Roma, capital corrupta de una nación infectada
"Somos la tierra media", dice en una escucha telefónica el mafioso Massimo Carminati: "Arriba están los vivos; abajo, los muertos. En medio, nosotros. Y aquí nos compramos todos"
Giancarlo Santalmassi 29/01/2015
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La delincuencia organizada se ha instalado en el Ayuntamiento de Roma, al frente de una de las administraciones públicas más grandes del país, con una dotación presupuestaria garantizada desde que el Estado tuvo la voluntad y el deber de reconocer a la ciudad una "indemnización" no solo por su función de capital regional sino también por la de ser capital de Italia. En resumen: Roma es uno de los sitios donde más se gasta del país. Es decir, dinero seguro.
El 11 de diciembre de 1955, L'Espresso tituló así un trabajo de investigación firmado por Manlio Cancogni en el que se denunciaba irregularidades en las licitaciones inmobiliarias de Roma (operación en la que estaba involucrada también una empresa inmobiliaria del Vaticano): "Capital corrupta, nación emponzoñada". En ella desvelaba un escándalo que se anticiparía en muchos años a lo que está ocurriendo estos años, estos meses, estas horas. En una rueda de prensa, el fiscal de Roma, Pignatone, ha explicado profusamente que el fenómeno no tiene nada que ver con la Mafia siciliana, ni con la `Ndrangheta calabresa ni con la Camorra napolitana sino que se trata de un fenómeno muy romano, totalmente romano. Y ha puesto como ejemplo el hecho de que al frente de la banda que controlaba el Campidoglio, la sede del ayuntamiento, estaba el terrorista neofascista Massimo Carminati, miembro destacado de la banda de la Magliana (fue detenido el 4 de diciembre) cuyo capo, Renatino de Pedis, fue enterrado, gracias a la intercesión de la curia romana, en la basílica de San Apollinare. Un cadáver molesto que incluso a un pontífice como Ratzinger le costó trabajo mover de lugar.
El hecho es que cada región italiana tiene su articulación delictiva asentada en las inmediaciones del gasto público, para obtener de forma parasitaria miles de millones de dinero público.
La mafia romana (en palabras del fiscal general de la República) es específicamente romana. En ese sentido es algo inédito para los magistrados italianos, pues no recurre al control del territorio, ni a la violencia ni al ritual de afiliación. "Somos la tierra media" dice en una escucha telefónica Massimo Carminati: "Arriba están los vivos; abajo, los muertos. En medio, nosotros. Y aquí nos compramos todos".
Todas las bandas tienen, sin embargo, una raíz común y generalizada en todo el país: la falta de ética. Una cualidad que debería ser pre-política, es decir, estar antes que nada. Antes incluso que la política. La experiencia demuestra, sin embargo, que los "cargos electos" la han relegado de manera que se ha difundido la idea, no ahora sino desde hace tiempo, de que basta ser elegido y votado para estar por encima de las leyes. Convive ese sentimiento junto a un insoportable sentido de la impunidad.
Mani Pulite
Hace 30 años, el 22 de marzo de 1985, fue detenido por soborno el socialista milanés Antonio Natali, presidente de la empresa del Metro. Siguieron una serie de investigaciones en las sedes del PSI y del PSDI que alarmaron al mundo político. Cuando Natali fue arrestado, su amigo Bettino Craxi, el primer presidente del Gobierno socialista de la historia, salió del Palazzo Chigi, sede del Gobierno italiano, para ir a visitarlo a la cárcel romana de Regina Coeli. Y lo que es más, cogió un folio (con el membrete "Palazzo Chigi-Presidencia del Gobierno") y una pluma y escribió en calidad de presidente del Gobierno al presidente de la Audiencia lamentando, o mejor dicho, acusando a la magistratura de haberse permitido investigar a la política.
Dos años después, hizo que lo eligieran senador para evitarle ir a prisión. Si Natali hubiera hablado, Tangentópolis -el macroproceso que destapó una extensa red de corrupción en los principales partidos políticos- hubiera estallado diez años antes.
