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Into the Wild se titulaba la preciosa road movie de Sean Penn que narra el camino de Christopher McCandless hasta el confín de Alaska y de su vida.
Camine usted si quiere vivir más, cómprese unas zapatillas de running con plantilla pronadora o supinadora, haga el Camino de Santiago o la Ruta de la Plata o una ruta verde de las muchas por las que antes circulaban los viejos trenes de vapor. Ande, muévase, su corazón y su cutis se lo agradecerán. Además sólo el caminar nos da la distancia justa hasta el horizonte, así que venda su Ferrari, alquile su Harley, done a un museo su bicicleta behache, regale a un enemigo su abono del AVE, destruya su tarjeta Iberia Plus… porque en España hay otras rutas invisibles, no todo va a ser aspirar a llegar a Santiago para que nos ahúmen con incienso la camiseta sudada o quemar los fines de semana y puentes de guardar pateando sendas milenarias envueltos en la bellísima naturaleza hispana que no tocó aún el desarrollismo sesentero, el tsunami inmobiliario aznariano o el neorruralismo de tejado alpino. Hay otras rutas aún poco pisadas, unos pocos senderos todavía prístinos, algunos caminos que también nos ayudarán a vivir, si no más, sí mejor, con más placer y dicha. Esta es su guía.
Hablamos de las Rutas Cerderistas, bautizadas así por el periodista Luis Felipe Torrente. Son las rutas o caminos que conectan diversas ciudades, pueblos y espacios naturales definidos por un peculiar y distintivo culto al cerdo y a sus circunstancias, como diría el ínclito. Rutas geográficamente muy precisas porque el comercio y la cultura fueron durante un tiempo remoto de la mano para inventar con las mismas carnes, todas carnes porcinas, una variedad infinita de embutidos, guisos, adobos, mitologías y adicciones, demostrando que la imaginación humana, para el comer y el sexo, ha sido siempre fértil.
Son rutas asombrosas y aún desconocidas que no sólo limitan los nobles cuatro puntos cardinales del jamón ibérico con Denominación de Origen Huelva, Pedroches, Guijuelo o Dehesa de Extremadura, sino que definen las estructuras elementales de parentesco entre docenas de embutidos tan distintos hasta construir regiones muy diferentes a las políticas, borrando las fronteras entre las Comunidades Autónomas y haciendo confraternizar a comarcas y pueblos geográficamente alejados. En estas rutas, como no podía ser menos, pisaremos también las cicatrices y hasta las heridas nunca cerradas que provocaron los talibanes de la pureza de sangre, esos monarcas, inquisidores y fascistones que acabaron enarbolando el tocino a modo de bandera o tarjeta sanitaria para que escondiéramos en nuestra alma al judío, bereber o hereje que todos llevamos dentro.
Las Rutas Cerderistas nos llevarán por el laberinto noroeste de las butifarras, la mancha topográfica del sur de la manteca, la estrecha esquina oeste de la morcilla de calabaza, la extraña negrura castellana de las morcillas de arroz, el territorio salvaje de la jeta de cerdo, los finos senderos del pimentón verato, los recónditos guetos de las vísceras porcimaniacas, las reservas etnográficas de las ancestrales matanzas familiares o las extrañas razas porcinas en peligro de extinción como son la Celta, el Chato Murciano, el EuskalTxerria, el Gochu Asturcelta, el Ibérico Torbiscal, la Negra Canaria y Negra Mallorquina que siguen resistiendo a la hegemonía de las delicadas razas blancas, depiladas y magras, sean europeas o yankis.
Caminemos, sí, pero con fundamento, con el refuerzo positivo, no de un abdomen de chocolatina cincelado en el gimnasio, sino de un bocadillo de jamón, butifarra negra, jeta asada, torreznos crujientes, morros en salsa, morcilla de cebolla, oreja a la plancha, obsceno morcón, perfumado lomo de orza, pringue o manteca colorá postmarxista. Caminemos poniendo rumbo al horizonte y contemplemos las ciudades y pueblos que no se dejaron vencer por la hamburguesa vacuna predigerida, charlemos con los aborígenes mesetarios que no probaron nunca la leche de soja, descansemos a la sombra de las dehesas, bosques, valles o estepas donde los peludos jabalíes seducen aún a las cerditas Duroc o Landrace sin recitar a Keats o Bécquer.
La guía de las Rutas Cerderistas de España dejará pequeño el éxito de El Código Da Vinci o El tiempo entre costuras, los libros de autoayuda y de famosos emprendedores arruinados. Basta ya de guías del Trotamundo o Lonely Planet, de biblias don Michelin o endogámicas guías financiadas por las oficinas de turismo y las diputaciones mafiosas, olvidemos los estúpidos viajes equinocciales de Cela por la Alcarria, las apasionantes aventuras de Javier Reverte o Manuel Vicent por extramuros y los decimonónicos nómadas George Borrow, Richard Ford o Téophile Gautier por nuestro exótico sur premarbellí, marginemos por fin a las Españas mágicas de Dragó e Iker Jiménez o la Nación Rotonda en la que nos hemos convertido hoy para nuestra desgracia. Metamos si acaso a este país en la mochila como nos enseñó José Antonio Labordeta y tiremos el reloj, el móvil y la prisa a la basura, separando lo orgánico del plástico. El cerdo es nuestro tótem familiar aunque se incomode nuestro abuelo sefardí, nuestro tatarabuelo morisco o nuestra novia vegetariana estricta. El cerdo nos descubrirá que no fuimos tan malos, tramposos, corruptos, mentirosos, buscones, pícaros o chorizos como nos ha hecho creer algún gobierno de extremo centro al final del pasillo a la derecha. El footing ha muerto, el cross y el trail running son cosa de obsesos sexuales, el senderismo pasó de moda, el turismo cultural o gastronómico lo acaparan el Imserso y Juan Mari Arzak. Lean la letra pequeña de todos los programas electorales de los partidos que se presentan a las elecciones, lo explican con claridad meridiana, todos nos apoyan, las Rutas Cerderistas son una buena forma de turismo sostenible, de fomento de la marca España, de impulso y apoyo a la pequeña empresa, de apuesta por el I+D+I más nuestro y exportable: butifarra, chorizo, lomo, salchichón o morcilla mondonga… nada de grafenos, bosón de Higgs o chupitos de coltán refinado. Al turismo de sol y playa ya sólo lo defiende Iñaki Uriarte y la crema Coppertone, el turismo cerdícola, cerdófilo o cerderista es el futuro.
La guía lo tiene todo: qué ver, oler, contemplar, comer, beber, leer, imaginar… Into the Wild, por Salvajes Rutas Cerderistas, próximamente…
Into the Wild se titulaba la preciosa road movie de Sean Penn que narra el camino de Christopher McCandless hasta el confín de Alaska y de su vida.
Camine usted si quiere vivir más, cómprese unas zapatillas de running con plantilla pronadora o supinadora,...
Autor >
Ramón J. Soria
Sociólogo y antropólogo experto en alimentación; sobre todo, curioso, nómada y escritor de novelas. Busquen “los dientes del corazón” y muerdan.
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