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Nunca salgo sin un libro. Recurso antiguo de tímida crónica, a veces sólo los paseo hasta llegar a destino, aireándoles el día. Otras, son ellos los que me salvan a mí, cuando se demora quien espero o el trámite que fui a saldar se alarga in-ter-mi-na-ble-men-te.
Por eso sentí más mías estas calles, cuando recientemente se hicieron públicos los números de un estudio del World Cities Culture Forum 2014, que dice que Buenos Aires es la ciudad con más librerías del mundo: 25 cada cien mil habitantes. Siguen Hong Kong con 22 y Madrid con 16. Y aunque el número uno de este ranking bibliófilo nos emociona, nobleza obliga a reconocer que la distribución porteña es irregular y así como hay barrios que superan ese número (en San Nicolás, en pleno microcentro, hay 121), otros, como Barracas en el sur, no registran una sola librería.
Otro universo, no consignado por estos datos que dan cuenta de sitios de venta de libros a la calle, florece en Internet. La compraventa de libros de segunda mano circula por la Red, donde vamos a parar los lectores de esta ciudad después de haber recorrido sin fortuna las casetas que se encuentran en Plaza Italia, frente a la Sociedad Rural de Palermo y la Avenida Corrientes (tradicional templo al aire libre de librerías de viejo). On line pueden encontrarse títulos agotados que no conocieron reediciones, libros que muchos particulares desalojan de sus propias bibliotecas una vez leídos, para hacer espacio a otros (¡recuerdo en una de estas transacciones haber ido a retirar mi ejemplar a una zapatería!).
Hay, además, una movida no apta para fóbicos que crece por estos días en Buenos Aires: la librería a puertas cerradas, la propia casa convertida en mercado de títulos y autores. "Si buscás libros raros, descatalogados, de autor, o querés saber qué es lo que está pasando en la escena literaria local, llegaste al lugar indicado. Nos especializamos en poesía y narrativa contemporánea. También tenemos filosofía, teatro y ensayo", se presenta la súper acogedora Mi casa. Librería atípica.
El servicio tiene doble formato. Previa cita se puede conocer la librería que queda en Villa Crespo, uno de los barrios trendy de la ciudad. Pero también vale ahorrarse el viaje, encargar ese título que uno viene buscando sin suerte y pasar a retirarlo o pedir que lo envíen puerta a puerta.
Asociada a una editorial independiente del mismo nombre, La vaca mariposa, es otro ejemplo. Se define como una "librería alternativa", que ofrece libros pero también experiencias. Cenas literarias, encuentros y conversatorios con escritores se documentan y promocionan en su sitio. Tiene Club de Lectores y promueve el intercambio de libros usados de cualquier género mediante un sistema de puntos que se acumulan hasta decidir qué se lleva cada quien a cambio de lo que trae. El proyecto es atractivo y apuesta por fortalecer "un espacio de encuentro entre autores latinoamericanos, editoriales independientes y los lectores".
Estas iniciativas se inspiran en lo sucedido ya en otros ámbitos, como el teatro o la gastronomía. Actores que para continuar sus funciones instalaron un teatro de pocos asientos en el salón de su casa (una práctica muy común en el país a partir de 2002, caída la convertibilidad que mentía que un peso argentino valía un dólar y agravada -devaluación mediante- la incautación de los ahorros por el corralón, bajo la presidencia de Eduardo Duhalde). O los cada vez más frecuentes restaurantes privadísimos, que sólo atienden con reserva telefónica a una cantidad limitada de comensales, casi una reunión de amigos, cuya performance se publicita por el boca a oído y que permite a los dueños de casa sumar ingresos adicionales a fin de mes.
Mientras siguen cocinándose estas novedades, para los lectores al paso, la ciudad siempre reserva sorpresas. A dos calles y media de mi casa, cerca del Jardín Botánico, está La Barca, la librería del barrio desde hace más de tres décadas. No conozco a los dueños, así que puedo ponderarla sin sonrojos. Suelo detenerme ante su escaparate para regalarme la postal de una oferta bien pensada, que combina novedades de gran tirón (La teoría del todo, de Jane Hawking), con títulos de filosofía (de Spinoza a Sloterdijk), cine (Las películas de mi vida, de François Truffaut), literatura internacional (No puedo ni quiero, de Lydia Davis) y autores argentinos contemporáneos (El espectáculo del tiempo, de Juan José Becerra).
Los libros pueden variar (los mencionados son algunos de los que exhiben esta semana), pero el criterio permanece: una globalización inteligente, que reconoce diversidad de temáticas e intereses, acercando a los lectores lo más significativo de cada autor y de cada género, tanto de sellos independientes como de colosos de la edición. Y sobre todo, la atención de libreros, que pueden orientar según las distintas edades e inquietudes de quien llega buscando algo para regalar o regalarse.
Pasé por allí hace algunos días pensando en que este año sumaremos una lectora más a la familia (¿qué libro inaugural regalarle a Catalina para que sea el primero que lea por sí sola?) y paladeando de antemano futuras complicidades: estratégicamente ubicada frente a una plaza, es una de esas librerías entrañables que invitan a sentarse a leer bajo los árboles.
Nunca salgo sin un libro. Recurso antiguo de tímida crónica, a veces sólo los paseo hasta llegar a destino, aireándoles el día. Otras, son ellos los que me salvan a mí, cuando se demora quien espero o el trámite que fui a saldar se alarga in-ter-mi-na-ble-men-te.
Por eso sentí más mías...
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Raquel Garzón
Raquel Garzón es poeta y periodista. Se especializa en cultura y opinión desde 1995 y ha publicado, entre otros libros de poemas, 'Monstruos privados' y 'Riesgos de la noche'. Actualmente es Editora Jefa de la Revista Ñ de diario Clarín (Buenos Aires) y Subdirectora de De Las Palabras, un centro de formación e investigación en periodismo, escritura creativa y humanidades.
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