STEPHEN ENGELBERG / DIRECTOR DE PROPUBLICA
“Vivimos en un ambiente en el que los hechos llevan las de perder”
Sebastiaan Faber 31/01/2025
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
“Cuando la prensa diaria entró en crisis, se asumió que lo primero en eliminarse sería el periodismo de investigación, que no solo es carísimo, sino que suele molestar a todo el mundo. Más de quince años después, nos hemos dado cuenta de que es justo lo opuesto. Resulta que el periodismo de investigación es la mejor base para la supervivencia de los medios. Es caro, sí, pero también es lo que de verdad atrae al público lector”.
Habla Stephen Engelberg, director de ProPublica, la mayor organización informativa sin ánimo de lucro en Estados Unidos, con una plantilla de 150 reporteros y un presupuesto anual de 45 millones de dólares. Fundada en 2007, ProPublica no es, ni mucho menos, pionera en su campo. El primer medio sin fines de lucro, el Center for Investigative Reporting (CIR), cuyo canal de difusión es hoy Reveal, se creó en San Francisco en 1977. El Center for Public Integrity (CPI) se fundó en 1989, en la capital del país. En los últimos quince años, sin embargo, el modelo ha proliferado a nivel internacional (a través de organizaciones como el Consorcio y la Red de Periodismo de Investigación, ICIJ y GIJN por sus siglas en inglés), a nivel local en ciudades como Baltimore o Cleveland y a nivel regional en estados como Texas. Es llamativo, además, que muchos de los medios más jóvenes cuenten con periodistas con muchos años de experiencia en las redacciones de las cabeceras comerciales más grandes del país.
Si los diarios tradicionales han tendido a funcionar a base de anuncios y suscripciones, los nonprofit se financian mediante una combinación de apoyos sustanciosos de filántropos y fundaciones y contribuciones más modestas de lectores comunes. Y donde la prensa convencional compite ferozmente entre sí, los reporteros de los nonprofit colaboran con colegas de otras cabeceras y buscan compartir sus historias. ProPublica se considera un medio generalista, pero otros fundados en los últimos años adoptan un enfoque temático más específico. Así, el Marshall Project investiga el mundo de la justicia criminal, The Markup se concentra en la industria tecnológica y The Intercept, fundado por Glenn Greenwald, Jeremy Scahill y Laura Poitras, promete una cobertura despiadada de las instituciones de poder.
En los últimos 17 años, los reportajes de ProPublica han servido para revelar abusos a gran escala y producir cambios legislativos a todos los niveles. En los últimos dos años, el medio ha publicado investigaciones sobre las muertes causadas por la restricción del acceso al aborto, la corrupción de la Corte Suprema y los abusos de las compañías privadas de seguros sanitarios, entre otras muchas historias. Desde 2008, sus reporteros se han hecho con siete Premios Pulitzer.
Su director, Stephen Engelberg (Lexington, Massachusetts, 1958), pasó 18 años con el New York Times, incluida una estancia como corresponsal en Varsovia, desde donde cubrió las guerras de Yugoslavia. En 2002 se mudó a Portland para dirigir el diario The Oregonian. Trabaja en ProPublica desde 2008 y lo dirige desde 2013. Habla con CTXT desde su despacho en SoHo (Manhattan) tres días después de la toma de posesión de Donald Trump.
¿Cuál es el ambiente en la redacción?
Serio, concentrado, muy diferente de lo que fue en 2016, cuando la victoria de Trump nos pilló con el pie cambiado. Esta vez ocurrió lo opuesto. La verdad es que llevamos meses preparándonos. Ya antes de las elecciones sacamos una serie importante sobre la inmigración, por ejemplo. Ahora es cuestión de centrarse. Como organización que se enfoca en investigaciones de largo aliento, tendremos que decidir qué significa vivir con el actual ritmo informativo, aunque es probable que no pasemos cuatro años tan febriles como esta semana. Por ahora, estamos intentando ajustarnos a la nueva realidad.
Es preocupante la capitulación por adelantado ante Trump de medios cuyos propietarios pretenden proteger sus propios intereses
¿Alguna de las decisiones de la nueva administración le ha sorprendido?
En líneas generales, ha ocurrido lo que esperábamos: una campaña de shock and awe, con una avalancha de órdenes ejecutivas, algunas de las cuales claramente van más allá de los límites legales –como el intento de abolir la ciudadanía por nacimiento, que está codificada en la 14 enmienda de la Constitución–. Si algo nos puede haber sorprendido es que la nueva administración está siendo incluso más agresiva, y yendo más lejos de lo que anticipamos. Ha sido el caso con el indulto masivo a los asaltantes del Capitolio.
Trump y los suyos nunca han ocultado a quienes tienen en la diana. Los inmigrantes, la comunidad LGBTIQ+ y el funcionariado federal son todos considerados enemigos. Entre ellos está también incluida la que Trump lleva años llamando “la prensa mentirosa”. ¿Cómo valora la actitud de los medios ante esta situación?
