1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

  315. Número 315 · Diciembre 2024

  316. Número 316 · Enero 2025

  317. Número 317 · Febrero 2025

Investigación

Bombardear la zona, gasear los túneles: la guerra desenfrenada de Israel contra el subsuelo de Gaza

Incapaz de localizar con precisión a los comandantes de Hamás en Gaza, el ejército israelí diezmó bloques de viviendas con bombas antibúnker para aplastar los pasadizos de debajo e inundarlos de gases letales

Yuval Abraham (+972 Magazine / Local Call) 12/02/2025

<p>Viviendas destruidas por los bombardeos israelíes en Gaza. / <strong>Mohammed al-Hajjar</strong></p>

Viviendas destruidas por los bombardeos israelíes en Gaza. / Mohammed al-Hajjar

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

El ejército israelí bombardeó intensivamente zonas residenciales de Gaza cuando sus servicios de inteligencia no consiguieron averiguar la ubicación exacta de los líderes de Hamás que se escondían en el subsuelo, y usaron intencionadamente como arma subproductos tóxicos de las bombas para asfixiar a los combatientes en sus túneles, según revela esta investigación de +972 Magazine y Local Call.

La investigación, basada en conversaciones con quince agentes de los servicios de inteligencia del ejército israelí y del Shin Bet [agencia de inteligencia israelí que opera en el interior de Israel y Palestina] que participaron en operaciones dirigidas contra los túneles después del 7 de octubre, expone cómo esta estrategia buscaba compensar la incapacidad del ejército para localizar con precisión objetivos en el entramado de túneles subterráneos de Hamás. Cuando los objetivos eran comandantes de alto rango del grupo, los militares israelíes autorizaron la matanza de “cifras de tres números” de civiles palestinos como “daños colaterales”, y mantuvieron una estrecha coordinación en tiempo real con mandos estadounidenses con respecto a los números de bajas que esperaban.

De algunos de esos ataques, que fueron los más mortales de la guerra y a menudo usaron bombas estadounidenses, se sabe que mataron a rehenes israelíes, a pesar de los avisos previos de oficiales del ejército. Además, la falta de logística precisa supuso que, al menos en tres ataques de gran envergadura, el ejército lanzara varias bombas antibúnker de casi una tonelada cada una que mataron a muchos civiles –como parte de una estrategia conocida como “alicatado”– sin lograr acabar con el objetivo pretendido.

“Localizar con precisión un objetivo en el interior de un túnel es difícil, así que atacas un radio [más amplio]”, dijo una fuente de los servicios de inteligencia del ejército a +972 y Local Call. Dado que el ejército tendría solo una vaga aproximación de la ubicación del objetivo, explicó esta fuente, el radio sería tan grande como “decenas y a veces cientos de metros”, lo que significa que esos bombardeos hicieron que múltiples edificios de apartamentos colapsaran sobre sus ocupantes sin aviso. “De pronto ves cómo se comporta de verdad un miembro del ejército israelí cuando se le da la oportunidad de borrar del mapa un bloque entero de viviendas: y lo hacen”, añadió la fuente.

Tras descubrir por casualidad que las bombas antibúnker emiten como subproducto un gas letal, el ejército lo probó como estrategia en Gaza y lo utilizó después del 7 de octubre

La investigación revela también que Israel sabe desde hace años que las bombas antibúnker emiten como subproducto un gas letal, el monóxido de carbono, que puede matar a gente por asfixia en el interior de un túnel, incluso a una distancia de cientos de metros del lugar donde ha explotado. Tras descubrirlo por casualidad en 2017, el ejército lo probó por primera vez como estrategia en Gaza en 2021, y lo utilizó en sus intentos de matar a comandantes de Hamás después del 7 de octubre. De esa forma, el ejército podía atacar objetivos sin conocer con precisión su localización, y sin tener que depender de golpearlos directamente.

“El gas se queda bajo tierra, y la gente se asfixia”, contó a +972 y Local Call Guy Hazoot, general de brigada en la reserva y la única de nuestras fuentes que ha aceptado que aparezca su nombre. “[Nos dimos cuenta de que] podíamos tomar eficazmente como objetivo a cualquiera que estuviese bajo tierra usando las bombas antibúnker de las Fuerzas Aéreas, porque, aunque no destruyan el túnel, emiten gases que matan a cualquiera que haya dentro. Entonces el túnel se convierte en una trampa mortal”.

Una niña palestina y su madre son rescatadas de los escombros en Khan Yunis en noviembre de 2023. / Mohammed Zannoun

En enero de 2024, un portavoz del ejército israelí contó a +972 y Local Call, en respuesta a una investigación anterior, que “[el ejército] nunca ha usado ni usa actualmente subproductos de la utilización de bombas para dañar a sus objetivos, y no existen tales ‘técnicas’ en las Fuerzas de Defensa Israelíes”. Sin embargo, nuestra nueva investigación revela que las Fuerzas Aéreas llevaron a cabo estudios fisioquímicos sobre los efectos del gas en espacios cerrados, y en el ejército se han producido deliberaciones sobre las implicaciones éticas del método.

A tres rehenes israelíes –Nik Beizer, Ron Sherman y Elia Toledano– incuestionablemente los mataron por asfixia como resultado de un bombardeo, el 10 de noviembre de 2023, cuyo objetivo era Ahmed Ghandour, comandante de una brigada de Hamás en el norte de Gaza. El ejército les dijo a las familias que en el momento del bombardeo no tenían conocimiento de que los rehenes estuvieran retenidos cerca de Ghandour. Sin embargo, tres fuentes que conocen el ataque, que fue dirigido por el Shin Bet, contaron a +972 y a Local Call que habían recibido información “ambigua” que indicaba que podía haber rehenes en las inmediaciones, y a pesar de eso se autorizó el ataque.

“Sin duda se produjeron errores, y bombardeamos a rehenes”, dijo una fuente de los servicios de inteligencia

De acuerdo con seis de las fuentes, ese no fue un caso aislado, sino uno de entre “docenas” de ataques aéreos israelíes que probablemente pusieron en peligro o mataron a rehenes. Según sus descripciones, los mandos del ejército israelí dieron luz verde a ataques contra las casas de los presuntos secuestradores y los túneles desde los que los mandos de Hamás estaban dirigiendo el combate.

Si bien los ataques se suspendieron cuando había información específica y definitiva sobre la presencia de un rehén, el ejército sistemáticamente autorizó los bombardeos cuando el panorama que pintaban los datos era difuso y existía una probabilidad “general” de que hubiera rehenes en las inmediaciones de un objetivo. “Sin duda se produjeron errores, y bombardeamos a rehenes”, dijo una fuente de los servicios de inteligencia.

Los esfuerzos de Israel por aumentar las posibilidades de matar a combatientes de alto rango escondidos en el subsuelo incluyeron también intentos de hundir partes de un entramado de túneles para atrapar dentro a los objetivos. Algunas fuentes han descrito incidentes en los que vehículos que huían de un ataque fueron bombardeados sin datos específicos sobre quién iba en ellos, basándose en la suposición de que algún personaje importante de Hamás podría estar tratando de escapar.

