Dios y el diablo surfean juntos en Oriente Medio
Cristina García Pérez Gaza , 23/07/2015
Un joven surfista árabe en la playa de Jaffa (Israel).
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Hay un dicho popular entre los surfistas que dice que aquellas personas capaces de surfear juntas pueden convivir también en perfecta armonía. En Gaza, una zona castigada por la guerra y abandonada en gran medida por los mediadores internacionales, este proverbio parece más bien un deseo etéreo fácil de perder entre las cicatrices que se condensan en la piel palestina.
Por el contrario, Dorian Paskowitz, el surfista que trajo este deporte a Israel en los años 60, consiguió demostrar que Dios surfearía con el diablo en Oriente Medio siempre que hubiese buenas olas.
Todo comenzó con un pequeño movimiento. Paskowitz habló en 2004 con algunos surfistas de Tel Aviv, entre los que se encontraba Arthur Rashkovan, y sugirió crear un campeonato para árabes afincados en Israel. Su nombre fue toda una declaración de intenciones: Surfear para Olvidar.
Desde ese momento nació la organización Surf por la Paz que pretendía romper cualquier barrera entre los pueblos vecinos, misión que lograron de forma literal el 21 de agosto de 2007. Aquel día, Doc consiguió reunir 14 tablas de surf usadas y una tonelada de valor para cruzar sin permiso previo el Apartheid y encontrarse con los hermanos surfistas que lo esperaban al otro lado del muro de la vergüenza.
"El utilizó su magia para convencer a la seguridad fronteriza de que lo dejasen pasar, a fin de cuentas solo eran un puñado de tablas para que aquellos muchachos pudiesen subirse a unas olas", recuerda Rashkovan, su fiel colaborador, con cierta nostalgia.
El surf es en parte la tabla a la que se agarran los jóvenes de ambos lados de la frontera. Todo el mundo en Israel tiene obligación de servir al ejército, quien más y quien menos recuerda el caso de un conocido herido o muerto en combate, por eso el deporte supone la vía de escape que no encuentran en ningún otro sitio. Los árabes que viven en Israel además deben lidiar con la discriminación y la pobreza que los acecha constantemente, el deporte logra que se sientan uno más en las playas de Jaffa.
"Primero soy surfista y luego soy judío, por eso hemos puesto todo patas arriba con este proyecto, se que al otro lado mucha gente piensa igual que yo", sentencia Rashkovan, cofundador de Surf por la Paz
Para los palestinos de Gaza es diferente, surfean por el derecho a sentirse vivos el tiempo que mantienen el equilibrio encima de la tabla, y también es una historia de superación constante. Ellos comenzaron compartiendo el material entre todos los jóvenes y mejorándolo con la chatarra que encontraban por la ciudad. Nunca habían recibido una clase de surf y sin embargo aquella modalidad los atrapó totalmente.
"Primero soy surfista y luego soy judío, por eso hemos puesto todo patas arriba con este proyecto, se que al otro lado mucha gente piensa igual que yo", sentencia Arthur.
Tras la primera visita de Paskowitz a Gaza, comenzó a forjarse una alianza que se afianzó con el paso de los años. La imagen del viejo surfista cruzando el checkpoint dio la vuelta al mundo y cientos de aficionados de todas partes comenzaron a donar material para el pueblo palestino.
Pero las gestiones, como casi todo en este lado del mundo, no iban a ser tan simples: los surfistas israelíes no pueden cruzar la frontera (y viceversa con los palestinos), por lo que tuvieron que enviar a conocidos de otras nacionalidades a formar la primera escuela de surf de Gaza en 2009.
"Fue algo realmente emocionante", relata Rashkovan, "aquellos chicos merecían las mismas oportunidades de aprender el deporte", pero en sus palabras se cuela una tristeza sutil que termina por ocupar todo el ambiente.
El héroe en la sombra, el fiel ayudante de Doc Paskowitz, nunca ha pisado las playas de Gaza aunque sueña con ellas. Jamás ha surfeado junto a los palestinos a los que ayuda aunque ya los considera hermanos.
Es un secreto a voces que los conocedores de este deporte en Israel comentan que las mejores olas se encuentran en Gaza, lo consideran algo así como la tierra prometida del surf. Quizás, el ser humano siempre tiende a pensar que lo mejor le espera al otro lado o trata de refugiarse en las historias que otros contaron y que han alimentado su imaginación durante años.
A pesar del impedimento, a la escuela de surf en Gaza le siguió otra especializada en mujeres, un proyecto mucho más complejo que el primero, ya que suponía un cierto conflicto con algunas costumbres locales. Para solucionarlo, se diseñó incluso un traje de baño ‘islámico’ que cumpliese con los estándares de la zona en el año 2011.
"Si [Hamas] intercepta el material que enviamos lo requisan o lo destruyen, no quieren que ningún ciudadano reciba nuestra ayuda"
Del lado palestino también encontraron una negativa total por parte de Hamás a recibir cualquier ayuda proveniente de Israel.
"Si interceptan el material que enviamos lo requisan o lo destruyen, no quieren que ningún ciudadano reciba nuestra ayuda", explica Arthur.
Con esta situación, logran hacer llegar el material con cuentagotas a través de periodistas internacionales, Cruz Roja u otras asociaciones locales que apoyan el proyecto.
Ningún periódico local puede hacerse eco de la ayuda que Surf por la Paz ofrece en la zona, un coste bajo para los benefactores cuya mayor recompensa es saber que han logrado implantar de forma profesional este deporte en las zonas de costa del país vecino.
Ese fue siempre uno de los mayores deseos de Doc Paskowitz, que su deporte sirviese de unión para palestinos e israelíes y que finalmente se consiguiese una convivencia en paz entre ambos pueblos. Falleció en noviembre de 2014 con su parte del trato bien atada. Del resto se encargará el tiempo, solía decir.
Cuando la ignorancia es atrevida la esperanza tiene la obligación de ser aún más osada. Arthur Rashkovan navegó muchos años junto a Doc y la perseverancia del maestro se le ha calado hasta los huesos al joven israelí. Ahora quiere mucho más, pretende que Surf por la Paz sea un 'arma' que concilie a los surfistas de todo el mundo.
¿El siguiente paso? Organizar competiciones internacionales en las que participen deportistas de todo el mundo, y en especial, aquellos que provienen de Oriente Medio. Ya lo han logrado en Chile, donde se encuentra la mayor comunidad palestina fuera del mundo árabe, y también en algunos países de Europa.
La próxima reunión tendrá lugar en octubre entre Marsella y la costa del País Vasco francés, allí se encontrarán surfistas de Egipto, Siria, Afganistán, Israel y ojalá Palestina. Porque el dónde y cuándo nunca fue lo importante, ni siquiera con quien, solo las olas que encontrarás ese día.
Hay un dicho popular entre los surfistas que dice que aquellas personas capaces de surfear juntas pueden convivir también en perfecta armonía. En Gaza, una zona castigada por la guerra y abandonada en gran medida por los mediadores internacionales, este proverbio parece más bien un deseo etéreo fácil de perder...
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Cristina García Pérez
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