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El año pasado, la celebración del centenario de Julio Cortázar ensombreció la de Adolfo Bioy Casares, nacido el mismo año, confirmando en los festejos, más allá de la muerte, una suerte de elegante discreción que le había llevado a vivir toda la vida a la sombra de Borges y hasta escribir un libro titulado El lado de la sombra.
A Bioy no le hubiera importado, coinciden los testimonios; un tipo tranquilo, siempre impecablemente vestido, gran seductor, notable fotógrafo y razonable tenista, que no se daba la menor importancia, dedicado a degustar literatura, sobre todo ajena. Alguien que, mientras tanto, iba escribiendo una obra generosa, levemente oscura, dominada por la precisión y el gusto por los enigmas. Quizás la obra latinoamericana que mejor haya envejecido, dando justa replica a quien uno imagina como el último ejemplo del caballero porteño, sentado en la terraza de un café del barrio de La Recoleta charlando de sus aficiones: los libros, las mujeres, los viajes, el campo.
De modo que cuando leí que se encontraba a la venta el piso donde compartió con Silvina Ocampo media vida, me apresuré a concertar una cita para visitarlo. Los dormitorios del piso séptimo no parecían demasiado evocadores, pero cuando entré al salón del piso octavo y lo vi cóncavo, coronado con una inmensa biblioteca en curva, sonreí. En una esquina, bajo la ventana, la huella de un escritorio invitaba a rememorar las reuniones con Borges de todos los martes y viernes, las conversaciones, las obras en colaboración.
Era fácil reconocer algunos fantasmas en el aire de la casa del hombre que mejor describió ciertos fantasmas, en general femeninos, envueltos en desvíos y obsesiones. Yo llevaba impreso en el bolsillo el cuento En memoria de Paulina y me las arreglé para releerlo en uno de los sillones del saloncito. Contiene un giro de tuerca inesperado, por encima del fantasma mismo, Bioy se dirige a su creador y se pregunta en mitad del relato: ¿de quién es este fantasma? ¿Es Paulina, el espectro de Paulina o el monstruoso fantasma de los celos de su rival?
Más tarde, en un café de la calle Posadas, volví a hojear el catálogo de El lado de la luz, la estupenda exposición de fotografías de Bioy que organizó el Centro Cultural San Martín el pasado mes de octubre. Allí estaban todos los personajes de ese grupo de Bloomsbury porteño continuamente evocado en esta ciudad de la nostalgia: Victoria Ocampo, su hermana Silvina, Bioy, Borges y el resto de intelectuales que se movían por los salones de Villa Ocampo y el departamento de la Recoleta.
Levanté la vista mientras recordaba a uno de los protagonistas de la serie televisiva Lost leyendo La invención de Morel, el tímido homenaje de los guionistas a la novela de Bioy que inspiró la serie; la misma novela por cierto que sirvió de trampolín a Robbe-Grillet para escribir el guión del filme de Alain Resnais El año pasado en Marienbad. Borges, con su rigor habitual, había calificado esa novela de perfecta.
Por si les interesa, el piso de Bioy y Silvina tiene trescientos cincuenta metros, tres plantas, tres terrazas y un precio algo inferior a 300.000 euros. En La Recoleta, obvio, como dirían los porteños.
Ahí tienen el link,
El año pasado, la celebración del centenario de Julio Cortázar ensombreció la de Adolfo Bioy Casares, nacido el mismo año, confirmando en los festejos, más allá de la muerte, una suerte de elegante discreción que le había llevado a vivir toda la vida a la sombra de Borges y hasta escribir un libro titulado El...
Autor >
Pedro Jesús Fernández
Pedro Jesús Fernández, madrileño de Albacete, vive en Buenos Aires por los mismos azares que antes le hicieron recalar en México DF y Roma. Escribe artículos ligeros en CTXT, El País y otros medios. También, a veces, con constancia pero sin prisa, dedica su tiempo a otros menesteres literarios, y de tarde en tarde, pinta acuarelas.
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