“Las explosiones se sintieron y se oyeron en toda la región”, contó a +972 y a Local Call Abdel Hadi Okal, un periodista palestino de Jabalia que durante las primeras semanas de la guerra presenció varias operaciones importantes de bombardeos israelíes –a los que los palestinos a menudo se refieren como “cinturones de fuego”–. “Bloques enteros de viviendas fueron atacados con misiles pesados, que hicieron que los edificios colapsaran y se desplomaran unos encima de otros. Las ambulancias y los vehículos de Protección Civil no tenían capacidad para lidiar con bombardeos de aquella escala, así que la gente tenía que usar sus propias manos y algunas herramientas sencillas para sacar los cuerpos de debajo de los escombros de las casas. No había ninguna posibilidad de que nadie sobreviviera”.

Primera parte: Los efectos del gas

Un descubrimiento sorpresa

Los efectos del gas se descubrieron accidentalmente en octubre de 2017. En aquella época, el general de brigada Guy Hazoot dirigía una compañía en el Mando Sur de Israel. Él ha relatado a +972 y a Local Call la secuencia de eventos, que corroboran otras tres fuentes del ejército.

Según Hazoot, el por entonces Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, Gadi Eizenkot, estaba de viaje y había encomendado a su sustituto, Aviv Kochavi, que se hiciera cargo de un asunto apremiante: la Yihad Islámica Palestina (YIP) había cavado, por debajo de la cerca que aprisiona la franja de Gaza, un túnel que se extendía unos dos kilómetros desde el kibutz Kissufim. Kochavi ordenó a las Fuerzas Aéreas que bombardearan el túnel con una bomba antibúnker, pero les advirtió que evitaran matar a más de cinco efectivos de la YIP para evitar una escalada innecesaria en Gaza.

Entonces ocurrió algo inesperado. “Aunque las bombas las lanzamos en [el lado israelí de] la frontera, todos los que estaban dentro del túnel [en Gaza] murieron”, explicó Hazoot. “Otros 12 rescatistas de la YIP entraron después de la explosión y también murieron asfixiados. Murieron hasta los que llevaban máscaras [antigás]”. Aquel fue “el momento del gran descubrimiento”, dijo Hazoot, cuando quedó claro que las bombas antibúnker detonadas en túneles emitían como subproducto gaseoso monóxido de carbono, que permanecía en los túneles durante días.

El monóxido de carbono, conocido como “el asesino silencioso”, es incoloro, inodoro e insípido, y resulta especialmente letal para los humanos

El monóxido de carbono, conocido como “el asesino silencioso”, es incoloro, inodoro e insípido, y resulta especialmente letal para los humanos. Cada año mueren aproximadamente 30.000 personas en el mundo por haber inhalado el gas que emiten estufas defectuosas, motores y hornillos en espacios cerrados con bajos niveles de oxígeno.

A continuación, las Fuerzas Aéreas llevaron a cabo estudios fisioquímicos sobre los efectos del gas en espacios cerrados, que concluyeron que era difícil predecir con precisión el radio de su alcance letal. “Lo que hay son probabilidades”, explicó a +972 y a Local Call una fuente de las Fuerzas Aéreas. “No es una cosa binaria, en la que todo el que esté dentro de ese radio muere y fuera de él no muere nadie. Hay un radio de alta probabilidad, de probabilidad media y de probabilidad baja de morir por el gas”.

Fuentes de Defensa señalaron que el uso de bombas antibúnker, que como subproducto liberan gas en el subsuelo, había resuelto el reto de tener que precisar la localización exacta de un objetivo en el interior de un túnel. Pero también planteó un dilema.

“Nos dejaron claro lo delicado que es este asunto, el hecho mismo de que exista ese efecto”, dijo la fuente de las Fuerzas Aéreas. Una fuente que participó en 2021 en una discusión sobre la técnica en cuestión, dirigida por el que entonces era el comandante del Mando Sur de Israel, Eliezer Toledano, explicó: “En la discusión todo el mundo se tomó muy en serio el hecho de que es el gas lo que mata. Tenían miedo de que eso pudiera causar un daño considerable a la imagen [de Israel]”.

Los bomberos se afanan por extinguir el fuego tras un bombardeo en Gaza. / Mohammed Zannoun

Mandos del ejército recalcaron ante +972 y Local Call que lo que se pretendía era usar el subproducto químico únicamente para matar a miembros de Hamás “que pretendieran luchar contra las Fuerzas de Defensa de Israel”. Hazoot, junto con otras fuentes de Defensa, subrayó también que las bombas en sí mismas son “armas convencionales”, igual que los gases son un subproducto de bombas comunes, no de artefactos explosivos químicos o biológicos. “Los gases no tienen por dónde salir”, dijo Hazoot. “Permanecen bajo tierra, y la gente se asfixia. Son armas convencionales, solo que su efecto bajo tierra es diferente. Las bombas se vuelven más letales”.

El uso deliberado de ese ‘efecto lateral’ como método de guerra viola algunas de las prohibiciones que establecen las leyes sobre conflictos armados

Sin embargo, Michael Sfard, un abogado experto en Derechos Humanos y en leyes internacionales, explicó a +972 y Local Call: “Por mucho que las bombas que emiten el gas sean convencionales y que el gas sea solo un subproducto, el uso deliberado de ese ‘efecto lateral’ como método de guerra viola algunas de las prohibiciones que establecen las leyes sobre conflictos armados. El uso en combate de gases tóxicos o asfixiantes contraviene las disposiciones de la Convención sobre Armas Químicas y de otras declaraciones internacionales anteriores, y en el Estatuto de Roma del Tribunal Penal Internacional está clasificado como crimen de guerra”.

Sarah Harrison, analista del International Crisis Group y antigua abogada del Pentágono y asesora de las fuerzas armadas estadounidenses, afirmó que el uso intencionado de monóxido de carbono como arma es ilegal de acuerdo con la ley internacional. Aunque las bombas antibúnker en sí mismas no están prohibidas, “si lo que se pretende es usar el arma convencional como artilugio para transportar lo que por lo demás es una arma química, eso entonces sería, en mi opinión, un uso ilegal”, dijo a +972 y a Local Call. “Hay un montón de armas legales que se pueden usar de forma ilegal”.

En respuesta a nuestra indagación, un portavoz del ejército israelí volvió a negar que se use esa técnica para matar a dirigentes de Hamás, calificando la acusación de “infundada”.

Crear trampas mortales

Hazoot y otras fuentes han revelado que el primer intento de Israel de usar bombas antibúnker para provocar muertes masivas entre los combatientes por asfixia inducida por gas figuraba en la Operación Relámpago, el bombardeo masivo de la red de túneles de Hamás en el curso de la más amplia Operación Guardián de las Murallas, en mayo de 2021.

Antes de esa operación, según explicó una fuente de las Fuerzas Aéreas israelíes, profesionales de alto rango de las Fuerzas Aéreas habían expresado preocupación porque el uso extensivo de bombas antibúnker que detonaban en el subsuelo pudiera provocar en la superficie el derrumbe de edificios enteros, poniendo en peligro a grandes números de civiles. “Había un empeño en transmitir a los niveles de mando que la operación era arriesgada, que podrían derrumbarse edificios, y que no sabíamos del todo lo que podría ocurrir”, dijo la fuente. “Pero ellos siguieron adelante con ello de todas formas”.

Esas predicciones se materializaron en el curso de la operación del 16 de mayo de 2021. El ataque contra la red de túneles de Hamás en el barrio de Rimal de la ciudad de Gaza hizo colapsar varios edificios de viviendas, matando a 44 civiles.

Hazoot explicó que durante la operación Guardián de las Murallas el objetivo del ejército era confundir a Hamás para que creyeran que las tropas israelíes estaban a punto de invadir Gaza y sus combatientes se refugiaran a toda prisa en los túneles. En el ataque que siguió, según contó al periódico israelí Israel Hayom en una entrevista el año pasado, el ejército esperaba matar “entre 500 y 800 efectivos” por asfixia tras arrojar “460 bombas antibúnker sobre ellos al mismo tiempo”.

Barrio de Rimal, situado al oeste de Ciudad de Gaza, en un imagen tomada el pasado 1 de abril de 2024. / Mohammed al-Hajjar

El engaño falló: los efectivos de Hamás no se metieron en los túneles. Pero el bombardeo siguió adelante sin contemplaciones.

Nuestras fuentes afirmaron que esos ataques conmocionaron a algunos miembros de las Fuerzas Aéreas y del Mando Sur, porque les pareció que aquellas acciones carecían de lógica militar una vez que se había hecho evidente que los efectivos de Hamás no se iban a refugiar en los túneles –apuntando ya algunas de las maneras que usaría el ejército a partir del 7 de octubre–. “En cierto punto, [el ejército] se dio cuenta de que Hamás había descubierto la estrategia. Y dijeron: ‘Bueno, pues vamos a reventarlo todo y a crear destrucción’”, declaró una fuente del ejército. “No había una toma de decisiones racional. No parecía que hubiera un propósito. Parecía un intento de hacer una exhibición de poder”.

De acuerdo con Hazoot, Hamás lo pilló rápido. “Hamás había aprendido la lección de Guardián de las Murallas”, explicó. “Compraron 1.300 puertas blindadas y las distribuyeron a lo largo de los túneles. Hicieron múltiples orificios de ventilación para dispersar los gases, y también implementaron nuevas técnicas de cavado de túneles que incluían giros y curvas” –técnicas que, según Hazoot, ayudaban a atrapar el gas, impidiendo que siguiera extendiéndose.

De hecho, un portavoz de Hamás confirmó a +972 y a Local Call: “Las brigadas de Al-Qassam tomaron medidas para proteger a sus facciones en los túneles de los gases que el ejército israelí estaba emitiendo durante sus ataques”.

Una fuente de los servicios de inteligencia que participó en actividades militares israelíes tanto en Gaza como en el Líbano contó a +972 y a Local Call que, desde el punto de vista de las instituciones de Defensa, el secretario general de Hezbolá Hasán Nasralá probablemente había muerto también por asfixia –aun cuando en el Líbano el gas no se utilizó como arma de un método deliberado de asesinato, como ocurrió en Gaza–.

“Con Nasralá se tiraron docenas de bombas, y las Fuerzas de Defensa de Israel esperaban que alguna de ellas al explotar lo matara directamente en el búnker”, dijo la fuente. “En Gaza, por otra parte, al atacar un túnel uno no sabe dónde está situado el personaje importante. Así que atacan varias zonas del túnel, creando el potencial para que muera de asfixia”.

El uso deliberado por parte del ejército de la asfixia por gas como técnica de asesinato en Gaza también fue señalado por Nir Dvori, un analista militar del Canal 12 de Israel, en su relato del bombardeo que mató al subcomandante Marwan Issa en el campo de refugiados de Nuseirat en marzo de 2024. “Las Fuerzas Aéreas usaron bombas antibúnker y explosivos especialmente pesados para golpear el recinto subterráneo”, escribió Dvori, citando fuentes militares. “El motivo de los fuertes bombardeos y las explosiones secundarias era asegurar que cualquiera a quien no hubiera matado la propia explosión o el colapso del túnel muriera de asfixia o por inhalación de sustancias peligrosas”.

Segunda parte: Poner en peligro a los rehenes

“Había algún indicio de un rehén, pero teníamos presión para actuar”

Los combatientes no fueron los únicos que murieron por exposición al gas. El 10 de noviembre de 2023, el ejército israelí bombardeó un túnel que había identificado como el lugar donde se escondía el comandante de la brigada de Gaza del Norte de Hamás, Ahmed Ghandour. El ataque mató también a tres rehenes israelíes: Ron Sherman, Nik Beizer y Elia Toledano. El ejército recuperó sus cuerpos y los llevó de vuelta a Israel al mes siguiente.

El 10 de noviembre de 2023, el ejército israelí bombardeó un túnel donde se escondía un comandante de Hamás, Ahmed Ghandour. El ataque mató también a tres rehenes

Al principio, el ejército dijo a las familias de los rehenes que los tres hombres habían sido asesinados por Hamás. Más tarde, sin embargo, dijeron que Sherman, Beizer y Toledano –cuyos cuerpos se encontraron intactos y no mostraban ninguna herida de bala– habían muerto por envenenamiento con monóxido de carbono causado por los bombardeos israelíes.

Diez meses después de la muerte de su hijo Nik, Katya Beizer fue convocada a un encuentro con un alto cargo de los servicios de inteligencia del ejército israelí y un comandante de las Fuerzas Aéreas, responsable de aquel ataque. Le explicaron que el ejército no tenía conocimiento de la presencia de rehenes en el túnel y que su hijo había muerto por una bomba lanzada por las Fuerzas Aéreas que soltaba gases tóxicos.

“Me dijeron que ese tipo de armas emiten gases”, contó Katya a +972 y a Local Call. “Yo pregunté qué tipo de gases, y ellos inmediatamente me aclararon que se trataba de un arma convencional, nada prohibido”. Relató que, durante aquella conversación, admitieron que el uso del gas era intencionado porque era “la única manera de alcanzar a alguien en el interior de un túnel”.

La madre de Sherman, Ma'ayan, contó al medio israelí de investigación The Hottest Place in Hell que el jefe del Centro de Mando para Rehenes y Personas Desaparecidas del ejército, el general de división Nitzan Alon, le había explicado que “las bombas son bombas convencionales, pero tienen cierto efecto adicional que causa la liberación de gases tóxicos debido a una reacción química, y esa es la causa de la muerte”. También se disculpó, diciendo: “Nosotros no sabíamos que [los rehenes] estaban allí”.

Nueve días antes de la muerte de Ron, el 1 de noviembre de 2023, Ma'ayan Sherman había recibido un mensaje de WhatsApp de la persona que el Centro de Mando para Rehenes y Personas Desaparecidas había asignado a su familia. El mensaje –que vieron +972 y Local Call– incluía una octavilla distribuida por Hamás, con un título en rojo vivo: “Mensaje para el Pueblo de Israel”. La imagen mostraba a su hijo Ron, con aspecto asustado, las manos en alto, con un texto en hebreo y en árabe que decía: “Vuestros hijos están retenidos por la Resistencia”, y “El bombardeo a los dirigentes de Hamás va a afectar a su destino”.

El oficial le aseguró a Ma'ayan que aquello era “solo guerra psicológica”, y añadió: “Por lo que a las Fuerzas de Defensa respecta, no ha habido cambios. La premisa sobre la que trabajamos es que Ron está vivo”.

Hoy, Ma'ayan ve esa octavilla como una prueba más de que los militares pusieron en peligro la vida de su hijo a sabiendas. “No tenía sentido ignorar la octavilla”, dijo. “Cuando yo la recibí, me dijeron que me mantuviese callada. Me dijeron que no hablara de ella”.

Sin embargo, +972 y Local Call han sabido que la afirmación de los militares de que no tenían información de que los rehenes estuvieran retenidos cerca de Ghandour es falsa. Tres fuentes de Defensa con conocimiento de la organización del ataque revelaron que la división de operaciones del Shin Bet, que dirigía el ataque, había recibido información adicional poco precisa que podía indicar una “probabilidad media” de presencia de rehenes en aquel lugar.

“La operación que tenía por objetivo a Ghandour la dirigían dos reservistas que hicieron un trabajo profesional y extraordinario, pero que no sabían si los rehenes estaban allí”, explicó una fuente de Defensa que tuvo conocimiento de la operación. “Había algunos indicios del cadáver de un rehén, o puede que de un rehén vivo, pero no estaba claro cómo interpretarlo, porque la información era ambigua”, añadió la fuente. “No sabían si el rehén estaba vivo o muerto, e incluso si estaba vivo, tampoco estaba claro si estaba en aquella ubicación concreta o en otra. Y nadie hacía demasiadas preguntas. Todo el mundo entendía la presión que había para actuar”.

Una segunda fuente de Defensa corroboró este relato. “El fallo fue que asumieron que se trataba de cadáveres: que los rehenes estaban ya muertos”, dijo la fuente. “Si Ghandour hubiera sido un personaje menos crucial para la lucha, habrían tratado el asunto de forma diferente”.

“Había una obsesión por eliminar a Ghandour”, explicó una tercera fuente de Defensa conocedora del ataque. “Había maniobras [de las fuerzas de tierra israelíes] en el norte de Gaza, y había un deseo muy fuerte de liquidarlo. Los analistas de objetivos [militares] operan como los vendedores. Quieren bombardear a sus objetivos”.

“Lo principal era vengarse”

Aquello no fue un error aislado. Seis fuentes de los servicios de inteligencia describieron casos similares, en los que ataques contra efectivos de Hamás en el subsuelo fueron aprobados aun cuando había probabilidades de que se pudiera herir a rehenes. Subrayaron que no fue por negligencia de los soldados, sino como resultado de una política que había estado vigente desde al menos los seis primeros meses de la guerra.

Esa política, según explicaron las seis fuentes, permitía que se autorizaran ataques aéreos siempre que no hubiera indicios positivos de que había presencia de rehenes junto a los objetivos; en otras palabras, no se exigía a los comandantes que se aseguraran de que no existía esa posibilidad. Aquello se aplicaba cuando la imagen que dibujaban los datos era difusa, o cuando había una probabilidad “general, no específica” de que hubiera rehenes retenidos en esa ubicación.

Desde el punto de vista de los informantes, la gran zona intermedia entre tener indicios positivos de la presencia de rehenes y ser capaces de descartar por completo su presencia hizo posibles “docenas” de ataques que pusieron en peligro y mataron a rehenes.

Fuentes de Defensa apuntaron a que una causa de esa política era la separación organizativa entre las unidades de ataque –como la División de Gaza, el Mando Sur y el Shin Bet– y el Centro de Mando para Rehenes y Personas Desaparecidas, que rinde cuentas a la División de Operaciones Especiales del ejército y es responsable de transmitir las “zonas no atacables” en las que se supone que están los rehenes. Esa separación, dijeron, creó una dinámica problemática, una especie de tira y afloja entre los distintos entes.

Tres fuentes de los servicios de inteligencia pusieron de relieve esta cuestión durante las primeras semanas de la guerra, particularmente en docenas de ataques llevados a cabo por la División de Gaza contra las casas de efectivos de Hamás sospechosos de haber secuestrado a israelíes el 7 de octubre. “Nadie bombardeó a un rehén a sabiendas; eso no ocurrió”, recalcó una fuente. “Pero la sed de venganza contra los secuestradores era tan grande que bombardearon sus casas sin saber si había rehenes dentro”.

Una segunda fuente confirmó también haber participado en “docenas” de ataques contra las viviendas de los presuntos secuestradores. “Los rehenes sencillamente no contaban en la política inicial de ataque”, dijo la fuente. “Recuerdo volver a mi casa por primera vez en una o dos semanas y darme cuenta de que había protestas, y todo el mundo estaba hablando de los rehenes. Me pareció surrealista”.

Esos ataques contra casas de supuestos secuestradores continuaron durante unas dos semanas hasta que la imagen que pintaban los datos se volvió más clara y desde el Centro de Mando para Rehenes y Personas Desaparecidas se comunicó a la División de Gaza un número significativamente alto de “zonas no atacables”.

“Fue una locura”, dijo la primera fuente. “Estás bombardeando la casa de alguien que es sospechoso de ser un secuestrador. No matamos a docenas de rehenes por pura suerte. No había ‘zonas no atacables’, y no sabíamos dónde estaban los rehenes. Yo expresé en voz alta [mi frustración]... Me puse furioso. No lo tuvieron en cuenta. No era la prioridad número uno. Lo principal era vengarse de los secuestradores”.

“Aquellos eran normalmente efectivos de Nukhba”, explicó la segunda fuente, refiriéndose a las fuerzas de élite de Hamás, “y, como parte de la operación, bombardeamos sus casas. Había una posibilidad de que [los rehenes] estuvieran allí. Ahora sabemos que los mantenían en subterráneos más profundos, pero está claro que se cometen errores, y bombardeamos a rehenes”.

El ejército no ha hecho público cuántos rehenes murieron por ataques de las Fuerzas Aéreas durante las primeras dos semanas de la guerra

El ejército no ha hecho público cuántos rehenes, si es que hubo alguno, murieron por ataques de las Fuerzas Aéreas durante las primeras dos semanas de la guerra. Hamás, sin embargo, afirmó en tres mensajes de Telegram distintos que los ataques aéreos israelíes habían matado a 27 rehenes durante la semana que siguió al 7 de octubre. En total, de acuerdo con el Fórum de Rehenes y Familias Desaparecidas, se sabe que 30 rehenes han muerto en cautividad tras haber sido secuestrados y llevados vivos a Gaza.

La permisividad de la política de ataque era también evidente en golpes que tenían por objetivo a altos dirigentes de Hamás, que a menudo se llevaban a cabo bajo la dirección del Shin Bet o del Mando Sur. “Hay cierta desconexión, dentro de la división de operaciones del Shin Bet, con el resto de la cadena de mando de las Fuerzas de Defensa de Israel”, apuntó una fuente de Defensa. “Es un cuerpo muy aislado que requiere un montón de atención y recursos. Su único propósito es matar a todo personaje importante de Hamás, y para ellos el éxito en la guerra depende de ese objetivo”.

“Yo tenía un problema con cómo allí había gente que estaba dispuesta a hacer absolutamente cualquier cosa para conseguir el objetivo”, continuó la fuente. “El número [de civiles] que estaban dispuestos a matar... En la forma que tenían ellos de verlo, todo aquello no era más que un obstáculo en su camino; incluso los rehenes”.

