
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
La portería siempre ha sido material sensible para cualquier hinchada. Para la del Atlético, que durante tres años disfrutó del mejor portero del mundo, lo es aún más. La sombra de Courtois, desde época estival, se presumía alargada. Lo fue, lo es y seguramente, lo será. El belga, con ese aspecto desgarbado, esa cara de niño de no haber roto un plato y esos tentáculos por brazos que atrapaban cualquier pelota, por imposible que fuera, fue una póliza de seguros que reforzó el inexpugnable muro de Simeone. Como el Atlético fue incapaz de hacer una oferta satisfactoria por Courtois durante tres cursos -ni una suculenta ni una a la baja, ninguna-, el belga terminó bajo la disciplina de Mourinho y el club decidió mover ficha para sus sustitutos. La primera apuesta fue Moyà, petición expresa de Simeone, que llegó para jugar poco y que acabó alcanzando la titularidad a base de aplomo, seguridad y un primer tercio de temporada convincente. El otro elegido fue Jan Oblak, que llegó procedente del Benfica con la obligación de hacer olvidar a Courtois y con la pesada losa de los supuestos 16 millones de euros que costó, convirtiéndole en el portero más caro de la historia de la Liga. La teoría le colocaba en la titularidad. La práctica le colocó en una situación más que delicada.
El aterrizaje de Oblak en el Calderón no fue un crucero de placer. Primero sufrió una extraña lesión de cadera -Doctor Villalón, acuda a recepción-, después un debut negro en Atenas -tres disparos, tres goles- y más tarde, acabó relegado a la suplencia por el contraste de sensaciones que ofrecía en la portería. A un lado, la sobriedad de Moyà. Al otro, las dudas de Oblak. Simeone escogió: si quería jugar, el esloveno debería aceptar el desafío, mejorar sus prestaciones y esperar pacientemente su oportunidad. A Oblak, como al Atlético, triunfar siempre le ha costado el doble que a los demás. No fue titular en Benfica hasta que se lesionó Artur. Y tampoco lo fue en Leiría, donde permaneció media temporada en el banquillo. Su chance en la entidad rojiblanca llegó tras una lesión de Moyà. Ante el Leverkusen, con el estadio repleto y en una noche agónica, de esas en las que uno sale del Calderón por la enfermería o por la puerta grande, Oblak detuvo un penalti y catapultó a su equipo a siguiente ronda. Suficiente para engordar sus estadísticas, para hacer crecer su confianza y para ganarse el cariño de una hinchada que creía en sus condiciones, pero dudaba de su carácter.
Después de ese penalti ante los alemanes, Oblak pasó de suplente a titular, de irrelevante a imprescindible y de sospechoso habitual a ídolo reconocible. Así es el fútbol. Una jugada es capaz de cambiar cualquier percepción. Por eso es un estado de ánimo. Y Oblak pasó, en un penalti, de la depresión inexplicable al rearme moral. De ahí en adelante, con el esloveno bajo palos, el muro del Atlético no ha tenido ni una sola fisura. Portería a cero en todos los partidos. Y Oblak, con sus dificultades para hablar castellano y su extraordinaria timidez, ha ido dando muestras de su fiabilidad. En el equipo del partido a partido, él ha crecido, parada a parada. Su grito de guerra ya es un clásico del fondo sur. Una peculiar adaptación de una rumba popular: "Obi, Oblak, cada día te quiero más". El último guardián del muro de Simeone se ha metido al Calderón en el bolsillo. Y ese es un premio de un valor incalculable al sur de la ciudad.
La portería siempre ha sido material sensible para cualquier hinchada. Para la del Atlético, que durante tres años disfrutó del mejor portero del mundo, lo es aún más. La sombra de Courtois, desde época estival, se presumía alargada. Lo fue, lo es y seguramente, lo será. El belga, con ese aspecto desgarbado, esa...
Autor >
Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí