La lujuria del cine porno
Claudia Lorenzo 12/03/2015
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“Lo que no pude encontrar, aquella noche, mientras miraba en Internet, fue deseo. Gente que de hecho quisiera follarse al otro. Que tuviese que follarse al otro. […] No puedo ser la única que haya echado alguna vez un polvo tan espectacular, tan acompasado, cinemático e intenso que, al finalizarlo y tumbarme – con los oídos aun pitando -, pensase: “La CNN debería haber registrado eso”.
¿Acaso estaba pensando la escritora y periodista británica Caitlin Moran en Erika Lust al escribir ese párrafo sobre el cine porno en su libro Cómo ser mujer? Y, si no es así, ¿estaría bien ponerlas en contacto?
Erika Lust (Estocolmo, 1977) es una directora de cine erótico afincada en Barcelona. Licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad de Lund, feminista y amante del cine. Lleva ya diez años en la industria audiovisual intentando demostrar que otro porno, alejado de la estética masculina y plastificada, es posible. Y parece que poco a poco lo va consiguiendo.
“El cine de Erika busca recuperar y traer al siglo XXI toda una tradición cinéfila: la de las películas eróticas con valores visuales, inteligencia, sentido del humor, personajes, tramas, imaginación... Todo eso además del sexo explícito”, explica Almudena Monzú, directora de contenidos de Lust Films, la productora que Erika creó en 2005 para dar salida a sus películas. “Erika tiene muchos referentes, desde pelis vintage suecas como Bel Ami, Flossie, The Language of Love, los filmes de Bud Townsend como Alicia en el País de las Maravillas, a otras como Emmanuelle, El Imperio de los Sentidos, El Amante, Nine Songs, Shortbus, La vida de Adèle... ¡Hasta de Robert Rodríguez sacamos inspiración!”.
The Good Girl fue su primer trabajo, en 2005, y con él ganó el Premio NINFA al mejor cortometraje en el Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona (FICEB).
Como defensora de los derechos de las mujeres, siempre se había sentido confusa por el efecto que causaba en ella el porno tradicional: una mezcla de excitación sexual y negación racional. Si las mujeres eran el “objeto” de deseo, penetración y lo que fuese en esos filmes, los hombres no salían mucho mejor parados, siendo poco más que un pene con patas. Así que decidió centrar la acción de sus historias en el placer femenino y darle protagonismo al papel masculino. “Yo tengo mi propia visión, mi manera de percibir el mundo que me rodea y sobre todo, el sexo y la erótica que me gustan”, dice Lust. “En mi cine, retrato la naturalidad de las relaciones humanas. Cojo a dos personas que se transforman en confidentes, que se sienten cómodos uno con el otro y terminan queriendo experimentar juntos. Mi cine captura el consenso sexual de dos individuos que buscan complacer y complacerse. Es sexo natural, con personas reales en situaciones plausibles”.
Porque el viejo chiste que aún se sigue contando, ése que dice que a las mujeres no les gusta el porno porque lo que quieren ver es una historia, tiene algo de cierto, algo que une ese requerimiento de la existencia de un guión con las palabras de Caitlin Moran: para que haya deseo es necesario que haya un establecimiento mínimo de los personajes y que la fantasía del espectador se identifique con ellos. “La intimidad, la confidencia que se genera entre la pareja es fundamental para atraer a la audiencia y que el erotismo se explote en su máxima potencia. Eso es lo que busco”, explica la directora.
Amarna Miller (Madrid, 1990), licenciada en Bellas Artes, es una de las actrices eróticas que más colaboran con la directora: “Erika ha sido una auténtica pionera en su campo, planteando por primera vez personajes femeninos empoderados, que no solo tienen el control sobre su cuerpo sino que se sienten felices de mostrarse ante las cámaras. Es feminismo en estado puro”.
“Es hora de que el porno cambie”, declaró Lust en su charla en la conferencia TEDx en Viena el pasado 1 de noviembre. Es hora de que las imágenes del porno industrial, estereotípicas, bizarras y oscuras, sin ninguna calidad cinematográfica, dejen de ser la referencia de cine erótico para los espectadores.
“¿Por qué el porno tiene que ser una basura, si el sexo en la vida real puede ser algo tan interesante y tan hermoso?”, se pregunta Monzú. El último proyecto de Lust Films, XConfessions, una recopilación de cortometrajes pornográficos inspirados en las fantasías de los usuarios de su página, está a punto de sacar a la venta el cuarto volumen de la colección. Trabajan a un ritmo de rodaje de 26 relatos anuales, filmados con rapidez y con una calidad cinematográfica alta, y sus argumentos se seleccionan entre las decenas de confesiones recibidas. “Por primera vez, el público en general y los usuarios de la web adquieren un rol activo dentro de las grabaciones. ¡Es casi como guionizar tu propia película porno!”, reflexiona Miller.
“Cada corto de XConfessions es una situación diferente, con personajes nuevos, donde se explora el erotismo contemporáneo. Es un privilegio recibir cada día un montón de relatos anónimos de todas partes del mundo donde la gente cuenta lo que les excita, lo que desean, lo que una vez se atrevieron a hacer y no han olvidado”, asegura Almudena Monzú. El equipo que está detrás de las cámaras está formado por profesionales jóvenes, muy cualificados y con alta participación femenina, que fomentan un ambiente familiar y agradable durante los rodajes.
“En el set siempre les digo a mis actores que sean naturales, que lo hagan como si lo estuvieran haciendo de verdad”, revela Lust. “Y suele acabar siendo así. Llegan a sentir una comodidad que se transmite a la cámara y nos proporciona la calidad de imágenes y de historias que se ven”.
XConfessions y el porno de Erika Lust tienen cada día mayor aceptación entre el público. “Los datos lo dicen todo”, añade la directora. “Las ventas no han dejado de crecer este último año. Los miembros de XC se multiplican mes a mes y, aunque los usuarios mantienen sus identidades anónimas, tenemos analíticas que nos dicen que nuestro público es casi en un 50 por ciento femenino. Esto en el porno mainstream es imposible de imaginar”.
“Me gusta sentir cada día que estamos a la vanguardia de algo”, comenta Almudena Monzú. “Algo que no sabría muy bien decirte qué es exactamente. Me gusta que el trabajo me obligue a estar enfrentada a dilemas del mundo contemporáneo, la representación del cuerpo, el feminismo, el sexo, la sociedad, la política, el arte, las ideas, Internet”.
Lust, como Caitlin Moran, también está preocupada por la imagen del sexo que el cine pornográfico actual ofrece a su público más joven, los adolescentes que buscan respuestas a sus dudas. Y quiere ofrecer una imagen honesta y sensual de lo que significa. “Parte de mi labor y de las feministas sex-positive alrededor del mundo es normalizar el sexo como algo natural y sano. El tabú siempre atrae, pero a la vez acarrea censura y prejuicios. Eso puede hacer mucho daño. La meta es llegar a un momento en el que la práctica sexual sea responsable, ejercida con absoluto conocimiento y con fines de placer y experimentación”.
Frente a lugares como Suecia, en los que la educación sexual se enseña en clase ya desde pequeños, como suele recordar Lust, en nuestro país éste no es un tema que se trate abiertamente en los colegios, generando dudas, miedos y secretismo. “La gente en España, aunque poco a poco se abre positivamente hacia el debate del sexo como algo saludable y hermoso, sigue siendo partidaria de que la mejor manera de evitar la práctica sexual en los jóvenes es no hablar de ello”, explica.
“Personalmente, no pienso que haya que entender la pornografía como un medio de educación sexual”, comenta Amarna Miller, “al igual que no tomamos una película convencional como ejemplo para vivir la vida. ¿O acaso cada vez que ves Spiderman intentas tirarte por la ventana? Con el porno ocurre lo mismo, lo que pasa es que debido a la terrible o inexistente educación sexual del mundo occidental contemporáneo, los niños y adolescentes lo toman como ejemplo, y ahí es donde surgen los problemas. Pero, de nuevo, la culpa no es de la pornografía, sino de la falta de educación en el tema”.
“Para mí lo verdaderamente revolucionario de Erika es que ha cogido el género más odiado, denostado y maltratado y lo ha puesto ahí, como una forma de entretenimiento y cultura de la que cualquier adulto puede libremente disponer para ser más feliz en su vida”, reflexiona Monzú. “Sin culpa, sin vergüenza, sin secretos y sin mentiras. A veces la gente me pregunta si no creo que esto le quita morbo al asunto del porno, pero creo que la experiencia de los que trabajan aquí es la contraria. Al final, ser sexualmente más ilustrado repercute positivamente en la intimidad de cada uno. Y también ayuda a vivirla con más madurez”.
“Lo que no pude encontrar, aquella noche, mientras miraba en Internet, fue deseo. Gente que de hecho quisiera follarse al otro. Que tuviese que follarse al otro. […] No puedo ser la única que haya echado alguna vez un polvo tan espectacular, tan acompasado, cinemático e intenso que, al finalizarlo y tumbarme –...
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