Es verdaderamente preocupante la capitulación por adelantado de medios cuyos propietarios pretenden, ante todo, proteger sus propios intereses. El Washington Post, por ejemplo, representa una parte nimia del imperio empresarial de Jeff Bezos. Pero es una institución increíblemente importante en el paisaje periodístico de este país. En un mundo ideal, es obvio que no se vería al propietario de un medio periodístico celebrar una nueva administración de la forma en que lo hizo Bezos. Ni mucho menos ocupar un asiento tan prominente en la inauguración o ¡ayudar a financiarla!
ProPublica, en cambio, no tiene propietario.
Así es. No tengo a ningún milmillonario que me diga qué hacer. La gente que nos financia no se preocupa por salvaguardar sus posibles contratos con ningún gobierno. Admito que estoy hablando desde una posición de privilegio, y no quiero estar tirando piedras a mis colegas desde mi torre de marfil. Pero la verdad es que hay una serie de organizaciones informativas, incluidas cadenas de radio y televisión, cuyos intereses empresariales claramente se están imponiendo sobre la misión de sus ramas periodísticas. Es un problema muy grave.
Las vulnerabilidades que señala son precisamente las que los medios nonprofit han intentado minimizar desde los años 70. Pero depender de fundaciones y donantes privados, ¿no constituye un riesgo también? ¿No hacen falta otros mecanismos de protección?
En ese sentido hemos tenido bastante suerte. Es verdad que, en 2007, cuando empezamos, contábamos con un grupo relativamente pequeño de financiadores. Pero con el tiempo hemos podido diversificar nuestra base. Hoy no hay ninguna fuente de financiación que proporcione más que un pequeño porcentaje de nuestro presupuesto anual de 45 millones de dólares. Tenemos unos 75.000 donantes. Un cuarto del dinero que recaudamos proviene de donaciones pequeñas. Además, las historias que publicamos no suelen impactar en la recaudación de forma directa. Ni siquiera las más controvertidas. En el último año, por ejemplo, hemos escrito bastante sobre la forma en que el suministro de armas de Estados Unidos a Israel transgrede sus propias normas de derechos humanos. Sin duda hubo donantes proisraelíes que dejaron de contribuir por ello. Pero también hubo otros que decidieron donar precisamente por nuestra cobertura del tema. Por mi parte, puedo decir que no siento presión alguna para ajustar nuestra política editorial a las realidades políticas.
Las cosas no parecen funcionar de forma tan fluida en todas partes. Cuando el reportero Ken Klippenstein dejó The Intercept el año pasado, sacó una pieza en su Substack quejándose de que el miedo de cabrear a los donantes se impusiera sobre la misión periodística del medio. Incluso dio ejemplos de historias censuradas preventivamente.
Mira, no hay ningún modelo que esté libre de riesgos. En los medios comerciales, existe el riesgo de enfadar a las empresas anunciantes. O de cabrear a los suscriptores, porque estos también tienen expectativas. El New York Times, donde trabajé muchos años, tiene diez millones de suscriptores que lo financian. Si cada uno de ellos espera hoy que el diario lidere la resistencia contra Trump, y amenaza con cancelar su suscripción si ocurre algo diferente, eso también genera una presión. Quiero decir que presiones las habrá siempre; la cuestión es cómo resistirlas. En ese sentido, es de lamentar que la cadena de televisión CBS parezca dispuesta a tirar la toalla con la demanda que le ha puesto Trump, y que la mayoría de los abogados consideraría un disparate total, basado en unos cargos inexistentes. [Trump exige 10.000 millones de dólares a CBS por, supuestamente, editar una entrevista a Kamala Harris para hacerla quedar mejor, suprimiendo partes confusas de sus respuestas. La cadena de televisión lo niega]. Y sin embargo parece probable que la CBS acabe pagando para que el gobierno no ponga trabas a una deseada fusión empresarial. Esto constituye un problema muy serio. Porque vamos a ver, si tú eres un reportero de la CBS, ¿cómo vas a afrontar la próxima oportunidad que tengas de contar una historia complicada?
Las capitulaciones por adelantado de estos grandes medios comerciales, ¿incrementan la importancia relativa de medios como ProPublica?
Me parece que sí. En estos momentos, el difícil trabajo periodístico de investigar y pedir cuentas a la nueva administración requiere una serie de elementos indispensables. Además de tener reporteros excelentes, hace falta una poderosa infraestructura legal. No basta con tener buenos editores; también necesitas a abogados que te revisen los textos. Y necesitas un buen seguro en caso de que te hagan un juicio por difamación. Me parece que muchos medios no están por la labor. No te sorprenderás si te digo que nuestro seguro por difamación se ha encarecido estos últimos años. La expectativa es que habrá más juicios. Otro elemento indispensable es menos práctico. Tienes que estar dispuesto a que te critiquen públicamente por tus investigaciones: correr el riesgo de enfadar a políticos, empresarios y lectores. El hecho de que nosotros contemos con todos estos elementos no solo se debe a que seamos un medio sin fines de lucro, sino también a nuestro tamaño, que nos permite tener la infraestructura, el talento y el apoyo para realizar nuestra misión. Ahora bien, la gran mayoría de los medios norteamericanos no están en esta situación.
