arrancara el curso y le ha metido seis goles a un rival europeo, jugando a domicilio. Lo mismo, para variar, Simeone tenía razón.

Los que llevamos unos cuantos años viendo al Atleti en la máxima competición europea somos muy conscientes de que es raro encontrarse con un partido fácil. El aficionado contemporáneo es muy dado a despreciar todo lo que no aparece envuelto en purpurina galáctica, pero cometería un gran error infravalorando lo que ha hecho hoy el equipo. A diferencia de todas las veces que ha jugado fuera de su estadio durante lo que va de curso, el cuadro colchonero saltó al campo con la intención de dominar el partido desde el fútbol y no desde la especulación. Con la pelota y no a pesar de ella. Eso vale mucho, independientemente de la calidad del rival. Sí, porque sabemos muy bien que el nivel del rival nunca ha sido un problema para que este Atleti mostrara su peor versión.

Anoche ocurrió todo lo contrario. Era extraño ver una alineación sin Koke y sin Griezmann, estando ambos disponibles, pero funcionó. Con un Barrios muy sólido en el centro del campo y un Julián Álvarez en modo estrella, el Atleti comenzó el partido teniendo el balón y presionando arriba. Dominando, tocando y llegando. El problema era que faltaba la precisión necesaria para ser algo más efectivo, pero eso es algo que habrá que arreglar en algún momento. Afortunadamente, estaba Julián en el campo. Pasando ya un cuarto de hora, decidió escaparse con el balón hacia la portería y solamente una patada de un defensor checo fue capaz de detenerlo cuando ya pisaba el área. El propio argentino puso el balón en juego y, por primera vez en muchos años, los aficionados colchoneros pudimos ver un gol de falta directa.

Era extraño ver una alineación sin Koke y sin Griezmann, estando ambos disponibles, pero funcionó

Todo pintaba bien tras el 1-0, pero quedaba la duda de ver si, como tantas otras veces, el Atleti decidía dar un ridículo paso atrás que permitiese al rival hacerse protagonista. Por lo que sea, esta vez no fue el caso. Los rojiblancos siguieron controlando el tempo, la dinámica y el balón, hasta el punto de monopolizar el juego. Tan sólo recuerdo un par de llegadas de los checos, faltas colgadas al área sin apenas peligro, todas ellas en la primera parte. Mientras tanto, el Atleti llegaba al área rival de forma dinámica y constante. Sin mordiente, eso sí. De Paul la tuvo con un disparo escorado que sacó el portero. Mucho más claro fue un mano a mano que Sorloth falló de forma incomprensible. El noruego volvió a ser lo peor de un equipo que, por lo general, estuvo a gran altura en todas sus líneas. El premio en el marcador no se correspondía con lo visto en el césped, pero Llorente lo solucionó antes de irse al descanso, colgando un balón al área, que no tocó nadie, y que se metió en la portería haciendo que el 2-0 subiese al marcador.

Y me voy a parar poco en la segunda parte porque no merece la pena. Solamente existió un equipo en el campo, el rojiblanco, que laminó al Sparta de Praga hasta el punto de hacerlo desaparecer del césped. En cuanto Griezmann sustituyó a Sorloth, no habían pasado ni diez minutos desde la reanudación, el Atleti se puso a meter goles con una facilidad impropia de la competición que se estaba disputando. Hizo cuatro como podía haber hecho el doble. Primero Julián, tras un despliegue fantástico del equipo, que desembocó en una pared dentro del área con Giuliano y que terminó con un tiro posterior de la Araña. Después marcó Griezmann, rematando dentro del área la enésima salida del equipo con el balón controlado. Y para terminar, doblete de Correa, ese jugador mágico y especial que suele pasar injustamente desapercibido. El primero, tras pase de Lino desde la izquierda, aprovechando un error de la zaga checa. El segundo, marca de la casa, siendo otra vez el mejor dentro del área y buscándose el hueco para un disparo certero.

Sí, puede que esto no signifique nada, como imagino que querrán demostrarnos los agoreros y eruditos. Puede, pero, de momento, está permitido soñar.