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Minutos después de nacer mi nieta Manuela su padre, Roberto, le hizo una foto. Le hizo muchas en realidad. Es su primera hija –mi primera nieta- y recibí la noticia cuando estaba a punto de salir al escenario de los Goya a entregar, junto a Álex de la Iglesia y David Trueba, el premio al mejor director. Les dije a los dos que acababa de ser abuelo y que la ocasión la pintaban calva para ipso facto postularme al Goya al mejor abuelo debutante. Álex y David me animaron a que lo hiciese. Y, evidentemente, no lo hice. No era cosa de fastidiarle al ganador su minuto de gloria tan merecidamente conseguida.
En esa primera foto de Manuela la criatura aparece sonriendo. O eso creo ver yo. Amigos que saben de estas cosas aseguran que esa posición de los labios, que ese gesto responde más bien al instinto succionador que trae a este mundo el neonato para asegurar su supervivencia. La explicación me consoló en un primer momento porque acceder a estos tiempos que corren tan bordes ellos con una beatífica ingenuidad como la que traía plasmada en su cara mi nieta, la preparaba para muchos y prontos desengaños en este mundo traidor. Pero inmediatamente cambié de opinión. ¿Hubiera preferido yo una Manuela que naciera con el análisis hecho y la conclusión tomada de que venía a un cenagoso valle de lágrimas? Para nada.
La risa es buenísima. Cinco minutos de risa equivalen a cuarenta y cinco de ejercicios aeróbicos. Al reírnos ejercitamos cuatrocientos músculos. Quince de ellos de la cara y todos los del abdomen y el estómago. Producimos endorfinas, dopamina y oxitocina que actúan benéficamente como analgésicos y contra el insomnio, los ronquidos, el estreñimiento, el estrés… Una ganga.
Y ¿cómo consigue uno que le dé la risa para beneficiarse con tanto beneficio?
No todo el mundo se ríe y no todos los que se ríen lo hacen por las mismas razones. Está bastante extendido el hecho de que si te hacen cosquillas te rías. O el de que si ves que a alguien le dan un susto de muerte, también te ríes. Móviles generalizados que llevan a la sonrisa, a la risa o a la carcajada pueden ser la malicia, el regodeo, la burla, el ridículo ajeno, la metedura de pata, lo patético, la ignorancia…
Pero, a veces, ni eso. Yo no recuerdo haber visto a mi madre riéndose abiertamente. Nunca en la vida. Sonreír con cierta timidez o vergüenza, sí. Desternillarse, no. Rafael Azcona contó más de una vez que en su casa natal de Logroño, cuando durante alguna celebración familiar o alguna fiesta de mucho alborozo aparecían las risas, las carcajadas y el despiporre, su madre esperaba a que se fueran diluyendo y, sin enfatizar, pero con firmeza, sentenciaba: "Ya nos arrepentiremos, ya".
No sé lo que le espera a Manuela como alimento de esa circunvolución izquierda frontal superior del cerebro donde reside el humor. Quizás –la historia las gasta así a veces con gran sabiduría- todo acabe en un precipitado de sustancias que torne la sinvergonzonería gobernante en materia risible y de mucho escarnio. Los héroes de la charlotada serían: Montoro, que se autoinvestiga; Wert, banderillero de Montoro; Rajoy, el que pide las llaves a la Merkel, presidenta de la corrida; Bárcenas, el rejoneador, que sobre la silla de montar algún día expelerá por fin, vía anal, las flatulencias que con tanta astucia administra pestilestemente.
Manuela, va por ti. Que éste que será tu pasado te produzca, visto a distancia, tantas risas como cabreos nos mete en el cuerpo a los que hoy lo padecemos.
Aunque, fuera quejas. Al toro: aborrecibles los mamones de las mamandurrias; los poderosos de la trampa y la mentira, los que mandan desde el desprecio. Y, eso sí, estúpidos colaboradores necesarios los que los hemos aguantado. Que no sigan.
Autor >
José Luis Cuerda
José Luis Cuerda Martínez es director, guionista y productor de cine español. Ha dirigido algunas de las películas más memorables del cine español, entre ellas, 'El bosque animado', 'Amanece, que no es poco', 'Así en el cielo como en la tierra' o 'La lengua de las mariposas'.
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