Cantar patrás
¡Imaginarios contrahegemónicos, por favor!
No podemos permanecer de manera autocomplaciente en nuestros nichos intelectuales izquierdosos de clase media
Aurora Fernández Polanco 23/01/2025
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El domingo 19 celebramos el décimo aniversario de CTXT; el Teatro del Barrio se llenó de recuerdo a Gaza. El reportero que ha estado cubriendo el genocidio desde el interior, Mahmoud Mushtaha, fue uno de los galardonados en la primera edición de los premios que concede este medio. Lo recogió Khaldun Almassri, primer secretario de la Embajada de Palestina en España. Hubo muchos aplausos y vi lágrimas en los ojos. También obtuvo un premio la periodista de TVE Silvia Intxaurrondo, quien no tuvo palabras nada más que para denunciar la mentira que suponía el hecho de que las noticias construyeran el relato de forma equivocada. Es decir, moralmente falsa. Fue contundente al referirse al genocidio de Gaza. Pilar del Río me comentaba durante el piscolabis (de lentejas y tortilla) que había tenido por un momento la impresión de que el mundo podía ser un poquito mejor.
Que el mundo iba a peor lo sentimos un día después. Me desperté bombardeada por redes con ese invento del “lunes de la tristeza”. En un principio pensé que se trataba de un eslogan progresista en vista de lo que iba a ocurrir esa tarde (hora española) en el Capital One Arena de Washington. Luego me di cuenta de que no era más que otra ignominia mercantil, como el tal viernes negro (verán que no los quiero escribir en inglés). Se asientan en nuestras vidas estas bombas de racimo para que consumamos lo global, lo virtual y lo que no está escrito. Como forma de resistencia (desde lo local y material) pensé en gritar a ese engendro mediático que en mi calendario de carnicería de provincias figuraba San Sebastián, el día de la tamborrada en Donosti, donde se dan cita abanderados, cantineras, barriles y aguadoras, una fiesta popular a pie de tierra que no necesita ni a los Starbucks ni a los Amazon.
Efectivamente, como reconoció desde estas mismas páginas el compañero Paco Cano, el sueño americano produce monstruos. Monstruos que invadieron ese día las pantallas de los televisores y se introdujeron sin pudor en nuestras casas y nuestras almas: la bestia nazi que ruge como un trol desde el infierno del odio y la mentira; el esperpento que firma (contra la humanidad) las ordenes ejecutivas para que el mundo sea cada vez más de unos pocos (“America First”); él mismo convertido ahora en bestia contra el propio mundo (más bien contra la tierra, que diría Bruno Latour) cuando muge las palabras: “¡Perforad, perforad, perforad!”; los demonios machos que mueven sus orejas y rabos al son de la música resignificada de Village People. “Un espectáculo de hombres tecnofeudales y payasos mesiánicos, la única mujer que había era una especie de trofeo sin rostro”, me comenta Miguel Rivas, autor de un estudio imprescindible que les recomiendo Lo viril y lo viscoso. Alteridades, fantasmas y héroes en el primer franquismo, una reflexión realizado desde la conciencia de los renovados discursos supremacistas de género que vimos brillar en todo su esplendor este lunes 21, ahora sí, aciago y triste día para todas las especies.
Lo que me preocupa es que en la imagen del coloso americano que aprieta los puños como el de Goya no hay ninguna multitud que se disperse caóticamente en todas las direcciones. Hay una concentración de 76,9 millones de votos, voces unánimes, incluidas las mujeres, denigradas en su política. Trump ha conseguido el consenso de los dominados. Ha llegado la hora de saber por qué.
Mientras tanto, si queremos apostar por otros imaginarios para la contra-hegemonía cultural, aunque solo sea para que, tras el anuncio de la retirada del Acuerdo de París, la gente vuelva a reciclar, no podemos permanecer de manera autocomplaciente en nuestros nichos intelectuales izquierdosos de clase media.
La clave es la unidad, lo dijo Mújica (única figura respetada por la derecha civilizada) en su entrevista de CTXT: “Si la izquierda no es capaz de construir unidad no podrá defender los intereses de los postergados”.
Para lograr esa unidad, la izquierda intelectual tendría que pasar previamente, sin aspavientos vanidosos, por la autocrítica. Porque la gente (esos votantes) tiene trabajos de mierda, pasa hambre, vive hacinada en pisos impensables. Ya les hemos puesto el nombre de “fachapobres”. Pronto se harán documentales al respecto y tesis doctorales. Ya que no es otro nuestro trabajo, (profesores, periodistas, académicas, artistas, gestores culturales) tendremos que ver la manera de eliminar al menos esa autocomplacencia de las torres de marfil, cuyo mayor defecto no es el aislamiento (necesario para pensar y crear), sino el ensimismamiento y la distancia, la falta de escucha, de empatía, todos los vicios heredados de ese sujeto masculino, abstracto y universal. Frente al monstruo dispuesto a mover los hilos de otros títeres desde la Casa Blanca serán necesarios semilleros emergentes, sin duda: activistas, luchadorxs en la acción, alianzas, compromisos, laboratorios ciudadanos, pero quizá haya llegado también el momento de atarse con cadenas a las instituciones públicas residuales: museos, bibliotecas, centros de investigaciones. Es necesario potenciar desde la enseñanza, en todos sus gradientes, nuevos hábitos que consigan la contrahegemonía. Nunca se hará la suficiente justicia a lxs profesores que manejan en la pública tanto estudiante con tan poco presupuesto y logran manejar lo residual y lo emergente para que cambien sus hábitos. Dejar paso al uso político de la imaginación de lxs más jóvenes. ¡Cuánto desprecio patriarcal frente a su mundo, sus modos de atención, sus tiempos, sus formas de amar, de estar y de estudiar! Es necesario atender a otros formatos menos altivos: seguro que las guionistas de la serie de televisión Sueños de libertad han leído a Judith Butler, pero se cuelan en las familias de Antena 3 haciendo una condena radical de la forma criminal en que fueron tratadas las mujeres lesbianas en la España de los años cincuenta. Es necesario afinar y afilar los criterios para revisar nuestros postureos, como he oído hace poco a la artista peruana Daniela Ortiz que siempre acaba por asomar en estas páginas: “Familia, extrema derecha y feminismo. Algunos comentarios en relación al chantaje del feminismo individualista en relación a la familia en contextos de organización política”.
Estos son algunos ejemplos que aporto, aunque sean de andar por casa (o precisamente por ello), por si algún día nos animamos a realizar un mapeo aterrizado de nuestras formas de entender una nueva cultura desde la izquierda, a la altura de la crisis ecosocial que estamos viviendo. Al calor (y nunca mejor dicho) del ascenso de los fascismos.
El domingo 19 celebramos el décimo aniversario de CTXT; el Teatro del Barrio se llenó de recuerdo a Gaza. El reportero que ha estado cubriendo el genocidio desde el interior, Mahmoud Mushtaha, fue uno de los galardonados en la primera edición de los premios que concede este medio. Lo recogió Khaldun Almassri,...
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Aurora Fernández Polanco
Es catedrática de Arte Contemporáneo en la UCM y editora de la revista académica Re-visiones.
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