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No soy bueno para las fechas, pero esta sí la recuerdo. Fue el 11 de marzo de 2012, en Estudio Estadio, después de una intensa jornada culminada con un partido de Rafa Nadal en Indian wells. Saludé a Juan Carlos Rivero y Juanfran dio un paso al frente para extenderme la mano. Charlamos de fútbol y de baloncesto -de sus Lakers y de mis Celtics- y durante el programa tuvimos tiempo de comentar cómo Simeone le había cambiado la vida. Escuché atentamente a Juanfran, al que había considerado, meses antes, desde el prejuicio más absoluto, un jugador condenado a fracasar en el Calderón, condicionado por su pasado blanco (una memez) y por alguna declaración inoportuna que ya no recuerdo (otra memez). Al salir de las dependencias de Televisión Española, volvimos a dialogar. Estaba ante un jugador al que había criticado duramente y quería que fuese consciente de ello. Nunca creí que fuera posible que alcanzase su nivel actual, así que pensé que le debía una disculpa mirándole a los ojos. En la despedida, confesión de parte y un par de profecías.
-Tengo que pedirte perdón - le comenté- porque no creía en ti, ni en lo que podías hacer. Es más, fui muy duro contigo. Has demostrado que estaba equivocado y me alegro de haberte conocido para poder decírtelo cara a cara.
-No te preocupes. Lo entiendo. Mucha gente me ha dicho algo parecido. No importa.
- Si sigues así con Simeone ¿no crees que te llamará la selección?
-Es un sueño, ojalá...pero estoy centrado en el Atleti. No hay otra cosa para mí.
-Bueno, pues como te centras en el Atleti, te diré: vais a jugar este año la final de la Europa League y contra el Athletic de Bilbao. Seguro. Os veo muy fuertes. Y a ellos también.
-Selección y Europa League. Te tomo la palabra ¿eh?
Nos estrechamos las manos, y meses después Juanfrán no sólo continuó a ese nivel, sino que aumentó sus prestaciones. Debutó con la selección y pocos días después conquistó la Europa League en Bucarest, ante el Athletic de Bilbao. De aquel chico tímido que no tuvo demasiadas oportunidades ni las supo aprovechar, de aquel extremo inocuo que no tenía mordiente ni moral, de aquel lateral reconvertido por Manzano que destilaba ternura, ya no quedaba nada. El lugar de aquel Juanfran lo ocupaba un tal Juanfrán (así lo pronuncia Cholo). Espoleado por Simeone, su segundo padre, el alicantino pasó a ser alguien rápido, fiable, sacrificado y con una capacidad atlética digna de elogio. Si este Atleti es partido a partido, Juanfran es su fotografía: la de un tipo que no parecía un campeón pero sí que lo era. De prescindible a imprescindible, de inadaptado a referente, de cuerpo extraño a ídolo.
A base de sudor y trabajo, Juanfran se ha ganado, galopada a galopada, su lugar en el Atlético. El orgulloso padre de Óliver nunca lo tuvo sencillo. Primero muchos pensaron (pensamos) que no tenía el suficiente nivel para poder jugar de titular en el Atlético. Él apretó los dientes y se hizo un sitio combatiendo al prejuicio con sudor. A Juanfran le culparon de los goles que recibía su equipo porque decían que le cogían la espalda siempre y que no tenía fundamentos defensivos. Él se tragó el golpe y decidió hablar en el entrenamiento, hasta perfeccionar sus prestaciones, corregir sus defectos y pulirse en el campo. Más tarde asesinaron su reputación y pidieron su marcha de la selección cuando, tras un error ante Francia, España lo pagó caro. Él asumió el error, cargó con la culpa, redobló esfuerzos, ganó oficio y volteó la situación, hasta volver a ganarse el puesto.
Nunca fue fácil para Juanfran. Ese, precisamente, es el secreto de su éxito. El de Alicante tiene tenacidad y valores. Siempre una hora antes que los demás en el Cerro del Espino. Siempre una declaración amable con un compañero. Siempre una cobertura a tiempo para que no se note el fallo del equipo. Siempre querido y valorado por el resto del vestuario. Siempre dispuesto a exponer la importancia vital de Simeone en su vida. Siempre una carrera generosa porque el escudo exige derrochar coraje y corazón. Siempre estar en perfecta forma física. Siempre la mirada limpia. Siempre fiel, incluso cuando un equipo inglés, en menos de dos meses, le ofreció cobrar el triple de lo que podía pagar el Atleti. Siempre entregado, con sus siete pulmones y un corazón que no le cabe en el pecho.
Siempre Juanfrán.
No soy bueno para las fechas, pero esta sí la recuerdo. Fue el 11 de marzo de 2012, en Estudio Estadio, después de una intensa jornada culminada con un partido de Rafa Nadal en Indian wells. Saludé a Juan Carlos Rivero y Juanfran dio un paso al frente para extenderme la mano. Charlamos de...
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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