Nuestro seguro por difamación se ha encarecido estos últimos años. La expectativa es que habrá más juicios
Una fuente constante de preocupación ha sido la desaparición de los diarios locales y regionales. ¿Qué hace ProPublica al respecto?
Es un desafío que tenemos muy presente. A día de hoy, tenemos cinco centros regionales, lo que nos permite tener más periodistas de investigación dispersos por el país que ningún otro medio. Más allá de esta iniciativa, también financiamos unos veinte newsrooms locales. La idea es pagar un año entero de salario y beneficios para que una reportera o un reportero trabaje en un proyecto local, al mismo tiempo que le proporcionamos todo el apoyo que necesite en términos legales, editoriales, de investigación o de análisis cuantitativo. El objetivo es asistir a periodistas locales allí donde estén. Nos hemos dado cuenta de que el problema no es que el periodismo local carezca de ideas. Lo que no tienen es infraestructura. Pero eso es lo que nosotros podemos proporcionar. Además, estamos convencidos de que hay todavía un caudal de donantes potenciales para financiar el periodismo local. La gente se ha venido acostumbrando a donar a medios nacionales, pero a nivel local aún hay bastante margen de mejora. La ventaja de los medios nonprofit locales es que pueden apelar a los mismos miembros de su comunidad.
¿El declive de los medios locales ha tocado fondo?
Me temo que no. Hace falta una mayor comprensión pública de que aquello que la gente estaba acostumbrada a recibir gratis –el periódico local– estaba siendo financiado mediante anuncios y que ahora, que ese modelo ha muerto, la única forma de tener un periodismo local de calidad es pagando por él. Esa conciencia, que ya existe para los medios nacionales, aún está en vías de desarrollo para los locales.
ProPublica y otros nonprofits colaboran y comparten con otros medios, con excelentes resultados. Hace años, cuando hablé con David Kaplan, que entonces dirigía la Red Global de Periodistas de Investigación (GIJN), me dijo que el futuro del periodismo no está en la competencia sino en la colaboración. Sin embargo, en los últimos años también hemos visto cómo reporteros estrella abandonan sus diarios y revistas, muchas veces por frustración, para montar un medio unipersonal en Substack. Pienso en Matt Taibbi, Seymour Hersh, Glenn Greenwald o el mismo Ken Klippenstein.
Mira, la verdad es que cualquiera que escriba algo factualmente complejo necesita a quien le lea y edite los textos. No hay otra. En lo que respecta al trabajo de investigación, por tanto, me parece que el fenómeno de Substack deja muy vulnerables a los periodistas. No digo que el formato no pueda servir para otros géneros. Por ejemplo, a mí me encantan las reseñas de cine de Ty Burr y me he suscrito a su Substack. Pero para el periodismo de investigación puede resultar muy complicado no tener una infraestructura de apoyo y control. No estamos, precisamente, en una época en que se perdonen los errores. Cada vez que salen historias que después se puedan cuestionar o desmentir, todo el periodismo sufre. Sin duda hay algunos periodistas cuya marca personal vale más de lo que ganan en su medio y que, por tanto, pueden acceder a ese capital abriendo su propio Substack. Bien por ellos. Pero a largo plazo no es una solución. El formato servirá para enriquecer a un número muy pequeño de personas, y para ayudar a difundir el trabajo de muchas más. Pero no va a poder sustituir lo que necesitamos de verdad: un periodismo cuidadosamente contrastado, editado y documentado que resulte persuasivo para sus lectores, por más que haya otras personas que intenten negar su veracidad. Vivimos en un fact-challenged environment, un ambiente en el que los hechos llevan las de perder. Cuanto más apoyo tengan nuestras historias, mejor.
El auge del sector informativo nonprofit, ¿ha contribuido a mejorar los medios comerciales?
Sí, me parece que sí. Al fin y al cabo, y por más que colaboremos entre todos, estamos compitiendo por los mismos lectores. Todos queremos que la gente nos lea. Dependemos de lectores que estén dispuestos a donar o pagar dinero por algo único. Y cuantas más cosas únicas hay disponibles, más inversión habrá en mejorarlas. El New York Times comprende que, para cobrar a la gente lo que le cobra, tiene que darle algo especial casi todos los días.
Y hay pocas cosas más especiales que el periodismo de investigación.
Exacto. Y resulta comercialmente viable.
“Cuando la prensa diaria entró en crisis, se asumió que lo primero en eliminarse sería el periodismo de investigación, que no solo es carísimo, sino que suele molestar a todo el mundo. Más de quince años después, nos hemos dado cuenta de que es justo lo opuesto. Resulta que el periodismo de investigación es la...
Autor >
Sebastiaan Faber
Profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College. Es autor de numerosos libros, el último de ellos 'Exhuming Franco: Spain's second transition'
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí