El Atleti que hizo temblar el reinado merengue
Atlético de Madrid y Real Madrid se enfrentaron por primera vez en un torneo internacional en la Copa de Europa de la temporada 1958-59. “En aquella época no teníamos miedo de nadie”, recuerda Feliciano Rivilla
Ricardo Uribarri 26/03/2015
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El enfrentamiento que medirá el próximo mes de abril al Atlético y al Real Madrid en la Liga de Campeones será el tercero a nivel internacional entre los dos grandes rivales de la capital. Mucho antes de la final del año pasado en Lisboa, hubo un primer emparejamiento en las semifinales de la entonces llamada Copa de Europa que ambos disputaron en la temporada 1958-59. En una época en la que los blancos eran los reyes del continente tras ganar las tres primeras ediciones del torneo, el conjunto rojiblanco, que debutaba en la competición en su condición de subcampeón nacional el año anterior, llevó a los merengues al límite y a punto estuvo de ser el primero en dejarles en la cuneta.
Por algo siempre recordaba Alfredo di Stefano que esa eliminatoria fue, junto al duelo con el Partizan de la primera edición y la final frente al Milán de la tercera, la más difícil que tuvieron que superar los madridistas de todo su ciclo victorioso en aquellos cinco primeros torneos. Y es que el Atleti tenía un señor equipo que, bajo la dirección técnico del checoslovaco Ferdinand Daucik, un amante del fútbol de ataque, rayó a una gran altura en Europa. Para afrontar con garantías su estreno continental, el club incorporó a figuras de la talla del brasileño Vavá, que era el delantero centro de la selección de Brasil campeona del mundo, o el talentoso interior angoleño Mendonça que, unidos a los Peiró, Collar y Miguel, formaron una línea de ataque fabulosa.
Hasta llegar a la penúltima ronda, el Atleti tuvo que superar tres cruces. El primero fue ante el Drumcondra irlandés y resultó un paseo. En la ida le ganó por 8-0 en el Metropolitano y en la vuelta por 1-5. Muchas más dificultades encontraron los rojiblancos en los octavos de final. Se encontraron con el CDNA Sofía, precursor del actual CSKA. En el primer encuentro, jugado en el Bernabéu por carecer el Metropolitano de iluminación artificial, el conjunto colchonero se impuso por 2-1 con tantos de Vavá y Peiró. En la vuelta se perdió por 1-0, lo que provocó que se tuviera que jugar un partido de desempate, ya que entonces no valían doble los goles en campo contrario. Se disputó en Ginebra y el Atleti sobrevivió a una serie de infortunios. Marcaron primero los búlgaros, se quedó con uno menos por la expulsión de Rafa, Vavá falló un penalti y Callejo jugó lesionado sin poder ser cambiado, ya que tampoco había sustituciones en aquella época. Pero una gran actuación de Collar sostuvo al equipo que llegó a la prórroga y acabó imponiéndose por 3-1 con dos goles del propio Vavá y un "gol del cojo" de Callejo.
En cuartos le tocó en suerte los alemanes del Schalke 04, al que se presumía un gran rival, pero los colchoneros resolvieron el asunto en la ida, jugada nuevamente en el Bernabéu, imponiéndose por un contundente 3-0. En la vuelta, el gol recibido nada más empezar el partido se quedó en una anécdota y se terminó logrando empatar a uno. El Atleti había llegado a semifinales de la Copa de Europa, donde también estaba su vecino, el Real Madrid. Ambos equipos esperaban verse las caras en la final pero el caprichoso sorteo les emparejó, impidiendo una cita que llegaría 55 años más tarde.
El primer partido se jugó en el Bernabéu el 23 de abril de 1959 y los blancos, que tenían las bajas de Alonso, Zárraga y Kopa, se impusieron por 2-1. El Atleti presentó la siguiente alineación: Pazos; Rivilla, Callejo, Mendiondo; Chuzo, Calleja; Miguel, Mendonça, Vavá, Peiró y Collar.
Daucik decidió repetir la táctica empleada dos meses antes en el partido de Liga en el que su equipo se había impuesto por 2-1, sacando al habilidoso extremo Miguel de la banda para colocarlo en el centro a vigilar a Di Stefano. Las cosas comenzaron bien para los rojiblancos porque Chuzo adelantó al Atleti a los 14 minutos pero inmediatamente igualó Rial para los merengues, en una jugada en la que los atléticos reclamaron fuera de juego del rematador. De hecho, el asistente levantó su banderín pero el árbitro, el escocés Mowatt, lo dio por válido. Puskas consiguió el 2-1 de penalti cometido sobre Di Stefano y apenas dos minutos después Vavá tuvo el empate en otra pena máxima que le hicieron a Peiró, pero el disparo del brasileño lo desvió el guardameta Domínguez en una acción que pudo ser decisiva en la eliminatoria. Los de Daucik no supieron aprovechar en la segunda parte la lesión de Santamaría, que se quedó en el campo de forma testimonial, y pecaron de falta de ambición y acierto para haber conseguido un resultado mejor.
En un estadio Metropolitano repleto hasta la bandera, en el que incluso se pusieron gradas portátiles, se celebró el 7 de mayo el partido de vuelta. Al ser un día festivo -se celebraba la Ascensión-, se juega a las 5 de la tarde, eludiendo el problema de la falta de luz artificial. El entrenador madridista, Carniglia, optó por un equipo más defensivo de lo habitual, dejando fuera del equipo a Puskas y bajando a la media a Di Stefano. En el bando local jugaron Pazos; Rivilla, Callejo, Mendiondo; Chuzo, Calleja; Miguel, Agustín, Vavá, Peiró y Collar. Es decir, el mismo once que en el primer envite con el único cambio de la presencia del delantero Agustín, a quien Daucik situó en el centro del campo, por Mendonça. En el juego de los dos equipos imperó más el miedo a cometer un error que costara la eliminación que la ambición de buscar el triunfo. Parecía que se iba a llegar al descanso con el resultado inicial pero en el minuto 43 Enrique Collar se aprovechó de una indecisión de Santamaría para anotar el 1-0 e igualar la eliminatoria. En la segunda parte el Atleti no terminó de dar el paso hacia adelante para buscar el pase ante un tímido Madrid que, a excepción de una eliminatoria en 1956 ante el Rapid Viena dirigido por el posterior técnico colchonero Max Merkel, nunca había estado tan cerca de quedar apeado en el torneo. En ese periodo apenas hubo ocasiones de peligro aunque Kopa estrelló un disparo en el larguero para los blancos. En los minutos finales ambos equipos reclamaron varias acciones polémicas en las áreas pero el gesticulante colegiado inglés Mr. Leafe se hizo el "sueco" en todas ellas. Tanta fue la expectación generada por el partido y tanta la desilusión entre los asistentes al ver las precauciones de ambos equipos que se llegaron a escuchar gritos de “tongo, tongo” en las gradas, ante el rumor de que a los dos clubes les interesaba un tercer partido por aquello de la taquilla.
Cierto es que si hubiera estado en vigor la regla del valor doble de los goles en campo contrario, el Atleti se habría clasificado para la final… de la misma manera que habría caído eliminado en octavos de final cuando se repitió la situación, pero en sentido contrario, ante el CDNA.
A ambos equipos les costó llegar a un acuerdo para decidir dónde se debía jugar el partido de desempate. Hubo varias reuniones a lo largo de la noche en distintos escenarios de la capital. El Madrid proponía el Bernabéu por aquello de la mayor capacidad pero el Atleti no está por la labor y pide un campo neutral, como le había exigido la UEFA en su desempate ante el CDNA. Después de descartarse Barcelona, Bilbao, Valencia, Sevilla y Pamplona por inconvenientes de unos y otros, se decide jugar en Zaragoza.
El partido que iba a decidir qué equipo madrileño jugaba la final de la cuarta Copa de Europa se disputó el 13 de mayo y hasta la capital aragonesa se desplazaron más de 10.000 seguidores de ambos equipos convirtiendo la carretera en una romería de coches y autobuses.
Daucik decidió repetir el mismo equipo que en el segundo envite y la misma táctica de inicio que en el primer partido, con Miguel situado en el centro, pero a los pocos minutos el habitual extremo vuelve a la banda y sería Agustín, como en el Metropolitano, el que vigilara a Di Stefano. El Madrid dio primero y la Saeta abrió el marcador a los 15 minutos culminando una combinación de la delantera blanca. Pero el Atleti responde rápido y, tan sólo tres minutos después, una galopada de Peiró termina con un centro al área que acaba rematando Collar para hacer el empate. A partir de ahí llegaron los mejores minutos del Atleti en este tercer encuentro pero sus intentos ofensivos no los supieron culminar. Todo lo contrario que el Madrid que, disparando menos que su rival en los primeros 45 minutos, se marchó al vestuario con ventaja gracias a un gol de Puskas tras rematar con su pierna mala, la derecha, un envío de Mateos en el minuto 40.
Puede que el gran desgaste físico realizado en la primera mitad, el mazazo que supuso verse por debajo en el marcador cuando no lo habían merecido o los supuestos efectos nocivos (según una leyenda que se hizo muy popular después del choque) de un té reparador que tomaron en el vestuario, provocaran que el Atleti que jugó en la segunda parte fuera el peor de toda la eliminatoria. Sin fuerzas, algo extraño en un equipo más joven que aquel Madrid ya entrado en años, no pudo ni siquiera aprovechar la lesión del merengue Lesmes, que se retiró del campo y volvió a 15 minutos del final sin poder aportar nada. De hecho, fue el Madrid el que tuvo las ocasiones más claras y de haber estado acertados Kopa y Puskas el resultado habría sido más abultado. Sin embargo, el partido pudo irse a la prórroga si Peiró hubiera acertado en la última oportunidad rojiblanca en los minutos finales.
La elevada edad que tienen ya los jugadores que protagonizaron aquellos históricos partidos imposibilita, en la mayoría de los casos, recordar con ellos lo sucedido en aquellas tres semanas. Pero uno de ellos, un histórico del club y posiblemente uno de los mejores laterales que haya tenido el equipo, Feliciano Rivilla (Ávila, 1936), rememora para La Colchonería algunos pensamientos: "En aquella época el Atleti no tenía miedo de nadie. Teníamos un equipo muy bueno, pero muy corto para todas las competiciones en las que interveníamos. Hay que tener en cuenta que el Madrid tenía un equipazo donde, sobre todo, destacaba Di Stefano, que ha sido el mejor jugador que yo he visto y a mucha distancia". Curiosamente, Rivilla ya tenía en aquella época el mismo pensamiento que ha expresado hoy en día en numerosas ocasiones Simeone: "A mí me gustaba que me tocara con el Madrid todo lo que fuese. Te podía enseñar muchas cosas y ayudarte a mejorar mucho más que jugando con otro equipo".
Y vaya si aprendieron de aquella semifinal europea. Tanto, que un año después consiguieron derrotar a aquel gran Madrid en el Bernabéu en la final de la Copa de 1960, una hazaña que repetirían en la edición siguiente.
Unos éxitos que molestaron y de qué manera al gran Di Stefano, que hasta entonces no tenía ese título en su palmarés, hasta el punto de que, como recuerda Rivilla, siempre decía: "A nosotros no nos gana nadie en Europa y vienen estos a nuestra casa a ganarnos dos veces".
El enfrentamiento que medirá el próximo mes de abril al Atlético y al Real Madrid en la Liga de Campeones será el tercero a nivel internacional entre los dos grandes rivales de la capital. Mucho antes de la final del año pasado en Lisboa, hubo un primer emparejamiento en las semifinales de la entonces...
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Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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