Otras fuentes matizaron esas afirmaciones, resaltando que la cuestión de los rehenes a menudo se tomaba en serio, pero que en gran medida dependía del comandante. Una fuente de Defensa apuntó que en las primeras etapas de la guerra las opiniones políticas de los comandantes también tenían su peso. “Cada ataque en el que el objetivo es un personaje de rango se sopesa cuidadosamente”, dijo la fuente. “A veces depende de lo fuerte que grite el agente de los servicios de inteligencia, o de cuánto se preocupe la persona que está al cargo, e incluso de sus posiciones políticas. Dado que el asunto de los rehenes se había politizado, había quienes pensaban que el fin justificaba los medios”.

“Cuando atacas a un alto cargo de Hamás, hay una probabilidad razonable de que estés matando también a un rehén”

En el momento del asesinato de Ghandour, en noviembre, el complejo de túneles en el que se encontraba no había sido designado ‘zona no atacable’ por el Centro de Mando para Rehenes y Personas Desaparecidas. Por lo tanto, formalmente, el Shin Bet no tenía ninguna razón para evitar dirigir contra él el ataque, a pesar de que había materiales de los servicios de inteligencia que suscitaban preguntas entre algunos analistas.

“Para estar seguro de que no estás apuntando hacia un rehén, necesitarías saber la ubicación exacta de cada uno de ellos”, explicó una fuente de Defensa. “Y yo eso no lo sé. O sea, que cuando atacas a un alto cargo de Hamás, hay una probabilidad razonable de que estés matando también a un rehén”. Esa probabilidad aumentaba porque, de acuerdo con las fuentes, el ejército tenía información de que los dirigentes de Hamás solían rodearse de rehenes en los túneles.

“Si no saben dónde están los rehenes y aun así bombardean los túneles, es que es una política”

El 14 de febrero de 2024, el ejército israelí bombardeó un complejo de túneles bajo la ciudad de Khan Younis, buscando matar a los comandantes del batallón local de Hamás. Seis rehenes –Alexander Danzig, Yoram Metzger, Haim Perry, Yagev Buchshtav, Nadav Popplewell y Avraham Munder– estaban retenidos no muy lejos, y su túnel se llenó de monóxido de carbono.

En junio, el ejército informó a las familias de que los seis rehenes habían muerto prisioneros de Hamás. Osnat Perry, la mujer de Haim, de 80 años, relató cómo una delegación del ejército fue a su casa y le explicó que los rehenes “habían muerto por monóxido de carbono como resultado de los profundos ataques”. La distancia estimada entre los rehenes y el lugar del bombardeo era de entre 120 y 200 metros: dentro del previsible alcance letal del gas, según las evaluaciones del ejército.

“No les cayó la bomba encima, pero el túnel en el que estaban se llenó de este gas, que es altamente tóxico y mata en minutos”, explicó Osnat, añadiendo que ella se consolaba con el hecho de que, de acuerdo con la delegación del ejército, la muerte de su marido habría sido indolora. “La muerte por este gas es sin dolor, porque uno pierde la consciencia inmediatamente, y en unos pocos minutos muere como si se hubiera quedado dormido”.

Las declaraciones del ejército afirmando que Perry había muerto por monóxido de carbono llegaron tres meses antes de que su cuerpo, y los cuerpos de los otros cinco rehenes que estaban con él, fueran recuperados de Khan Younis en agosto. Los seis cuerpos, de acuerdo con el ejército y con las familias, mostraban signos de heridas de bala, y al menos alguno de ellos mostraba pruebas de maltrato por parte de sus captores.

En diciembre, el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel anunció que la “posibilidad más plausible” era que, como consecuencia del ataque, los secuestradores ejecutaran a los rehenes y luego murieran ellos mismos como “subproducto” del ataque. De acuerdo con los militares, también era posible que los rehenes hubieran muerto por el gas liberado en el ataque y que más tarde les dispararan otros combatientes que hubieran llegado al túnel algo después. Como informó en aquel momento Haaretz, “el ejército estima que, en caso de no haber sido ejecutados, los rehenes habrían muerto por inhalación del gas liberado en el ataque”.

“Lo que nos contaron estaba muy claro: si sus captores no los hubieran ejecutado ante la proximidad del ejército, habrían muerto por el gas”, dijo Osnat. Hablando antes del alto el fuego, añadió que solo mencionarlo “le destroza el alma”, pero lo hace con la esperanza de evitar que vuelva a ocurrir con los rehenes que quedan.

Las familias fueron informadas de que en el momento del ataque el ejército no tenía ningún indicio positivo de que hubiera presencia de rehenes en el lugar. Sin embargo, a continuación del incidente, que el ejército clasificó como un error, el proceso de aprobación para semejantes ataques se endureció. En lugar de permitir que los ataques se ejecutaran siempre que no hubiera “indicios específicos” de la presencia de rehenes, según explicó una fuente del ejército, desde entonces se dio más importancia a la precisión de los datos sobre la ubicación de los rehenes, y a los indicios generales de su proximidad a comandantes de Hamás.

“Si no saben dónde están todos los rehenes y aun así deciden bombardear los túneles, es que es una política”, dice Osnat Perry, viuda de Haim Perry

“Cuando se produjo el primer error, con Ron Sherman, quedó claro que existía un riesgo”, dijo Osnat. “Pero luego continuó ocurriendo, una y otra vez. Solicité una reunión con el ministro de Defensa, y todavía no me la han concedido. Quiero preguntarle si esto es una política. Porque esto no es una equivocación aislada del ejército ni un error operativo. Si no saben dónde están todos los rehenes y aun así deciden bombardear los túneles, es que es una política”.

Entre los parientes de rehenes asesinados en Gaza existía la preocupación de que al resaltar el papel del gobierno o el ejército israelíes en las muertes de sus seres queridos pudiera interpretarse –especialmente en el exterior– como una absolución a Hamás de la responsabilidad de sus crímenes. Eso, según dijeron, les ha hecho más difícil expresar sus críticas en público.

Rani, el hijo de Yoram Metzger, que murió en el túnel con Perry, subrayó que al margen de cuál fuera la causa exacta de la muerte, la responsabilidad es de Hamás, que cometió un crimen de guerra al secuestrar a su padre, de 80 años. “Desde el principio hemos dicho que a nuestro padre lo ha asesinado Hamás y nadie más”, dijo. Un pariente de otro rehén asesinado en Gaza, que prefirió permanecer en el anonimato, contó a +972 y Local Call: “Mi familiar murió por una orden de Israel. De eso no hay duda. Pero tampoco voy a dar munición a nuestros enemigos”.

En respuesta a nuestra consulta, un portavoz del ejército israelí afirmó: “La investigación sobre las muertes de seis rehenes en un túnel subterráneo de la zona de Khan Younis, y la investigación sobre las de tres rehenes que estaban retenidos en el recinto subterráneo desde el que operaba el comandante de la brigada norte de Hamás, Ahmed Ghandour, fueron presentadas con toda transparencia ante sus familias y ante el público en los últimos meses. Debe resaltarse que, en ambos casos, las Fuerzas de Defensa Israelíes no tenían indicación ni sospecha alguna de que hubiera rehenes retenidos en el lugar del ataque o sus alrededores”.

Tercera parte: “Alicatado de barrios

“No sabían dónde estaba, así que bombardearon extensivamente toda la zona”

La falta de información precisa sobre la ubicación de combatientes de alto rango en el subsuelo llevó también al ejército israelí a adoptar un método de localización de objetivos especialmente letal: borrar del mapa varios edificios de apartamentos adyacentes, sin avisar a sus habitantes. Bombardeando esos bloques de viviendas, el ejército pretendía hundir partes del entramado de túneles que se pensaba que había debajo, atrapando así al objetivo en su interior o matándolo al inundar el túnel con gas tóxico.

Bombardeando esos bloques de viviendas, el ejército pretendía hundir partes de los túneles que se pensaba que había debajo

Para aumentar las posibilidades de asesinar a un objetivo, los mandos del ejército autorizaron la matanza de “cientos” de civiles palestinos en esos ataques  –que, de acuerdo con las fuentes, se llevaron a cabo en coordinación con mandos estadounidenses que recibían en vivo las cifras actualizadas de “daños colaterales” aprobadas–.

Investigaciones previas de +972 y Local Call, corroboradas por una investigación reciente del New York Times, encontraron que tras el 7 de octubre Israel había suavizado las restricciones para permitir ataques contra dirigentes de Hamás en los que existiera el riesgo de matar a más de 100 civiles. En respuesta a nuestra consulta para esta investigación, un portavoz del ejército de Israel negó esos informes, manifestando que “las afirmaciones de que las Fuerzas de Defensa de Israel aprobaron e implementaron durante la guerra un ataque en el que se esperaba que murieran cientos de civiles, y de que las Fuerzas de Defensa bombardearon vecindarios enteros, son infundadas”.

En una entrevista con MSNBC, poco después del fin de su mandato presidencial, Joe Biden contó cómo había expresado su desaprobación hacia esa política ante el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, en su primera visita a Israel después del 7 de octubre. “Le dije, ‘Bibi, no puedes empapelar de bombas esos vecindarios’”, relató Biden. “Y él me dijo: ‘Bueno, vosotros también lo hicisteis. Lo de empapelar de bombas’ –no fueron exactamente esas palabras, pero vamos–. ‘Empapelasteis de bombas Berlín. Lanzasteis una bomba nuclear. Matasteis a miles de personas inocentes’”.

“Me la estaba devolviendo por decirle: ‘No puedes bombardear indiscriminadamente zonas civiles. Incluso si los malos están ahí, no puedes cobrarte doscientas, mil, mil doscientas, mil quinientas personas inocentes para coger a un solo malvado’”, continuó Biden.

De acuerdo con Biden, Netanyahu respondió que aquellas eran personas que habían matado a israelíes y que estaban “en cualquier parte de esos túneles, y nadie tiene ni idea de cuántos miles de túneles hay”. Y Biden concedió que, desde su punto de vista, aquel era “un argumento legítimo”.

El 17 de octubre de 2023, las Fuerzas Aéreas de Israel llevaron a cabo un ataque en el campo de refugiados de Al-Bureij cuyo objetivo era Ayman Nofal, el comandante de la Brigada Central de Hamás. Dos fuentes de Defensa afirmaron que el ataque había sido aprobado con una cifra [estimada] de “daños colaterales” de hasta 300 civiles palestinos, mientras que una tercera fuente declaró que el número aprobado era 100. El ataque –que tuvo éxito en matar a Nofal, y se calcula que mató al menos a 92 civiles, entre ellos 40 niños– se ejecutó sobre “un radio muy amplio”, de acuerdo con las fuentes, en coherencia con los métodos de ataque que antes se han detallado.

Civiles en Gaza caminando junto a los cuerpos sin vida de personas que han fallecido bajo los ataques israelís. / Mohammed Hajjar

“Vi [el ataque] con mis propios ojos, en la pantalla, en tiempo real”, relató una fuente de los servicios de inteligencia que había participado en el intento de asesinato, monitorizándolo con un dron. “Vi a la gente muerta en el suelo allí al lado. Parecían hormigas. Sinceramente, recuerdo haber visto allí ríos de cadáveres humanos tras la explosión. Fue muy duro. [El ejército] no sabía exactamente dónde estaba [el tipo], así que bombardearon extensamente toda la zona para asegurarse de matarlo”.

Amro Al-Khatib, residente en el campo de Al-Bureij, presenció el ataque. “Entre 16 y 18 hogares familiares fueron destruidos en el ataque”, contó a +972 y Local Call. “Sacamos a muchos muertos, en pedazos”.

Khaled Eid perdió a quince miembros de su familia, entre ellos sus padres, y se pasó tres días buscando entre los escombros hasta que encontró fragmentos de sus cuerpos. “Los buscamos con nuestras manos, con ayuda de voluntarios y amigos de la familia”, contó a +972 y Local Call.

Dos semanas más tarde, el Mando Sur aprobó una serie de ataques aéreos cuyo objetivo era el comandante del batallón de Jabalia Ibrahim Biari, en el campo de refugiados de Jabalia. Aquel ataque fue todavía más devastador y suscitó críticas internacionales más firmes.

El ataque arrasó deliberadamente un bloque entero de viviendas, de acuerdo con una fuente de Defensa que participó en la operación. Una investigación del Wall Street Journal, que incluía análisis de imágenes procedentes de satélites, encontró que el bombardeo había arrasado al menos 12 edificios de viviendas. El corazón del campo [de refugiados] fue reducido a cráteres; que contenían los cuerpos de al menos 126 personas, entre ellas 68 niños.

“Durante [aquel ataque], el jefe del departamento de localización de objetivos del Mando Sur dijo: ‘[Biari]está matando a soldados en este mismo momento, y tenemos que sacarlo ya”, recordó una fuente de Defensa que participó en los ataques. “Estaban frenéticos con eso, porque era más o menos el momento en que nosotros estábamos maniobrando en la zona de Jabalia”.

La fuente señaló que el número asumible de bajas civiles se había fijado en “alrededor de 300”, pero que el cálculo era impreciso. Según él, el Jefe de Estado Mayor Herzi Halevi en persona aprobó la matanza de cientos de palestinos en el ataque después de “deliberar” sobre la cuestión.

Wafa Hijazi, de 22 años, fue enterrada viva pero sobrevivió: “El ataque convirtió nuestra casa en una fosa común”

“Un barrio entero murió por Ibrahim Biari”, dijo otra fuente de los servicios de inteligencia que trabajó en la operación. Explicó que aunque Biari no era más que un comandante de batallón, la ruptura de la cadena de mando en Hamás durante la guerra había elevado a los comandantes de batallón a “niveles influyentes, altamente implicados en el terreno, y cruciales para la gestión de la lucha”. La fuente dijo que como resultado se habían concedido autorizaciones sin precedentes para matar a cientos de civiles con el fin de asesinar a aquellos personajes.

Palestinos volviendo a Jabalia en medio del alto el fuego entre Israel y Hamás, en el norte de Gaza. 19 de enero de 2025. / Omar El Qataa

Palestinos que sobrevivieron al ataque relataron a +972 y Local Call que aniquiló a familias enteras —tres generaciones— sin que quedara nadie para dar testimonio, y Airwars recogió declaraciones que lo corroboran.

