Por qué somos del Atleti
La rueda sigue girando
David Ortega 5/02/2015
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Todo empezó en el Colegio Agustiniano, en aquellos recreos donde jugábamos con unos balones rojos casi indestructibles. Éramos cuarenta chicos en clase y para jugar nos dividíamos en dos grupos: madridistas y atléticos. Así empecé a hacerme del Atlético, forjándome en esa minoría rojiblanca que creía, o quería creer, que Gárate era mejor que Pirri y Amancio juntos.
Mi afición al Atlético nació en el patio de colegio y se alimentó en casa, gracias en gran parte a mi abuelo, socio número 29, por lo que años después le concedieron la insignia de oro y brillantes del club. Con la primera juventud el Atleti se convirtió en una cuestión de camaradería, cuando con aquellos mismos amigos del patio, que aún conservo (Jesús, Ili, Tala...), empecé a ir al Calderón. Recuerdo los viajes en coche al estadio, con una enorme bandera ondeando por la ventanilla. Nos juntábamos con la Peña Rubén Cano y vivimos los años de Arteche, Marina y Hugo Sánchez, cuando, con Luis Aragonés al frente, ganamos la Copa del Rey en el Bernabéu al Athletic de Bilbao. Ese título nos llevó al año siguiente a la Recopa, donde nos plantamos en la final contra un Dínamo de Kiev que nos aplastó en Lyon. Recuerdo el marcador, 3-0, recuerdo la sensación de impotencia que transmitió el Atlético y, sobre todo, recuerdo las infinitas horas que pasamos en autobús, que se nos hicieron eternas durante el regreso a Madrid. Era 1986, y todo estaba a punto de cambiar en el Atlético. En el verano de 1987, Jesús Gil llegaba a la presidencia del club, aupado por el fichaje de Paolo Futre. Poco después dejé de convertirme en un asiduo del Calderón por algo tan prosaico, no voy a negarlo, como el dinero: la cuota de abonado subió demasiado para un estudiante universitario como yo. Con la vida y sus complicaciones le fui dedicando menos tiempo al Atlético, pero en 2010 pude resarcirme de aquella Recopa en Lyon, cuando un gol de Forlán, en la prórroga, le dio al club su primera Europa League y a mí la mayor alegría como aficionado atlético.
Aquel 12 de mayo de 2010 fui testigo en Hamburgo del inicio de la edad de oro del Atlético que todavía hoy continuamos viviendo. Reina ya no es el portero del Atlético, sino el padre de otro portero aun más famoso, y del ‘Ratón Mecánico’ Ayala (o de Capón, o de Melo) se acuerda muy poca gente, pero la rueda sigue girando. Y hay cosas que no cambian: mi hijo es colchonero. Por cierto, la insignia de oro y brillantes de mi abuelo está en casa de su nieto más atlético: David Ortega, es decir, yo mismo.
David Ortega, concejal del Ayuntamiento de Madrid, nació en el año que se inauguró el Estadio Manzanares, 1966. Se presenta en las próximas municipales como candidato de UPyD a la Alcaldía de Madrid.
Todo empezó en el Colegio Agustiniano, en aquellos recreos donde jugábamos con unos balones rojos casi indestructibles. Éramos cuarenta chicos en clase y para jugar nos dividíamos en dos grupos: madridistas y atléticos. Así empecé a hacerme del Atlético, forjándome en esa minoría rojiblanca que creía, o quería...
Autor >
David Ortega
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí