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Hay palabras insuficientes o excesivas, equívocas, unívocas o para abrir boca (y no decir nada). También las hay escritas, habladas y de canciones; aunque a esas se les llame letras como a las de cambio.
Es un lío –bendito lío- que la unidad comunicativa más propia y eficaz entre los humanos, la palabra, varíe tanto por culpa de su contexto, del texto mismo o de razones caprichosas, si es que las razones razonables admiten en su médula el capricho. También hay palabras que vehiculan con especial habilidad mentiras, como las hay que mueven a risa. Parece como si, por ser precisos, necesitáramos matizar con añadidos ad infinitum y continuamente lo que decimos o escribimos para no equivocar al que nos escucha o nos lee. El resultado con frecuencia es el contrario y la flor del hecho, de la cosa, se pierde en el jardín del discurso.
El efecto multiplicador de que cada idioma tenga palabras propias y distintas a las nuestras para expresar las mismas cosas, los mismos sentimientos o las mismas ideas complica más este farragoso asunto. Lo convierte literalmente en otro mundo, con sus matices propios en atención al origen de la palabra y a las modificaciones que el uso le adhiere.
Categoría especial ocupan las palabras de los políticos y de los predicadores que presumen garantizada su veracidad por la supuesta bondad bipolar de su origen y de su fin, entendiéndose este fin en el sentido temporal y en el de utilidad. O sea, los políticos al supuesto servicio de la "polis" y de los bienes mundanales que la rigen, y los predicadores como pregoneros de Dios y sus misterios –que no entiende ni Dios- y que, llegado el momento, nos transportarán empaquetados y pasmados a una felicidad eterna que no se puede aguantar.
La palabra infraestructura, que es a lo que voy según el título, encierra una complejidad paradigmática en cuanto a su uso y comprensión. Todos estaríamos de acuerdo con relativa facilidad en aceptar que una estructura es el número y distribución de partes indispensables para componer un todo. El prefijo –infra, su polivalencia, permitirá sin embargo que algunas de sus lecturas puedan significar exactamente lo contrario. En éste, y en otros casos, se da lo que podríamos considerar la desnaturalización de una palabra y el consiguiente uso interesado que de esa palabra pueda hacerse. Recordemos curas y políticos.
Infraestructura parece ser el fundamento conceptual o físico de cualquier estructura; pero, leído el término con otra intención, podría extraerse de ella que el sostén y/u organización de la misma han resultado ser insuficientes, defectuosos, un fraude, primando así la lectura cualitativa a la meramente física de la posición de sostén reservada a lo que está por debajo de los elementos que debe sujetar.
Es palabra ésta que suele aplicarse a elementos físicos, reservándose la de estructura tanto a elementos palpables, como la de un edificio; artísticos, la de una obra musical, la de una novela; o científicos, la del átomo o la del esqueleto, por ejemplo.
Yo postulo, sin embargo, que a las estructuras morales, mentales y a sus madres: las sociales, las ideológicas, las económicas…, no les vendrían mal unas sólidas infraestructuras cargadas de razones extraídas tanto de la experiencia como del análisis; tanto de la solidaridad como del instinto de supervivencia y más del nosotros que del yo.
Lo digo porque hoy he comido con unas amigas infraestructuras que se quejaban de su infravaloración y de su infrautilización y, matizando que no pretenderían nunca llegar a superestructuras, sí que querían dejar clara su perplejidad ante hecho tan suicida. Digamos que las superestructuras y las estructuras están en manos y al servicio de los de siempre y que las infraestructuras son los hombros, las manos y las meninges de los otros de siempre. Seguramente populistas antisistema y perplejos, los pobres desgraciados.
Hay...
Autor >
José Luis Cuerda
José Luis Cuerda Martínez es director, guionista y productor de cine español. Ha dirigido algunas de las películas más memorables del cine español, entre ellas, 'El bosque animado', 'Amanece, que no es poco', 'Así en el cielo como en la tierra' o 'La lengua de las mariposas'.
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