Wafa Hijazi, de 22 años, fue enterrada viva pero sobrevivió. “El ataque convirtió nuestra casa en una fosa común”, contó a +972 y Local Call. “Hubo terror. Oscuridad total. Y una nube como una llama hirviente que cubrió el lugar. Así fue cómo murió mi madre, y todas mis hermanas y sus bebés”.

Enterrada bajo los escombros, Hijazi intentó gritar, pero no podía. Entonces la mano de su padre, que no estaba en casa en el momento del bombardeo, la alcanzó allí dentro y tiró de ella para sacarla. Cuando emergió, se encontró la mano de su madre, seccionada del cuerpo, así como fragmentos de los cuerpos de sus hermanos menores.

“Acabas tirando 10 bombas cuando ni siquiera estás seguro de que el objetivo esté ahí”

En los ataques cuyo objetivo eran Biari y Nofal, el ejército utilizó lo que llama “un ataque de área amplia”, que implica la destrucción de bloques enteros de viviendas y bajas palestinas masivas. Los ataques se apoyaban en un “polígono” –una estimación general, dentro de un radio amplio, de dónde podría estar el objetivo– que no siempre podía estrecharse.

“La finalidad es colapsar el sistema de túneles para atrapar [al objetivo] dentro”, explicó una fuente de Defensa. “Porque el diseño es tan enrevesado, que uno quiere asegurarse de que no se escape ninguno. En la guerra de subsuelo, uno casi nunca tiene unas coordenadas exactas, solo un polígono. No hay más remedio que atacar a bulto”.

“En la guerra de subsuelo, uno casi nunca tiene unas coordenadas exactas, solo un polígono. No hay más remedio que atacar a bulto”

Tras recibir unas coordenadas amplias de la agencia de servicios de inteligencia, las Fuerzas Aéreas lanzaban bombas antibúnker por toda la zona. “Nos daban algún tipo de polígono, un rectángulo en Gaza, y nos decían: ‘Aquí dentro, en alguna parte, hay un complejo subterráneo, pero no podemos precisar más su ubicación’”, explicó una fuente de las Fuerzas Aéreas que participó en ataques contra los túneles. “Conocemos el radio de explosión de una bomba antibúnker, que son unos pocos metros, [así que tomamos eso como] un cuadrado y entonces ‘alicatamos’ la zona [con bombas]”.

No siempre había certeza de que esos ataques, contra zonas tan amplias, fueran a golpear al objetivo pretendido. “Alicatar” un polígono entero requería un alto número de bombas, y de acuerdo con la fuente no siempre había suficientes. “[A veces] solo cubríamos el 50 por ciento del polígono, pero preferíamos tener una probabilidad de éxito del 50 por ciento que no tener ninguna. Si el polígono mide 20 [unidades de ancho], por ejemplo, podrías lanzar tres bombas a lo largo y tres a lo ancho, de forma que acabas tirando unas 10 bombas en una zona cuando ni siquiera estás seguro de que [el objetivo] esté ahí”.

Esa imagen parcial que proporcionaban los servicios de información llevó a situaciones en las que el ejército lanzó bombas antibúnker que mataron a grandes números de palestinos, mientras que el objetivo subterráneo sobrevivió. Eso ocurrió dos veces en ataques contra el comandante de la Brigada de Rafah, Mohammed Shabana.

“La primera vez, el ataque falló porque una competencia [tecnológica] no había sido suficientemente desarrollada aún, y el polígono estaba mal”, dijo una fuente que participó en esas operaciones. “La segunda vez hubo un problema con las bombas: sencillamente, no había suficientes”.

“Lo que querían es que [Shabana] no tuviera ninguna posibilidad de salir vivo de allí. Así que bombardearon sin más el barrio entero”

Otra fuente de los servicios de inteligencia que participó en los intentos de asesinar a Shabana explicó que los ataques aéreos estaban basados en datos débiles. “Fueron unos ataques mucho más amplios de lo que era realmente necesario”, dijo. “Lo que querían es que [Shabana] no tuviera ninguna posibilidad de salir vivo de allí. Así que bombardearon sin más el barrio entero”.

Ese tipo de ataques se llevan a cabo casi siempre utilizando bombas lanzadas en ángulo de 90 grados y con mecanismos retardadores para asegurarse de que explotan en el subsuelo y aprovechar al máximo las posibilidades de matar al objetivo. Durante el primer año de la guerra, Estados Unidos suministró a Israel 14.000 bombas MK-84, de casi una tonelada cada una, que se usaron en esas operaciones. Sin embargo, en mayo, la administración de Biden suspendió un envío de 1.800 de estas bombas por preocupaciones sobre la forma en que se estaba conduciendo la guerra y por la invasión israelí de Rafah.

Una fuente de los servicios de inteligencia describió un caso en el que el ejército estaba planeando atacar a un comandante en Gaza con “80 bombas antibúnker”, con el fin de “alicatar” un radio muy amplio. Sin embargo, se tomó la decisión de conservar los recursos. “Sabían que estaba en el subsuelo, pero no sabían exactamente dónde”, dijo la fuente. Al final, se dio la aprobación para que se usaran 10 bombas. “No era suficiente: [el comandante] sobrevivió”, añadió la fuente.

Hace unas pocas semanas, han salido a la luz más pruebas de que que los militares israelíes se apoyaban en servicios de información limitados mientras desplegaban sus ataques en Gaza. Después de que entrara en vigor el alto el fuego, el ejército admitió que dos dirigentes de Hamás a los que en declaraciones anteriores afirmaban haber matado –el comandante del Batallón de Al-Shati, Haitham Al-Hawajri, en diciembre de 2023, y el comandante del Batallón de Beit Hanoun, Hussein Fayad, en mayo de 2024–, en realidad habían sobrevivido. El ejército reconoció que las declaraciones anteriores se habían hecho sobre la base de informaciones “incorrectas”.

Una fuente de Defensa dijo que Estados Unidos había proporcionado a Israel sus propios servicios de inteligencia, pero aquello no resultó tan útil como el ejército esperaba. “Teníamos altas expectativas en lo que se refiere a Estados Unidos, pero se frustraron”, dijo una fuente de Defensa. “Estaban profundamente comprometidos con la causa de los rehenes, y con [matar al por entonces líder de Hamás en Gaza, Yahya] Sinwar, porque creían que cuanto antes se eliminara a Sinwar, antes acabaría la guerra. Hicieron un gran esfuerzo y compartieron sus servicios de inteligencia con nosotros, pero al final sus fuentes no eran tan buenas como las nuestras”.

“Imagínese que esto fuese Tel Aviv. Nadie aceptaría una cosa semejante”

De acuerdo con una fuente de los servicios de información israelíes, la persona responsable de mejorar y reforzar la infraestructura de túneles de Hamás era Mohammed Sinwar, el hermano de Yahya y su sucesor como dirigente del grupo en la franja de Gaza. Después de los bombardeos de túneles de la Operación Relámpago, en 2021, analizó los ataques de Israel y en concordancia mejoró los túneles.

“[Mohammed Sinwar] se percató de que los israelíes atacan en líneas rectas y comprendió la necesidad de ramificaciones secundarias”, dijo la fuente. “Son más listos de lo que pensamos”.

De acuerdo con esa misma fuente, la adición de caminos secundarios a los túneles llevó a Israel a dirigir sus ataques contra zonas aún más amplias. “Uno puede determinar que cierto personaje de relieve está en un barrio concreto, pero eso es un radio muy amplio, porque son kilómetros de túneles y uno no sabe en qué ramificación se habrá metido”, dijo.

“Tienes suerte si te dan aunque sea una indicación de que un personaje importante está en un trayecto de túneles concreto”, continuó la fuente. “A menos que alguien diga explícitamente: ‘Este es el túnel de Mohammed Shabana’, a veces ni siquiera sabes si hay algún personaje importante en el túnel; igual podría no ser más que un túnel de abastecimiento”.

Con todo, la fuente admitió que antes del 7 de octubre nunca habría pensado que vería a un comandante israelí de alto rango ordenar la destrucción de un bloque entero de viviendas para hacer blanco en un solo personaje de Hamás.

La totalidad de las 15 fuentes de Defensa que intervienen en esta historia, incluidos los que son más críticos con las políticas israelíes, subrayaron que Hamás había diseñado su infraestructura de túneles para permitir a sus comandantes principales dirigir la lucha desde debajo o en las proximidades de zonas densamente pobladas. (Un portavoz de Hamás describió esa afirmación como “completamente falsa”.) En todo caso, expertos en derecho internacional recalcaron que, incluso en ese caso, Israel sigue teniendo la obligación de proteger a los civiles.

“Imagínese que esto fuera Tel Aviv, y no Jabalia, y que con el fin de llegar hasta ‘El Hoyo’ (sobrenombre del centro de operaciones subterráneas del ejército de Israel en la Kirya, situado junto a zonas residenciales y comerciales de Tel Aviv], se bombardearan los barrios que rodean la Kirya”, dijo el abogado experto en Derechos Humanos Michael Sfard. “No sabes hasta dónde llegan los túneles del ejército por debajo de la Kirya, no sabes exactamente dónde está tu objetivo, y quieres estar seguro de que acabe muerto. ¿Y lo que haces es bombardear [las calles adyacentes]? Nadie aceptaría una cosa semejante”.

Suhad Bishara, directora legal de la organización por los derechos humanos Adalah, radicada en Haifa, fue de la misma opinión. “Incluso cuando hay un objetivo militar legítimo, si las fuerzas armadas saben que es probable que cause un daño desproporcionado a las vidas civiles, entonces está prohibido por las leyes internacionales”, explicó. “Esto es aún más cierto cuando no sabes exactamente dónde está tu objetivo militar, y por tanto determinas un radio y lo atacas indiscriminadamente, dañando a muchos civiles”.

“Si no hubiera un criterio económico para el manejo de las municiones, habríamos seguido destruyendo cosas en cantidades demenciales”

“El discurso en la sociedad israelí es que la culpa es de ellos, por construir debajo de escuelas”, dijo una fuente de los servicios de inteligencia. “Pero ¿es legítimo reventar una escuela? ¿Es legítimo matar por eso a docenas de personas, como hicimos nosotros?”.

“Bombardeamos un montón de ambulancias en las que sabíamos que iban efectivos de Hamás”, dijo una segunda fuente de los servicios de inteligencia. (Un portavoz de Hamás afirmó que “Israel no ha aportado ninguna prueba del uso de ambulancias en operaciones de resistencia”, y describió la acusación como “un pretexto para destruir el sector de la salud en la franja de Gaza”.) “Son rastreros. Pero te preguntas a ti mismo: ¿vale la pena? Te ves frente a una situación muy difícil. Y sencillamente te dan carta blanca. Si no hubiera un criterio económico para el manejo de las municiones, habríamos seguido destruyendo cosas en cantidades demenciales”.

Cinco fuentes subrayaron que lo que guiaba esas tácticas era la presión de los dirigentes políticos y militares, que querían presentar al público una imagen de victoria. “Aprobaron [cifras de bajas civiles] de tres números, incluso para [ataques contra] comandantes de batallón, porque estábamos cada vez más desesperados por conseguir de algún modo que un asesinato programado tuviera éxito”, dijo una fuente de los servicios de inteligencia. “Cada vez que hay un éxito de esos, la gente lo ve en la tele”.

“Lo que más me molestó fue cómo mienten en los medios [israelíes]”, añadió una segunda fuente de los servicios de inteligencia. “[Dicen que] estamos a punto de cogerlos, estamos a punto de ganar, estamos a punto de eliminar a los dirigentes”.

“Era evidente hasta qué punto el ejército, las instituciones de Defensa y el Shin Bet estaban en la misma línea que los medios de comunicación”, continuó esta segunda fuente. “Todo lo que ellos querían transmitir estaba reflejado [en los relatos de las noticias]. En última instancia los reporteros militares se nutren de esos sistemas, que se sienten perfectamente cómodos mintiendo siempre que sea necesario. En los primeros meses de la guerra, al menos, tenía la sensación de que los medios de comunicación y el ejército eran uno; de que los medios eran un brazo del ejército”.

Cuatro agentes de los servicios de inteligencia afirmaron que la brutalidad de Hamás en los ataques del 7 de octubre les había ayudado, a ellos y a sus comandantes, a justificar ataques a gran escala contra civiles en Gaza. De acuerdo con las fuentes, la creencia de que todos los palestinos de la Franja estaban en alguna medida “implicados” en posibilitar las actividades de Hamás no ha figurado nunca en las políticas oficiales, pero estaba presente “todo el tiempo” en las conversaciones de pasillo y las pausas para el café.

Mientras una fuente justificó el ataque a bloques residenciales alegando que los civiles que viven encima de un túnel tenían que haber sabido que Hamás estaba operando por debajo de ellos, otra fuente de los servicios de inteligencia lo encontró más difícil de justificar. “La responsabilidad por la mayor parte de las muertes es del personal de los servicios de inteligencia, no de las fuerzas que estaban sobre el terreno”, dijo. “Nosotros matamos a mucha más gente que los soldados o los pilotos [de combate], porque de hecho fuimos nosotros quienes les dijimos dónde soltar las bombas”.

----------

Este artículo ha sido actualizado para incluir respuestas, recibidas después de su publicación, de Hazem Qassem, un portavoz de Hamás en la franja de Gaza, a las preguntas de +972 y Local Call. Puedes leer la versión original aquí.

Yuval Abraham es un periodista y cineasta afincado en Jerusalén.

Este artículo se publicó originalmente +972. La traducción del inglés de Lola Díez.

El ejército israelí bombardeó intensivamente zonas residenciales de Gaza cuando sus servicios de inteligencia no consiguieron averiguar la ubicación exacta de los líderes de Hamás que se escondían en el subsuelo, y usaron intencionadamente como arma subproductos tóxicos de las bombas para asfixiar a los...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Yuval Abraham (+972 Magazine / Local Call)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Jesús Aurelio P.

    Un grupo de ladrones que se cree PUEBLO y asesina indiscriminadamente, no es más que un rebaño de hienas; quiénes les alimentan y defienden, gentes capaces de destruir el mundo en su afán de poseerlo todo. ¡Malas gentes!

    Hace 7 días

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí