ENTREVISTA / STÉPHANIE GIBAUD, lanzadora de alertas
"Espero que me llamen de España para contar los abusos del UBS"
La exdirectora de Comunicación de la filial francesa del banco suizo apela a las instituciones españolas a reclamar la información que posee sobre los clientes con cuentas secretas
María D. Valderrama París , 5/03/2015
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Stéphanie Gibaud comenzó a trabajar en UBS (Unión de Bancos Suizos) en 1999 y desempeñó el cargo de directora de Comunicación durante 13 años. Su misión era organizar encuentros entre los ejecutivos del mayor banco de Suiza y ciudadanos franceses con elevados ingresos. Todo iba bien, hasta que en 2009 decidió denunciar las prácticas de evasión fiscal y blanqueo que el banco estaba practicando.
En 2007, Brandley Birkenfeld destapó en Estados Unidos el escándalo fiscal de UBS. Las alarmas saltaron también en la filial francesa, que se volvió mucho más celosa de su información y respecto de sus propios trabajadores. En ese momento, según cuenta Gibaud, se acabaron las reuniones con empresas asociadas, se eliminaron los puestos de trabajo de sus asistentes y becarios, y se sucumbió a un nerviosismo general. Un día, el jefe de Gibaud acudió a su despacho para pedirle que eliminara ciertos archivos de su ordenador después de que la oficina del director general hubiera sido registrada, orden que ella decidió incumplir.
Y es en este momento cuando empieza el tormento de Gibaud, quien, tras denunciar las malas prácticas que descubrió en el funcionamiento de su empresa, fue acosada, espiada y tachada de incompetente y loca por sus jefes en un intento desesperado por hacerla callar. Finalmente, en 2012, la policía financiera contacta con ella, a la vez que se publica el libro del periodista Antoine Peillon Ces 600 milliards qui manquent à la France (Los 600.000 millones que faltan en Francia), lo que hace estallar el caso UBS en este país. Unos 120 ejecutivos del banco se dedicaban a sondear y seducir a las grandes fortunas del país, desde jugadores de fútbol hasta políticos, para convencerles de que abrieran cuentas en Suiza, lo que generó una evasión de capitales que Peillon calculó en más de 590.000 millones de euros.
El lugar donde se celebra esta entrevista es un buen reflejo de la mediática vida que lleva Stéphanie Gibaud desde que estalló el asunto: Les Ondes, el café en la esquina del edificio de Radio France. Gibaud llega 25 minutos tarde porque otra entrevista en la radio se ha complicado un poco. Se sienta aún agitada y se disculpa mostrando todos los mensajes y correos que recibe con peticiones de entrevistas, declaraciones o actos públicos contra la corrupción. "Mira, 27 correos sin responder en las últimas tres horas". Aunque habla a toda velocidad, a veces para y hace un largo silencio en mitad de sus frases, quizá un reflejo de estos siete años de impotencia y rabia contenida. Al verla pasar, nadie diría que esta oficinista de mediana edad se está batiendo en duelo contra un titán de la banca que sigue refiriéndose a ella como una "mentirosa" que busca lucrarse y que no pudo soportar la llegada de un nuevo superior. A pesar de las negaciones, el pasado mes de septiembre las autoridades francesas reclamaron a UBS el pago de una fianza de 1.100 millones de euros para cubrir parte de la multa que le espera. De llegar a probarse los delitos de blanqueo y fraude fiscal, ascendería a 4.880 millones.
Siete años después del comienzo de la pesadilla que cambió su vida, Gibaud sigue sin trabajo pero luchando cada día junto a otros que también se han atrevido a denunciar, como Hervé Falciani o Brandley Birkenfeld, para que acaben las prácticas ilegales de grandes bancos y empresas y se proteja a los insiders, con la creación de una organización llamada PILA (Plataforma Internacional de Activadores de Alertas).
Esta semana, varios sindicatos y asociaciones han organizado un acto para mostrarle su apoyo en la víspera de que la justicia decida si UBS la hostigó tras su denuncia, ¿cómo se siente?
El resultado de este juicio es muy importante para mí porque desde que se me agotó el paro en julio de 2014 no tengo ningún tipo de ingreso. Esperemos que el resultado sea positivo, lo que me permitirá vivir durante los próximos años; necesito pasar página, estoy agotada. El UBS se disculpa, dice que ha hecho una tontería y todos tan contentos, mientras que a nosotros nos destrozan la vida. En Estados Unidos los alertadores al menos se llevan una comisión de la parte del dinero que han logrado hacer recuperar al Estado. ¿Por qué en Francia no puede reconocerse nuestra labor? A lo mejor es porque tampoco están del todo limpios y hay cosas que esconder. Usted sabe de lo que hablo, en España también hay corrupción por todas partes. Sin mí no habría habido caso UBS. Soy yo la que va contra ellos, quien presenta las demandas, quien les denuncia en los medios. Tenemos que hacer ruido, hay muchos insidersque ahora se dirigen a mí para pedirme consejo. Tras siete años de esta historia no soy persona, es lo que conlleva hacer lo que he hecho. Pero, al mismo tiempo, no puedo dejar solas a todas esas personas que acuden a mí para denunciar lo que saben, personas que también están siendo aisladas, estigmatizadas, y que son un reflejo de mi misma historia.
(Nota: Tan solo un par de horas más tarde de la publicación de esta entrevista, se conocía el resultado del juicio de Stéphanie Gibaud contra el UBS. La sentencia da la razón a Gibaud y condena a la banca suiza a pagar 30.000 euros en concepto de daños y perjuicios por el "acoso moral" al que la trabajadora fue sometida tras denunciar las actividades ilegales del banco).
¿Ha obtenido algún tipo de ayuda del Estado francés a lo largo de este proceso?
El Estado francés está absolutamente ausente. Yo he perdido mi carrera, tanto en el sector privado como en el público desconfían de mí, lo que desde mi punto de vista significa que ellos tampoco están limpios; no se limita a los bancos o las aseguradoras, sino que también afecta a las grandes empresas. La deontología es sólo una fachada. El sector público podría necesitar gente como nosotros, que hemos ayudado a los funcionarios del Estado a cumplir con su misión. No habrían logrado ingresar los 19.000 millones de euros de no ser por nosotros, ni podrían decir que van a ingresar otros 30.000 en los próximos años si nosotros no estuviéramos detrás. Pero el Estado francés opina que no hay que remunerar lo que hacemos, ¿entonces de qué vivimos? ¿Abrimos la ventana y nos tiramos? Hemos puesto en el orden del día un problema sistémico, una disfunción aberrante y visible pero que nadie era capaz de apreciar. Hay un debate en torno a la figura de los alertadores, podemos llamarles testigos, insiders, como quiera, pero uno no puede poner en peligro su carrera, su salud, sus noches, batirte solo con un enemigo como si fueras David contra Goliat, y que, además, el Estado no reconozca lo que haces diciendo que no entra en la mentalidad francesa pagar por ese tipo de información.
¿Qué pretenden Falciani, usted y el resto de alertadores unidos en la creación de PILA?
Queremos que la gente pueda dejar un rastro externo a la empresa de forma anónima o no, es decir, que pueda quedar constancia de su denuncia fuera de la compañía y no solo de puertas para dentro, donde las quejas podrían desaparecer rápidamente. Queremos también que el trabajador sea capaz de denunciar lo que sabe sin tener que ser acosado, espiado y desprovisto de su empleo y su carrera profesional para siempre, como me ha ocurrido a mí. Digamos que usted se encuentra con mi situación, descubre una información y lo comunica a la dirección para denunciar una situación irregular, esa denuncia desaparece y además usted es despedido inmediatamente por, supuestamente, haber violado el código deontológico de la empresa. Pero no es cierto, no existe tal código, y la dirección es consciente de lo que está ocurriendo.
¿No podría generar también situaciones falsas en las empresas o denuncias basadas en rumores?
Evidentemente. Si nos hubiéramos conocido hace seis años quizá usted hubiera pensado que estaba loca, pero al final, a fuerza de verificar la información, acabaría descubriendo si estoy realmente loca o no. Usted como periodista tiene los medios para verificar, nosotros también tenemos los nuestros.
¿La PILA tendrá una estructura internacional?
Sí, vamos a crearla también en Bélgica y especialmente en Suiza, allí los insiders no tienen ningún tipo de protección; también existe en España. En Francia vamos a trabajar directamente con los sindicatos, que son muy fuertes dentro de las empresas. Queremos crear una línea telefónica o un correo electrónico, un medio seguro para que puedan poner en cuestión aquello sobre lo que se interrogan. Hay una opacidad increíble que está llevando a una impunidad total. Enseñamos a nuestros hijos a que no roben, les enseñamos a no hacer lo que no se debe, ¿por qué los adultos consentimos que eso mismo ocurra en el mundo empresarial? Estamos podridos hasta el fondo, y si vas contra ese discurso eres un delator, ¿delator de qué? O estás contra la corrupción o formas parte de los corruptos, como ocurre en la mayoría de las empresas. Hay que posicionarse. Afortunadamente, somos muchos los que estamos contra la corrupción.
¿Es el lanzador de alertas la persona ideal para ayudar a los partidos políticos y a las instituciones públicas a luchar contra la corrupción?
Nosotros podemos ayudar a entender lo que ocurre en el interior de las multinacionales, ayudar a descifrar este mecanismo: por qué todo el mundo se calla, por qué nadie ve nada y ver qué se puede hacer para ser más transparentes. Yo lo he hecho y mire lo que me ha costado. Son una panda de amigos que se entienden entre ellos, un pequeño club de privilegiados que se apoyan sobre los hombros de los más desfavorecidos. Todo lo que hacía que presumiéramos de Europa como un ejemplo de democracia ha quedado en nada porque nuestros países están tan corrompidos como otros. Por supuesto, esto no es China o la Rusia de Putin y todavía no matan a los que hablamos, pero nos impiden participar en la vida social, ¿por qué ya no puedo trabajar en una empresa?, ¿por ser honesta? Le hemos dado la vuelta a la tortilla. Ahora resulta que lo que hay que hacer es taparse los oídos, los ojos y la boca. Eso es ser honesto para ellos, igual que hizo el Gobierno de Vichy con los nazis. Eso es muy grave, yo no lo haré nunca. Estamos olvidando los valores de la democracia.
¿España ha tratado de conocer qué ciudadanos se encuentran en su lista?
Nunca. Nadie. Y espero que me llame. Si nadie en España tiene nada que decir, yo tengo mucho que contar. Lanzo el mensaje: que me llamen los españoles. UBS España y UBS Francia forman parte del mismo mercado, que se llama Western Europe, donde también se encontraban Mónaco y Francia internacional, es decir, el circuito off-shore. Y ocurría lo mismo que con Iberia Internacional, España y Portugal: había entre 120 y 150 ejecutivos destinados a convencer a clientes con elevados ingresos para que abrieran cuentas en Ginebra que no serían declaradas en sus países. Ha sido el mismo sistema, copia y pega. Yo trabajaba de forma estrecha con una compañera de UBS en Madrid, en España... [hace una larga pausa y añade indignada] ¡es lo mismo que aquí! Es, al menos, igual de grave que lo ha pasado en Francia. Me encantaría que me preguntaran, porque es el mismo mercado con el mismo jefe que en Francia. ¿Por qué no obligamos a nuestros políticos a dar a conocer los nombres de los 10.000 políticos que figuraban entre estos clientes del UBS? Si queremos saber lo que ocurre no es en los políticos en quienes podemos confiar, sino en la sociedad civil. Ya basta, no puede ser que sigan pidiendo cada vez más esfuerzos a los ciudadanos, ganando menos porque vivimos una crisis. ¡Se han inventado esta crisis! La Unión Europea se está riendo de nosotros y no lo soporto más; los mismos que se han aprovechado de la situación para quedarse con todo nos dicen: "Sí, sí, sabemos que es muy duro". ¿Dónde queda el interés ciudadano? ¿Dónde queda el respeto a la nación? ¿Cómo es posible que sean aquellos a quienes hemos votado los que nos han llevado a esta situación? Si HSBC representa el tráfico de diamantes y el narcotráfico, UBS son los políticos. Nadie se enfrenta a mí porque tienen mucho miedo. Saqué esto a la luz de una forma inocente, pensando que estaba en el país de los derechos humanos, y que el Gobierno sabría ocuparse de este asunto. Pero la realidad es que está igual de corrompido, ¿cómo es posible?
El 28 de abril se presenta en la Comisión Europea una propuesta sobre el Secreto de Negocios que pretende imponer multas elevadas e incluso penas de cárcel a los alertadores. ¿Qué opina?
Es necesario movilizar a la población sobre esto y contactar con personas y asociaciones en España, Alemania, Inglaterra, Italia y en toda Europa para que esa propuesta no prospere. Quieren callarnos, nos están amenazando con cuatro años de prisión y una multa de 400.000 euros. Esto no es sino la intención de ese poderoso 1% de la población de ser más fuerte de lo que ya es hoy día, tomando al 99% restante como rehén. Lo que necesitamos es que la ciudadanía sea consciente de esta realidad.
No hay mucha información sobre esto en la prensa.
Voilà. Es increíble [dice remarcando cada sílaba]. Es increíble que la prensa no se haga eco de este tipo de información porque sus anunciantes presionan con retirar la publicidad si lo hacen. Eso se llama censura, ¿no? Vivimos en repúblicas que se hacen llamar democráticas, y, finalmente, no lo son, no están ahí para los ciudadanos. Hay que despertar a la gente, hacerles ver que la opinión pública ha sido secuestrada por las multinacionales.
¿Qué ha aprendido durante estos siete años de lucha?
Que el mundo funciona como el juego del Monopoly y que la gente juega. Unos juegan con el precio del petróleo, otros con el del oro y los diamantes, otros con el del caf o lo que sea, y hay otros que juegan desde sus propias casas a tener más y más mientras los demás no tienen nada. Volvemos a la época de Luis XIV: un grupo de personas que tienen todo el poder, la Iglesia que no paga impuestos y que tiene mucho dinero, la corte del Rey y después el pueblo: los artesanos y campesinos, que son los que pagan todo.
Estoy decepcionada y sorprendida por el silencio de la gente que vive con miedo de poder perder sus trabajos y sus pocos derechos. Antes, estas situaciones se daban en algunas ciudades o países, pero ahora la globalización hace que toda la población sea víctima. En Francia hay dos millones de niños que no hacen todas las comidas del día mientras que los que tienen todo no son capaces de sentarse educadamente y reconocer: "No nos sirve de nada morir con tanto dinero, vamos a compartir". A no ser que quieran que les entierren como a faraones. No hablo de legalidad e ilegalidad, hablo de seres humanos. Acabaremos muriéndonos de hambre aquí como en los países subdesarrollados, y si no son los ciudadanos los que toman la decisión de que las cosas cambien, no serán los políticos los que lo hagan, al menos no los que hay ahora, que se echan la culpa públicamente de lo que hizo el otro durante su gobierno, y luego se reparten el pastel.
Stéphanie Gibaud publicó en 2014 La femme qui en savait vraiment trop (La mujer que sabía demasiado, Le cherche midi).
Stéphanie Gibaud comenzó a trabajar en UBS (Unión de Bancos Suizos) en 1999 y desempeñó el cargo de directora de Comunicación durante 13 años. Su misión era organizar encuentros entre los ejecutivos del mayor banco de Suiza y ciudadanos franceses con elevados ingresos. Todo iba bien, hasta que en 2009...
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