Pero sería injusto considerar a Craxi y a los socialistas la causa de toda la corrupción italiana. En 1974, tanto el responsable administrativo del PSI, como el Partido Republicano y otros partidos "pequeños" se vieron envueltos en un escándalo de financiación ilegal a través de sobornos relacionados con los contratos de aprovisionamiento de petróleo. Nadie ha investigado nunca cuánto dinero entró en las arcas del PCI por los contratos petrolíferos firmados en la década de los setenta entre Italia y la URSS.
En las recientes detenciones romanas (2 de diciembre) están involucrados partidos de la derecha (AN), de la izquierda (PD, verdes), la administración de la Región del Lazio y el Ayuntamiento de Roma. En total fueron arrestadas 37 personas. [El ex alcalde de la ciudad, el posfacista Gianni Alemanno, también está siendo investigado y su casa fue registrada].
Impresiona volver a encontrar a la banda de la Magliana moviendo los hilos políticos como titiriteros.
En 1982, un asesino de la Magliana, Danilo Abbruciati, disparó e hirió a Roberto Rosone, director del Banco Ambrosiano, el banco de Roberto Calvi, quien fue encontrado colgado, con ladrillos en los bolsillos, bajo el puente Blackfriars de Londres.
Mientras tenía lugar la redada de diciembre en el Campidoglio, la RAI emitía un reportaje sobre Giorgio Ambrosoli, el liquidador de la Banca Privada Italiana de Michele Sindona. Ambrosoli, culpable de haber encontrado documentos que demostraban la existencia de la red criminal y estafadora de Sindona escondidos en un tabique del banco, pagó con su vida, asesinado por Joseph Aricò, killer enviado por Sindona, conocido como el banquero de Patti (Sicilia). Para conseguir la extradición de Sindona desde el Hotel Pierre de Nueva York a la cárcel de Opera (Milán), Ambrosoli tuvo que ir a prestar testimonio ante el Gran Jurado de Nueva York, donde, frente a su palabra, se encontró con nueve testimonios de otros tantos grandes personajes italianos (entre los que el menos importante era Carmelo Spagnolo, jefe de la Fiscalía de Roma) que juraban que Sindona (conocido en Estados Unidos como el Oscar de la Lira antes de la quiebra de su Franklin Bank) era todo un caballero.
El escándalo Enimont (la fusión de Eni y Montedison) en el que estaban implicados Gardini, Cragnotti y, sobre todo, Luigi Bisignani, hoy llamado mister P3, involucró a la IOR, el banco del Vaticano, en un tráfico ilícito de mordidas pagadas con BOT (títulos de deuda pública). La criminalidad italiana está tan organizada que incluso va a condicionar (en negativo) la elección de los papas en los próximos siglos. El papa Francisco, el argentino Bergoglio, ha tenido que limpiar el IOR para que el banco se adecue a las normas europeas de prevención de blanqueo de capitales. También ha tenido que autorizar la detención de algunos monseñores poco escrupulosos y renovar todos los cargos del banco.
Es difícil que vuelva un papa italiano al solio de San Pedro. Curiosamente esto podía comprenderse al leer las primeras páginas de El oro de Moscú, un libro escrito en 1992 por un parlamentario del PCI, Gianni Cervetti, una persona honesta volcada en la política. En él se puede leer que en 1977 (cuando fue nombrado responsable de la administración del PCI con el encargo del secretario general Berlinguer de poner en marcha la renuncia a la financiación soviética del partido), fue a la casa del ex secretario general del PCI, Pietro Longo, para comunicarle esa intención. "Hacéis bien", le respondió el exsecretario, "porque los otros saben todo y está bien que sepan también que se ha acabado esa historia".
"¿Cómo que saben todo? y ¿quiénes son los otros?", preguntó asombrado Cervetti. A lo que Longo respondió: "Mira, cuando nuestro hombre recibe dólares va a un cambista al que también van los demás y que le informa incluso de lo que nosotros hacemos. El Vaticano y Fanfani lo saben todo". [Amintore Fanfani fue Primer Ministro de Italia en varias ocasiones y Presidente del Senado].
Por otra parte, Sindona y Calvi hicieron su fortuna con la mafia y apoyando la petición del papa Woytila (de monseñor Marcinkus en su nombre) de financiar en secreto al sindicato polaco Solidaridad para ayudar a su dirigente, Lech Walesa, en su oposición a la URSS.
El escándalo Sindona (el banquero siciliano que fue detenido en EEUU, extraditado a Italia, condenado a cadena perpetua por el homicidio de Ambrosoli y que se suicidó con cianuro, como Pisciotta el lugarteniente traidor del mafioso Salvatore Gitiliano) fue el momento más tenebroso de la República italiana. Bastante más que el peligro que parecía haber en el terrorismo de las Brigadas Rojas y similares.
Hubo un entramado entre gente del hampa, mafia e instituciones que hoy aparece como el nudo gordiano de la corrupción política y judicial que está ahogando el país. Sindona presentó a Giulio Andreotti (entonces presidente del Gobierno) un plan de salvamento de su banco. Con una ventaja: la banca privada italiana se salvaría con el dinero de los contribuyentes sin que Sindona gastara ni una lira de los 300.000 millones que había hecho desaparecer. El plan no contó con el apoyo de Giorgio Ambrosoli (que consideraba sagrada la tutela de los ahorradores) llamado ex profeso a Roma. También fue rechazado por el gobernador y el director general del Banco de Italia, Paolo Baffi y Mario Sarcinelli, respectivamente. Y finalmente fue bloqueado.
La venganza fue terrible: Baffi y Sarcinelli fueron arrestados y abandonaron la sede del Banco de Italia esposados ante los fotógrafos. ¿Cómo se convenció al juez Aliprandi de que violara el santuario de cristal que era el Banco de Italia, único centro de formación a la altura de la ENA francesa? (De hecho, con la política en plena crisis fue allí donde la misma clase política acudió para buscar primeros ministros o presidentes de la República "diferentes").
Antonio Aliprandi tenía un hijo, Alessandro, buscado por asesinato (de Walter Rossi, estudiante de extrema izquierda) y en fuga.
Parece ser que Franco Evangelisti (subsecretario de Andreotti en la presidencia del Gobierno) hizo saber al que en ese momento era juez instructor del Tribunal de Roma que el Ministerio del Interior sabía dónde se escondía su hijo y que o firmaba la orden de detención de los banqueros o éste sería arrestado.
Con Baffi y Sarcinelli encarcelados se esfuma la transparencia del Banco de Italia.
La lista de escándalos es larga, el de Lockheed (el Tribunal Constitucional integrado por otros representantes se constituyó, por primera y única vez, en Tribunal Superior para examinar la situación de un ministro de la Defensa, Mario Tanassi, socialdemócrata, condenado primero a prisión y luego a trabajos sociales; el escándalo Mose (el dique antimareas de Venecia); el escándalo de la Expo de Milán. Hoy Roma corrobora esa estela: es la capital infectada de un país corrupto.
Traducción de María Cordón.
Giancarlo Santalmassi, periodista, fue directivo y presentador de la RAI desde 1961 hasta 1998, y director de Radio 24 entre 1999 y 2008. Transmitió algunos de los acontecimientos más relevantes de la vida italiana en las últimas décadas, como el secuestro y la muerte del primer ministro Aldo Moro y el atentado del papa Juan Pablo II. Es miembro fundador y del consejo editorial de CTXT.
http://www.santalmassiaschienadritta.it/
La delincuencia organizada se ha instalado en el Ayuntamiento de Roma, al frente de una de las administraciones públicas más grandes del país, con una dotación presupuestaria garantizada desde que el Estado tuvo la voluntad y el deber de reconocer a la ciudad una "indemnización" no solo por su función de capital...
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Giancarlo Santalmassi
Giancarlo Santalmassi (Roma, 1941) es periodista. De 2005 a 2008 fue director de Radio 24.
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