Reportaje
Contra Grecia, por tierra, mar y aire
Si la UE logra evitar la declaración de impago unilateral, su derrota será mucho menos rotunda, pero si Atenas no acepta las contrapartidas que le exigen, será un tanto que se podrá apuntar Syriza
Hibai Arbide Aza Atenas , 10/06/2015
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El pasado 5 de junio, tal y como el ministro de Interior Voutsis y él mismo venían anunciando desde hacía semanas, el titular de Finanzas Yanis Varoufakis le comunicó al Fondo Monetario Internacional (FMI) que Grecia no iba a realizar el pago de la cuota de la deuda correspondiente a tal fecha. "Tenemos ese dinero", aclaró el ministro de Finanzas griego "pero no vamos a realizar el pago hasta que no firmemos un acuerdo global con nuestros acreedores".
La noticia no pilló por sorpresa al FMI. Además de los anuncios de Voutsis y Varoufakis, en la víspera fue el propio Alexis Tsipras quien defendió tal decisión ante sus socios europeos. El primer ministro heleno expuso que Grecia había decidido no realizar el pago de la deuda, pero añadió que lo hacía valiéndose de una norma aprobada por el propio FMI que permite el impago de una cuota si se agrupan en una sola transferencia todos los pagos al final del mes corriente.
Tanto el FMI como las instituciones aceptaron repentinamente dicha posibilidad, que había sido explícitamente negada hasta entonces. Todo con tal de no reconocer a Grecia la capacidad para impagar o reestructurar la deuda unilateralmente. "No es un impago, sólo ha reagrupado las cuotas" se convirtió en el mantra que repitieron una y otra vez los portavoces del BCE, de la Comisión y los periodistas de las páginas económicas.
La prensa internacional es prácticamente unánime. Esto se debe a dos razones: por un lado, se asume acríticamente el marco interpretativo de la economía neoclásica; por otro lado, muy pocos periodistas entienden griego y casi no existen medios que ofrezcan en inglés una visión diferente a la oficial.
Una de las fuentes habituales es el blog The Greek Analyst, que reproduce traducciones al inglés de artículos que la prensa internacional toma como referencia. Todos y cada uno de ellos son críticos con el gobierno de Tsipras, y Varoufakis es la diana de la mayoría. Las sospechas apuntan a que el misterioso analista sería parte del entramado comunicativo del partido conservador Nueva Democracia.
Yorgos es un treintañero ateniense que prefiere ocultar su verdadero nombre. Antes era profesor de instituto, ahora trabaja de asesor de una diputada de Syriza, aunque nunca ha sido afiliado ni militante de la coalición. "Yo, igual que unos cuantos amigos, trabajo para Syriza porque no tienen cuadros suficientes para cubrir todos los puestos de confianza. Nosotros venimos de los movimientos sociales, siempre hemos desconfiado de los partidos", explica con una media sonrisa.
Un amigo suyo forma parte de uno de los equipos negociadores en Bruselas. Cuenta que en una de las múltiples reuniones que hubo en abril, los enviados de Jean-Claude Juncker perdieron completamente los nervios ante la negativa de Grecia de aceptar un recorte de los salarios. "Uno de ellos cogió la carpeta que contenía la propuesta griega y la lanzó contra el secretario de estado griego. Se levantaron y se fueron de un portazo. Entonces, los griegos, un tanto apurados, llamaron a Tsipras para contarle lo sucedido y preguntarle qué debían hacer." Las ordenes fueron sencillas: "No hagáis nada. Esperad ahí tranquilos, que seguro que vuelven". Efectivamente, regresaron. "La fuerza del gobierno griego es que sabe que las instituciones europeas ni quieren, ni pueden echar a Grecia del euro", concluye Yorgos.
Isidro López es economista y autor, junto a Emmanuel Rodríguez, del libro Fin de ciclo: financiación, territorio y sociedad de propietarios en la onda larga del capitalismo hispano 1959-2010. Además, este estudioso de la financiación de la economía especialista en la deuda es, desde hace dos días, diputado independiente en las filas de Podemos en la Asamblea de Madrid.
"El Grexit desde arriba es inviable. No hay previsto siquiera un protocolo para expulsar a un país de la Eurozona", afirma el economista Isidro López.
López comparte la idea del farol. "El Grexit desde arriba es inviable. No hay previsto siquiera un protocolo para expulsar a un país de la Eurozona. ¿Qué tiempo hay de coexistencia de dos monedas? ¿Qué impide que en Grecia se sigan usando euros una vez expulsada formalmente? La experiencia de las economías dolarizadas en Latinoamérica demuestran que eso no es tan sencillo en un contexto de división internacional del trabajo. Una de dos, o hay un acuerdo de salida de las dos partes, o la expulsión decidida por la parte emisora de moneda es complicadísima a nivel práctico. Yo no he visto ningún plan viable, sólo he visto amenazas en ese sentido".
Cabría preguntarse entonces si por parte griega se contempla la posibilidad de decidir salir del euro. Cualquiera que conozca mínimamente la política griega sabe que, con la composición actual del gobierno, esa posibilidad está completamente descartada. Aunque Tsipras y Varoufakis insistan machaconamente en este punto, la opinión pública internacional no parece darse por aludida.
Costas Lapavitsas es el segundo economista más famoso de Grecia. Igual que el primero, concurrió a las elecciones en la lista de Syriza. A menudo es definido como el reverso de Varoufakis. Al contrario que el ministro de Finanzas, Lapavitsas huye de la imagen de bohemio, sí se define sin matices como marxista y sí defiende que la salida del euro sería beneficiosa para Grecia. Pues bien, incluso él descarta que forme parte de los planes de Tsipras. En una reciente entrevista en la cadena Skai, decía: "Syriza apuesta inequívocamente por combatir las políticas de austeridad, reestructurar la deuda y modificar la relación de fuerzas sociales, económicas y políticas en Grecia y en Europa, sin romper la unión monetaria y sin entrar en un conflicto con el resto de la UE".
No es la primera vez que reconoce que sus tesis favorables al Grexit no son asumidas por el gobierno. Tanto Varoufakis como Lapavitsas son conscientes de sus diferencias; nunca las han ocultado. Ambos explican que en Syriza conviven diferentes sensibilidades y que, lejos de suponer un problema, esto dota de mayor fortaleza a la coalición.
Isidro López lanza una hipótesis sobre por qué Varoufakis apuntó al FMI: "El FMI aquí juega un papel de mediador y está dispuesto a encajar un golpe de ese estilo. Si alguien debe encajarlo, será el FMI. Lo contrario supondría un enfrentamiento mucho más frontal con las instituciones y acreedores europeos. El FMI tiene un rol curioso, porque es el que en otros momentos ha pedido la relajación de los cobros. El dinero del FMI es de EEUU, no actúa según la lógica de la UE y, sobre todo, se juega menos políticamente que las instituciones europeas. De hecho, no descarto que el propio FMI haya aceptado ese papel para tratar de desbloquear la situación".
El conflicto se juega tanto en el plano económico como simbólico, es decir, político. "La cuestión clave es cómo se consigue no pagar la deuda, que es impagable. Si hay escenificación de la declaración unilateral de impago, o no", señala López.
La cuestión clave es cómo se consigue no pagar la deuda, que es impagable. Si hay escenificación de la declaración unilateral de impago, o no
En efecto, el BCE mantiene desde 2008 un discurso oficial con el que amenaza las indisciplinas pero a la hora de la verdad cede cada vez que la inestabilidad en los países del sur puede suponer un problema de gobernabilidad. Así, aunque la compra de deuda nacional está explícitamente prohibida, no ha tenido problema en hacerlo para calmar los ánimos. Igual que ha dado el visto bueno a programas de expansión monetaria que contradicen lo que pregona Draghi. La cuestión no es tanto si las instituciones aceptan actuar conforme a otros criterios que no sean acordes al rigor neoliberal, sino la razón por la que lo hacen. Hasta febrero, la flexibilidad servía para evitar una mayor conflictividad social en los países del sur. A partir de entonces, Grecia consiguió la relajación de criterios precisamente como consecuencia del conflicto, en vez de como prevención del mismo.
Las contrapartidas que Tsipras ha rechazado consisten en la subida del IVA, una reforma laboral con bajada de salarios y el recorte de pensiones. "Parte de la batalla ya la ha ganado", asegura López.
"Desde el momento en el que no está dispuesto a aceptar las medidas de austeridad exigidas para la concesión de un nuevo crédito, ya está ganado. Deja a las instituciones europeas con muy poco margen. Éstas intentarán alargar los plazos. Si la UE logra evitar la declaración de impago unilateral, su derrota será mucho menos rotunda. Pero en la medida en que Grecia no acepte las contrapartidas que le exigen, será un tanto que se podrá apuntar Syriza.
Grecia hoy no es una estructura económica independiente, sino parte del engranaje que componen las instituciones económicas europeas en el orden neoliberal. Varoufakis suele repetir: "No se trata de la crisis de Grecia, sino de la crisis europea". La duda, por lo tanto, radica en si el gobierno de un pequeño país será capaz de aguantar la presión y financiarse sin adoptar a cambio nuevas medidas de austeridad. Es decir, si será capaz, como hasta ahora, de revertir el núcleo político de la austeridad impuesta por la Troika a los gobiernos anteriores. Eso es lo que los griegos votaron en enero y lo que una inmensa mayoría sigue apoyando hoy, según reflejan todas las encuestas. No es Grecia lo que está en juego, sino Europa y la calidad de su democracia.
El pasado 5 de junio, tal y como el ministro de Interior Voutsis y él mismo venían anunciando desde hacía semanas, el titular de Finanzas Yanis Varoufakis le comunicó al Fondo Monetario Internacional (FMI) que Grecia no iba a realizar el pago de la cuota de la deuda correspondiente a tal fecha. "Tenemos ese...
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Hibai Arbide Aza
Hibai Arbide Aza era abogado en Barcelona hasta que se fue a vivir a Grecia. Reside en Atenas, donde trabaja como periodista freelance para diversos medios, trata de acabar la escritura de un libro que se resiste, pincha tropical bass y monta en bici.
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